viernes, 22 de noviembre de 2013

Misión "secreta"

Luego de todas las cosas que sucedieron el día de ayer, la decisión era definitiva: mis zapatillas tendrían que pisar el pavimento ardiente de algunas avenidas capitalinas. Era el inevitable paso siguiente y, como ya he dicho más de alguna vez, la Región Metropolitana comienza a atraerme cada vez más. No sé si me gustaría vivir en Santiago, pero ir de turista de vez en cuando me entretiene. Eran las 10 de la mañana cuando me subía al Turbus que me llevaría rumbo a la conurbación más populosa de Chile.

No dormí nada durante todo el viaje, me dediqué a escuchar música y mirar ese paisaje que a veces empiezo a aprenderme de memoria. En un abrir y cerrar de ojos me encontré con la oficina de Registro de Propiedad Intelectual donde pude, al fin, hacer mi primer registro de propiedad intelectual por la módica suma del 10% de una UTM. Fue una experiencia curiosa, sobre todo por un personaje particular que encargó de gritarle a todo el mundo que era poetisa y que, poco menos, había que darle un trato especial. Sin embargo, no sabía que tenía que llenar un formulario y lanzó improperios al aire, de que era "poetisa" y no "vidente", no obstante, me causa un poco de ruido que en su super conocimiento de las artes, aquella mujer no supiese que el poeta también es vate y, por ende, debe predecir cosas. En fin, gente odiosa y de mal vivir hay en todas partes. 

Fue una permanencia de 2 horas en la capital e inlcuso pude pasar a buscar una entrada de One Direction. ¿Habrán creído que también soy un Directioner? Así que puedo concluir que hoy me convertí en un nuevo propietario intelectual de literatura, un directioner momentáneo, un metroadicto y un muerto-de-calor en la temperatura santiaguina.

jueves, 21 de noviembre de 2013

El camino a los sueños

Recuerdo que en el primer blog que tuve, antes de salir del colegio, solía escribir reflexiones filosóficas sobre los típicos temas que uno se cuestiona cuando tienes diecisiete años, considerando que esa una etapa tan importante en que tienes que tomar decisiones fundamentales para el resto de tu vida. Recuerdo, también, que por un error, acabé borrándolo y perdiendo varios de esos pensamientos que, en definitiva, pueden ser entendidos como el cambio de una etapa. Ahora recuerdo ese momento ya que siento que, por un instante, puedo volver a establecer meditaciones muy similares a la de aquellos años...

Siempre hemos escuchado que alguien nos dice que debemos luchar por nuestros sueños, que son lo único que nos va a motivar a no perder la esperanza cuando el mundo se nos pone cuesta arriba. Sueños... ¿acaso eso que tenemos al dormir? Sueños... ¿acaso es cuando bostezo cada vez que me aburro de escuchar a ciertas personas que se creen dueñas de toda la verdad y están en la completa ignorancia? Sueños, esa proyección del futuro que aspiramos lograr, eso que visualizamos y que, claramente, nos haría vernos en un estado mejor al actual, un estado placentero, casi perfecto. Para mí, la mayoría de mis sueños se constituyen como imágenes en las cuales me veo, siempre, con una sonrisa, satisfecho. ¿Qué es la satisfacción? No entraré a definir cada uno de los conceptos porque no acabaría nunca, pero sí puedo decir que es una de las sensaciones más agradables que se puede tener: ver que todo eso que querías empieza a tomar forma, que las cosas se logran pese a las dificultades.

Hay sueños que aparecen en un segundo y se nos olvidan como la patente de la micro que se nos fue, otros que nacen casi al momento en que viste la luz de este mundo por primera vez. ¿Habrá, acaso, sueños que trasciendan más de una vida? No lo sé, pero es la explicación que tengo muchas veces ante ciertos intereses que no sé de dónde vienen. Sueños he tenido miles y nunca quiero dejar de soñar, nunca quiero dejar de tener esperanzas: hoy estoy en uno de esos momentos en que creo que es preciso seguir soñando, seguir deseando cumplirlos, seguir luchando por ello. Seguir viviendo: no puedo concebir la vida si no es soñando. 

Hace algunas semanas que comienzo a vivir uno de mis mayores sueños, de a poco, paso a paso. Es un proceso extraño que me tiene ansioso y que ha sido de gran utilidad como cable a tierra para olvidarme de algunas cosas no tan gratas de la vida laboral: después de todo, el trabajo solo es una parte, lo más importante es todo lo que sucede fuera de aquellas murallas limitadas. Comienzo a ver que eso que creí -y a lo que en algún momento pensé desertar por considerar tan poco realizable- puede ser mucho más real de lo que imaginé, que puede tomar forma y que, efectivamente, se cumple. Vuelvo a creer que la energía que siento no es en vano, que es el camino correcto y que la vida misma se encarga de llevarte por aquella vía.

Siento que el camino a mis sueños está cada vez más próximo. Sé que quiero continuar.

jueves, 14 de noviembre de 2013

Olvidos

Las luces se confunden en una mezcla extraña, como si se tratara de un baile. Olvidé cuántas cervezas ya he bebido: quizás cinco, quizás más. No recuerdo el sabor del último vaso, no recuerdo la sensación de la vida. A veces me detengo a observar el reloj detenido sobre la pared, cuando la vena se atasca en mis venas con la sensación inminente de querer fluir hacia la luz: le aterra la oscuridad, le aterra el silencio. Y en eso, mi cuerpo tambalea en el descontrol de no saber la huida, de no saber cuál será el amanecer. He olvidado, de pronto, la sensación de mis pies sobre el suelo y ya no sé en qué momento comencé a creer que tenía alas. ¿Hacia dónde volar? ¿Hacia dónde salir corriendo? ¿Hacia donde apuntar la mirada para comenzar a viajar hacia la infinidad? 

Recuerdo esa pampa árida, amarilla, sombría... recuerdo la luz de la primavera que no se ocultaba en el cerro, recuerdo esas tardes eternas que acababan a las 10.30 de la noche, recuerdo una tarde pedaleando por General Medina, recuerdo el frío abrasador. A veces creo, que vuelvo al pasado, que mi cuerpo recupera la imagen de antaño, que puedo perderme en ese horizonte extrañamente magnético. Dejo la mente que fluya, que las palabras se agolpen, que la vista se nuble, que todo se confunda, que pierda el sentido, sentido, sentido... ¿qué es el sentido? ¿qué es el significado? ¿Qué es lo que sucede? 

Ya olvidé cuántas cervezas compré en el supermercado. Ya olvidé cómo llegué hasta aquí.

sábado, 2 de noviembre de 2013

Luces de sábado por la noche

Las huellas en la arena se perdían en el horizonte: ese camino incierto, confundiéndose con la oscuridad de la penumbra, con las luces de las estrellas que se esparcían por el cielo. El paso del tiempo solía ser como un segundo o como una hora, daba igual. La espuma llegaba a sus pies mientras observaba las luces que iban y venían por las calles: todo el mundo acelerado y su interior tan quieto, tan sereno. Muchas veces, tan ajeno.

Y, en el fondo, las luces se encendían hasta la infinidad.

martes, 29 de octubre de 2013

Involucrarse

Me dieron ganas de escribir, porque me di cuenta que tengo el blog demasiado botado y eso no está bien. El año pasado para esta fecha estaba con una situación anímica deplorable y me di el tiempo de relajarme... ¿acaso ahora estoy en el mejor momento? No. Aunque, claramente, no se trata de escribir solo para expiar las culpas, sino por el goce que produce esta sensación de juntar palabras, caracteres, sentidos y todo lo demás. Pese a que este es un rincón de expresión y desahogo, me veo en la obligación de la autocensura ya que uno nunca sabe cómo todo lo que dices puede ser ocupado en tu contra, así que por un tema de resguardo (el solo hecho de escribirlo en la web ya hace que se pueda leer en lugares donde incluso no quieres) no lo diré de manera explícita: los entendidos en el tema sabrán entender el sentido entre líneas.

Sucede que hace varios días que pensaba en la vida, en ese famoso "qué hacer" y todo lo que ello implica. No me quejo del ahora... o sea, sí, sí me quejo, porque soy bien inconformista para algunas cosas. Pero creo que he tratado de hacer las cosas de la mejor forma posible, trato de sonreír, sin embargo, el cansancio ya está causándome estragos. Cada día me cuestiono qué es lo que hago aquí (más bien, un "allá" apuntando en una dirección específica, no el aquí right now desde donde escribo ahora) y recuerdo la canción de Billy Joel pensando en que podría ser grandioso si pudiese salir. Ganas no me faltan, cada día sumo más motivos. 

Sin embargo, hoy entré en cuestionamiento al ver una foto que me trajo recuerdos supuestamente ingratos, pero que no pudo pasar desapercibida: lo admito, me dolió un poco. ¿Por qué no puedo involucrarme? ¿Por qué me cuesta ver un poco más allá de lo 'superficial'? ¿Por qué por más que trato... no hay caso? Sentí un poco de envidia por esas personas que sí sonríen, que sí sienten valoración... porque yo no lo siento. Es como tratar de ser una máquina y suponer que nada te importa, que todo está bien, que estás jugando y que todo es pasajero. Sí, es pasajero, porque no quiero pasarme la vida en (apuntando dicha dirección). 

Y es claro que cuento los días para salir corriendo... pero, ¿es lo correcto? ¿Es lo mejor? ¿Vendrá otra cosa mejor después? Creo que todos los cambios siempre han sido para mejor, pero todavía existe un poco de miedo al riesgo. 

jueves, 10 de octubre de 2013

¿Acaso también soñé?

Abrí los ojos en medio de la nada,
en medio del silencio del campo dormido.
¿Acaso me quedé dormido también?
Y si dormí,
¿acaso también soñé?

Veo las luces en el cielo,
los planetas a lo lejos,
el horizonte de los barcos estelares,
las ballenas que rugen,
las canciones que cantan sus palabras.

Veo la música,
canto el silencio,
viven los seres,
llueve la risa,
nieva el misterio,
graniza la sorpresa.

