martes, 31 de agosto de 2010

Mucho más que un sueño


Dime dónde estás,

Que aún te busco entre recuerdos.

Dime si todo lo que dijimos era cierto,

Dime si todos esas noches fueron un real deseo.

Dímelo, dímelo y no te canses de repetírmelo.

Dime que todo ha sido mucho más que un sueño.


Fotografía: La Gran Vía de Madrid, Madrid, España.

domingo, 29 de agosto de 2010

Busco caminos

Busco caminos entre los paisajes coloridos, desiertos y perdidos entre los pocos espacios libres dentro de la jungla urbana. Sé que, en algún recóndito espacio, debe haber un pasadizo a ese mundo paralelo que alguna vez viví, que alguna vez soñe... un mundo que, en realidad, no sé si soñé o si era real, aunque las sensaciones tridimensionales y audiovisuales me hagan creer en su verosimilitud, pero ¿era solo un efecto dentro de ese universo diegético real de carne y hueso en el cual pude estar inmerso? Busco ese camino hacia el despertar de esas ilusiones, hacia el encuentro de esa plenitud. Quisiera que todas las cosas fuesen como lo fueron alguna vez.

Me cuesta creer que, hace no mucho tiempo, efectivamente encontré ese pasadizo a una dimensión paralela. Mentalmente me lanzo a rodar, me dejo resbalar hasta encontrarme con el silencio de la naturaleza. Busco el camino que me conduzca a vivir la vida de verdad.

Fotografía: Ciudad Abierta (Ritoque), Quintero.

viernes, 27 de agosto de 2010

Cuando desapareció la ciudad.

Le decían una y otra vez su nombre, pero no sabía si realmente estaba escuchando. Había viajado casi 40 minutos en la misma micro y el trayecto aún no acababa: el tráfico estaba más denso que nunca y, al parecer, le esperarían unas 3 horas más sentado en el mismo asiento. ¿Por qué no levantarse y llegar caminando si, después de todo, iba a llegar más rápido? Miró el reloj y se dio cuenta de que 6 minutos se le habían pasado en un abrir y cerrar de ojos. "Las fotocopias" pensó, seguramente llegaría tarde y el local ya estaría cerrado. ¿Sería una buena opción recomendarle al chofer de que se apurase un poco, de que activara el sistema de vuelo del vehículo, que chocara o todo el mundo... o cualquier otra cosa? Lo único bueno del asunto, era de que ventana daba al mar.

Y desde allí contemplaba la voracidad de las olas que a veces llegaban hasta las barandas. La gente iba y venía, todos sonreían. Era un espectáculo extraño, pero parecía agradable. Se bajó de la micro; ya le importaba poco llegar a su destino. El tráfico parecía haber desaparecido -realmente, solo había sido un invento de su mente para bajarse- mientras sus pasos caminaban hacia el mar. Hacía tanto tiempo que esperaba un momento como ese, así, simplemente, quedarse mirando el horizonte. Era como si fuese la primera vez, como si las sirenas ocultas en el mar lo llamasen con su canto infrasónico.

No se dio ni cuenta cuando desapareció la ciudad, cuando desaparecieron las nubes, cuando el oxígeno se hizo líquido. Algunas de sus huellas quedaron en la arena, junto a sus zapatillas.

Fotografía: Mirando el mar desde la Avenida España, Viña del Mar.

miércoles, 25 de agosto de 2010

Te escribo a ti

A veces te escribo a ti, cuando vienes a mi mente de improviso. Desde ese recuerdo tan bello del que te apareces y entonces caminas, bailas, danzas, te desvistes y me muestras tu cuerpo desnudo tan acariciable. A veces pierdo la conciencia de mis actos y no sé ni lo que escribo, de solo pensarlo. Y te escribo mil palabras, te escribo todos los adjetivos bellos que se me ocurren, porque ese recuerdo sigue ahí presente, porque quiero que así siga.

A veces, también, te escribo a ti, como aquellas veces en que soñaba con tu mirada en el pasado, con tus manos huidizas y tu cabello flameando al viento. Sí, a ti, aunque creas que no es así. ¿Acaso crees que he olvidado cuando soñaba contigo y me ilusionaba creyéndolo cierto? Por supuesto que no lo he de olvidar, porque es otro recuerdo memorable, es otro resucitar de sensaciones diferentes que es agradable sentir. Sí, aunque no me creas. Y eso no implica que el presente cambie en lo más mínimo.

