lunes, 28 de junio de 2010

Roma, Florencia, Pisa, Venecia y París!

Poco y nada entiendo cuando me encuentro en el Aeropuerto Fumicino, buscando cómo llegar al tren que me llevará a la ciudad de Roma. Si se tiene en cuenta de que solo habíamos dormido en el aeropuerto y un poco en el avión puede parecer un poco lógico estar confundidos, no obstante la señalética en el interior del aeropuerto no es de lo mejor (además de que no entiendo mucho el italiano). Logramos capturar el tren (llamado Leonardo Express) rumbo a la ciudad, con un "módico" costo de 14 €. Llegamos a la Estación Termini para ir en busca de nuestro hostal que estaba a pocas cuadras de dicho lugar. Nos instalamos, muertos de calor y salimos en busca de aventura. Pillamos un metro muy lleno y bastante asfixiante -no sé si sea necesario dejar en claro de que es bastante cochino- que nos dejó en el Coliseo. Una enorme pizza por 9 € frente a este monumento para luego comenzar a recorrer sus rincones perdidos y llenos de historia.
Caminar por toda la ciudad con más de 30º y muchas botellas de agua parece ser la mejor recomendación para poder visitar Roma en época estival. Probablemente lo que más se conozca de esta ciudad es el Vaticano y todas las reliquias históricas que guarda en su interior. Se necesitan cerca de 20€ para poder entrar a todos los lugares, aunque hay algunos en los cuales se puede entrar gratis como lo es la Basílica di San Pietro. A mí gusto, lo mejor es la Capilla Sixtina en donde queda reflejada la maestría de la pintura de Miguel Ángel. Asimismo, la vista que se tiene de Roma desde la cúpula de la Basílica es admirable.
Luego de 3 noches en Roma, el tren regional nos lleva destino a Florencia en 4 horas. Firenze (su nombre en italiano) es una ciudad pequeña y aparentemente no muy interesante. Se hace necesario tener un poco de conocimiento de historia para saber que fue uno de los lugares en donde se estableció la familia Medici y toda su influencia financiera. Nos alojamos en dicha ciudad aunque nuestro real destino era conocer Pisa y su torre, acción que realizamos al día siguiente y que nos dejaría un poco desilusionados.
El siguiente destino fue Venecia, la ciudad de los canales. Lo primero que me llamó la atención fue tener que tomar un vaporetto para poder llegar a nuestro destino. Existe un sistema de transporte público que se lleva a través de líneas de botes que cumplen un itinerario y con ciertas estaciones, por 6,50 €. Llegamos a la isla donde nos alojábamos y nos quedamos dando vueltas un rato para luego ir a dormir, ya que el tren había partido a las 4.35 de la mañana y no habíamos dormido casi nada (los trenes de Italia son de lo más incómodo que hay). Recorrimos Venecia al día siguiente y caminos con una temperatura horrible de casi 30º, al sol, conociendo los rincones de una ciudad muy turística y curiosa, llena de puentes y canales cruzando la ciudad.
Al día siguiente se suponía que partíamos rumbo a París a las 9 de la noche, sin embargo, por una huelga de los funcionarios franceses, se canceló nuestro vuelo. La solución era viajar al día siguiente desde otro aeropuerto, por lo cual, nuevamente tuvimos que subirnos a un tren misterioso y bastante temible, con gente que parecía ser personajes de una película de terror. Llegamos a Bologna a eso de las 2.30 de la madrugada... sin encontrar ningún hostal y viendo como mejor opción quedarse a dormir en la estación y luego en el aeropuerto hasta que nuestro vuelo partiera a eso de las 14.30. Llegamos a París por la tarde, a un aeropuerto perdido en la distancia y con 1 hora y 30 minutos de distancia con la ciudad. Buscamos un hostal y llegamos una zona un poco extraña y temible, por lo que no nos movimos mucho durante ese día sino que aprovechamos de descansar para poder recorrer París durante todo el día siguiente, ya que no íbamos a tener más tiempo.
Un tour express de un día por París parece ser una locura y de hecho lo es, porque es imposible. Intentamos hacer lo más que pudimos y al menos me quedo satisfecho de que logré llegar a casi todos los lugares que quería. Las calles parisinas se ven llenas de historia, tan artísticas y simétricas que no me parece extraño que llamen la atención y que inspiren una armonía sin precedentes, convirtiéndola en lo que para mí siempre ha sido como la ciudad más bella de Europa, quizá el símbolo de la cultura y de su época dorada. Pero claramente, lo que más la identifica es la Torre Eiffel con su imponente altura que la ha transformado en un ícono parisino desde hace más de 100 años. Acabamos como a las 11 de la noche, muertos de cansados y preparándonos para nuestro vuelo que salía a las 9 de la mañana del día siguiente. Fue una experiencia increíble, desde el comienzo en el metro cuando se sube un tipo a tocar acordeón, desde ese momento me sentí en París. Aunque creo que será necesario volver a París una vez más para intentar recorrer todos esos secretos que se ocultan en cada esquina donde nacieron miles de historias, como las del Pont des Arts y los miles de candados como símbolo del amor eterno de algunos amantes.

