miércoles, 29 de febrero de 2012

29 de febrero

A veces todo se pone cuesta arriba y la vida se ve un poco complicada. Pero suele suceder que esos días en que me despierto con un típico improperio, suelen ser los mejores. Y es así que sucede que comienza una semana un poco cargada hacia lo negativo en que las cosas no ocurren como había pensado: quizá no sea el fin de febrero que hubiese esperado, como si todo se nublara de pronto. Sí, han sido dos días en que me he defraudado de gente. Pero, finalmente, no puedo decir que me esté defraudando de mi vida. 

De todo lo malo se puede sacar algo bueno: todo, absolutamente todo es un aprendizaje y siempre debemos dejar un momento para agradecer esas pequeñas cosas que tenemos. Pequeños detalles que se transforman en esa sonrisa loca que te acompaña durante todo el día y que, seguramente, hará que alguien te mire en la cara y piense que estás loco. Sí, la locura me ha hecho feliz, me hace ver el mundo con mucho más color y gracia. Si se cierra una puerta, sigue la ventana, pero nunca se acaban las opciones: siempre se viene algo mejor porque creo que las cosas suceden por algo y todo, al fin y al cabo, es para un bien. Quizá no lo pueda entender en este momento, pero creo que lo entenderé en algún momento y, como siempre, acabaré sonriendo.

Y, felizmente, puedo darte las gracias por estar conmigo. Por hacer que un día pésimo se transformase en el mejor 29 de febrero de mi vida. Sí, me haces sonreír y recordar que el mundo tiene demasiadas más cosas buenas que, al final, no tiene sentido ver todo negro. Gracias por todo, por estar ahí conmigo en las buenas y en las malas. Gracias por darme la oportunidad de amarte y de formar una historia cada vez más loca.

lunes, 27 de febrero de 2012

Fuego

Ayer regresé de Santiago, enterándome del movimiento calórico persistente en la región. Y no me refiero a calorías, sino al calor, pero de una forma muy poco grata. A eso de las 5 de la tarde me entero de que se había reactivado un incendio forestal en el sector de Canal Beagle, el cual se propagó descontroladamente hasta alcanzar viviendas cercanas, lo cual es muy lamentable. Lo peor del asunto, es que dicen que se trata de un pirómano, circunstancia por la cual es válido cuestionarse: si tanto le gusta el fuego, ¿por qué no se quema a sí mismo, ve y disfruta el fuego eliminándose de la faz de la tierra para no dañar a nadie más? Las llamas alcanzaban casi los 10 metros de altura cuando pasé por ese sector a eso de las 9 de la noche, con un tráfico terrible. Sumado a eso, el corte de luz de casi 5 horas porque las llamas estaban cerca del tendido eléctrico. 

El día de hoy, un incendio se desató acá en Quilpué y desde mi casa podía divisar la enorme nube negra que avanzaba con voracidad. Confieso que me dio mucho miedo ver que parecía incontrolable y que, por un momento, parecía repetirse la misma situación de ayer en Viña, pero ahora mucho más cerca. Es terrible pensar en el fuego, sobre todo en estos momentos en que nos encontramos en una grave sequía... ¡y no llueve! Por más que le han prendido velitas a los santos, invocado a las fuerzas marcianas, negociado entre gobiernos o qué se yo... ¡no llueve! Y el calor no se quedó atrás. 

Alguno anticipan el fin del mundo, los pecados, etc. Simplemente, la conducta salvaje del ser humano destruye todo a su paso. ¿Qué es lo que va a suceder con todo esto? ¿Cómo detenerlo? Es un cuestionamiento amplio para el cual, en estos momentos, no se me ocurre ninguna solución. Agradezco sugerencias.

Fire

Explosions in the sky and trouble's all around,
a storm is coming and I can't go out.
The earth is trembling,
the sound's scary,
the nature's dying under our feet.

A gun in the head,
the blood's everywhere;
the birds are trying to escape
where free water can be drunk for them.
Many lives needs to be saved,
where else can we run away?

Fire in the sky, fire in our heaven,
the paradise's turning into hell,
what can we say?
What can we do?
Everything dissappears in a boom.

viernes, 24 de febrero de 2012

Donde las musas bailan

Donde los ríos llevan vida
y la tierra es bailarina,
donde los cielos son celestes
y de armonía es un eterno presente;
las musas bailan y cantan sus canciones propias,
las historias que les cuentan,
las historias que ellas sueñan
y se abrazan a un futuro incipiente.

