martes, 24 de febrero de 2009

Quiero

¿Qué te digo? ¿Qué es lo quieres oír o, en este caso, leer? Algo gringo, algo británico, algo chileno o algo sudaca. Algo bien escrito o algo fácil de leer. Algo popular o algo populais. Quiero salir corriendo de aquí y perderme en un bosque durante toda una noche para ver qué es lo que pasa: probablemente me encuentre con algún ET o con algún tesoro oculto. Probablemente me encuentre un millón de dólares o... un millón de pesos. Sí, sería entretenido estar en un bosque durante toda una noche y dormir a la interperie. Ojalá que tenga un río cerca para, temprano en la mañana, bañarse en sus aguas como Dios lo envió a uno al mundo. No sé, tengo pensamientos medio hippies a veces, pero no puedo dejar de pensar en que quiero agua caliente y conectarme a internet en el bosque... o, ¿habrá cobertura de celular? Ay, Dios, esto no es más que un intento de hippie de mall.

(Me voy de paseo... )

CV

¿Para qué quieres que te diga nuevamente cuál es ni nombre completo? ¿Acaso no fue suficiente con que te entregara la ficha con hasta el más mínimo dato para ubicarme? Claro, es que ahora quieren asegurarse de que soy yo, de que me sé el rut y que por ende es mío. Como si fuese tan difícil ir y conseguirme documentos falsos para entregártelos. Como si me hubiese sabido el rut durante toda mi vida y cuando pequeño no hubiese tenido nada más interesante en qué pensar que en los no sé cuántos números de mi rol único nacional.

¿Qué? ¿Ahora quieres que te hable de mí? Bien, bien... la verdad es que no sé bien qué te voy a decir. ¿Te miento? Probablemente te pinte una imagen tan perfecta de lo que soy que hasta te caiga bien y pienses en tu interior que cumplo con el perfil necesario... blah, blah, blah. Seré lo más sincero posible: nunca he tenido una gran apariencia física y llevo años luchando para mejorar algo. Cabello castaño oscuro, ojos negros, piel morena, lentes de no sé cuánto aumento (la verdad, da lo mismo), calzado... ¿qué te importa?, mido alrededor de 1.72 m de altura y de gordura no tengo idea. Sí, soy bastante marquero y es por eso mismo que no suelo comprarme muchas cosas, pero de vez en cuando uno puede darse un gusto. Me gusta comer chocolate, empanadas de queso, tomar un buen trago, salir a carretear (y amanecerme si es posible) y caminar. ¿Te sirve de algo?

Mmmm... sí, soy servicial de vez en cuando, a veces obediente, a veces tengo buenas ideas, a veces tengo iniciativa, a veces aveceseo, a veces hablo estupideces, a veces escribo sin coherencia, a veces... blah, blah, blah. Vamos al punto que nos convoca. ¿Qué? ¿Todavía no te convence? Ya, sí, es verdad, jamás he trabajado y por eso quiero comenzar ahora. Sí, si sé que se necesita experiencia. ¿Pero te has puesto a pensar en que la experiencia se obtiene trabajando, vil estúpido con cara de piojo resucitado? Vete al carajo, siquiera quería estar bajo tu mandato.

Sí, la mayoría de veces digo lo que pienso y otras veces me contengo para no herir susceptibilidades. Bueno, si no te sirve mi currriculum vitae entonces iré a otro lado. No tengo muchas expectativas, al final todos los empleadores son igual de incompetentes: nadie se preocupa de preguntarte si realmente quieres trabajar. ¡Quieres que te mande mi foto también para ver si tengo pinta! Jódete: es ilegal.

lunes, 23 de febrero de 2009

Puras patrañas

Me pilla la tecnología a cada rato y parezco un vejete jubilado que con suerte sabe encender su computador personal. Claro, se ve tan lindo; la pantalla siempre limpia (superficialmente), el mouse aparentemente cuidado y el teclado presionado muy suavemente para que no se eche a perder. Uy, si hasta da miedo moverlo un poco, cuidado si alguien se tropieza con un cable que pueda cortar la energía alimentadora así de improviso porque se puede dañar algún circuito (lo que es un 0.0001% probable, respecto a todas las veces que ya me ha pasado). Claro, la imagen es perfecta; la pantalla LCD parece reflejar muy bien los colores y las formas de mi querido Windows Vista SP1, esperando que el inteligente que lo forjó ahora esté consumiéndose en el infierno como forma de pagar todos sus pecados en vida. Claro, de vez en cuando tengo la suerte de que me lea algún DVD y poder escucharlo a todo volumen para jactarme del Dolby Digital Live.