jueves, 10 de junio de 2010

¿Qué es el tiempo?


Y me he encontrado, de pronto, enreado entre palabras, entre momentos, entre redes. Cada rayo de sol que divaga en mi ventana es un segundo que construyo de recuerdos presentes y futuros que en instantes proyectan un pasado. ¿Qué es el tiempo? me pregunto una y otra vez. ¿Por qué las horas son locas y se muevan a la velocidad que quieren? Y es que el tiempo no es absoluto ni exacto, no es correcto, no es preciso... el tiempo no existe.

Fotografía: River Thames, London, England.

miércoles, 9 de junio de 2010

Un extraño amanecer

Creo que no podía dejar de pasar por alto una experiencia extraña que viví hace unos días. Con extraño no me refiero a algo necesariamente malo, pero sí fue algo que, de alguna forma, me quitó el sueño y esta vez puedo decir que fue por algo bueno. Puede ser algo tan simple que para todos pase desapercibido, pero para mí no, por lo cual creo necesario contarlo.

El domingo nos fuimos de paseo a la costa mediterránea, a la ciudad de Cartagena, en Murcia, acá en España. No soy mucho de ir a la playa, pero esto de vivir en una ciudad de interior hace que aumente mi necesidad de ver el mar, teniendo en cuenta que nací en una ciudad de costa y la relación que uno establece con el mar es casi de dependencia. Íbamos llegando a la playa de La Manga, a eso de las 6.30 de la mañana. Nos habíamos pasado, nuestra parada era la anterior, pero eso no impidió que fuésemos a dar una vuelta por la playa que había cerca. Nos sentamos en la arena a ver cómo amanecía.

Y fue en este amanecer cuando sucedió algo que nunca había visto antes. Lo que para mí sería un atardecer, ahora era un amanecer. Ante mi mirada sorprendida, el sol aparecía desde el mar y lentamente se iba alzando hacia el cielo, dando la bienvenida a un nuevo día. Creo que alguien me dijo una vez que había en algunos lugares del mundo en que sucedía esto y esas palabras hicieron eco en mi cabeza en ese momento, cuando se cumplía eso que ya me habían dicho. Fue una sensación muy extraña, darme cuenta de que estoy muy lejos, de que no estoy en mi tierra sino en otra, encontrando detalles tan simples que pueden transformar cada historia en un nueva y colorida aventura. No es mejor ni peor, sino que simplemente, es maravilloso ver que cada rincón del mundo tiene un encanto inigualable que quieres llevarte para siempre contigo. Porque, de alguna forma, cada pisada que uno deja en la arena, es un poco de esencia que uno deja en ese lugar, asimismo, cada lugar nos deja un poco de su esencia en los pasos que iremos dando después.