Nadie sabe, nadie existe,
nadia es capaz de predecir lo que vendrá.
Donde las musas bailan desnudas
y el jolgorio es una fiesta universal,
donde las musas se visten de fantasías
y lo real es una fantasía surrealista.

 Fotografía: Vista de Coquimbo desde la playa, La Serena, Chile.

Alice

Vete de aquí, Alice,
tu mirada me perturba.
Aléjate cantando tus canciones raras
y luego regresa sonriendo,
que tu mirada oscura me mantiene inquieto
y, en el fondo, es eso lo que quiero.

Quédate aquí, Alice,
que mirarte me distrae
y el mundo se darma,
todo es un torbellino en tu mirada angelical
que destruye los cimientos de la civilización,
que convierte las aguas en un maremoto.

Y no bailes conmigo,
que eso ya estuvo mal.
No me hablas, que ya es suficiente;
tu silueta me desvela, eres un espectro.
Tu voz me lleva hasta los sueños.

No me mires, Alice,
que ya es demasiado tarde para partir.
No sonrías, no llores, no me hablas,
solo canta, salta, grita.
Solo baila, sueña, juega,
solo piérdete, enloquece. Encuéntrate.

jueves, 23 de febrero de 2012

Huéspedes

Me despierto agitado, un, dos, tres. Los espíritus errantes se detienen frente a mí y me aprisionan, se cargan contra mi espalda y no me dejan mover. ¿Qué es lo que pasa? Siento el sudor que corre por mi cuerpo, siento el mundo que se detiene mientras respiro de a poco, a veces se me olvida respirar y despierto de un sobresalto. Cuento hasta tres y vuelvo a respirar porque sé que todo ya ha acabado, que fue un mal sueño, que debo volver a respirar, que debo volver a dormir, que son las 5 de la mañana y aun me quedan horas por dormir. Horas de sueño que en el futuro desearé, que agradeceré cuando hagan falta y que echaré de menos de no haberlas dormido cuando podía. En silencio repito las palabras: "Jesús, Jesús, Jesús" y me sale mi lado religioso, ese que estaba medio oculto, pero que aparece de vez en cuando. Menciono ese nombre y los fantasmas se van. ¿Podré volver a dormir esta noche? ¿Volverán a visitarme para detenerme mientras duermo?

¿Acaso se quedarán de huéspedes? ¿Qué es lo que querrán de mí?

Fotografía: Merval (Metro Regional de Valparaíso), 28 de agosto de 2008.

Bajo cero.

Abrimos los ojos en medio de la nada. El camino estaba completamente cubierto de nieve y los vehículos, detenidos. No podíamos avanzar hacia ningún lado y la tormenta parecía no tener fin: los copos de nieve cubrían nuestras cabezas y, lentamente, seríamos un cubo de hielo más flotando a la deriva entre nubes que dificultaban nuestras miradas. ¿Dónde estaba la ciudad? Quizá estaba a varios metros bajo nuestros pies, congelada, con el resto de una civilización muerta que ya no sería más que parte del recuerdo. ¿Cuánto tiempo bastaría para que todo volviese a la normalidad? Un segundo, un instante, un minuto o despertar de una pesadilla. 

Nos bajamos del vehículo sin mucho que decir, sin mucho que pensar. La temperatura ambiental debía ser algo así como -15º, la temperatura más alta en meses. ¿Qué ibamos a hacer? La tierra no volvería a ver las temperaturas sobre 0º. Las estrellas que se congelaban iban a dar sobre nuestras cabezas y vi a varios de los nuestros caer bajo la nieve para desaparecer. Las luces en el cielo eran invisibles... qué más íbamos a hacer: no sabíamos. Nunca lo supimos. Nos fuimos llenando de nieve, congelándonos hasta desaparecer. Pronto, el camino también fue una historia de tantas.

miércoles, 22 de febrero de 2012

Find me outside your window

Find me outside your window,
I'll give you my word I'll be there waiting for you
and we'll escape far away from here.
There are mountains full of rainbows,
beautiful landscapes will be our view,
only nature you'll hear.

I'll give you a call,
there's nothing to lose,
let's fly so high,
just take the chance.
Follow me into the silence,
we can find a place full of peace,
I can give you everything you need.