Me pilla la tecnología. Quiero descargar una película y se demora un año según torrent, no logro sincronizar los subtítulos y con suerte sé conectarme a MSN. Tanta parafernalia, tanto buen sonido si con suerte sé ocupar el 2%. No lo entiendo, no lo entiendo. Parece que la tecnología no fue hecha para mí, porque cuando necesito ocuparla, no funciona. Y me pongo a llorar de que no me quiere. Lo bueno, es que escucho música eternamente mientras escribo (¿acaso no podría hacer lo mismo desde un reproductor de mp3).

Finalmente, todas estas cosas son puras patrañas. Me conformo con que las utilidades sean netamente funcionales, aunque sería bueno poder ver lo que está pasando en la luna a través del Crystal Eye. Sí, son puras patrañas tales como cuando siento que escribo mejor estando en el pc y no a mano. Es domingo en la noche (lunes de madrugada, bienvenida penúltima semana de vacaciones) y dejo que surgan las palabras solas después de terminar de escribir un cuento. Como me dijo la oftalmóloga, no cambio la intimidad de escribir en un papel. Pero igual soy un incoherente, porque son las 1.30 de la mañana y escribo frente a la pantalla iluminada que me acorta aún más la vista.

Puras patrañas, hoy quiero vivir la vida.

jueves, 19 de febrero de 2009

Una odisea

Y no sé cuál es ese síntoma tan extraño de que te empiece a doler todo el cuerpo cuando quieres comenzar a escribir. La letra caligráfica del colegio se va a la misma mierda y apenas si puedes leer unos cuantos palotas que, al parecer, sólo tú vas a poder descifrar. Dar vuelta todo lo que hay en el escritorio, sí, quedar con el inmenso espacio que da esa sensación de amplitud, cambiar no sé cuántas veces la dirección con respecto al sol para poder escribir, dejar correr el playlist de música y un montón de acciones parafernálicas para intentar procesar una idea en mi cuaderno que me muestra imágenes de Melbourne. Me miro las manos y hago sonar los dedos, cosa que a muchos les produce una sensación extraña que no sé si es escalofríos, asco, o "nervios".

No sé, me doy vuelta, tiro todo para todos lados y aún así me paso unos cuantos minutos sin hacer nada, mirando el cielo o mirando mi rostro reflejado en la pantalla del computador antes de moverlo para comenzar a escribir. Parece que la creación se me está convirtiendo en una odisea que va contra el tiempo. Sí, lo reconozco, es una estupidez mía de intentar tener todo tan planificado que cuando algo cambia, todo el panorama se me desmorona y me voy a la mierda como la letra caligráfica que cuesta que me salgo cuando escribo. Pero aún así, me gusta vivir esa odisea a la espera de un final que muy pocas veces sé, realmente, cuál será.

Anoche soñé contigo.

Anoche soñé contigo y no estaba durrmiendo, todo lo contrario, estaba bien despierto. Y claro, nuevamente me acordé de ti y de todos los días que te había tenido alejada de mi pensamiento. No sé si es para mi propio bien o acaso para el de tu integridad psíquica que debe de dormir muy incómoda pensando en que yo pienso que tú estás pensando que pienso que piensas en mí. Al final me estoy convenciendo de que eran puras patrañas de mi mente extremadamente descansada en medio de estas merecidas vacaciones que tanto anhelaba. Descanso, descanso, silencio, silencio, meditación y más meditación.

Soñé que no hacía falta hacer ningún esfuerza para que te entregaras, en ti yo estaba inmerso. Sería una mentira, probablemente. Sería, realmente, nada más que un gran sueño. Pero no se cumple, no se cumple, porque sólo es un sueño. Tenerte acá a mi lado acaso para poder abrazarte. Pienso en el secreto de los movimientos, de una imagen poética escrita en tatuada en alguna parte de mi cuerpo, pienso en que aún hay algo que no te he dicho... si no fueras tan egoísta, probablemente te podría haber hecho muy feliz.