Un atardecer a las 6 de la mañana, un amanecer a las 8 de la noche. El mundo desde otra perspectiva y los recuerdos que me hacen darme cuenta de todo lo que he viajado hasta llegar acá, hasta coincidir en nueva y bella historia que no voy a olvidar jamás.

Fotografía: Playa de La Manga, Cartagena (Murcia). España.

lunes, 7 de junio de 2010

No quiere entender

Sentado frente a frente, observa esa figura enredada en las paredes, como si estuviese observando la televisión que en estos momentos está apagada. No mira lo que dice, no piensa lo que escribe, no habla consigo mismo ni con nadie. Solo se pierde, vuelve la mirada hacia esos pasos que se quedaron plasmados en la playa. El mar, el mar, las olas, el ruido del mar... esa extraña penumbra y esa misteriosa nostalgia que se cuelga de cada uno de sus pensamientos. Pensamientos, situaciones del pasado, proyecciones de ese pasado que calan en un momento cuando comparan lo que sucedido. ¿Qué es lo que ha sucedido? se pregunta una y otra vez, no entiende, no entiende, no quiere entender.

En el suelo están tiradas las copas de la noche anterior, probablemente en el otro cuarto esté el cadáver del asesino frustrado que acabó siendo la propia presa de sus emociones descontroladas. Y es que nadie podría pensar que un tiro podría rebotar en la pared en el momento en que el objetivo estaba precisamente en la mira. Son tantas las cosas que pasaban por su cabeza en el instante del disparo que le dio al espejo... La gente de los alrededores duerme, duerme sumida en el cansancio de un día de trabajo. Alcohol, algunos beben alcohol, mientras otros intentan esconder el cadáver o pensar qué es lo que van a hacer con él. ¿Lanzarlo por la ventana desde un 3er piso? ¿Lanzarlo a la basura? ¿Cortarlo en pedacitos y freirlo para el almuerzo familiar del día domingo? ¿Disecarlo y convertirlo en una de las estatuas de la plaza de la ciudad? Alguien se ha levantado descalzo, con resaca, para comprobar que el vidrio de las copas, efectivamente, corta: una gota de sangre queda en el suelo; una mancha de sangre cubre la habitación donde se oculta el suicida involuntario.

Allá abajo está el mar que ha cruzado la ciudad, de pronto. Ha dado un enorme salto y ha alcanzado las olas de 2 metros que rompen en la orilla con violencia. Allí flotan los cadáveres, allí flotan las copas de vino de la noche anterior, allí flotan las extremidades que ha cortado a los inocentes, allí flotan sus mentiras, allí flotan miradas. Allí flota su propio cadáver. Desde allí puede ver todo: en el mar flota su propio cadáver.

Fotografía: Cartagena (Murcia), España.

sábado, 5 de junio de 2010

Líneas

(Lejos, lejos, no sé dónde,
un sueño...)

Una mirada precisa que no se cansa,
ojos enormes y expresivos de tu ensueño,
un silencio, un camino hacia ese espíritu interno
que ante ti no se esconde:
ante ti se revela en su total magnitud,
que ante ti despliega toda su vitalidad.

La profundidad de una pupila oscura
encerrada en una mirada traviesa,
una palabra suave, un susurro,
me abrazo a tu sonrisa que sabe de sus encantos
y luego danzo en mi mente aferrado a la locura
de la cual no quiero escapar más.

Me tomas la mano (te aferras hasta mi alma)
mientras sonrío en silencio (no puedo ni hablar)
ante ese poder extraño que ejerces sobre mí (soy tuyo y no quiero escapar).

(¿Quieres quedarte conmigo?
¿Quieres acaso tú escapar?
Yo quiero quedarme contigo en este instante
y recorrer los amaneceres hasta que se oscurezca la última estrella).