Fotografía: Camino a Pisco Elqui a la altura de Montegrande, Valle del Elqui, Chile

Buenas noches, Rose Yorkshire

Su silencio me perturbó desde que vi su silueta comenzar a dibujarse en la oscuridad, allá en el final de ese largo y sombrío pasillo de la mansión abandonada de la calle Yorkshire. Sí, la calle que llevaba aquel apellido en honor a ese figura oscura, de sombreados ojos -al borde de convertirlos en punto negro, tenebroso e inaccesible- y labios pintados excesivamente de rojo, al grado de parecer que el rostro entero se le iba en ello. La vi caminar entre los restos de vasos quebrados sobre las tablas en donde la fiesta había causado estragos y el vodka corroía los pocos colores que íban quedando. Era una imagen de un pasado casi romántico, apasionado y oscuro: la muerte, la rosa, lo oscuro, el funeral.

El funeral de Rose Yorkshire no había sido solemne ni escandaloso: más bien, ella misma había decidido cavar su tumba y guardar su cuerpo sin que nadie se percatase de su ausencia. Y así fue como un día, de pronto, desapareció. No dijo nada a nadie ni nadie se interesó en preguntarle. Rose era una rosa más de aquel jardín de espinos que comenzaba a secarse en pleno verano producto del calor y las cenizas de un volcán cercano que entraba en erupción, la lava cubriría aquel mágico paisaje en el cual su historia sería olvidada. Su destino era, inevitablemente, aciago. La vi caminar, por última vez a través de aquel pasillo con ese vestido rojo que tantas veces alabaron en las grandes reuniones sociales del siglo XVIII, con su copa en la mano y una mirada coqueta que nadie correspondió: nadie supo encontrar que debajo de esos ojos sombreados existía una mirada inocente, dulce, que buscaba algo más que una simple imagen.

Bailamos en medio de la oscuridad por un instante, sin música, sin fotografías, sin copas de alcohol, sin público sonriendo. Las copas de vidrio tenían musgo y la humedad derrumbaba lentamente la casa. Pero ese era su lugar y Rose Yorkshire no querría irse de ahí aunque la obligaran. Cada noche se dormía entre las rosas del jardín mientras la observaba desde mi ventana, situada frente a abandonada mansión que todos temían. Fuimos amigos desde el primer momento y, finalmente, gocé de la seguridad que ningún otro vecino se pudo jactar jamás. Y allí la veía todos los días, sonriente: una mujer eterna, sombría pero iluminada, cuidando el jardín bajo el cual dormían los huesos de su cuerpo dolido por las enfermedades que nunca pensó que serían absolutamente curables en el futuro.

- Buenas noches, Rose Yorkshire. Mañana me ayudarás a cuidar mi jardín, ¿te parece?

La muchacha sonrió mientras se cubría de tierra para ir a dormir. La noche sería fría: el sereno goteaba desde las rosas de todos colores que, día a día, brotaban a sus pies. 

martes, 21 de febrero de 2012

6.2 - 6.4

Me desperté de improviso sin entender lo que sucedía: mi cuerpo sudaba entre las sábanas con las cuales pretendía abrigarme de una noche estival sobre los 22º, seguramente. Creo haber visto la tele, haber escuchado la radio o quién sabe qué, pero todo se movía. Otra vez. Sí, otra vez se movía y los números diferían de un lugar a otro: entre V y VI, 6.2 o 6.4. Nadie entendía nada, lo único cierto era de que todos aún estábamos un poco asustados por aquella extraña forma de despertar. Todo se movía y estábamos atentos: una réplica podría venir dentro de muy pocos instantes.

lunes, 20 de febrero de 2012

Cuerpos enredados (I)

Dormidos despertaron al amanecer, con los ojos abiertos
y los cuerpos agitados por el movimiento.
Dormidos se abrazaron al atardecer, con los cuerpos desnudos
se encontraron una y otra vez.
Abrazados por la noche tenebrosa
y las estrellas recorriendo sus caminos,
enredados en una tarde estival de locura
dibujaron nuevas historias que quedaron en la piel.

Durmieron abrazados,
los cuerpos enredados,
las canciones olvidadas,
corazones entrelazados. 

domingo, 19 de febrero de 2012

Volador V

Donde el silencio nace con canciones de locura,
donde las aves vuelan cada vez que se esconden:
somos uno en un momento incierto
y lo inerte de la muerte se hace vivo en un segundo:
no hay más vida que en esa pequeña muerte,
no hay más instante que cuando el tiempo se detiene,
somos dos locos perdidos en un instante eterno,
tu regazo me abraza, no tengo miedo.

Somos un momento, una línea de tiempo,
la continuidad del pasado, presente y futuro.
Dame tu luz y tu mirada inocente,
abrázame entre tu piel, pequeña durmiente,
múestrame las historias que nuestros cuerpos ya saben,
recórreme con alboroto, no hay nadie más alrededor.
Abrázame, amada mía,
volemos tan lejos como nuestros cuerpos nos permitan. 