Y si en algún momento me volví a quedar dormido,
¿en qué momento volví a soñar?

miércoles, 9 de octubre de 2013

Nuevas luces

Divagar en el silencio de una melodía monótona.
Divagar en la suavidad de las nubes,
divagar en las sinestesias de una mente inquieta.
En medio del mar, a la deriva,
en medio de la ciudad que es tan esquiva,
en medio de esos sueños que se duermen...
pero que no se olvidan.

Dormir abrazado a un presente
que a veces se arranca del futuro,
recordar eso que pasará en el pasado,
soñar con eso que ya sucedió en el futuro.
Porque todo es un ciclo,
todo da vueltas y vuelve al mismo punto.

Recordar que hay nuevas luces más allá del horizonte...
volver a creer.

Fotografía: Vicuña, Valle de Elqui, Región de Coquimbo.

lunes, 30 de septiembre de 2013

Adiós septiembre

Este año no me alcanzó el tiempo ni la inspiración para hacer ninguna predicción: solo veo que, una vez más, termina el mes de la patria y demuestro los efectos de las fiestas. Sí, está claro que ahora comienza la paranoia y el aumento considerable de las visitas a la piscina, con el deseo evidente de dejar de ser una boya en medio del mar. Comida, comida, una semana de vacaciones y los múltiples intentos frustrados de decir que no me importa nada: así se fue septiembre y mi tiempo que no sé en dónde se quedó.

Recuerdo que el año pasado me sorprendí de lo rápido que se había ido el mes, pero ahora me pareció absolutamente esperable. ¿Por qué la vida de adultos nos hace observar que el mundo pasa tan rápido ante nuestros ojos? Mañana ya comienza octubre, pero el frío parece no querer dejarnos: todo es tan extraño. Sé que vendrá viento, como ese que ya se ha dejado sentir en las calles de Valparaíso que nuevamente se ha convertido en mi dormitorio. 

Y ahora, octubre, ¿qué nos dirás?

martes, 24 de septiembre de 2013

Lo que realmente quiero hacer (y ser)

No me he dado ni cuenta cómo se ha pasado casi un mes desde la última vez que escribí algo en mi blog. Es inevitable que la vida de adulto provoque una restricción en tu tiempo y eso es algo que me he dado cuenta con el transcurso de los meses: la vida de estudiante es mucho más simple -pese a que en su momento uno no lo piensa así- que la del trabajador, sobre todo cuando te sientes estancado en una etapa que quieres que pase luego. Me lo he repetido mil veces, pero a veces se me acaba la fuerza: este no es el final, hay algo más allá, algo diferente, algo mucho mejor, esto no es el destino, no es la meta, solo es un paso en el camino. Me repito una y otra vez sucederá el milagro, que algo ocurrirá para salvarme, pero a veces vuelvo a perder la fe.

Han pasado tantas cosas y cada vez dedico menos tiempo a la escritura, por tonterías que no me importan, pero a las cuales debo poner atención ya que, al fin y al cabo, sustenta mi vida actual. Sucio y vil dinero, como se dice. Intento repetirme mil veces que no me importa, pero tampoco es así: me gusta hacer las cosas bien, aunque no me gusten. Pero las cosas no se pueden hacer bien si ya te aburres de "motivar" porque, en definitiva, nada es lo suficientemente motivador. Cambias actividades, no. Mantienes actividades, no. Empiezas un tema, no. Lo que sea, no. No, no, no. Ni siquiera sé que es lo que suceda de aquí al próximo año y también es un tema que me angustia un poco: varias veces he estado a punto de decir "ya está, suficiente, váyanse a la mierda, me importa un reverendo comino lo que hagan con sus vidas, no estoy ni ahí con ser mártir". ¿Cuánto tiempo más tendré que estar alejándome del camino correcto? 

Cada día, me doy cuenta de que lo que realmente me motiva es otra cosa, no precisamente mi trabajo. Ya que este es un espacio en el cual soy libre de opinar lo que sea -le guste a quien le guste-, lo diré sin más censura: mi trabajo no me motiva. No diré que no me gusta, porque sí he aprendido a encontrarle cosas positivas, pero no me motiva. Mi camino es otro y me cuesta entender que el universo todavía no conspire para que ese sueño se logre. Sé que las respuestas las debo encontrar yo y que, en definitiva, lo sé: sé cuál es mi camino, solo que no sé porque me he ido alejando con el tiempo. Debo llegar, debo volver, debo regresar "a casa", donde mi alma vibre de alegría al crear, no donde mi alma se frustre y se vaya ennegreciendo lentamente al ver que todos tus esfuerzos terminan convertidos en nada. Quisiera ser fugaz en algunos contextos, pasar rápido, sin preocuparme de la estela que pueda o no quedar.

Quiero dedicarme a escribir. Nací para escribir, no para fingir que enseño algo a quien no le importa.

Sugerencia de canción (de hecho, la que generó el ambiente para escribir esta entrada) : http://www.youtube.com/watch?v=rpE9mW8hFvA

jueves, 29 de agosto de 2013

06. La siguiente parada

El hombre le hizo un gesto de que lo siguiera: el bus se detuvo en la siguiente parada. Descendieron del transporte y caminaron en dirección a una vieja casona que tenía aspecto de abandono: la pintura estaba corroída por el paso del tiempo y la madera parecía estar carcomida por las termitas. Cuando la puerta se abrió, el muchacho tuvo miedo de que la casa entera acabara viniéndose abajo con el solo hecho de poner un pie en el interior. 

- Deja tus zapatillas en un lado. Caminando con calcetines habrá menos ruido.
- Ok... -el muchacho respondió, sorprendido de que el secuestrador ahora le hablara en su propio idioma, con un acento nativo.

Caminaron por el pasillo: la casa era muy luminosa y su aspecto interno distaba mucho del exterior. Todo le hacía creer que allí dentro solía haber mucho movimiento. 

- Perdona por lo del bus. Traté de pasar lo más desapercibido posible.
- No creo que andar con una pistola en la vía pública te haga pasar muy desapercibido.
- Sí, ya lo sé, pero de otra forma no hubiese aceptado venir conmigo. Sé lo paranoico que eres.
- ¿Por qué lo sabes?
- Hombre, antes de que decidiéramos ir por ti, ya te habíamos estado investigando de hacía tiempo.
- Creo que tengo motivos para la paranoia.
- Algo así -rió, abriendo la puerta del refrigerador-. ¿Té helado, Coca Cola, una cerveza...?
- Estoy bien, gracias.
- No, en serio, hombre, debes tener sed después de todo este viaje incierto. Puedes sentirte tranquilo de que aquí nadie te va a rastrear.

Observó su celular y notó que no tenía cobertura. Lo devolvió a su bolsillo al momento en que aceptaba una cerveza fría que realmente le apetecía en ese momento. El hombre se sentó en una silla. 

- ¿Cuándo me vas a preguntar por qué estás aquí?
- Estaba esperando a que me lo dijeras tú... ¿o me equivoqué de película?
- Mmm... ni siquiera yo sé si esta es la primera o la segunda parte, pero en fin. Solo te puedo decir que tienes algunas habilidades, ¿o no?
- Supongo que todos somos buenos en algo.
- No nos veamos la suerte entre gitanos, por favor. Sabes de lo que te estoy hablando.
-Es que no sé si es una habilidad en realidad.

En ese momento, una sombra cruzó el pasillo, con un destello de luz que desapareció en un instante. El muchacho se vio notoriamente distraído por dicha aparición.

- ¿Todavía crees que no es una habilidad? A esta casa ha venido mucha gente: amigos de la familia, gente ofreciendo cosas, pero eres el único que ha visto al espíritu.
- O sea que, realmente, estamos hablando de un espíritu...
- ¿Lo dudabas? 
- No lo sé... lo siento... todavía estoy confundido. 
- Mantén la calma, si no, vas a enloquecer. 
- ¿Más aún?

El hombre le indicó que caminaran hacia la terraza. La imagen le parecía surrealista: no entendía como había ingresado por un primer piso y ahora se encontraba contemplando una panorámica del otro lado de Londres, ese que no conocía. Observó maravillado los techos de las casas y, a lo lejos, el río que dividía la ciudad. No sabía a ciencia cierta dónde se encontraba ni cómo regresaría a su casa, pero se sentía a gusto. Regresó la mirada a quien, en algún momento, supuso como un secuestrador.

- ¿Cómo puedo llegar a ella?

El hombre se mantuvo en silencio y apagó el cigarro que tenía encendido.

- ¿Realmente sabes por qué la buscas?
- Quizás, ella me esté buscando a mí. 

El hombre asintió con la mirada. La nieve acumulada sobre los techos londinenses pronto comenzaría a congelarse: los termómetros marcaban -3º C.

domingo, 25 de agosto de 2013

Cara de día domingo

Cuando digo que quiero escribir más, me doy cuenta de que la semana se pasa como si nada. No me he dado ni cuenta cómo han pasado casi tres horas y yo sigo sentado aquí, en pleno día domingo, oyendo el ruido de Valparaíso que parece que nunca se duerme. Los domingos son fomes y, al parecer, todo tiene directa relación con que mañana es día lunes y eso nos pone a todos con rostro de traseros: "careculo" como se suele decir. Caras de día domingo que, pese a ser día de descanso, te mantiene inquieto porque luego empieza la semana. Pobre lunes, nadie te quiere, por ser el primer día de la semana.