A veces, también, me acuerdo de ti -y eso si que no lo digo jamás, probablemente no lo reconozca nunca-, de eso que creí y que, definitivamente, nunca fue. Recuerdo cómo te quise y cómo te odié. Recuerdo que todas esas noches en que creía en tus palabras y, ¿sabes? a veces todavía las recuerdo. En cierta medida, todavía te tengo algo de cariño, aunque no quiera verte ni en pintura, aunque si te encontrara en la calle haría como que no te he conocido nunca. Sí, todavía me acuerdo de ti (puedes ser feliz porque lograste permanecer en mi memoria).

Y a veces, muchas veces creo, también te he escrito a ti, con quien he soñado varias veces y con quien he planteado muchas de mis ilusiones. Sonrío al escuchar tu nombre, al ver que me escribes, cuando te refieres a mí, sonriendo. Con esa sonrisa tímida, inocente, un tanto huidiza. No sabes cuánto tiemblo al verte escapar o al verte llegar, cuando te excusas por no poder quedarte -con esa mirada que me pide perdón- y cuando luego me escribes, nuevamente, para disculparte por partir temprano. Sí, te he escrito tantas veces y no me arrepiento, me alegro de que así sea. Probablemente, en algún momento, tú también me puedas escribir algo.

Y así es, te escribo a ti. A ti también, a ti y a ti. Porque eso implica que ya eres parte de mi historia.

Fotografía: La Luna en una noche de verano, Viña del Mar (25 de enero 2010)

martes, 24 de agosto de 2010

Volar

Extraños objetos voladores en el espacio,
tal vez inertes,
tal vez vivientes.
Seguramente, colgándose de estrellas celestes,
cayéndose lentamente hacia la tierra.
Allá en las alturas, rozando las nubes,
queriendo ser astros fugaces,
queriendo recorrer el mundo.

Trazando líneas extrañas en el globo,
recorriendo mares y continentes,
esquivando las tormentas eléctricas,
soportando el frío glacial.
Allá arriba, vuelan sus esencias
y siguen las historias, tal vez inconexas,
tal vez sin sentido.
Tal vez, coherentes y perfectas,
circulares y con un final feliz.

Allá arriba en las alturas,
allá alcanzando el sol.
Lo que busco: volar... contigo.

Fotografía: "Torneo de San Francisco", Ciudad Abierta (Ritoque), Quintero (3 de octubre de 2009).

domingo, 22 de agosto de 2010

Historias

He dejado mis huellas en distintas ciudades y, al mismo tiempo, me he traído un poco de las huellas de esos lugares en mis pies. A diario dibujo esos caminos, sigo las líneas y construyo nuevamente esas historias que me niego a olvidar. Es que a veces hay momentos que uno quisiese que fuesen eternos, que recuerda algún tiempo después, cuando ya han pasado y no se puede volver atrás, intentando resucitar esa sensación que sentía el cuerpo en su totalidad.

No se ha detenido el tiempo, aunque quisiese que así fuera. Valparaíso no dejó de brillar por las noches desde mi partida (salvo una), Madrid no habrá dejado de tener ese aire extraño del 10 de julio de 2010, cuando lo recorrí con la mirada llena de lágrimas, sintiendo su aire, quizá por última vez. Las historias han continuado y muchas ya han partido lejos, dejándome fuera de ese natural viaje. No hay culpables: yo inicié nuevas historias en un lapso intermedio del tiempo y espacio, tal vez en una dimensión paralela. El único culpable es la vida misma, mis propias ilusiones y deseos, de llevarme a mundos lejanos, olvidándome del mío real. ¿Cómo hacer encajar mi mundo fantástico y el actual mundo real? Me he perdido una parte de la película y, aunque me la cuenten, no podría continuar igual.

Pero pese a todo, fue muy lindo soñar.

Fotografía: Alrededores de la Plaza de Toros, Madrid, España (10 de julio de 2010).

sábado, 21 de agosto de 2010

Cuando me senté a esperarte

Cuando me senté a esperarte, ya barajaba en mi mente las distintas opciones del caso: podrías salir de pronto, sonriendo, a saludarme con un abrazo cariñoso como esos que siempre nos damos. También podía suceder de que siquiera te acordaras de mí, que pasaras a mi lado como si fuese un transeúnte más. O, quizás, correrías hacia mí para darme un beso apasionado como el de una película hollywoodense. ¿Quién sabe realmente lo que puede suceder? Son tantas las ideas que pasan por mi cabeza en el momento en que espero verte salir por esa puerta, con el aura iluminada y tu sonrisa, tu voz tan suave y esas ocurrencias extrañas que se te vienen a cada momento, dejándome sin palabras y haciéndome sonreír a cada rato.