Alza el vuelo, volador, volantín,
cruza las nubes en un segundo, sin temor,
vuela tan alto como puedas
y jamás te detengas, como un platillo volador. 



Fotografía: Avenida Franciso de Aguirre, La Serena, Chile.

sábado, 18 de febrero de 2012

Herejías

Así es, señores. El pecado ha adquirido su manifestación en la vía pública y, peor aún, ¡frente a una iglesia! ¡Qué herejía más grande! Simplemente, sórdido: encontrarse un condón frente a una iglesia es algo que no puede pasar desapercibido.


Fotografía: Cantournet, esquina Cienfuegos (frente a La Recova), La Serena, Chile.

viernes, 17 de febrero de 2012

Punta Arenas: 13 años desde el inicio del romance.

Fue extraño que, de repente, me acordara de una fecha que pasó desapercibida por algún tiempo. Y lo más divertido, es que lo notara luego de finalizar una de esas actividades que me ha acompañado en la medida que he ido cumpliendo años: escribir. Fue así como concluía un cuento y, al momento de registrar la fecha y la hora, me doy cuenta de que hoy, 17 de febrero de 2012, se cumplen exactamente 13 años desde que conocí la austral ciudad de Punta Arenas, en pleno Estrecho de Magallanes. Aquel recóndito lugar del sur del sur del mundo fue mi hogar por 4 años en que aprendí tantas cosas y que, sin lugar a dudas, forjó una parte importante de la persona que soy el día de hoy.

Es emocionante pensar que ese niño de aquel entonces soñaba con tantas cosas que nunca pensó que iba a cumplir y que, ahora, puedo observarlo desde fuera, con otros ojos, al alero de nuevas experiencias que me hacen ver ese momento de una forma totalmente diferente a como lo fue. Aquella ciudad que me pareció tan extraña y fría, tan ajena, guarda el recuerdo de aquellas cuatro años en que descubrí un mundo diferente al que estaba acostumbrado, con sus historias particulares y la magia suspendida en el aire. La magia que caía sobre mi cabeza cada vez que un copo de nieve se posaba frente a mi mirada, cuando la ciudad se volvía completamente blanca y el hielo me hacía resbalar en más de alguna ocasión. 

Hoy, 13 años después, me acuerdo de ese momento en que comenzaría ese romance con una ciudad un poco oculta, pero con mucha más vida que cualquier otra gran ciudad. Y sé que la leyenda del calafate es cierta porque ya volví una vez... y espero pronto poder volver a recorrer sus secretos.

Sentir el tacto

Sentir el tacto, recorrer otra vez esa piel,
dormir abrazado a tu pecho que es mío
porque he sido yo quien ha descubierto el camino.

Y que duermas abrazada a mi cuerpo
que también es tuyo,
porque desde antes ya sabías cómo recorrerlo.

Volver a sentirte, besarte,
que me mires, nos besemos
y el amanecer nos encuentre enredados otra vez.

martes, 14 de febrero de 2012

Sensaciones nuevas

Te abracé tantas veces y me besaste otras más. Me perdí en tu mirada que me enloquecí, en tus ojos camaleónicos y en tu piel iluminada por la Luna que, sobre el tragaluz, nos observó tantas noches besarnos al compás de alguna canción. Al compás de nuestros propios pulsos acelerados por ese extraño y armónico movimiento que nos escondía dentro de esas paredes. Vimos colores: verde, celeste, amarillo, azul... quizá también, violeta. Descubrimos sensaciones nuevas, los abrazos se hacía cada vez más abrasadores: cuerpos unidos que queman, que arden, que no quieren volver a soltarse. 

Despertamos unidos: mi boca ya buscaba nuevamente la suavidad de tu espalda. Tus manos ya se acercaban a jugar con mi ombligo. Despertamos abrazados tantas veces, infinitas. Hoy te quiero abrazar otra vez... y que el tiempo a tu lado no se acabe jamás.

lunes, 13 de febrero de 2012

Perdidos en el cielo

Me perdí en el cielo y no sé cómo.
Cuando abrí los ojos, ya estaba ahí, flotando;
pero tú estabas a mi lado, sonriendo,
tenías tus alas abiertas y éramos uno solo en el vuelo.

Estabas ahí conmigo
y ese momento me hizo feliz.