Me contento al ver que agosto se está yendo... leeeento, al fin y al cabo. Recuerdo que el inicio de este mes no fue precisamente alegre, pero ya se está acabando. Agosto, con esa oscuridad de video electropop, con ese enigma de edificios encendidos en el amanecer, con las luces de los cerros de Valparaíso que mantiene a la ciudad despierta durante la eternidad. Quiero que llegue septiembre, quiero descanso, quiero que muchas cosas cambien. Quiero soñar con que la vida de adulto no es incompatible con lo que siempre soñé hacer, quiero creer que podré llegar a hacer lo que quiero. Eso me motiva a seguir adelante y esperar que los cuatro meses que quedan se pasen volando.

sábado, 17 de agosto de 2013

Tardes de sábado

Sí, creo que ya he dicho como mil veces que el tiempo se me está pasando mucho más rápido de lo que pensaba y la metáfora del abrir y cerrar de ojos ya parecer ser un cliché de mi blog, sobre todo en las últimas entradas. Me he dado cuenta que la cantidad de entradas de este año van muy por debajo de lo que llevaba el año pasado, pero todo se explica en la vida de adulto y sus consecuencias: trabajar, trabajar y no tener mucho tiempo para hacer lo que te gusta. Pero son costos, una cosa por otra: tener dinero a fin de mes para gastarlo en lo que se te plazca -más o menos- y para luego pensar en proyectos mayores. Y ese cambio a la vida de adulto te hace buscar nuevos horizontes tales como dejar la casa de tus padres y proyectarte en pareja, crear un hogar y disfrutar otras cosas que antes no se podía. Pero, el hecho de no vivir con tus padres, no deja de hacer que tu familia sea importante y que verlos nuevamente, ahora en tu casa, tenga esa misma sensación de siempre.

Ya había pasado mucho tiempo desde la última vez que los habíamos invitado a venir (y, tarde o temprano, siempre acaban cobrando sentimiento). Así se dieron las cosas que hoy sábado vinieron a casa a conocer los nuevos detalles, ya que siempre hay algo nuevo. Mi mamá se alegraba al decir que cada vez el espacio tomaba más forma y que lo estamos "arreglando a nuestra pinta". Me agrada ver que mi familia se da cuenta de que su hijo menor ya está creciendo y que todo el tiempo de formación ha dado algo de frutos, aunque eso no implica que me salve de la nostalgia al verlos venir con su sonrisa y su cariño que, en definitiva, todavía esconde esa sensación de no creer lo que sucedió. Claro está que nunca se imaginaron que llegaría tan pronto ese momento en que los polluelos empiezan a volar hacia su propio nido y creo que, cuando me toque vivir ese proceso, será bastante complejo. 

Fue una tarde muy agradable que se me pasó volando, recordando viejas anécdotas que se unen a las de la actualidad. Creo que fue extraño despedirme de ellos a eso de las 20.00 horas y sentir que, luego de su regreso a casa, me viniera todo el bajón de ánimo. No es solo el hecho de que estar con gente te llene de sensaciones diversas, sino que el estar con los tuyos y luego te dejen es lo que te produce una sensación de angustia similar a la de infancia. Acaso será eso de que nunca dejamos de ser niños y que, por muy adultos que nos creamos, somos igual de vulnerables y tenemos los mismos miedos. Solo puedo decir que me siento profundamente feliz de mi familia y de lo que me han enseñado para llegar a ser lo que soy: creo que cualquier momento es especial para celebrar el cariño de siempre.

miércoles, 14 de agosto de 2013

Días mejores

Hay días completamente normales, pero que uno puede convertirlos en intensos: eso dice Juanes en una de sus canciones más populares. No sé si hoy fue un día intenso, normal u otra cosa; solo puedo decir que fue un día considerablemente mejor que el de ayer. Tampoco sé si tendrá algo que ver en el hecho de que cada día intento que me importe menos, de hacer lo que pueda y el resto se lo dejo a los demás que están involucrados en el proceso: siento que estoy en un momento en que debo ser fuerte, porque a la larga es todo parte de un camino donde hay cosas difícil y otras más simples, pero que confío que a la larga se traducirá en una inversión de experiencia. 

No estoy de acuerdo en que te digan que para hacerte profesional de tu área debes "sufrir" y aguantar que te pasen a llevar. Es cierto que soy joven y recién me estoy iniciando, pero no por ello uno debe dejar que piensen que eres cualquier cosa. Hace falta muchas cosas para que el ambiente pudiese ser mejor, pero es lo que hay y no me sirve de mucho las quejas a través de este medio cuando en realidad lo que hay que cambiar es en base a acciones, las cuales no puedo llevar a cabo por mí mismo. Hoy me di el tiempo de abrir una puerta y mirar el mar desde la altura: el oceáno Pacífico es tan profundo y ese horizonte me hace creer en la infinidad del universo. El sol, el aire, el calor: otro día de agosto con más de 20º C, cuando debiese estar alrededor de los 15º C. Cambio climático o alguna otra locura del universo. Es inevitable pensar respecto a qué sucederá cuando lleguemos a primavera, si la temperatura será cercana a los 30º C y moriremos en el intento.

Después de mucho darle vueltas al asunto y pensarlo más de una vez, decidí buscar mi traje de baño y volver a la natación. Y heme aquí volviendo del agua: fue genial el reencuentro y darme cuenta que pese a haber pasado el tiempo, era como si todo siguiese normal. Claro está que ya no me movía como antes por la falta de práctica, pero en un tiempo volveré "a las pistas". Es algo que me motiva y relaja. Todo para que, de aquí adelante, vengan días mucho mejores.

martes, 13 de agosto de 2013

No me atrevo a decir

Ayer me llamó la atención una persona que fue capaz de hablar, sin temor a lo que pudiera suceder. Claro está que esa persona está segura de que su puesto no será modificado y que, en definitiva, decir lo que pensaba no hubiese resultado un mayor problema, sin embargo, el hecho no deja de ser destacable ya que muchos nos vimos beneficiados por sus comentarios, dentro del ámbito laboral. Dentro de esa admiración que siento por aquella persona, debo manifestar mi propia molestia e incertidumbre ya que también hay muchas cosas que yo quisiera decirle a la vida, pero que no me atrevo. Y no es tan fuerte el hecho de no atreverse, sino que sentir que no puedes por temor al futuro. 

La autocensura es casi tan fuerte como la censura social: hay tantas cosas que quiero decir, pero que prefiero callar porque incluso este espacio podría ser rastreado. Quizás hablar en claves, metáforas, como alguna vez hice. Solo sé que a ratos me dan ganas de mandar todo a la mierda, vivir un poco de esa incertidumbre adolescente y dejar, de una buena vez, todas esas cosas que no me hacen sentir tranquilo. Hay una situación en particular que me incomoda y que no sé cuánto tiempo más pueda ser capaz de tolerar, quizás dos años, quizás tres... pero de ninguna forma sería capaz de tolerarlo por toda la vida. El hecho de pensar en esa posibilidad me produce depresión ya que me hice sentir estancado, estancando en un momento en el cual, definitivamente, no estás desarrollando todo tu potencial. 
 
La diferencia entre el "intentar ser" y el "ser" radica en sentirse capacitado para convertirse en eso que se busca, pero ahora, me siento totalmente imposibilitado porque, nuevamente, estoy dudando de haber tomado el camino correcto. Dicen que la vida siempre te da señales cuando algo no va bien y creo, en este caso, es muy fácil darse cuenta de dichas señales: no me parece casualidad que sea la única cosa que me desagrade. No me parece casualidad que, lentamente, eso ya se esté empezando a notar. No me parece casualidad que me desagrade tanto que mi cara ya no disimule mi molestia ante ciertas situaciones que me parecen, francamente, injustas. Y no se trata de ser egocéntrico ni autorreferente, pero por más que intento proyectarme, mi meta comienza a achicarse. Y es que los capricornianos buscamos tener metas concretas: en estos momentos, mi meta es alcanzar esa potencia y no dejarse estancar. ¿Cuánto tiempo tomará eso? Tengo miedo de cuál pueda ser la próxima señal.

viernes, 9 de agosto de 2013

Días de agosto

Las ventanas todavía amanecen empañadas en la mañana y las luces de la ciudad se mantiene alerta cuando falta poco para las 7 de la mañana. Al parecer, hay un poco más de luz al momento de despertar, lo que anuncia esa cercanía con la primavera de colores, viento y alegría que llega durante todos los años. Es inevitable no recordar las primaveras en que solía deprimirme producto del florecimiento de sentimientos, situación que ahora es totalmente opuesta ya que los sentimientos de dicha época se exacerban para bien y suelo sentirme muy feliz de la vida. Todavía anuncian mínimas de 3-4º, temperaturas que no dejan de resultarme sorprendentes para estar en la costa: yo pensaba que no bajaban de los 6º por influencia del mar y todo lo demás, pero ya me he dado cuenta de que los fríos han sido intensos. Sin embargo, me gusta el invierno y este en particular, ha sido digno de disfrutar.

Agosto es el mes 8 del año y es inevitable ver que hemos pasado la mitad, comienzan los descuentos para llegar al final. ¿En qué momento sucedió todo? ¿Cómo fue que se pasó volando todo? ¿Cómo es que estos meses que se vienen aspiran a pasar volando? A veces me pongo a revisar en mi agenda con la finalidad inevitable de mantener todo ordenado y me doy cuenta de que el tiempo, efectivamente, es poco y que cuando te dicen que el segundo semestre se pasará volando tiene mucho de acierto. Es algo que me motiva, porque cuando ya estás a mitad de año lo único que piensas es en las próximas vacaciones. Ese ciclo de la vida de verano, otoño, invierno, primavera y otra vez verano a veces es inentendible, pero todo tendrá algún sentido. A veces pienso tantas cosas mientras recorro la ciudad que quizás podría escribir bibliotecas enteras con todas las locuras que pasan por mi cabeza en un segundo. 

Me gusta agosto, esa oscuridad misteriosa y enigmática que lentamente nos lleva a la primavera de septiembre, a las fiestas patrias que nos llevan a de cabeza a los fuegos artificiales de diciembre. Lentamente me he ido acostumbrando al ritmo de la vida 'adulta', a la cual aún no logro tomar el peso: no sé si será un  bueno que todavía me sienta como un "practicante" dentro de mi trabajo, sentir que sigo aprendiendo, que soy un alumno más y que la imagen de profesional-adulto todavía me parezca distante. Creo que, al fin y al cabo, intento disfrutarlo como un pasatiempo remunerado que durará algún tiempo y que luego será la catapulta a otro pasatiempo mejor, en el cual pueda sentir más valoradas mis habilidades. Me gusta agosto con esas luces de noche, con esa extraña sensación a la noche del video Can't Get you Out of my head y las luces de los edificios que encienden y apagan como a las 3 de la mañana.