Se me venían a la mente todos esos paseos por las calles de la ciudad. Nos lanzábamos sobre el cesped, bajo las palmeras, a mirar el cielo y pensar la longitud de los cables del tendido eléctrico, que tantas veces te dije que debiese ser subterráneo. Mientras yo pensaba en las nubes, tú mirabas la luna que comenzaba a aparecer. Mientras yo oía el canto de los pájaros, tú oías los latidos de mi corazón. Mientras yo miraba tus ojos, tú también mirabas los míos. Mientras el sol se hundía en el Pacífico, teníamos nuestras manos tomadas al mirar el espectáculo de luces y colores que se desplegaba frente a nosotros, de manera gratuita. Caminábamos por las calles nocturnas, sin dejar de hablar, sonriendo, queriendo que las horas no acabasen para poder estar el uno al lado del otro.

Cuando me senté a esperarte, despertó en mí el temor de hablarte de eso que tantas veces te he querido hablar y que aún no he sabido cómo decirte.

Fotografía: Vista del plan de Valparaíso desde el Cerro Polanco (26 de septiembre de 2009)

Noches en Valparaíso

Siempre es una buena opción quedarse a ver la noche en Valparaíso, ver cómo las luces de los cerros forman las líneas que descienden verticalmente hasta tocar el Pacífico. Una imagen de ensueño probablemente, que me trae tantos recuerdos de la infancia. Las luces de los cerros me evocan esa extraña nostalgia de año nuevo, en que la ciudad parece estar aún más iluminada a la espera de la celebración. Y es que Valparaíso siempre es el epicentro de emociones. Siempre que tengo la oportunidad de descender de noche desde algún cerro (preferentemente desde Playa Ancha, cuya vista es espectacular), me pierdo en las luces que iluminan todo el borde costero hasta llegar a Con Con y, en días de buena visibilidad, hasta Quintero.

Al haber nacido y sido criado en Valparaíso, siendo parte de una de sus tantas historias, la ciudad se ha convertido en el centro del universo para mí, incluso las veces en que he estado a miles de kilómetros de distancia.

Fotografía: Vista de Valparaíso desde la Avenida España.

miércoles, 18 de agosto de 2010

Máquina del tiempo

Así de pronto, comienza el viaje cuando estoy sentado en la micro, mirando el mar a través de las ventanas. A veces sueño con ese mar de luces encendidas alrededor, ausencia completa de azul pacífico. Es tan fácil activar un botón y regresar a tiempos pasados, tiempos no tan remotos, pero que quisieran volver a renacer. Una máquina del tiempo con tecnología super desarrollada que te lleva al lugar y momento que deseas... y gratis. Un click y, tal vez un comando, para volver a sentir los pies puestos en esa tierra, volver a respirar el aroma de esa esencia, volver a sentir el aire de cada momento.

Un viaje al pasado, regresando sonriente al presente con la llama de todo aquello que se ha vivido.


Fotografía: Avenue des Champs Elysèes, París, France.

martes, 17 de agosto de 2010

Amanecer en Cartagena

No te has dado cuenta de que han pasado algunas horas; hemos dormido el uno al lado del otro, a veces abrazados, a veces tú con tus piernas encima de las mías, a veces con mi cabeza sobre tu hombro, a veces con tu mirada sobre mi rostro dormido cuando no me doy cuenta. Hemos recorrido kilómetros en direcciones extrañas (probablemente a la redonda, porque miro por la ventana y me parece ya haber visto ese lugar que supuestamente es nuevo). Entonces abres los ojos y siento tu respiración muy cerca de mi cuello, me despierto con ese susurro suave de tu voz que me quiere despertar. Veo tus ojos enormes de ternura, me seduce esa mirada que encontré un día de improviso, en un cine con películas animadas y entre una nube de tabaco sabor a melón. ¿Acaso también un té?


Abrimos los ojos, todo el resto duerme. No sabes lo mucho que me encanta tenerte cerca, el placer que me produce el solo hecho de tenerte abrazada a mí. Y las luces van quedando atrás, las ciudades aparecen y luego se esconden. Cuando despertamos del ensueño, ya nos habíamos pasado de estación. Nos encontramos perdidos en una playa del silencio, mirando un Mar Menor. Contemplamos el amanecer, uno al lado del otro, conectando todas esas historias. Ya sería el tiempo de bañar nuestras ilusiones en un mar Mediterráneo.