Fotografía: La Serena, Región de Coquimbo, Chile.

domingo, 12 de febrero de 2012

La Columna de Fuego (Parte 2)

-    ¿Un espejo? –titubeó, con una voz muy baja.

Las paredes que daban vueltas se detuvieron y un enorme espejo lo rodeó. Se encontró frente a frente consigo mismo: tenía las manos puestas en su cara pálida por el temor. Se acercó a su reflejo y sus deseos tocaron el vidrio: no era solo una ilusión sino que el material era real (tal real como la imagen humana que se trata en verbos esporádicos, tan real como los números que cuantifican el tiempo). En definitiva, su cuerpo no tenía el más mínimo rasguño, todo era tan normal como siempre. Estaba en el interior de un enorme espejo circular que lo reflejaba de todos lo ángulos. Se detuvo un instante para escudriñar esa imagen tan completa, su propia imagen, que ni la tecnología ni el avance lograba obtener. Era la primera vez que se daba cuenta de que existía, de que tenía su propia singularidad. Nunca antes había notado su expresión de asombro, tan propia nunca antes había notado la expresión de su mirada, tan significativa. Ese era él, ese era Gabriel, frente al espejo.

-    Bórrate, ya no quiero más espejo.
Las paredes volvieron a girar: lograban divisar la ciudad y los edificios que permanecían en sus lugares, los rayos que iluminaban los alrededores y la enorme nube de polvo que mantenía a toda la gente alejada de su espacio. Lograba divisar el lugar en el cual había estado sentado hacía un instante, incluso pudo verse a sí mismo observando el cielo, como cuando él había visto caer el pincel. ¿Por qué no había el más mínimo ruido? Todo era un sepulcral silencio. El ruido de las manecillas de un reloj vinieron a cumplir su deseo de dar algo de vida a su extraño refugio que giraba alrededor, pero no había un solo reloj a la vista.

El ruido como de un radar y las vibraciones de un metal hicieron difusas las imágenes de la ciudad. El reloj no apareció, pero el ruido de las manecillas se hacía cada vez más fuerte y cercano, como si alguien se acercase con uno enorme. Miró a todos lados, pero las paredes giraban en círculo: no había ningún pasillo por el cual alguien pudiese acercarse. Las mismas vibraciones a su espalda y el sonido de un violín desafinado comenzaba a bailar ante su mirada.

-    ¡Quiero un reloj!

Su petición parecía no ser escuchada, pese a que el ruido se acercaba más y más: ¿acaso se escondía un enorme reloj a sus espaldas? Las plantas que pisaba comenzaron a crecer rápidamente y se sorprendió al ver las enormes hojas azules que se alzaban desde la arena rojiza que pretendía cubrirlas. Crecían las enredaderas de color celeste que se esparcían por el suelo, ante la sorpresa de Gabriel. Las hojas se le acercaron a la mirada mientras crecían hasta dejarlo pequeño; una de las enredaderas comenzó a subir lentamente, enrollándose a sus tobillos y subiendo por sus piernas, dándole tiempo a percibirlo cuando se aferraban a sus rodillas. El ruido de las manecillas del reloj era violento, hasta que vio que el suelo comenzaba a quebrarse de a poco. Tambaleó y cayó de espalda. Cuando su cabeza estaba próxima a tocar el suelo, sintió que se elevaba rápidamente: las enredaderas subían hacia el cielo, levantándolo por los pies. Gabriel veía todo de cabeza, intentando alcanzar las celestes sogas que lo elevaban. La tierra comenzó a romperse y vio un enorme reloj que emergía, con enormes manecillas de metal, como aspas de una hélice. Las enredaderas lo alzaban lentamente las aspas se acercaron tanto que le rozaron la mano y una gota de sangre cayó hacia las profundidades.

-    ¡Súbanme! ¡Súbanme!

Las enredaderas obedecieron al instante y el reloj que aparecía quedó en las profundidades, cortando las plantas que lograba alcanzar. La hora que marcaba no era real, llevaba varios segundos retrocediendo y luego volvía a avanzar. De vez en cuando emitía el ruido de una campanada que hacía vibrar todo alrededor.

