jueves, 29 de noviembre de 2012

Que se acabe pronto el año

Sin más palabras, creo que resume el sentimiento que me identifica en estos momentos. Todo a raíz de un tema que siempre he dicho que no me importa y que, a la larga, ya ha terminado afectándome bastante. Creo que, sin lugar a dudas, estoy optando por la solución más fácil: huir, salir corriendo, decirles adiós y buscar un lugar mejor. Lo he pensado tanto, reflexionando si se trata de la mejor opción y creo que, pese a lo difícil que resulta tomar una decisión querida y necesaria, me cuesta. El fantasma de la duda, de la incertidumbre laboral y de la ilusión de estabilidad es lo que me causa problemas: no saber qué va a pasar. Pero hay otro punto que es tan importante como el anterior: salud mental. Creo que estos meses ya han sido suficientes para darme cuenta de que no es aquí donde quiero estar. Es claro. No quiero, no me siento bien, no me siento valorado y cada día que pasa parece demostrar de que algo no anda bien y de que los resultados que estoy esperando no los voy a lograr. 

Todo sucede a raíz de poner los promedios finales en que se acercan algunos alumnos para pedir que les suba la nota: en definitiva, que les regale un promedio 4.0 para que puedan pasar. No solo me parece mediocre, sino injusto, porque se han dedicado todo este tiempo a hacer cualquier otra cosa menos poner atención y querer aprender. ¿Acaso tengo que ir a buscarlos a la casa para que vengan? No. El aprendizaje pasa por una tarea personal y considero que los alumnos de educación media ya son lo suficientemente grandes como para darse cuenta de lo que tienen o no que hacer. Faltan notas porque dependo de las que pone otra profesora (cosa que me estresa, porque me carga esperar a gente externa cuando mi trabajo ya está hecho). Luego te das cuenta de que hay gente que no quiere y no quiere no más: les da igual si les pongo el 2.0 (cosa que ya he hecho en reiteradas ocasiones, pero que todavía me duele un poco). Definitivamente, mi proceso de formación fue muy diferente al de estos chicos y me cuesta tanto entender que existen otras realidades: sí, es un defecto personal. Quieren que "los haga pasar" por la fuerza y luego dicen que hay que mejorar la calidad de nuestra educación: ¿dónde está el aprendizaje? Porque enseñar no es solo saber un concepto, sino tener actitudes y valores que acá, claramente, no están aprendiendo. Y, para finalizar, me dicen que encontraron unos trabajos que dejó la otra profesora, quien supuestamente los iba a revisar y jamás lo hizo. ¿Quieren que los revise yo? Si no tengo idea cuál era su pauta, su mecanismo. Me dieron unas ganas de mandar todo a la mierda, de tener mi minuto de furia y de decir que no haré nada: que esas son las notas y punto, si les gustó molestar todo el año, que ahora asuman. 

No sé. Estoy con una sensación de angustia y rabia, porque me sigo dando cuenta de que nadie valora lo que hago y siempre soy yo el problema. ¿Acaso lo soy? ¿Acaso estoy haciendo muy mal las cosas? Laboralmente, no ha sido mi año y creo que a estas alturas ya nada dice que se pueda arreglar. Simplemente queda sobrevivir y esperar que se acabe pronto para comenzar con nuevas energías el 2013. Ya tengo claros cuáles serán mis deseos para el año nuevo. 

miércoles, 28 de noviembre de 2012

Caleuche: El llamado del mar.


La historia del Caleuche es una de las leyendas más conocidas del sur de Chile, específicamente de la mítica isla de Chiloé donde, según la tradición, habitan brujos y hechiceros que han teñido algunas zonas con su magia. No es extraño que en este contexto existan personajes mitológicos como el Trauco o la Pincoya que adornen el ambiente con el misticismo de sus presencia que está íntimamente ligada con lo que sucede en la isla. Al ser una zona fuertemente influenciada por el mar, muchas leyendas también surgen en torno a las inclemencias del tiempo y a los barcos: El Caleuche, que para algunos es la adaptación del Holandés Errante (que aparece, incluso, en Bob Esponja). 