Fotografía: Playa La Manga, Cartagena (Murcia), España.

domingo, 15 de agosto de 2010

Las alas

Y el pájaro no abre las alas esta vez, pues nunca las ha guardado. Se detiene en el silencio de un camino pavimentado, oscuro y sombrío, tal vez congelado. Si tiene suerte, puede que la temperatura sea aceptable, pero lo más probable es que el suelo arda con furia. Se levanta hacia el cielo, mirando el deseo de ese horizonte perdido y lejano, ese horizonte que cruzará tantas veces casi sin darse cuenta. Verá amaneceres eternos, verá anocheceres interminables, verá días intermitentes y noches de muchas horas. Será un viajero y conocerá el mundo. Aún no sabe a ciencia cierta todos los lugares que sus alas podrán recorrer.

Saboreará el viento de las noches antiguas y también podrá despertarse cada mañana con un verano renovado, con un verano milenario y nuevo. Llevará en su mirada un destino, un sueño, un deseo de ser más alto que las más altas cumbres, de sobrevolar esas infinidades que por mucho tiempo fueron inexpugnables. Sabe que es capaz de llegar alto. Mirará el mundo desde la altura y sabrá lo grande que es, el punto que ha alcanzado y todo lo que puede seguir alcanzando. Y si tambalea, sabrá reponerse rápidamente hasta continuar su vuelo. Cada nueva meta es una nueva ilusión por cumplir.

Llegará muy lejos, tanto como él mismo quiera llegar. Su voz hará ecos entre las nubes, entre las tierras y entre el mar. Dormirá tranquilo, aunque tal vez nunca sepa si todo lo que ha sucedido fue una realidad... ¿quizá un sueño?


Fotografía: Cruzando la Cordillera de los Andes, 27 de febrero de 2010.

jueves, 12 de agosto de 2010

(Sigo con hambre)

(Una moneda de $500 acaba de llegar a mi escritorio,
me sonrié, me saluda... y seguro mañana la voy a gastar).

Comí un mini plato de tortellinis con queso rayado,
con mantequilla y con choclo (sigo teniendo hambre).

Salto, canto (hago el intento), sigo saltando.

Tengo hambre-hambre-hambre

y mi voz se une al eco del sintetizador fischerpoonerístico de L.A. Song
mientras todo da vueltas.

(Todo me da vueltas mientras pienso en lo perdidos que estamos)

Hace frío y el frío me ha hambre (hambre-hambre, otra vez)
y los chistes locales internos parecen ser internacionales.
¡Qué incoherencia, qué insulto lingüístico, qué patraña mental!
Un viaje a las atmósferas subterráneas de un universo celeste (Aláaaa!).

Leche de chocolate Bambino.

¿Sonará mi celular al amanecer con su melodía animosa?

¿Cantarás las mañanitas cuando sea mi santo? (¿Acaso te acordarás del día de mi santo?)
¿Adquirirán sentidos mis significaciones insignifcantes?
Un estado de la mente, un estado de delirio.

(Can't deny that you've blown my mind. When I touch your body I think I'm losing control).

Orale-olé-ché-weón!

Astros danzando, qué cabrón.
Tengo hambre otra vez, neutrón.

Ni uno ni lo otro,

sin voz,

sigo con hambre,

adiós.



Fotografía: "Mona" de chocolate, Jueves Lardero (Febrero 2010), Albacete, España.

martes, 10 de agosto de 2010

Te echo de menos...

Dije y aún sigo diciendo tantas cosas de ti: que aburres, que no tienes nada fuera de lo común que no se pueda encontrar en ningún otro lugar del mundo. Dije que no me gustabas, que podría vivir perfectamente sin ti. Dije que no tenías nada de interesante. Pero nunca dije lo mucho que me atraías, lo mucho que te quería -lo mucho que aún te quiero-, la necesidad que genera poder estar sobre tu esencia castellano manchega.

No sabía lo difícil que iba a ser todo esto. Pensaba que sería difícil conocerte, acostumbrarme a ti; a tus misterios ocultos que lentamente revelas, a ese silencio melancólico de tu mirada, de tu horizonte. Pensaba que sería difícil entrar en ti, sin saber que lo difícil sería salir de ti. Me quedé enredado en ese nombre extraño de pronunciación fuerte y marcada, me quedé durmiendo en esas paredes del recuerdo cálido de momentos de esplendor, abrazado a otras tierras que confluyen en tu seno. No sabía que ibas a dejar una marca tan grande en mí.

Nunca creí que podría estar lejos de los míos, en una ciudad lejana y en continente distinto, y poder llamar a ese lugar 'casa'.

Albacete, se cumple 1 mes de mi partida y ya te echo de menos.

Fotografía: Avenida de Hellín, Albacete, España.

lunes, 9 de agosto de 2010

Temblor

Tiemblan los pilares del silencio
-esos donde me he amparado por siglos
mientras el viento silba entre rincones,
cantando canciones de cuna
o, quizás, canciones sin letra.
Me duermo en el susurro del oxígeno encarcelado
que de pronto me acuchilla los brazos.