Abrazado a tu regazo (bum, boom, bum, boom)
aumentando mis latidos con tu tacto (bum, bum, bum,bum)
perdiendo la noción del tiempo con tu beso,
soñando de que todo lo bueno pudiese ser eterno.

Soñando con un sueño que no se acaba al despertar.
Soñando que no hay un despertar,
soñando que el sueño es eterno.

... y al despertar, sonreiré de este bello y mágico sueño,
de dormir abrazado a tu encanto,
de soñar aferrado a las líneas de tu vida.

Fotografía: Avda. de Hellín, Albacete, España

jueves, 3 de junio de 2010

Desde el otro hemisferio

Cuántas veces me he despertado en la noche, enredado entre las sábanas, pensando que todo esto que está sucediendo solo es parte del más bello de mis sueños. Efectivamente es parte de un sueño, no obstante, este sueño ha adquirido matices de realidad... matices sensoriales que me hacen sentirlo en la piel, en el corazón, en la mente. ¿Cómo puede ser que todo eso que soñaste al firmar un papel comienza a cumplirse? ¿Es que acaso puede existir un contrato que pueda darte esta garantía de que va a cumplir todo... y te va a regalar mucho más? Quisiera que la vida fuese así y, pensándolo un poco, es muy factible de que así sea.

Una sola caminata por la ciudad, entre edificios, entre el calor estival que llegó para quedarse y entonces me doy cuenta que, de alguna forma, ya soy parte de esa cadena de luces que cuelgan en el cielo, que iluminan la ciudad por la noche y que dan ese aire de silenciosa nostalgia que admiro en cada lugar que tengo la suerte de visitar. Es inevitable regresar al pasado una y otra vez, pensar en que cada uno de los pasos que has dado para llegar a esto no han sido en vano y he ahí la gracia: creer a ojos cerrados en esta aventura que cruza oceános, que cruza fronteras, que es capaz de viajar desde un país perdido en el sur del mundo a un país que está en lo que yo llamo norte. Es inevitable viajar al futuro y pensar en todas esas historias que comienzan, que quedarán latentes y grabados como fuego en la piel. Miradas, abrazos y hasta besos, pero no cualquier beso. Un beso específico, un beso cálido, suave, húmedo, dulce, inicialmente casual... un beso mágicamente colorido. Sonrío y me emociono cuando me doy cuenta de que valió la pena la espera y que iba a encontrar eso que tanto buscaba, que sería necesaria viajar muy lejos. Y aunque no haya certeza de lo que vaya a decir el destino en cuanto regresemos a la vida real, sé que podré estar feliz toda la vida por haber vivido este momento, porque me ha enseñado mucho. Me ha hecho recordar que debajo de mi imagen, existe un corazón que puede latir tan fuerte como nunca antes creí. Sï, que puede sentir demasiado y que se alegra de sentirlo.

Me pierdo en el silencio, me pierdo en las caminatas nocturnas cuando me recuesto en la hierba a mirar el cielo. Años atrás, un niño se recostaba en la arena de una playa del Estrecho de Magallanes a mirar el cielo... a ver los satélites que recorrían el mundo y pensaba en que alguien estaría mirando el cielo junto a él desde algún lugar del mundo. ¿Acaso seré capaz de ver eso que los satélites pueden ver desde el cielo? ¿Acaso podré volar tanto y tan lejos que pueda ver las estrellas desde el otro hemisferio? La vida da vueltas inesperadas... sucede que un día, ese niño cruzó fronteras, cruzó océanos, ¡venció sus miedos!. Y un día de calor primaveral de fin de mayo -de esos a los cuales él está acostumbrado a tener, pero en diciembre-, se dio cuenta de que, efectivamente, ha sido capaz de ver mucho. Estaba mirando el cielo, desde el otro hemisferio.

Y sonríe, sonríe como nunca.

Fotografía: Calle Tejares, Albacete, España.