Anoche soñé contigo.

miércoles, 18 de febrero de 2009

Estación de Quilpué

Hoy salí de mi casa con un sol que, según me indicaba la pantalla del computador, marcaba 27° C. A veces no sé si creerles mucho a esos anuncios del tiempo de internet o a esos programas que te dan la temperatura en dónde estás, a veces puede ser sólo invenciones mediáticas para que hagas algo que quieren. En fin, el colectivero me habla de que se ha comprado un disco duro portátil de 320 gb a sólo $20.000 en USA; me dan ganas de golpearlo ahí mismo... después dicen que en la vida no existe la suerte. Estación de Quilpué: cuando llego al andén, el tren cierra su puerta y se va, no alcanzo y debo esperar 10 minutos a que su inigualablemente "excelente" frecuencia traiga otro por esos rieles. Lo espero, me subo y sonrío: después de todo, andar en tren es de lo mejor como dice la canción de infancia.

Caminar, caminar y ver el Confessions Tour de Madonna por algo así como 35 minutos. Caminar, caminar, caminar. De 15 norte hasta Viana-Álvarez. Mientras estaba sentado en 1 norte mirando el Estero, le converso a un amigo de que febrero ha sido un poco más caluroso que los años anteriores en que normal es ver esta fecha con frío y nubosidad (para luego volver el calor en marzo cuando comienza el ansiado año académico). Sonrío; al menos algo bueno que tengo el calentamiento global y el anuncio de que se espera que 2009 sea el 2do año más cálido desde que se tenga registro (50 años más o menos lleva el estudio y 1997 fue el más cálido). Antes en esta fecha ya se olía marzo y eso me daba pánico. Ahora hemos logrado convertirlo en un tema tabú; sabemos que viene cerca, pero nadie prefiere siquiera mencionarlo.

Cuando me bajo del tren en la estación de Quilpué me doy cuenta de que los 27° C de la tarde no parecen estar. Lástima, ya me había acostumbrado a tener calor hasta tarde. Y las luces nocturnas de Quilpué, el frío y esa nostalgia casi invernal me hacen sentir el aroma a marzo que no quería sentir. Después de todo, es inevitable.

lunes, 16 de febrero de 2009

Mein Kämpf

Hoy me desperté asustado. Venía saliendo de un sueño extraño en que las letras y el formato de emol parecían verse tan reales con los importantes números que me señalaban, era como si me encontrase en el paraíso y luchaba por salir de entre las sábanas para tomar mi alcancía y correr a comprar los malditos billetes que pretenden comprar ilusiones. Era extraño mi sueño, si me pongo a pensar, porque no podía salir de entre las sábanas, abría los ojos, pero me volvía a quedar dormido. Mientras luchaba por salir de la cama, recuerdo haber desordenado todo; las frazadas en el suelo y la almohada tirada quién sabe dónde. ¿Qué me había pasado? ¿Qué me está pasando? Era como un arrebato de alegre locura la que me hacía actuar de una forma tan poco cuerda. Control yourself, take only what you need from it.

Finalmente logré despertar. Tenía en mi mente esa idea, ese sueño que esperaba fuese premonitorio. Encendí el computador con una ilusión en mi mirada: "es una premonición, sí, es una premonición, por favor, que sea una premonición". Cuando emol me dio la respuesta me largué a reír. Mi sueño no era cierto, al menos por hoy. El maldito billete poderoso se hacía más poderoso en vez de disminuir.

Pero todo esto es tan inestable que ya no sé qué creer: ¿quién sabe si mi sueño se cumpla, exactamente, mañana?

viernes, 13 de febrero de 2009

Ordenando pensamientos

Asear la pieza no es algo tan simple y, por ende, no es algo que hago todos los días. Si es por sacar la cuenta a fin de establecer una frecuencia o una probabilidad de hacerlo, creo que sería 1 vez al año o tal vez menos. Y es que me he dado cuenta de que lejos de toda la lata que significa correr algunos muebles y encontrarse con basura milenaria además del temor a encontrarse con más de alguna araña de rincón cobijada bajo los escombros, creo que se ha transformado en todo un ritual casi de sanación. Casi como hacer yoga sentado en la alfombra, descalzo, con un incienso encendido que humea y música ad hoc. Pero como no podemos poner a una pieza entera a hacer yoga, lo único que nos queda es hacerle un aseo físico con nuestras propias manos. Parece tan simple, pero en realidad no lo es y hay que reconocer que da mucha flojera. Son de esas cosas que hay que hacer sin pensar, tal y como lo hice yo.