Agosto, silencioso, avanzas sin hacerte notar demasiado. Ya pronto estaremos a mitad de mes y... el tiempo sigue volando.

jueves, 8 de agosto de 2013

05. 24 to Pimlico

Tenía la cadena en sus manos, junto con algunos rastros de nieve que se le habían pegado a los dedos al momento de capturar la cadena. Algo le hacía intuir que dicho elemento tenía más de alguna relación con los sueños de las últimas semanas. De todas formas, sentía un poco de temor al pensar en la paranoia que lo estaba rodeando a partir de toda la serie de extraños acontecimientos que no lograban tener cabida dentro de la lógica. Era como si, de un segundo a otro, su vida hubiese retrocedido más de 10 años a su infancia, cuando ver objetos paranormales era tan común como salir a la calle a comprar un paqueta de galletas con chips de chocolate. Mantuvo la cadena durante algún instante, observando con intriga las iniciales grabadas en el metal: no tenía respuesta y las pocas razonas que aparecían en su cabeza carecían de las más completa lógica aunque, después de todo, ya no tenía idea cuál era la lógica del mundo. Era como si su brújula interna hubiese experimentado un peligroso cambio de polaridad que, en cualquier momento, lo derribaría nuevamente al suelo: volver a las pastillas, a las inyecciones diversas y una serie de malos ratos que lo tuvieron esclavo de las salas de hospital por casi 5 años. Contuvo la ansiedad que empezaba a apoderarse de su torrente sanguíneo, tragó saliva y se puso de pie: el exterior no era lo suficientemente cálido como para permanecer en pijama.

Cerró la cortina con el corazón acelerado: eso solía ser un mal indicio. Recordó las pastillas que siempre mantenía guardadas dentro del cajón del velador: ese "por si acaso" le sonaba como una puñalada en las costillas. Sabía que debía mantenerse lejos de los medicamentos, que debía ser fuerte una vez más como lo había sido durante aquellos 10 años de tranquilidad. ¿Por qué todo volvía a perder el sentido? Se cuestionaba tantas cosas mientras volvía a su asiento para tomar la taza y arrojarla al lavaplatos. Salió de la casa 30 minutos después, abrigándose lo suficiente como para cruzar la ciudad cubierta de nieve. La estación Lambeth North funcionaba con normalidad y la sonrisa de la muchacha que le vendió el "one-day-ticket" le pareció motivadora, aunque algo de surrealista existía en su ropa. Pese a llevar algún tiempo asentado en la capital inglesa, todavía no lograba acostumbrarse del todo al sistema: los buses que circulaban en dirección contraria a la que estuvo acostumbrado por más de 20 años, los inviernos extremadamente oscuros y el frío que congelaba hasta sus huesos. Recorrió los túneles que cruzaban la ciudad y, al salir de la estación, contempló la rueda que parecía inmóvil a lo lejos: seguramente, sería el mejor lugar para lanzarse al vacío cuando se acabaran sus intenciones de responder lo que no tenía respuesta.

Se despertó de pronto al sentir que alguien pasaba a llevar su hombro al interior de un bus, en el cual iba sentado en el segundo piso. No recordaba cómo había llegado allí, si acaso se había subido en Victoria o en Picadilly Circus. Cualquiera que lo observase pensaría que estaba drogado, pese a que jamás en su vida había consumida estupefaciente alguno. Levantó la mirada y se encontró de frente con la pantalla negra que anunciaba: 24 to Pimlico. El tráfico en el centro de Londres era un caos ya que existía demasiado parque automotriz para tan poco espacio. Recorrer la ciudad era casi como realizar una salida turística a diario, teniendo el tiempo suficiente para conocer cada uno de los detalles del Parliament. Bebió un poco de agua para acabar de despertar, cuando notó la mirada de un pasajero que observaba detalladamente su presencia. Se incomodó de pronto, apartando rápidamente la vista de aquel extraño que mantenía su mirada fija en cada uno de sus movimientos. El bus continuó hasta la siguiente parada y cuando algunos pasajeros descendieron, el hombre se acercó y se sentó en el asiento aledaño. La situación se tornaba bastante tensa, pero era poco lo que se atrevía hacer. Quizás solo sería paranoia de su parte producto del insomnio que lo aquejaba desde hacía tiempo: en cualquier momento se daría cuenta de que todo era completamente normal y que no existían motivos de qué preocuparse. Sin embargo, el hombre sacó un teléfono y, sin quitarle la mirada, comenzó a marcar un número. La siguiente parada del bus parecía estar lo suficientemente distante como para hacer de ese momento una eternidad, sobre todo cuando el hombre se acercaba y se sentaba justo a su lado.

- Finally, I've found you.
- Sorry?
- Don't feel sorry, man -ironizó, guardando el teléfono en su bolsillo y señalando el arma que guardaba dentro del pantalón-. Are you coming with us?
- Not really...
- Come on...

El bus continuaba recorriendo calles, doblando en las esquinas y  esquivando al tumulto de vehículos que se detenían en las calles como para obstaculizar aún más el camino. La voz de la máquina continuaba con su anuncio infernal, mientras el arma se acercaba cada vez más a un lado de las costillas del muchacho, muy bien cubiertas por un grueso abrigo para soportar el frío. El hombre logró establecer la llamada, pero sus palabras le resultaron completamente inaudibles: era como si sus oídos hubiesen bloqueado completamente los estímulos auditivos ante el temor de lo que podría suceder. Solo entonces notó que, a la altura de la muñeca, el extraño hombre llevaba tatuadas aquellas enigmáticas letras que se habían transformado, quizás, en el motivo de su insomnio. El bus no se detenía: 24 to Pimlico.

miércoles, 7 de agosto de 2013

Días de lluvia

Una de las cosas que me gusta del invierno es la lluvia y despertarme por el ruido del agua golpeando el techo es una manera bastante agradable de salir del sueño: debe de haber sido algo así como las 4 de la mañana cuando me enteré de que las nubes ya dejaban caer su contenido sobre Valparaíso. A las 7.30 de la mañana me encontré con la calle Condell cubierta de posas y las gotas salpicaban haciendo atractivas ondas en las lagunas que se formaban en cada esquina: llegar al trabajo era como las historias de gente del sur, que tiene que cruzar verdaderos ríos para poder estar en un lugar. Guillermo Rivera estaba convertida en un torrente caudaloso que arrastraba, desgraciadamente, algunos restos de basura que la gente inculta no se digna a arrojar en los basureros.

Me gusta la lluvia, creo que lo he dicho en más de alguna ocasión, pese a que la humedad pueda traer consigo algún resfriado. Me agrada ver que la ciudad se llene de líquido, porque dicen que el agua es vida, además que sirve para limpiar el aire de las posibles alergias. Aunque todo me parece tan extraño después de haber tenido un día lunes con 25º C (la temperatura más alta registrada en agosto, en los últimos 100 años) y ahora con lluvia. Sabía que la asistencia iba a ser baja, porque la lluvia no era tan débil como me imaginé que iba a ser: el mayor grupo fue de 12 alumnos (de un total de 46), por lo que era muy poco lo que se podía hacer. Al final, me dediqué a ver películas toda la mañana y creo que pasé un rato muy agradable. Me sorprende que sea día miércoles y mi voz se mantenga muy bien cuidada, cosa poco común para mí en el último tiempol.

¿Cuándo volverá a llover otra vez? Creo que el agua me ha traído muy buenas vibras.

martes, 6 de agosto de 2013

Escribir

Sabemos que ningún trabajo tiene el 100% de cosas buenas, sin embargo, hoy tuve la oportunidad de vivir una de esas cosas que hacen que sea un poco más entretenida: fuimos al Teatro Municipal de Valparaíso a presenciar una adaptación de La Celestina, a cargo de la compañía Tranvía. Siempre me resulta interesante ser espectador de teatro debido a la cantidad de signos que se pueden observar a través del movimiento, del lenguaje, de las luces, etc. Me parece un acto comunicativo bastante complejo que logra capturarme y que, claramente, estremece mis sentidos (y no exagero cuando digo que, muchas veces, me ha producido unas catarsis geniales).

Y entre esa divagación de ver a los personajes en "las tablas", recordé que alguna vez yo también fui parte de un grupo de teatro, en el cual disfruté mis últimos momentos de estudiante secundario: ya van 7 años de aquella época en que escribimos obras dramática que, posteriormente, tomaban vida y que nos hacían reír y llorar. Obras dramáticas que se transformaban ese teatro inexperto, principiante, pero que nos dejaba tantas satisfacciones al ver que la gente vivía la emoción que buscábamos. Recuerdo la encarnación memorable de ciertos personajes que escribí en mi escritorio, cuando por mi vida los cuestionamientos existenciales propios del adolescente me tenían en una faceta creativa que, a veces, extraño. 

Recordé, por sobre todo, que decidí seguir la carrera que seguí como un medio para profundizar mis habilidades en la escritura y heme aquí, con cada vez menos tiempo para escribir. ¿Qué es lo que está sucediendo? ¿Será un seña de la vida para decirme que quizás ese no era mi camino? Si fuese así, ¿quién me explica por qué siento que mi cuerpo completo se estremece cuando imagino una historia y la veo tomar forma a través de palabras? Quiero ordenarme, volver a escribir... necesito tiempo, necesito orden: confío en que ya retomaré el control.

domingo, 28 de julio de 2013

Tiempo para soñar

Cuando de pronto el cielo se oscurezca
y se te acabe la esperanza de volver a empezar,
cuando sientas que el suelo tambalea en tus pisadas
y todo se convierta en una pesadilla,
acuérdate de las sonrisas de las tardes de verano
y estaremos de regreso a los buenos momentos
que cultivamos a cada instante.
Recordarás las calles de una ciudad iluminada
o nuestras huellas descalzas en la arena,
dormiremos abrazados en lechos de poesía
y, al despertar, escribiremos juntos una canción.

Queda mucho por caminar,
queda mucho por encontrar,
queda mucho, aún, por recorrer.
El mundo no se acaba:
todavía queda tiempo para soñar.