Me acuchilla la piel,
me acuchilla los ojos,
me acuchilla los pies,
me acuchilla el rostro.

Tiemblan las paredes
mientras caen las estructuras.
Tiemblan mis estrcuturas mentales,
tan bien diseñadas,
tan asísmicas.

Tiemblan mis pies, tiembla mi cuerpo
cuando se acerca, lentamente, ese momento.
El momento que espero,
encontrarme contigo de nuevo.

Fotografía: 21 de enero 2010, Quinta Vergara, Viña del Mar.

sábado, 7 de agosto de 2010

Me despierto

Y aunque pueda parecer otro caso de insanidad mental, todavía me despierto soñando con ese pasado que alguna vez fue un presente con unas gotas de futuro mezcladas en la nostalgia de tiempos sobresaltados. Es la noche fría en que cuento las estrellas del cielo, la escarcha de las mañanas, el viento frío de las esquinas, la bufanda enrollada en mi cuello que a veces casi me asfixia, el gorro con el que cubro mi cabeza, los guantes, el silencio ensordecedor de la noche que ahora me parece un tanto diferente.

Todavía me despierto creyendo que este es un sueño, que el otro era la realidad; que pronto abriré los ojos y volveré a despertarme en una ciudad distinta a miles de kilómetros de distancia desde acá. Perdido a la deriva, flotando en las olas de un mar tranquilo y celeste a la espera de una sorpresiva tormenta tropical. Todavía me despierto creyendo que podré reencontrarme con esas historias que nacieron de improviso, con ese simple detalle que desató todo lo demás.

Fotografía: Calle del Bachiller Sansón Carrasco, Albacete, España.

miércoles, 4 de agosto de 2010

En la rueda


Me siguen dando vuelta en la cabeza las mismas ideas que antes. ¿Acaso el hecho de procesar y procesar tantas veces los mismos pensamientos hacen que el producto que resulte sea de mejor calidad? ¿Existen pensamientos de mejor o peor calidad? Solo sé que no puedo estar eternamente dando vueltas en la rueda, en algún momento el proceso debe acabar. En algún momento, aunque intente evadirlo, debo actuar.

Fotografía: London Eye, Londres, Inglaterra.

martes, 3 de agosto de 2010

Distracciones (conversando en MSN).

A veces sí, de las distracciones nacen buenas ideas. Aunque de algunos descuidos nacen otras cosas también. Aunque en general, hay que distraerse y perderse de vez en cuando lo encuentro sumamente sano para la mente, para olvidarse un poco del mundo. Y no es necesario viajar lejos, sino que quedarte en donde estás y mirar el cielo:a mí me da por pensar en las estrellas (esas que he observado desde distintos puntos del globo) y mirar el cielo que pese a las distancias, es el mismo. Que siempre estás conectado con la gente que quieres, aunque haya distancia y entonces, producto de toda esa distracción, cuando vuelvo al mundo real, me doy cuenta que estoy sonriendo como nunca, con una sonrisa tan sincera como la que siempre he deseado.


Por eso me distraigo.



Fotografía: La lámpara de mi habitación, Albacete, España.

domingo, 1 de agosto de 2010

Un nuevo mundo.

Durante las noches, me quedaba dormido en el pasto; nunca me ha gustado pasar demasiado tiempo sobre el cemento. Algunas veces hacía tanto frío que el pasto emblanquecía por la escarcha y muchas veces creí que yo mismo me escarchaba con ese invierno. Nunca pensé... no, en realidad, sí, lo pensé varias veces: ¿cómo podía un invierno tan profundo, pero tan lejano al mío, capturar sentimientos tan extraños en mí, un extraño en tierras a las que, de alguna forma, pertenecía? Dibujé tantas palabras en silencio, con el dedo alzado hacia el cielo (a veces con un guante, otras veces al descubierto, a veces casi desnudo). Entonces, en medio de la nada, me acordaba de ti, de tu búsqueda que no puedo ni debo terminar.

Y es que el Oráculo puede decirme tantas cosas extrañas. La mayor parte del tiempo, ni yo mismo tengo idea de lo que sucede. Entonces, en vez de esperar a que suceda eso que espero, me pongo a caminar. No sé dónde voy a llegar ni cuándo, solo me importa lanzarme a rodar por las praderas, huir de la ciudad. Sentir el frío de otro nuevo invierno en mis pies y sonreír: cada día es un nuevo mundo por recorrer.


Fotografía: Vista de Santiago de Chile, desde el Cerro San Cristóbal.