Día martes 10 de febrero, me despierto e mediodía con el calor de verano que se ha hecho sentir en los últimos días. Me despierta mi Lely antes de salir. Me quedo solo en la casa, estoy en pijama y no tengo nada que hacer, sino esperar a que llegue mi mamá como a las 3 de la tarde. Grandiosa idea: ¡ordenar la pieza! Es que era un mal necesario. Corrí el baúl para ver si podía poner la silla al otro lado, pero al final no se podía. De todos modos, abrí el baúl y salieron a flote -junto con el polvo y las pelusas acumuladas- un montón de recuerdos que tenía en standby: el último tetris que tuve y ya no funcionaba, las cartas de dominó que eran el regalo de mi cumpleaños número 2, las autitos con los cuales me entretuve horas haciendo los enormes tacos en la casa que hacían resbalar a los adultos (y me enojaba cuando alguien siquiera los movía o pisaba), el trencito a pilas que me regaló mi bisabuela algunos años antes de morir, las cartas de amigos y amigas de algunos años atrás y las infaltables "bolitas" que cuando niño me encantaba juntar. Fue como un flash back a esos momentos de infancia que quedaron atrás y al olor a Punta Arenas que aún sigue dando vueltas por aquí.

Era necesario el orden. Unas cuantas bolsas de cosas para botar se fueron acumulando. Lo siguiente fue subirme en una silla a limpiar la repisa. Más y más sorpresas: acumulaba cerca de 20 cassettes y 6 diskettes. Y pensar que en un momento los compraba a cada rato y la vida sin ellos eran difícil, ahora ver un diskette es casi un hecho insólito. Lo siguiente, fue el reencuentro con los peluches de infancia. Destaca "Huguito", el peluche que me regaló mi Lely cuando yo tenía 4 años, recuerdo que lo había dejado guardado en la casa de mi bisabuelita y lo fuimos a buscar allá; también puedo mencionar al Pingüino sureño al que nunca le puse nombre, que me regaló una amiga de infancia magallánica, Marcela. En ese momento me di cuenta de lo mucho que me gustaba recibir peluches de regalo y de que hacía tiempo que no me regalaban uno, de que hace mucho que tampoco regalo uno y que realmente quisiese regalar uno. Cómo pasa la vida y uno se da cuenta, pese a tener sólo 20 años.

Junto al cambio de orden de algunas cosas, incluso aspirar la pieza, creo que me siento renovado. Un cambio necesario, un aseo espiritual a la vez. Dicen que el hombre debe vivir del presente y los museos del pasado, pero creo que es necesario reencontrarse con sucesos de tu vida que te han hecho aprender. Sobre todo, con tus errores, porque te permiten ver que tus huesos no son de cristal y que has podido soportar los golpes de la vida. Y en mi caso, me permitió volver a darme cuenta de que he tenido la suerte de estar rodeado de gente valiosa, de que he tenido grandes experiencias cuyo legado es mucho más duradero que los malos ratos. Recordar el pasado ayuda a ver en lo que nos hemos convertido hoy: ojalá sea siempre satisfacción, si no, el primer avance es darse cuenta de que hay que volver a buscar el camino.

jueves, 12 de febrero de 2009

"No tengo absolutamente nada que decirle"

Uno nunca deja de conocerse ni aprender del mundo que lo rodea. Y es que ha pasado tanto tiempo, tantas amistades y tantas experiencias que a uno le hacen darse cuenta de aspectos de la propia personalidad que uno muchas veces no nota. ¿Cómo es que sucede que de pronto dejas de hablar con una persona que era para ti muy querida y considerabas como una de tus grandes amistades? Más aún si esas personas han hechos cosas sutiles, pero muy importantes en los momentos precisos, tal vez tan mínimas como decirte "sí" cuando todos te dicen que "no". Por un lado es un tanto lamentable pensar que el tiempo desgastó esa unión que en algún momento creí tan firme y que en estos momentos se haya transformado en una persona común y corriente que hasta me produce cierta incomodidad al estar a su lado. Claro, hemos crecidos, hemos cambiado, sólo queda la gente realmente importante.