Acudí a ver esta película porque el trailer de la película me pareció interesante y porque la leyenda misma me ha resultado siempre atractiva. Dentro de su categoría de leyenda, la imaginación permite mucho y una historia vinculada me pareció interesante, por lo que luego de varias semanas buscando una fecha para ir, finalmente llegué a la sala del Cine Mall de Quilpué para tener una función casi privada (no habría más de 20 personas en la sala y, como dato curioso, mencionar que a  ratos escuchábamos los ruidos de la película de la película que se exhibía en la sala aledaña). Y así fue la cinta en HD atrapa por los paisajes increíbles de la Isla de Chiloé y por una dirección de fotografía contra la cual no tengo ninguna queja. Ahora, el problema comienza cuando no sabemos si definir la película como "terror" o "suspenso", porque durante un largo instante parecía ser una película para el sueño. Sí, una trama excesivamente aletargada y forzada en que la protagonista está en Estados Unidos con una serie de personajes cuyo inglés me pareció similar a las actuaciones de Luciano Cruz Coke en "Se arrienda" (en español estándar: para nada convincente). 

La llegada de Isabel representa el típico tópico del hijo pródigo que vuelve a su tierra de origen, pero sin tener la real conciencia de lo que está haciendo: se comenta que se encuentra realizando una investigación marina y que por eso han llegado hasta Chile, pero, casualmente, Chiloé es la tierra de origen de sus abuelos. Si bien, ella lo sabe, lo que no sabe -como en toda historia que promete cierto suspenso- es que está envuelta en una historia muy grande que va a cambiar su vida. Es así como llega a la Isla Millalobos -al igual que su apellido- llevada por Simón, un lanchero de bajo perfil. Al llegar al lugar, se encuentra con Doña Aurora, quien reconoce a sus ancestros y la invita a quedarse en la casa. Es ahí donde comienzan los acontecimientos raros, en que Isabel comienza a sentirse mal producto de una rara enfermedad que afecta a su piel -una enfermedad genética, heredada de su padre- y que requiere de cierto tratamiento médico. Es en este lugar donde comienza el cliché de Chiloé, en que la joven se ve expuesta al Tetué, a la niebla que antecede la llegada del barco, las voces extrañas e incluso, al Trauco que seduce a una mujer cerca de un árbol. Esta última imagen me pareció totalmente innecesaria, digna de Teatro en Chilevisión (por su contenido vulgar y de excesiva facilidad de entender). 

¿Qué es lo predecible? Una pista: el nombre completo de la película. El llamado, una mujer que viaja desde Estados Unidos hasta su origen en Chile. La mujer tenía relación con el Caleuche y la leyenda la está buscando a ella. Así es, ella tenía que llegar de regreso a la isla porque era el destino y blah blah blah. Predecible. Uno que otro momento en que me mantuvo atento, pero creo que la película prometía demasiadas expectativas que no se cumplen. Las actuaciones califican en el rango de "suficiente", aunque la aparición de Catalina Saavedra prometía algo que no cumple (convirtiéndose en la interpretación típica de un teatro escolar de mala calidad, en que el personaje intenta ser de miedo)

En cuanto a efectos especiales, quedó más que claro que estamos completamente lejos de las superproducciones hollywoodenses y no solo por la calidad, sino por el desatino. Creo que hubiese sido mejor poner una caja flotando en una laguna antes que poner una imagen excesivamente computarizada, con guerreros blindados en metal que simulaban ser del Barco Fantasma. Y el broche de oro fue la escena final en que una supuesta protagonista convertida en sirena recibe el ramo de flores arrojado por su novio, produciendo una sensación extraña: angustia (cómo tan penoso de poner una imagen que es falsa por donde se la mire), risa ("sin comentarios"), decepción absoluta ("¡mátate!") y hasta repugnancia. 