Los sueños del pasado ya se ven lejanos
de este presente ficticio,
¿en qué momento decidimos inventarnos estas vidas
de las cuales creímos quizás qué cosas?
Elecciones de niños confundidos,
¿qué es la vida para un adolescente?
Esos sueños que nos despertaron en la infancia
y que ahora parecen solo una película
todavía están en nuestra puerta,
esperándonos:
aún hay tiempo de volver a encontrarlos.

No es momento de rendirse,
es momento de seguir.
Es momento de hacerse más fuerte,
es momento de crecer,
es momento de plantar más semillas
que germinarán en un futuro sonriente.
Es momento de darle más sonrisas al presente.
Porque vamos a llegar muy lejos,
vamos a llegar muy alto,
porque la vida no se acaba tras una decisión que ahora no entendemos:
todavía queda tiempo para soñar. 

jueves, 25 de julio de 2013

04. L.T.

La noche anterior había soñado con fantasmas. Eran extraños y diversos: algunos provenían de la época medieval con sus atuendos de ropa antigua y ligera, mientras otros provenían incluso del futuro, cosa que no dejaba de resultar extraña. Pese a estar acostumbrado a ver todo tipo de personajes durante su vida cotidiana, todavía no perdía la capacidad de asombro ante la infinita cantidad de seres exóticos que podía divisar a la vuelta de la esquina. Había despertado con una sensación muy fuerte, como si todo lo soñado hubiese sido tan real: incluso estaba tiritando y se sentía húmedo por haber corrido tanto tiempo sobre la nieve que caía copiosamente sobre los alrededores de Lambeth. ¿Por qué solía soñar con fantasmas? Se restregó los ojos mientras veía algunos claros de sol que ingresaban a través de las cortinas medio abiertas: los edificios antiguos estaban cubiertos de nieve y las nubes que quedaban en el cielo eran el indicio de que la tormenta aún no había acabado. Londres se convertía, nuevamente, en un sendero completamente cubierto de blanco y quizás tendría más de algún problema para pillar algún bus. 

Junto a su taza de café hirviendo estaba el libro que había comprado en una librería de Victoria Station. No sabía por qué lo había comprado, simplemente lo había sacado de la repisa para luego cancelar y despedirse con un escueto "thanks". Siquiera recordaba el precio: daba igual si hubiese salido 1 libra o si hubiese tenido que pagar 1000. Los últimos los días lo mantenían tan confundido que todo se transformaba en un torbellino de imágenes y dudas: hacía varios días que no tomaba ningún apunte en sus clases y todo le hacía pensar que la reprobación era algo inminente. ¿Y qué vendría después? Tener que abandonar Inglaterra con rumbo a la Península Ibérica para ver cómo podría regularizar la situación y quizás conseguir una nueva oportunidad en el Reino Unido o asentarse, definitivamente, en Barcelona. Opciones, al menos, tenía suficientes como para no deprimirse. Golpeaba con el pie la pata de la mesa mientras observaba las ondas que se iba formando en la taza de la cual, lentamente, el vapor dejaba de emanar. ¿Qué era ese libro? ¿Por qué lo tenía? ¿Para qué lo había comprado? Había pasado más de una semana y el envoltorio seguía intacto: solo se había preocupado de sacar el precio, ya ni se acordaba por qué.

Se asomó al balcón y encontró la calle cubierta de blanco: quizás serían unos 15 centímetros de nieve que aún no eran violentados por el paso de algún objeto en movimiento. Las baldosas de la terraza estaban congeladas y algunas gotas del hielo que se derretía comenzaban a caer sobre su cabeza: el frío exterior contrastaba con el calor del interior de su departamento, por lo que permanecer en pijama, definitivamente, no era una buena idea. Cuando se devolvía para salvarse del frío, divisó una sombra negra que se asomaba cerca del balcón como si se tratara de un pájaro volador que se posaba en la baranda. Fijó su atención, pero una fuerza extraña le impidió mantener la vista fija, obligándolo a mirar hacia abajo. Por más que lo intentaba, algo lo mantenía inmóvil. 

- ¿Sabes de lo que puede ser capaz, verdad?
- No, no lo sé. 
- Deberías estar al tanto antes de continuar -la voz era desafiante.
- No tengo miedo.
- ¿Te crees valiente? Veamos qué tanto.

El pájaro se abalanzó contra él, empujándolo contra el suelo mientras aleteaba violentamente. El muchacho lo espantó con las manos, descubriendo luego las marcas de los picotazos en sus brazos. La piel le ardía producto del ataque: vio al pájaro que volaba con las garras ensangrentadas. Sintió deseos de lanzarle la  taza de café caliente, pero su puntería solía ser tan nefasta que muy probablemente algún transeúnte podría llevarse un regalito inesperado. Se percató de una cadena que el ave habia dejado caer antes de desaparecer en el aire. La buscó entre la nieve: el brillo del metal era enceguecedor. ¿Acaso los fantasmas tendrían algo que ver con las iniciales L.T. que había grabadas en la cadena?

martes, 23 de julio de 2013

Re-start

Me acuerdo del año 1999 y el primer computador que tuve: uno de eso modernos para la época que tenía la majestuosa cantidad de 6 gb de disco duro (ni me acuerdo cuánta RAM, con suerte sabía qué era eso) y, además, era windows 98. Definitivamente, era lo máximo: una interfaz actualizada y pensada para la conexión a internet y todo el blah, blah de Bill Gates (persona que tampoco conocía demasiado). Recuerdo que cuando recién instalaron el moderno aparato, nos dijeron que tuviéramos cuidado de apretar el reset, porque el computador tenía cierta cantidad de reseteos y luego pasaba a mejor vida, parece que eran 10 reseteos. Creo que un día, en una tarde, resetié como 5 veces y en total, debe haber sido más de 100 veces: pero el computador murió de causas naturales, nada que ver con el reseteo.

¿Qué tiene que ver el reseteo con todo esto? Sucede que hemos regresado al mundo laboral luego de dos semanas de merecidas vacaciones y todavía me encuentro procesando ese reinicio del sistema: neuronas en proceso de calentamiento, de ordenamiento y de recarga de fuerzas para sobrevivir la lucha hasta el final de año. Y no se trata de que la sala sea un campo de batallas en que los soldados van cayendo de a uno, sino que el deseo de que se desarrolle el aprendizaje -cuando algunos aún no se dan cuenta de lo importante que es para sus vidas- es algo que agota en demasía. Proceso de re-start all over, pensar que queda poco para fin de año y animarse a hacer las cosas de la mejor forma posible: los colegas ya me decían que no nos vamos a dar ni cuenta cuando ya sea fin de año. ¡Qué alivio!

Y el re-start al mundo laboral me pegó de una: volver a correr de un lado para otro, volver a desarrollar las clases, etc. Aunque debo reconocer que me siento más tranquilo respecto al manejo, creo que de a poco estoy tomando confianza y cada vez me demoro menos en planificar: ahora mi meta es tomarme las clases con relajo, intentado disfrutar al máximo el hecho de revisar contenido. A veces me siento como la descripción del profesor Lidenbrock (Viaje al Centro de la Tierra, Julio Verne), quien es descrito por su sobrino Axel como un tipo medio loco, sabio egoísta que en realidad dicta clases para sí mismo: siento que me gusta de lo que hablo y a veces, cuando el público no te pone atención, la idea de ser el receptor de tu propia clase no resulta sino esquizofrénicamente inteligente. 

Re-start, reset, go back to reality.

jueves, 18 de julio de 2013

Vacaciones de invierno

Y las vacaciones de invierno comienzan a pasar: veíamos tan lejano ese momento que ahora vivimos y luego nos damos cuenta que una vez más el tiempo nos ha dejado con las ganas de hacer muchas más cosas. Dijimos que arreglaríamos esto, que iríamos a tal lugar y un montón de cosas que al final, quedaron en el tintero. Recuerdo la ilusión con la cual comencé un día a elaborar los controles de lectura para el segundo semestre y mi convicción inicial de que dejaría todo listo en estas dos semanas. Resultado: solo 4 conteroles de los casi 20 que debo hacer en total, pero a fin de cuentas, esto se trata de descansar de todo el agotamiento y no de dedicar todo el tiempo a trabajar. Creo que me he dado tiempo para todo y eso es lo más rescatable.

Dentro de las cosas que he podido notar, es que el frío produce ansiedad y la ansiedad, a su vez, produce un deseo inaguantable de comer a todas horas. Comer cualquier cosa, buscar en el refrigerador, abrir una y otra vez la puerta y ver qué queda para acabarlo. Seguramente sea ese el motivo de que comience a sentirme un poco más 'repuesto', pese a que todos dicen que estoy igual o incluso más flaco. ¿Será el cambio de clima de interior a esta maravillosa humedad de la costa? Aunque, también, tengo la teoría de que todo comienza por el hecho de que ya llevamos casi 4 meses en este departamento que no deja de ser genial, pero que todavía sigue con muchos de los problemas que de la corredora de propiedades se comprometieron a solucionar. Estoy hablando de algo tan básico como la presión del agua, la cual es tan baja que ni siquiera permite que el calefon se encienda. ¿Qué implica eso? Que todos los días debemos de ingeniarlas para que el agua se mantenga tibia por más de 20 segundos. Hoy fue el segundo día que voy a insistir en que queremos una solución y lo mismo de siempre: que es imposible contactar al gasfiter y blah blah. A veces me cuestiono si realmente le toman el peso a la situación o si simplemente les interesa que le paguemos a fin de mes.

En fin, salvo por esa situación, siento que mis vacaciones han sido geniales y merecidas. Se me han hecho nada y el tiempo para disfrutar el descanso en casa se pasó volando, quizás eso sea un buen indicio. Ahora solo queda retomar esta parte final del año, puesto que estamos en el momento de los descuentos finales. Simplemente, cuático.  