Me cuesta escribir eso; decirlo suena como si aquella persona jamás hubiese sido importante y vaya que lo fue: una gran compañía y apoyo, precursora de los necesarios cambios que debía hacer en mí y sobre todo, con quien compartir horas de conversaciones, una de las primeras personas que me enseñó a decir la palabra "te quiero". Sí, tengo agradables recuerdos. Pero ahora el tiempo nos ha distanciado tanto que parece muy difícil reconstruir el lazo. Pasamos al lado como dos perfectos extraños que olvidaron una historia en común que los unió. No sé qué fue lo que pasó.

Y, aunque muchos crean, no existe ningún tipo de rivalidad hacia aquella persona, sólo me molestan algunas de sus nuevas actitudes, pero quién soy para criticar: es más que seguro que mis actitudes también molestan a alguien. Lo que sucede solamente es que, como diría Franz Kafka, "no tengo absolutamente nada que decirle".

martes, 10 de febrero de 2009

Altruismo

De algún modo sabía que cuando me hablaban de esa película, me iba a gustar. ¿Por qué no? Una película de cine independiente muy distinta a la mierda hollywoodense a la que estoy acostumbrado a ver. Claro, lo nuevo siempre produce cierta atracción, pero no me imaginé que tanto. Francia. Un país tan distinto a mis gustos en ese entonces, pero cuyos sonidos parisenses producen aún en mí una pulsación extraña, distinta, que me agrada. No sé por qué, pero me hago la idea de que la magia también corre por el Río Sena.

Cuando la vi, por primera vez, recuerdo haberme encerrado en la pieza para que nadie más me viese. No sé de dónde surge esa maldita y estúpida costumbre mía de no llorar en público (la verdad, lo sé, la anamnesis ya me trajo la respuesta que no comentaré). Sí, no me equivocaba. Y es que aún me cuesta entender que me sentí demasiado identificado. Después de todo, ¿cuántas veces nos las hemos dado de altruistas sólo para evadir la solución de nuestros propios problemas? Es fácil descansar en la alegría del otro al lograr algo que quería (sintiendo que también es tuya cuando en realidad te gustaría tener, también, la ayuda de alguien para lograr lo mismo). Pero resulta que llega el momento en que tienes que enfrentarte a esas decisiones que cambiarán tu vida: te arriesgas a perder o ganar todo o dejas que tu vida siga siendo tan plana como siempre.

Y resulta que el final no está escrito. Pero sí me di cuenta de algo, me enamoré de Amelie.

domingo, 8 de febrero de 2009

Christofer

Nadie sabe ni sabía quién realmente se escondía tras esa mirada tan seria y aparentemente segura. Nadie sabía qué se escondía tras esos ojos soñadores que nunca comprendieron del encanto que alguna vez le dijeron que tenía. Nadie, sólo él mismo. Algunas hasta pensaban que no era un ser humano, que era una máquina o un E.T. (esto por su afición a temas de OVNIs) encubierto bajo la piel humana. ¡Pero vaya qué mal gusto habría tenido su diseñador para esconder tan importante proyecto bajo la piel de ese ser tan mal hecho y tan poco atractivo!

Lo cierto es que por las noches se lo veía desaparecer en una laguna. La Luna parecía iluminarlo hasta desaparecer en las profundidades del agua. Nadie tuvo el coraje de acercarse. Él tampoco los habría recibido, pues sólo esperaba a una sola persona, una persona que ni él mismo sabía si aparecería en realidad. Seguramente por eso nadaba, para recordar el mundo acuático en el que todos estuvimos alguna vez, para sentir la tranquilidad de ese mundo del cual tuvimos que nacer a éste.

Nadaba y nada, nadaba solo en aquellas aguas cálidas por la noche. Sólo ella pudo acercársele esa noche, sólo ella pudo saber quién realmente él era. Sólo él pudo saber quién realmente era ella. "Te encontré, Christofer". Sonrió y cerró los ojos a la espera del beso.

No, definitivamente, no era una máquina. Ella lo supo desde un principio, ella sabía de sus sentimientos.

sábado, 7 de febrero de 2009

Día n° 3

Lo he dicho tantas veces que ya siquiera yo mismo me creo. Qué extraño se siente cuando pierdes la credibilidad incluso de ti mismo, cuando te miras al espejo y ves que ese rostro que es tan tuyo no lo es en absoluto. Lo dije, como cuando me levantaba esa mañana y caminaba descalzo por las frías baldosas de la terraza, mirando el mar y perdiendo mis latidos en ese profundo azul del horizonte que alguna vez me llamó a nadar por las noches cuando sólo los astros me hacían compañía. Esa mañana, esa mañana cuando pensaba en todas las cosas que había prometido y de las cuales ninguna había podido cumplir; es tan efímera la vida y las palabras se convierten en un río que ahoga cuando uno intenta nadar, cuesta tanto nadar contra la corriente y es inevitable encontrarse con consecuencias inesperadas.

