martes, 17 de marzo de 2009

Nina

Hoy fue caótico. Estaba sentado en mi asiento mirando el cielo, mirando el mar y luego mirando mis pies. Sí, mis pies, no sé por qué, pero por cinco minutos, me quedé mirando mis pies y los de la gente que pasaba por el lado: algunos con sus veraniegas chalas y otros con zapatillas que me gustaban. Hacía tanto calor y el mar me llamaba a dar un chapuzón, pero cómo iba a hacerlo si no estaba preparado. Aparte, no tengo la suficiente personalidad como para desvestirme delante de la gente que pasa. No, qué verguenza, cómo voy a hacer eso.

Y entonces apareciste tú. Tu peinado de Amelie y tu sonrisa suave, cálida, sincera. Te acercaste y me saludaste, incluso conversamos durante un rato: del cine, de Almodóvar, de literatura o de la mismísima Amelie. De pronto, como si te hubieses desdoblado, te volví a ver. Tú misma no lo entendías, te parecía extraño y hasta te molestaste. No, no podían ser que existieran dos Nina. Y claro está, lucharías por ser la única.

Y se armó la pelea. La otra Nina te atacó y, de acuerdo a tu rostro, me hizo pensar que te sentiste humillada. Después de todo tenías razón e incluso diría que la otra se equivocó. Lucharon, oía gritos, golpes y mordiscos, era un caos del cual no sabíamos qué podría suceder. Y, al final, con tu silenciosa supremacía, venciste. Sin imponerte, venciste. Sin dar el mejor golpe, venciste. Y claro está: no hay ninguna otra Nina, sólo tú.

1 comentario:

Nina Avellaneda dijo...

GRACIAS :)
"oía gritos y mordiscos" jajajaj
no sé si alguien perdió , pero ninguna de las dos ganó , de eso estoy segura .Acabo de enviarle las diapos , ojalá le gusten a la impostora .
PD : Te mereces todo!