Medianoche en Valparaíso

Escucho canciones en el silencio de un edificio antiguo y las calles se comienzan a congelar: 7º C de madrugada y las luces iluminan los caminos que ascienden hasta las alturas. No hay fantasmas, no hay objetos extraterrestres, el ruido del mar se percibe a pocas cuadras de distancia. Quiero flotar sobre las suavidad de las olas, quiero dormir sobre el techo a la espera del amanecer, quiero escarvar en las sombras proyectadas por las alturas para encontrar los secretos escondidos en las paredes. Olor a tierra, olor a invierno, olor a silencio, olor a historias, olor a pasado. 

l.as estrellas comienzan a divisarse cuando la niebla se va. El centro de la ciudad no duerme. Las calles se agitan, continúa la acción. Es invierno y hace frío. El sereno comienza a humedecer las pisadas de un sonámbulo en los adoquines: 01.22 a.m. y Valparaíso no quiere dormir.

jueves, 11 de julio de 2013

03. Visiones

Las campanadas del Big Ben me sacaron del ensueño: había leído varias páginas de aquel extraño libro de tapas oscuras que llevaba guardado dentro de su mochila. Todo dormía alrededor, todo estaba a punto de alcanzar el punto de congelación y quizás ese sería el momento exacto en que vería aparecer las primeras siluetas de ese temido más allá. ¿Cuál sería la línea que cruzaba de un mundo a otro? ¿Cómo podría ser capaz de diferenciar un lugar de otro, cuando todo se confundiría, inevitablemente, bajo la niebla que luego convertiría todo en témpanos de hielo olvidados por el paso del tiempo? Sintió unas pisadas que merodeaban el banco en el cual permanecía: levantó la cabeza y observó las hojas de un árbol que estaban a punto de caer al suelo. A ratos no comprendía si estaba en otoño o invierno, si era mediodía o medianoche: todo era tan confuso después de las visiones de la noche anterior.

Al dejar el vaso de vodka sobre la mesa, se arrojó en la alfombra: estaba descalzo, con la ropa humedecida por el frío del mar. ¿Habría sido capaz de lanzarse a navegar por el Thames, como si fuese un barco? Todo parecía una imagen surrealista: las voces, las luces, los colores, la temperatura... todo era un gran y profundo caos que no lograba entender y que, claramente, tampoco pretendía comprenderlo en ese mismo momento. Quizás mantener la duda para sí mismo podría ser un buen punto de motivación para continuar adelante, para mantener viva la intención de seguir indagando lo que podría ser. En medio de las gélidas aguas, la ciudad se reflejaba difusa con las sombras de los transeúntes que iban en varias direcciones: notó la silueta de alguien que llevaba un vaso de café en la mano. Era una mujer, de cabello castaño y estatura mediana, llevaba un abrigo de color azul y su rostro era imposible de definir bajo la oscuridad. Permaneció en ese lugar, flotando en el río, observándola cruzar el puente. Era obvio que ella no había captado su presencia, era evidente que nadie pensaría que los humanos navegaban como peces dentro de un río a punto de congelarse. Se cuestionó una y otra vez respecto a ella.

- ¿Sabes quién es?

La voz provenía desde las profundidades, más abajo de sus pies que aleteaban suavemente por mantenerse a flote.

- ¿Sabes lo que ella podría llegar a hacer?

El sonido era extraño, difuso por efecto del agua y el evidente bullicio de una ciudad en movimiento. Sin prestar mayor atención a lo que le decían, navegó suavemente hacia la orilla para acercarse a la mujer que observaba el río con semblante enigmático. La estela de espuma quedó atrás mientras se acercaba para poder divisar su rostro: era un semblante enigmático, quizás un poco triste, como si hubiese visto algo extraño o estuviese escapando de algo. ¿Cuál sería el problema de aquella muchacha? Por un instante, le agradó el juego de ser un fantasma a la deriva en medio de las aguas, de pasar desapercibido mientras las historias de la ciudad sucedían ante su ojo de narrador casi omnisciente.

Al abrir los ojos sobre la alfombra, la textura del agua fría continuaba en las gotas que caían de su cabeza. Su piel tiritaba, al momento en que encendía la calefacción para secarse rápidamente. La ventana que daba a la terraza estaba cerrada, pero la cortina permanecía corrida y esta situación le permitía observar el movimiento de la ciudad. El Queen's Walk se veía tan solitario y silencioso como para poder continuar la lectura del libro.

Sentado en el banco, la suave voz del viento se colaba en sus oídos con la sensación de que sería quien le contara la historia. Solo recordaba, con imágenes entrecortadas, un sombra que se hundía en el agua junto a su cuerpo sumergiéndose como por efecto de gravedad.

lunes, 1 de julio de 2013

Julio

Me pareció extraño cuando tuve que escribir la fecha en la pizarra e incluir un número 07 (y eso que aún no llegamos al momento en que existe ese tedioso cambio de folio mensual) antes de comenzar la clase. No le había tomado el peso a ver que la planificación de la agenda iba quedando atrás y que esas cosas que se veían lejanas ya están sucediendo en un presente cada vez más cercano. ¿Será acaso que cuando tienes planificado -o crees tenerlo en un porcentaje amplio- todo se viene más rápido? Qué complicado es pensar en que podríamos planificar la vida y que 20 años se nos pasaran como si nada: se va la juventud, se va el tiempo y luego te das cuenta que has aprendido tantas cosas. Cierre de promedios y trámites administrativos miles, toma de decisiones sorpresivas que en gran medida cambian tu proyección de futuro y que sin lugar a dudas te causan mucha más motivación.

Llegó este mes número 7, el de la numeración perfecta, que trae consigo un merecido descanso de dos semanas para poder reponerse de todo el cansancio acumulado del semestre. Y aunque no lo parezca, cuatro meses de tratamiento con gente en crecimiento, te produce un agotamiento increíble. Si bien es cierto que la energía de ellos también puede cargarte, pero en el último tiempo mis paneles solares internos ya no están captando la luz como antes. Quiero tener tiempo para dormir, para trabajar tranquilo (porque es claro que de todas formas me dedicaré a avanzar algo de pega para que el segundo semestre sea más relajado que el primero), para ver a la gente que no he visto en mucho tiempo y para poder retomar mi creación literaria. Para volver a recorrer la ciudad y reencantarme con sus paisajes.

Llega julio y ves que el proceso interminable tiene su fin. Que las cosas avanzan, que hay consecuencias de acciones. Quedo con el cuestionamiento, con la ansiedad de saber qué pasará con todos aquellos que han tardado más tiempo en darse cuenta de los efectos de los actos y que, quizás, llegará un momento en que no hay vuelta atrás. Julio, mitad del año, comienzo de los descuentos hacia una nueva etapa. Todavía hay mucho de camino por recorrer y, seguramente, habrá muchas más sorpresas.

miércoles, 26 de junio de 2013

Cosas de fin de semestre

Con el fin de semestre llegan de golpe todas las evaluaciones miles, el estrés, la ansiedad de todos por cumplir absolutamente todos los trámites administrativos habidos y por haber, además de ese sentimiento de querer mandar todo a la punta del cerro para poder tomarse las merecidas vacaciones. Y es que la profesión docente y el trabajo en contextos escolares realmente te hace merecedor de varias vacaciones en el año porque realmente te agotan: los alumnos que no quieren poner atención, los apoderados que luego vienen a decir que tú no les enseñas a sus hijos (claro, porque su hijo se dedicó a hacer cualquier cosa durante la clase) y los intentos de mejorar algo que, muchas veces, resultan en nada. La culpa al final es de nadie, porque existen entidades abstractas que dicen regular el sistema, cuando en realidad se trata de personas que trabajan tras un escritorio de una oficina con aire acondicionado que esconde la realidad: a veces pienso que al Ministerio de Educación le hace falta ver la realidad antes de pretender decirte todo lo que tienes que hacer.

Por lo que se puede inferir de mi párrafo anterior, hoy es uno de esos días en que no ando de muy buen ánimo, pero agradezco haber tenido esta tarde libre para poder descansar desde la voz hasta los pensamientos. He repetido no sé cuántas veces que "estoy chato" y quiero poder descansar, aunque quedan menos de dos semanas parece ser que ese final se me esta alejando. Veo la luz al final del túnel (y alguien me dice que no la siga, obviamente) mientras sueño que el segundo semestre será mejor, más placentero y que ya habré logrado adaptarme mejor al sistema escolar. No lo sé, sólo sé que ya tengo todo más o menos armado y eso me deja con la conciencia más tranquila: quizás logre mi anhelo de poder llegar y aplicar. Llega ese momento -como hoy- en que cuando nadie te pone atención, te pones a dictar y el que pescó, pescó: luego no lloren por sus resultados. Ahora, cuando tú pretendes enseñar (haciendo que los afectados vean las consecuencias de sus propias irresponsabilidades) y alguien te dice que tienes que darles más y más oportunidades, descubres el motivo de que los afectados no cambien su actitud puesto que es muy fácil: para qué me voy a hacer responsable si al final siempre aparece un milagro y me salva. Y parece ser que Dios se acuerda de todos sus hijos, pese a que las ovejas hayan andado bien descarriadas. 

Me he dado cuenta, también, que más que psicólogo que entienda a los estudiantes, lo que necesitan es un buen otorrinolaringólogo. Más otorrino que laringólogo, porque creo que no tienen problemas para emitir sonidos, pero el problema máximo de la hecatombe universal es el hecho de que no saben escuchar. No escuchan... no ponen ni una puta gota de atención. Y en estos momentos pasan por mi cabeza una serie de improperios que tantas veces me he aguantado, teniéndolos en la punta de la lengua, pero mi paciencia de santo está próximo a llevarme camino a la canonización. (Sr. Papa: soy profesor, creo que es mérito suficiente para que me otorgue la santidad). Enterarme de aspectos laborales ingratos que, de una u otra forma, te hacen pensar que el camino tiene muchas más opciones de las que pensabas y que es impensable quedarte estancado: como el universo, hay que iniciar el movimiento desde lo mínimo. 