Esa mañana todo fue distinto y no sé bien por qué. Seguramente, porque en el horizonte veía a la sirena que me invitaba a unirme a su mundo o, probablemente, porque el fuego ardía en mis ojos con tal ira que mi cuerpo se internaba en un estado febril incontrolable. Sí, creo que la vi, creo que ese era el llamado que tanto tiempo estaba esperando, era el lugar para mí. Las baldosas estaban frías y mis pies tenían miedo de avanzar, mas establecí mi autoridad sobre ellos y los hice avanzar; los miré y les dije "vamos, no hay nada que perder". Como es lógico, no me respondieron. Cuando llegué a la baranda, vi que ésta estaba tan endeble como una anciana que caminaba por la calle el día anterior. Cerré los ojos y me dispuse a actuar, pero una mano en mi hombro me detuvo en el acto. "¿Qué es lo qué estás haciendo?".

La rabia me duró 3 días; hoy es el día número 3. Y, nuevamente lo mismo; las mil amenazas, los mil intentos, las pastillas arrojadas sobre la alfombra, la sangre que no quiere salir. Pero hoy la sirena me llama nuevamente y todo podría parecer un accidente. Pero ya lo he dicho tantas veces que ni yo mismo me creo. Qué extraño se siente cuando pierdes la credibilidad incluso de ti mismo, cuando te miras al espejo y ves que ese rostro que es tan tuyo no lo es en absoluto.

viernes, 6 de febrero de 2009

Hey girl

Hey girl,
you got a boy who loves your sound.
How many times in your life you've been so lucky?
You've never seen life so happy,
you could be happy right now
by giving him a chance.
It's just a new risk you need to take
only to know what you've got,
your good jobs are bringing you prizes.
You just need to take the chance on him
and he'll love you,
he will love you like you've never seen before.
Would you like to give it a chance?

Hey girl,
the time's right now,
you don't need to wait any more,
you don't need to know nothing else.
Just give it a try,
just give him a kiss
and you'll know what love prepaired for you.
Why don't you try?
Call him,
date with him,
let him to know you as your are,
he's so in love with you!
don't you see?
He's mad for you,
don't you see?
You're the prettiest flower he had ever found.

(...)

miércoles, 4 de febrero de 2009

Bajemos las escaleras

Sí, bajemos las enormes escaleras que en algún momento subimos. ¿Sabes para qué? No, no. No te lo voy a decir yo; debes ser tú misma quién deba darse cuenta de mis motivos. No te rías, no me pongas cara de coquetona, no te hagas la pillina. No, aunque sean muchos tus encantos no cederé esta vez ante ti. No, no insistas. No, ya te lo dije. Esta vez tendrás que darte cuenta por ti misma. Y ahora comienza a reir al ver tu rostro de bella inocencia, sí, eres tan bella que casi estoy a punto de caer otra vez.

¿Recuerdas esas noches de juerga, de risa y de festejo sin motivo aparente? ¿Recuerdas nuestras caminatas por la ciudad en busca del mejor lugar para ver el ocaso? Eran tiempos tan hermosos que ahora el invierno nos ha impedido disfrutar, pero no por mucho; se avecina la primavera, lo huelo en el aire y en los estornudos que me vienen a cada rato casi por inercia. Huelo la vida, el olor a flores, el olor del perfume más perfecto de tu propio cuerpo, el olor a ti. Ese aroma tan agradable de tu sonrisa, de tus pisadas al lado mío cuando ascendemos hasta la cima que, en un principio, parece no tener final.

Sí, recuerdo que nos sentábamos en la mitad de la escalera a mirar lo que ya habíamos avanzado: 50 escalones y siquiera alcanzábamos la mitad. Era tan gracioso ver nuestros propios rostros de frustración que luego se largaba a reír, muertos de calor. Y al llegar a la cima, un abrazo y un beso de recompensa. Qué mejor recompensa que poder disfrutar de una nueva jornada junto a ti.