Gabriel observó a través de las paredes que giraban: la ciudad tambaleaba y los edificios saltaban, haciendo que todos los vidrios cayeron al suelo. Estaba todo desierto y los cuadros de las paredes se quebraban en el suelo, mezclándose con el polvo de rubí que se convertía en torbellinos que se alzaban sobre la antena del edificio de la Plaza Central. Oía las risas de niños que jugaban, pero no había nadie en los alrededores. Oyó que un vidrio se quebraba como por una piedra y entonces vio pasar un proyectil que cortó una de las enredaderas que lo sostenía: creyó que iba a caer, pero alcanzó a aferrarse produjo en la pared que giraba y el murmullo de voces que discutían comenzó a agobiarlo vio la ciudad cubierta de tornados que avanzaban por las avenidas, levantando árboles, polvo y objetos varios. Los tornados avanzaban hacia una enorme columna de fuego que estaba en el edificio de la Plaza Central.

-    ¡No, no, no! ¡XS 200 es indestructible! Esto es mentira. Esto es un montaje, estoy seguro.

El interior de dónde estaba se vio invadido por un destello que nuevamente lo dejó ciego por un instante. La enredadera se estremeció por un zumbido que le producía temor: era como una voz que hacía ecos e impedía captar su mensaje. Ruidos de bocinas, de barcos, de música; de gente caminando, de gritos, de palpitaciones, de llantos, de temblores, de edificios que se derrumban. El tornado que lo mantenía oculto comenzó a avanzar en dirección al centro de la ciudad donde se alzaba la enorme columna del fuego: el gran edificio ya estaba consumido por la electricidad que lo rodeaba e impedía el acceso. Por el agujero de la pared podía ver los edificios que se convertían en polvo y en gritos silenciosos que se ahogaban con la caída de la tormenta. El tornado que llevaba a Gabriel avanzaba, botando todo lo que había a su paso. De pronto, vio que había una escalera que se alzaba hasta las nubes. Cortó la enredadera y saltó hacia los peldaños.

Miró hacia abajo y vio que el reloj se llenaba de agua y las manecillas que giraban como hélices, se desprendieron y volaron contra los edificios que se rompían como castillos de arena. Continuó subiendo la escalera hasta ver que un agujero le mostraba una salida: había una nave que parecía estar a punto de partir.

-    ¡Espere!

Cuando llegaba a dicha salida, se encontró con una hélice que giraba con violencia. No podía regresar: la fuerza lo atraía hacia el interior. Cerró los ojos cuando su cuerpo cruzaba las aspas.

Se le cayó el lápiz de las manos y se llevó las manos al rostro: lloraba. El polvo de rubí comenzaba a disiparse. 

-    Llegará el momento en que no vamos a escapar.

sábado, 11 de febrero de 2012

Exclamaciones

La originalidad del artista urbana trasciende los límites físicos del signo mismo.


Fotografía: Andrés Bello, Quilpué.

jueves, 9 de febrero de 2012

La Columna de Fuego (Parte 1)

Estaba sentado sobre el pasto que se teñía, aún, del color rubí de la tormenta que daba vuelta alrededor del universo; sin un destino fijo, sin una misión destinada a cumplir. El polvo del mineral flotaba en la atmósfera mientras lo veía caer como neblina que humedecía la punta de su nariz y enrojecía sus mejillas, recordándole lo ruborizado que se había sentido al encontrarse, de frente, con ella. La nube chocaba contra los ventanales de algunos edificios altos y a veces podía oír el ruido del vidrio que se quebraba: un enorme mosaico se rompió a pocos metros de dónde él estaba sentado. Antes de decidirse a abandonar su lugar de descanso y meditación observó, por última vez, la extraña voracidad con que el viento traía el rubí sobre el balcón de un departamento en especial, allá en la altura. Se alejó a paso lento y a veces confuso, a la espera de una respuesta que aún no encontraba más allá de los sueños. Sintió como si una gota de agua le cayese en el cabello: se llevó la mano a la cabeza u sus dedos estaban teñidos de verde. Un pincel, mezclado con una infinidad de colores, cayó sobre sus manos: ¿acaso las respuestas se escondían en tormentas de rubíes?

El cielo amenazaba con una lluvia torrencial como era común en aquellas circunstancias de explosiones planetarias tan violentas. Un rayo avanzaba por entre las alturas en una dirección imprecisa que lo hacía regresar una y otra vez al mismo lugar. Era el momento de acelerar el paso a tierra en cualquier momento. De pronto, un relámpago. La ciudad pareció quedar en silencio mientras el silbido del viento le erizó la piel cuando intentaba alejarse.

-    ¿Me quedo o me voy?

La noche se oscurecía con la nube que daba vueltas en los alrededores, alejándose, acercándose, sin atreverse a decir alguna palabra que estableciese la interacción. El solo era un espectador de la naturaleza. Quería escuchar, aunque fuese violento, una palabra que diese el inicio a esas pisadas que se hundían en la arena de color rojizo. Quería oír el grito del trueno que lo hiciese dar un salto al vacío, de una vez por todas.