Por otra parte, darte cuenta que "los clientes" no están satisfechos con tu metodología hace que te den ganas de decirles que se vayan a la misma mierda y que si ellos no se involucran en su aprendizaje, van a estar perdidos igual. Sé que suena cruel y bastante emocional de mi parte, pero realmente desmotiva que no se te aprecie de la forma que crees merecer. En fin, la vida no es solamente laburo sino que tiene otras aristas de color, como mirar las belleza de los cerros y calles del Puerto, ver la lluvia que se acerca (y que parece venir con rayos, centellas y flashes eléushricos que te pueden matarsh. No sé si he comenzado la rehabilitación o algo parecido, pero ahora que busco unas empanadas de queso fritas, mi cerebro inhibe el deseo y lo convierte en una fruta. Y es en serio: pensé en qué comer y acabé comiendo naranjas (y creo que iré por más) cuando también tenías unas apetitosas galletas dulces de chocolate. ¿Es el estrés? ¿El deseo de un verano tranquilo? Qué sé sho. 

Lo único que pienso en estos momentos es en tener toda mi planificación completa para poder elaborar material, llegar y aplicar y ser feliz. Desvincularme sentimentalmente de mi trabajo, ser solo un trabajador y nada más. Cuático, me resulta difícil, pero parece ser la solución, porque no estoy dispuesto a gastar la mitad de mi sueldo en tratamientos al colon, ni en el fonoaudiólogo. Prefiero gastarlo en una cerveza, un viaje, volver a nadar o en obras de teatro. Quizás en una salida en general. Dentro de mis deseos para el próximo semestre es cambiar el switch y no preocuparme de estupideces, ¿será posible?

martes, 25 de junio de 2013

El guardián de la noche

Y en medio de ese silencio sepulcral, los lápices arrojados en el suelo se levantaron de su lugar en dirección al estuche que anteriormente los había guardado. El muchacho, recostado sobre la mesa, no entendía bien cómo había sido todo: de un momento a otro, sus útiles escolares volaban por los aires a la velocidad de la luz. La sala de clases estaba fría como siempre, con ese hilo de luz que se colaba a través del cieloraso que no soportaría un próximo terremoto. Su mundo era confuso y su mirada, esquiva. No entendía nada, nada de lo que sucedía. 

Dibujaba cosas extrañas en su cuaderno cuando se dio cuenta de que, hacía mucho rato, el timbre de salida ya había sonado. Miró a través de las cortinas y se encontró con una luna enorme que se reflejaba sobre el mar. Se habría quedado dormido cuando todos ya habían partido de regreso a sus casas y se encontraba en la inevitable tarea de convertirse en el guardián nocturnos de la vieja escuela. Sus compañeros serían los fantasmas de antaño y el ruido de aquella gotera que, durante las clases, tantas veces le había quitado la concentración. ¿Qué dirían de él al día siguiente?

Cerró su cuaderno y guardó los lápices en su mochila: la clase de matemática ya había terminado.

domingo, 23 de junio de 2013

Super Luna en Noche de San Juan

El reflejo de la ventana y el silencio de las velas de una cena casi congelada. Corren los hilos sobre los cristales, el hielo que se avecina en las nubes parece ser la melodía de ensueño en que se acurrucan los amantes sobre la alfombra, donde le deseo ha sido más fuerte que la prudencia. Y en ese silencio del vapor de la piel agitada, se alzan las luces de una ciudad que nace sobre el horizonte.

- ¿Qué es eso que se ve más allá, detrás de las nubes?

Quizás serán los barcos adormecidos por el vaivén de las olas, acaso el recuerdo de un rumor oculto, quizás una historia perdida. Los marcianos escriben mensajes sobre la superficie de la luna que crece, se hace enorme, que parece que pronto va a caer sobre nosotros. ¿Seremos capaces de salir corriendo? La luna y su reflejo cantan canciones en el silencio de un pensamiento que no duerme. A lo lejos, se oye una trompeta desafinada, más abajo los pasos sobre la madera congelada. Hacia un lado, las risas de los vecinos en su jolgorio dominical y las copas de vino que vuelven a hacer brindis.

-¿Qué es eso que se ve más allá de las nubes, sobre el horizonte?

No lo sé, no lo entiendo. Los reflejos sobre las copas y las velas que decoran una mesa por la cual la cena ya pasó. Los cuerpos abrazados sonríen y el vapor sobre las ventanas revela esas palabras que ya fueron escritas y que, probablemente, puedan volver a suceder. Sonríen frente al espejo, ¿qué es lo que van a ver?

miércoles, 19 de junio de 2013

02. Queen's Walk

Las huellas iban quedando marcadas sobre esa nieve inexistente que, quizás, en algún momento volvería para poder ver. Los edificios, el silencio, las miradas, las caminatas y el ruido incansable del movimiento subterráneo: cada simple detalle se convertía en una de esas melodías de ensueño que lo acogerían en su regazo. Caminaba con lentitud, captando cada momento como un recuerdo.

Las luces de la ciudad se empezaron a encender, al momento en que el reflejo difusa de la capital generaba un atractivo espectáculo sobre el Thames. Cruzar nadando las gélidas aguas del hemisferio norte, sumergirse hasta encontrar los tesoros ocultos bajo sus arenas o, quizás, dar un salto hacia los barcos detenidos a la espera del momento oportuno para partir. El Westminster Bridge estaba cerca, pero las luces provenían desde Lambeth. ¿Acaso sus sospechas respecto a Trethmore podían llegar a ser ciertas? Se cuestionaba una y otra vez lo que estaba próximo a suceder que, posiblemente, también habría sucedido en algún momento previo: la historia es cíclica y tarde o temprano, todo vuelve a su punto de origen. Pensaba en los espirales, torbellinos, en la música de un bar, en el vaso de vodka naranja que le había producido cierta resaca al despertar. Las luces provenían de todas partes, pero estaba seguro de que nadie más podría percatarse de la situación.

- Lith, ¿eres tú?

Y se atrevió a romper la regla del idioma oficial, con cierto temor a que algún transeúnte se detuviera a observarlo. Debía pasar lo más desapercibido posible, tarea que no resultaba del todo difícil en un ambiente de grandes urbes europeas inundadas de vidas humanas chocando entre sí para poder encontrar espacio dentro del transporte subterráneo. 

- Lith, ¿eres tú?

Su voz era casi inaudible: cualquier actitud podía despertar sospechas y esa situación era lo que debía evitar. La temperatura rodeaba los cero grados y sacar las manos de los bolsillos era impensable, pese a llevar guantes y vestir muy abrigado. Sentía la humedad del ambiente y todo le hacía pensar en una próximo nevada que acabaría ocultándolo dentro de un montón de hielo. El Queen's Walk parecía un lugar completamente seguro para dar un paseo a la espera de la señal.

Fotografía: Queen's Walk, London, England

miércoles, 12 de junio de 2013

Imágenes de la vida

Hacía algunos años, solía sacar alguna cámara digital que encontrase en mi casa para ir en busca de alguna fotografía extraña. Siempre buscando alguna toma, alguna perspectiva, algún momento que pudiese ser digno del recuerdo, aunque más bien, esa captura tenía intenciones estéticas y supuestamente artísticas: después de todo, el arte puede ser muy diverso y libre. Expresar el mundo a través de ese mismo mundo, crear un nuevo lenguaje en base a ese lenguaje ya existente, dando fiabilidad a la infinitud discreta y funciones diversas. Recuerdo el computador de escritorio y la cámara Sony que de un día para otro murió, de todo el tiempo reuniendo dinero para poder comprarme la Canon que llevé en mi viaje a España donde el mundo posó para mis recuerdos... y para la creación de nuevas ficciones. Recuerdo esas caminatas por un Valparaíso cubierto de niebla, en que las luces de la avenida Brasil me resultaban tan sombrías como solemnes, tan desiertas y cálidas, tan musicales y nostálgicas, proyectándome a ese mundo adulto que veía venir tan a lo lejos, quizás en un futuro lejano. 

Recuerdo esa nostalgia adolescente y la incertidumbre de no saber qué sucedería en esos cinco años de universidad; está claro que al inicio de mi carrera me seguía sintiendo como un adolescente en busca de su camino. Cuando escuchar a Javiera Mena, Gepe o algún otro grupo secreto te convertía en un ser extraño. Cuando escribir era algo absolutamente cotidiano y cada experiencia, cada palabra nueva se podía convertir en el punto de inicio de un nuevo mundo. Recuerdo el contraste que pasó por mi mente cuando un día me alejé de la gente para recostarme en el césped de un parque, en Albacete, para mirar las estrellas. Quién iba a pensar que ese adolescente que en algún momento observaba los satélites del cielo casi antártico, casi en el último punto del continente sudamericano, iba a tener la fortuna de observar los astros desde otro punto. Me sentí enorme y pequeño a la vez, que las imágenes podían cargar tantas historias, que mi mundo era mucho más complejo que una simple mirada o la poca seriedad con que suelo tomarme las cosas. Sentí que mi mundo iba en expansión, como un big bang inacabable. Sentí que estaba dispuesto a seguir soñando para cumplir sueños, porque el tiempo sabe premiar los esfuerzos. Esfuerzos silenciosos que me llevaron a ver por mis propios ojos algunas imágenes que veía en libros, como lo fue el Parliament y el Big Ben de Londres, cuando las campanadas del reloj me indicaron que lo había logrado. 

Y los álbumes de fotos crecen, van en aumento y son miles los momentos que recuerdo. Mi mundo se expande, mi mundo no acaba. Añoro esos momentos en que sentía inseguridad de captar una imagen por temor a que no fuese "bonita" o que no lograra lo que yo quería, ese temor a no verme bien en una imagen. Esa inseguridad, a veces, también la extraño, aunque eso no quiere decir que en la actualidad esté dicho: hay muchas cosas por ganar aún. Las cosas han sucedido tan rápido que apenas me doy cuenta cuando ya es un nuevo domingo, cuando el verano se va y la lluvia nos vuelve a sorprender con ese sonido golpeando las ventanas que, ahora, ya tienen una vista diferente. Imágenes, momentos, recuerdos, movimientos. Mundo, vida, existencias diversas. 