Sí, bajemos las escaleras ahora. Vamos, no seas tímida, no te hagas la loca con lo que te estoy diciendo. Sonríe, te ves tan bella. Ahora bajemos las escaleras, si quieres, lo hago yo primero para atraparte si un mal paso te quiere llevar de regreso a la ciudad a gran velocidad. Sí, quiero que bajemos las escaleras, quiero estar a tu lado nuevamente. Bajemos las escaleras, creo que no necesitas que te diga para qué.

martes, 3 de febrero de 2009

El comienzo

Parecía increíble, pero tarde o temprano tenía que ser. Sí, me parecía una mentira cuando oí esa famosa frase que estuvimos esperando desde que comenzamos, una frase entonada con la emoción de saber que la barra de progreso alcanzaba el 100%. A decir verdad, el 100% no, pero sí me atrevería a decir un 80% (es inevitable que salga a flote el matemático que alguna vez llevé dentro, el cual se perdió para siempre entre los versos que eran mucho más recurrentes). Un 80% de algo que en algún momento parecía no superar el 5% antes de desvanecerse como el fósforo que se apaga por el viento.

Sí, es increíble, pero lo es. Es un hecho, o al parecer, varios. ¿Cómo puede una idea convertirse en un verso, una canción o una melodía tan perfecta que trascienda muchas vidas? ¿Cómo puede un pensamiento plasmarse en un papel o en un libro, en un lienzo dispuesto a recibir la pasión de esa sangre que fluye loca hacia él? Cómo puede una imagen representar todo el sentimiento que se esconde tras una palabra escrita casi por inercia, pero con demasiado valor semántico para quién se atreve a considerarse su autor.

Los últimos años me han hecho aprender cosas que antes nunca valoré: a veces las improvisaciones se constituyen en una obra maestra tan perfecta como el mejor plano. Y eso es, precisamente, lo que fueron estas dos últimas semanas. Para empezar, plasmar una idea de manera coherente. Luego, cortar y editar hasta lograr algo potencialmente realizable. Más tarde, tomar una cámara y recorrer una hermosa ciudad en busca del umbral que opaque el simple cliché. Finalmente, sentarse en una escalera de la calle Ferrari a ver Valparaíso en blanco y negro con la satisfacción de saber que parte del proceso concluyó. Y sé que esto es sólo el comienzo.

Y, aunque esto no sea teatro, tiene un cierto parecido. Por eso...
¡Mierda, mierda, mierda!

3 palabras.

NO - ENTIENDO - NADA.

Sí tuviera que describir cómo me estoy sintiendo en este momento, lo haría en 3 palabras: no entiendo nada. Y así es, tan claro y simple como esta breve oración compuesta por un adverbio de nagación, un verbo conjugado en primera persona y un adverbio de cantidad (si es que no me equivoco con el último, hasta mis conocimientos están de vacaciones). No entiendo nada. Son tantas las ideas que nos están surgiendo en un mismo momento, tantas las ilusiones que se ven consumadas al momento de presionar un botón y dejar guardadas para siempre las imágenes de un mundo oculto tras las calles y callejones de una ciudad centenaria. Tampoco está de más decir que estás imágenes en movimiento quedarán sí y sólo sí la memoria de una máquina así lo quiere, si no muestra mensajes de advertencias extrañas... ¡puras patrañas! Me va, si la tecnología al final ha dominado al hombre y hace lo que quiere... cómo que me fui en otra 'volá'.

Y resulta que la idea la venimos persiguiendo desde hace harto tiempo, algunos años por lo menos. Lo que no entiendo es cómo, por qué y cuándo surgió esta idea. ¿A los 17? ¿A los 18? Seguramente en mi pasada época de teenager que ahora miro con cierta nostalgia, qué buenos tiempos (aunque a veces también fueron lo contrario). Esa idea lentamente comieza a echar raíz, comienza a tomar forma, la moldean tres cerebros y un procesador que supongo es AMD. Me he venido pensando todo el día en "no sé qué es lo que va a salir de este experimento", pero estoy dispuesto a verlo nacer al mundo.

Tengo mucha ansiedad de ver cómo será, los efectos, la calidad de la imagen y el efecto que realmente pueda producir: siento que podemos hacer mucho y pronto serán los tiempos de ver esos frutos. Sonrió al pensar que tengo a mi lado a la gente precisa y de que he podido aprender de todos aquellos con quienes me he encontrado en el camino. Sí, todos los que han llegado es por algo, this is not a coincidence.