-    Dame tu palabra de una buena vez.

Las alturas de los edificios reflejaban los luces que palpitaban escondidas dentro de las nubes, como cobijándose de las miradas de los transeúntes. Entonces comenzó a darse cuenta de que estaba en el centro de algo que no era casual, que nada en la vida era casual. Ni ese sorpresivo tropiezo que le produjo esa eterna cicatriz en el brazo; el encuentro con esa clave hacia un secreto que nadie más sabía. Ni esa demora del taxi; el encuentro fortuito entre sus labios y los de aquella joven tan hermosa. Ni ese pedazo de rubí compacto y luminoso que descendía lentamente hasta quedar a sus pies, trazando un halo de luz en su trayectoria que lo llevaba de regreso hasta el cielo. Llevó los ojos a negro y recordó el aroma de aquella mujer que le hablaba del arte universal, de la música, del mundo… de la vida.

La tierra se estremeció con un rugido tan fuerte que los ventanales de algunos edificios se trizaron de arriba abajo en un segundo. Algunos pedazos cayeron al suelo, levantando el polvo que se unía al pequeño e inocente remolina que se alzaba hacia el cielo: estaba a pocos pasos de él. Y nuevamente volvió a pensar en quedarse o en retomar su carrera de regreso a la vida común y corriente, encerrado, en su departamento donde las máquinas lo desafiarían a un imposible juego de ajedrez en que, siendo derrotado, lo obligarían a entregar su cuerpo para transformarlo en energía para continuar construyendo los rincones ocultos de XS 200. La tierra comenzó a temblar y de pronto cayó al suelo el polvo que se levantaba lo hizo estornudar. Entre el humo que se alzaba hacia el cielo y los movimientos del suelo que le impedían ponerse de pie, logró divisar algo extraño entre las nubes que mostraban sus garras eléctricas que se abrazaban a los edificios del centro de la ciudad.

-    Esto es…

Se acomodó suavemente, logrando sentarse pese al movimiento que hacía tambalear los edificios: ¿acaso sería capaz la naturaleza de derribar la fortaleza suprema del hombre? Se tranquilizó cuando la tierra se quedó quita, aunque el polvo lo dejó casi ciego por un instante. Se puso de pie a ciegas y caminó a la deriva hasta chocar con una de las paredes del edificio que amenazaba con derribarse sobre él si no se marchaba cuanto antes.

Cuando el cielo se despejó del polvo color rojizo y pudo volver a abrir los ojos, no pudo creer lo que estaba viendo. Al parecer, no era producto del temor ni del temblor que generaba formas tan difusas ante su vista.

-    No entiendo.

De pronto caía sobre el pasto en el cual jugaba, de pequeño, y rodaba sobre la tierra que se le pegaba a la ropa mientras intentaba detener ese extraño movimiento que lo envolvía sin posibilidad de escapar. Se detuvo chocando contra el tronco de un árbol y una rama cayó sobre él. Adormecido por el golpe, se quietó la rama y vio la herida que le había quedado: no sabía que una rama pudiese herir de esa manera. Se sentó en el tronco para estabilizarse: el mundo se movía para todos lados, aunque nada se caía ni temblaba. Apoyó sus manos en el suelo y, entre el pasto de color celeste que refrescaba su piel afiebrada, encontró un objeto metálico que lo hizo despertar rápidamente. Lo tomó entre sus manos.

-    Creo que estoy entendiendo, ¿o no?

Se puso de pie y continuó mirando el cielo despejado, con todas las estrellas iluminando la oscuridad. El tornado estaba fijo en el mismo lugar y los objetos ascendían hasta perderse en la altura, con el silbido y los relámpagos que centelleaban de vez en cuando. Un ave de color azul cruzo el tornado y se perdió del otro lado; las plumas cayeron en las manos de Gabriel, al momento en que buscaba la llave en uno de sus bolsillos.

-    O sea que era para esto…

El tornado permanecía fiel en su posición. En el cielo se dibujaba un enorme agujero de luces con distintos colores que generaban un silencio extraño. El silbido parecía una voz con palabras de ultratumba, incomprensibles e inaudibles. Gabriel se acercó al tornado y su silbido le produjo escalofríos: era como una enorme hélice de la que temía salir hecho pedazos. Se colgó la llave en el collar que llevaba en el pecho. Acercó su mano haca el enorme torbellino de viento que se lazaba hasta las nubes. Cerró los ojos y cruzó la pared que daba vueltas y que le dio un golpe tan suave que fue imperceptible. Abrió los ojos con lentitud y temor; todo estaba en un sepulcral silencio que lo aterraba: ¿acaso estaría muerto?