Volver a cargar las pilas de la cámara y salir a recorrer este Puerto querido, con sus fantasmas, paisajes, adoquines, neblina, silencio. Con sus colores, con su nostalgia, con eso que me identifica tantas veces: esa nostalgia del futuro. Esa búsqueda; porque, al final de cuentas, seguimos siendo caminantes en busca de ese destino que siempre se vislumbra tras un nuevo horizonte.

domingo, 9 de junio de 2013

Punto de referencia

Y se pasa el tiempo con ese silencio extraño de ver cada día la ciudad iluminarse. Se pasan los días, quedándome ese sabor a que el tiempo se hace poco: despertar, trabajar, comer, trabajar, moverse de un lado a otro, dormir. Siempre hay un momento para abrazar, sonreír y besar, siempre hay un momento para ver que la vida es hermosa, pero de a poco caigo en cuenta de que la vida de adulto me obliga a dejar ciertas cosas de lado. Quiero dormir tranquilo sin la presión de que debo levantarme para ir a trabajar, quiero descansar sin saber que hay algo por hacer. ¡Quiero vacaciones lo antes posible! Y eso que falta tan poco, ya siento que estoy a punto de quedarme dormido.

Pese a la locura y el cansancio, me doy cuenta que otro domingo más ha pasado. Otro domingo desde que me acordaba que, el domingo anterior, el ruido de la ciudad me había recordado que ya era domingo. Así es, un punto de referencia. 

sábado, 8 de junio de 2013

Concepciones de la amistad

Al parecer, no todos tienen amigos tan valorables. ¿Cambiar un amigo por un ron Mitjans? Perder una amistad por una resaca inevitable... uff...

Fotografia: Volcán Villarica, Los Pinos, Quilpué.

domingo, 2 de junio de 2013

Días de junio

De pronto, despierta ese silencio en la niebla que desciende al pie del cerro: la bruma matinal se confunde con la helada que se cuela a través de los cristales en donde más de alguna vez he dejado mi marca. Dibujos, sonrisas y hasta huellas de pisadas. Sí, porque durante la noche, he caminado por las paredes y el cieloraso hasta alcanzar el tejado desde donde la ciudad se puede observar en su inmensidad. Y ese olor a fría humedad, a veces, me invita a quedarme dormido en medio de la noche, desnudo, enroscado en una cálida frazada de la cual muchas veces escapan mis pies que buscan un poco de esa gélida libertad con que los dedos recorrerán los rincones ocultos.

A veces caía nieve y, sin dudarlo, me lanzaba a correr bajo ese manto que impedía ver más allá de mi propia nariz. Mi cuerpo se cubría de blanco como si llevase una sábana, pero mi piel ni siquiera tiritaba: el frío del invierno era ese calor que energizaba cada uno de mis músculos al momento de avanzar y observar esas historias que se escondían en cada callejón. Las luces del cerro, las olas del mar, la brisa, el aire y el viento, mi sonrisa ciega que flotaba sobre ese mar a la deriva en busca de ese horizonte desde donde vería el amanecer. 

Entonces, mis pies humedecidos por el sereno de la noche chocaban contra los cristales de la ventana, mientras las luces de la ciudad iluminaban mi mirada que caminaba hacia las alturas.

viernes, 31 de mayo de 2013

New sun

Sometimes I can see you in the dark
when the music is running out with the stars.
Sometimes I can meet us in the otherside of the mirror
like a shadow that's flying through the sky.
I need to know where to go,
where to go, where to stay,
I need to know the right way,
and then I will never stop.

Like a sound, like a thunder
I will run.
Like a horse so fast,
like a building so strong
we're meant to see the shinning new sun.

Fotografía: Jardín Botánico, Viña del Mar (febrero, 2013)

domingo, 26 de mayo de 2013

Temporal

Como un barco a la deriva me arrojo sobre el viento, a flotar como las aves que cruzan a toda velocidad ese horizonte nuboso que se cubre de lluvia. Cruzo las olas de ese mar inquieto, rompo las olas en la medida que se alza al cielo ese vaivén del inquieto océano que me conduce a la deriva: no sé a dónde voy, no sé qué es el futuro, qué es lo que se viene. Si el presente es una línea contínua, me resulta tan incierto como la vida misma: nunca sabemos dónde todo va a parar. Un presente inquieto y yo me cobijo bajo un paraguas que, supuestamente, me cubrirá del temporal: temo por lo que viene, temo por el futuro, ¿qué es lo que sucederá? A veces me detengo sobre ese mar que se mueve y sumerjo mis pies en esa agua gélida, en esa profundidad inexistente. Me voy sumergiendo de a poco, el agua hasta los tobillos, hasta las rodillas, hasta la cintura: mi silueta se confunde con el temporal y el ruido del viento.

A veces desaparezco lentamente bajo la niebla que humedece mi piel acelerada. A veces soy vapor, a veces soy hielo, a veces soy inercia como un movimiento sin inicio ni fin. A veces soy origen y a veces fin. Me voy sumergiendo hasta el ombligo, sumergo hasta los hombros y mi sonrisa ríe congelada sobre el vapor. Soy un cubo de hielo flotando sobre el mar. Soy un barco a la deriva capaz de soportar cualquier temporal.

martes, 21 de mayo de 2013

Neblina en el puerto.

Mis pisadas quedan plasmadas en ese sereno que cae por los tejados de la ciudad que se ilumina antes de dormir. Comienza el amanecer cuando se despierta el atardecer y, por su parte, el atardecer enmudece cuando la luna se esconde en algún lugar. Y los soles de la noche cantan canciones que no entiendo, cuando las sirenas escondidas aparecen nadando en la orilla de la playa para acompañar a los navegantes que perecieron congelados en busca de un tesoro que nunca existió. Y así, las luces del silencio se van sumergiendo en los pasajes oculttos de esas calles de adoquín por las que caminamos descalzos en busca de una nueva vida. 

Y el puerto se cubre de neblina cuando los barcos anuncian su partida.

viernes, 17 de mayo de 2013

Noche

Arrojado sobre el césped, contaba las gotas que caían desde el techo. La noche había sido fría y, sobre la nieve, aún permanecían las ropas de aquel cuerpo agitado.

miércoles, 15 de mayo de 2013

Opciones

"De acá no sales con vida. Te pego un tiro en la cabeza o te bebes el café". La cafeína le produjo un paro cardiorespiratorio.

martes, 14 de mayo de 2013

Aprendizajes

Eso de tomarse la vida con relajo suele ser un consejo muy recurrente y al cual pocas veces tomamos el real peso que merece. Seguro que todos pasamos por momentos en que no queremos nada más con la vida y que todo parece venir cuesta arriba, como si todo el mundo conspirara en nuestra contra. Pero con el paso de estos últimos días me he ido dando cuenta que ese famoso consejo parece ser mucho más útil y certero de lo que parece.

Todo comenzó la semana pasada en que me sentí sobrepasado por una situación que me hizo perder los estribos. Fue entonces que recibí aquel consejo que intenté poner en práctica desde ese mismo momento, sin tener muchas esperanzas porque estaba seguro de tener la razón. Pero la situación me hizo cambiar de parecer: para mi sorpresa, el solo hecho de plantearme desde otro punto de vista dio mejores resultados de lo que pensé y observé, con asombro, que los alumnos reaccionaban de otra forma ante mis instrucciones. No me lo podía creer. Y es que el hecho de jugar a ser luchadores no me dio le mejor resultado: eso de ponerse más pesado solo logra que la intensidad aumente por ambas partes y que llegue un momento en que todo colapse. Al final, optar por la estrategia contraria parece dar mejores resultados.

Actualmente, estoy intentando ir con la mejor de las disposiciones y veo que todo parece pasar mucho más rápido: ya estamos a día martes y se avecina un ansiado fin de semana largo que intentaré aprovechar al máximo.

viernes, 10 de mayo de 2013

Sueños raros de una noche de jueves

Y, al dormir, me despierto obnubilado por las luces de esa ciudad incansable, que no duerme, que se mantiene viva, que ruge, que sueña despierta, que crece, que salta, que juega, que ríe, que baila y canta. Esa ciudad que me dio cuna, esa ciudad que me vio volver a dormir abrazado a su regazo. Me despierto anestesiado por los sonidos subterráneos que provienen de las calles, de los edificios neoclásicos que me hacen sentir en un mundo diferente con ese color a mar que pinta de ilusión cada paso de los transeúntes acelerados en busca de un destino. ¿Hacia dónde vamos? se cuestionarán una y otra vez, quizás sin encontrar una respuesta momentánea. Me despierto porque... ¿por qué me despierto si añoraría dormir hasta el mediodía? ¿Por qué me despierto si lo que quiero es soñar? Los gritos de algún transeúnte, de algún fantasma o qué se yo. 

Y, de pronto, casi sin saber, me siento en una banca a esperar el próximo vuelo que está próximo a llegar. El aeropuerto es extraño... y no sé qué es lo que espero. Los aviones tienen diseños extraños: quizás tenga relación con algo de aerodinámico para que puedan volar mejor. Y claro está, veo el primer avión descender sobre la pista en una posición extraña, quizás demasiado inclinada como si estuviese esperando chocar con la tierra. Aterriza de golpe, toca el suelo y se detiene ante la mirada de todos los que no entendemos por qué. Está claro, la tecnología lo puede todo y cada día debemos acostumbrarnos a nuevas sorpresas. Y yo sigo esperando aquel avión que no sé cuándo vendrá, ni a quién traerá, con qué encargo, con qué mensaje, en qué contexto, con qué finalidad. Me detengo a observar el siguiente avión que se avecina a paso apresurado y algo se ve extraño: no viene hacia la pista. ¿Qué sucede? El avión sale del recinto y choca con la torre de control ante las voces de sorpresa de los espectadores, pero, al parecer, vuelve a su destino por una maniobra extraña del piloto. Vuelve a la pista y da un vuelco extraño: el avión se sale de la reja en dirección al lugar desde donde lo observamos venir, sin sorpresa, casi sin con resignación porque de seguro sabíamos que eso estaba por suceder. Veo la punta de la nave que pasa sobre mi hombro al momento en que lo esquivo.

Nunca supe si logré salvarme o no de aquel extraño accidente. Me desperté a las 5 de la mañana cuando esperaba que el despertador sonara en 90 minutos más.