Miró sus pies que se enterraban unos 10 centímetros en la arena de color rojiza que cubría el pasto. Excavó hasta volver a encontrar las hojas azules de las plantas que pisaba. Observó las palmas de sus manos: las líneas indicaban el mismo camino que antes. Observó sus brazos: la misma cicatriz en el brazo que aquella vez le entregó una llave. No tenía un espejo para ver si su rostro tenía alguna huella de sangre: todo era tan suave que apenas lograba sentir el tacto de sus pies con el suelo o la respiración que lo mantenía vivo. Lo que sí era indudable, era de que respiraba oxígeno limpio como hacía mucho tiempo, como en su vida anterior. Se llevó las manos al rostro con temor.

miércoles, 8 de febrero de 2012

Descubrimientos (fragmento)

Descubrir que en medio de la nada,
Existe una palabra suelta dando vueltas,
Sí, en mi cabeza, como si nada,
Como el cuentagotas que hace tic tac en el entretecho,
Como ese ruido del gato que camina por el techo cuando el frío produce escarcha.

Caminar entre malezas a punto de incendiarse,
Sentir la naturaleza que viene desde el cielo
Y se deshace de pronto con la lluvia.
Sentir bacterias extraterrestres que vuelan en la atmósfera,
Volar en el silencio de una canción culpable.


(...)


Fotografía: Ciudad Abierta, Ritoque.

martes, 7 de febrero de 2012

Don't Speak

Vio sus lágrimas, mientras se le acercaba, susurrándole al oído palabras inconexas. Era una mezcla entre español y un inglés muy mal pronunciado, más bien parecía un balbuceo. Intentó alejarse, pero ella se lanzó sobre la mesa y lo miró con los ojos llorosos. No hables, ya sé lo que estás pensando. Los borrachos de alrededor parecían extasiados con aquella escena. Él se puso de pie y se retiró indignado: no había pagado por una prostituta borracha y desafinada.

lunes, 6 de febrero de 2012

Servidor no encontrado

Digitó los caracteres en orden, cualquier error podría producir una catástrofe. Miró a todos lados, ajustó los controles del monitor y entonces presionó ‘enter’. Esperó y esperó mientras la pantalla respondía con un eterno ‘loading’ que parecía no querer avanzar. Llevaba casi 20 minutos de espera cuando oye a su hermano hablar por teléfono: habían cortado el Internet por no pago, hacía casi 2 meses.

domingo, 5 de febrero de 2012

Pasos

Me indicaron cuál era el camino y yo seguí la dirección con la mirada: el pasaje era un poco angosto. No entendí mucho el idioma, si es por ser sincero. Me orienté por las palabras escritas en los carteles y viendo que la gente caminaba en el mismo sentido que yo. Los canales cruzaban la ciudad y en algún momento sentí el deseo de lanzarme sobre una de esas góndolas. No sabía dónde estaba y la gente a lo que yo seguía también se detuvo. Ellos también seguían mis pasos. 

viernes, 3 de febrero de 2012

Soles

Dos soles dibujados en el cielo dan vueltas a mí alrededor, mirándome en silencio, escudriñando mis movimientos. Se detienen justo frente a mi mirada, pero el calor de su caricia no me deja ciego, sino que me hace ver aún más allá de lo que antes veía. El único temor que me dan esos dos soles es la inherente posibilidad de no verlos nunca más.

jueves, 2 de febrero de 2012

Te veré

Te veré bajo el sol radiante de una lluvia otoñal,
cuando las nubes crucen el cielo a toda velocidad.
Cuando los vientos desordenen el tiempo
y tu sonrisa iluminada me persiga al correr:
nos abrazaremos bajo la lluvia que vuelve
cuando comience nuevamente el temporal.

Te veré sobre los valles infinitos
y sus colores en alta dimensión,
correremos hacia el interior, nos revolcaremos en la hierba
y acabaremos riendo, como siempre. 
Cuando la ciudad esté lejos
y solo nos quede la naturaleza silvestre.

Te veré bailando sobre las líneas de mi mano
mientras recorro tu piel dormida, que sonríe,
a la espera del momento preciso para despertar.
Te veré a mi lado, los caminos son un hilo continuo
y veremos que el mundo es pequeño:
dame la mano e iremos por él.