En conclusión, una historia que pudo haber sido interesante, pero que no logra cumplir su promesa.

martes, 27 de noviembre de 2012

Ask the mountains

El horizonte celeste se cubre de la bruma otoñal, invernal o primaveral al instante en que comenzamos a caminar sobre las aguas como si fuésemos descendientes de algún ser divino. Mitad humanos, mitad dioses. Aprisionados por nuestras propias dudas, por nuestros propios temores, cobijados por nuestras fortalezas y las sonrisas que a diario recibimos cuando el sonido de las hojas de los árboles se convierten en el coro que acompaña una caminata. Navegamos sobre la inmensidad de un mar inquieta que se calma, cruzamos el mar y nos sumergimos en la infinidad de un universo que comienza en el cielo, sí, allá donde se encienden las estrellas cada noche para luego hacer nacer un nuevo día que iniciará otra fortuna.

Caminamos, a veces errantes, como navegantes que cruzan las tierras de las lejanías, en las alturas donde el sol parece perdurar un poco más de tiempo. Paralelos, meridianos y los horarios cambian, la vida se acelera o se detiene, el agua inicia su punto de ebullición en un instante diferente. ¿Por qué? ¿Para qué? El suelo se mueve y la energía se percibe desde la cima hasta las faldas de los cerros que decoran nuestro paisaje... allá vamos cada vez que la vida nos agota, en sus tierras nuestros pies descansan cuando por fin conciliamos el sueño. Caminamos de la mano de los ángeles blancos e iluminados que nos muestran un camino, nos alineamos con las energías de un magnetismo que ordena nuestros pensamientos cuando comenzábamos a descarriarnos. Subimos, subimos hasta alcanzar la cima, miramos el sol que no se agota: buscamos la luz. 

No tengas dudas, simplemente vuela. No tengas miedo, simplemente vive. Siente el aire, siente el ritmo, siento el corazón. Porque el movimiento ya ha comenzado y será para bien: pregúntale a las montañas.

Fotografía: Pichidangui, Los Vilos, Región de Coquimbo.

lunes, 26 de noviembre de 2012

Licenciatura de cuarto medio

Quisiera tener palabras de halago, de buena onda y puras flores al mundo; pero no. No siento que sería sincero. Ni siquiera fui capaz de acercarme a la gente a decirles adiós, que te vaya bien, que cumplas tus sueños o no sé qué otra palabra cliché de esas que se acostumbran a decir en estos momentos. No tiene nada de malo decirlas si en ello hay honestidad, pero en este caso no lo sentía: lo único que quería era salir corriendo lo antes posible, esconderme de todos y desaparecer por un instante. ¿Por qué? Porque es inevitable darme cuenta de que no puedo sentirme como parte de ese lugar en el cual no estoy cómodo, del cual quiero huir cuanto antes. Quizás mi disposición no haya sido la idónea, pero ya no puedo hacer más. No quiero hacer más, creo que estoy en un lugar donde nunca te valorarán como corresponde.

Y, lamentablemente, tenía que recordar este pensamiento durante la licenciatura de cuarto medio, a la cual asistí de "invitado obligado", porque realmente no tenía ningún ánimo de ir a que me diera nostalgia no porque se íban, sino porque siento que es muy poco lo que les importó lo que pude haberles enseñado. No quiero aplausos ni regalos, solo quería un poco de valoración, de respeto, cosa que nunca se pudo obtener de aquellos alumnos. Resulté bastante deprimido al ver que siquiera me mencionaron en el discurso, como si realmente no hubiese existido: que solamente me convertí en el tipo al cual odiaban porque era el único que les ponía el 1 si no entregaban los trabajos en la fecha correspondiente. Quizás me estoy dando cuenta de que lo he hecho todo mal y que estoy pagando por ello: hubiese querido ver que aquellos que se suponía que te valoraban se hubiesen acercado a decirte adiós. Destaco a un alumno que, después de todo, supo ser agradecido: solo 1 alumno de un universo de 40. No se trata de porcentajes ni nada de eso, pero realmente es frustrante. 

¿Acaso lo estoy haciendo demasiado mal? Cada día me convenzo más de que solo quiero salir corriendo. ¿O acaso soy demasiado hipersensible? No lo sé. Quiero que el año se acabe luego: ya necesito que cambie el aire, las vibras, iniciar nuevos proyectos. Quiero creer que mis sueños no son tan lejanos y que es factible luchar por ellos... y que esa lucha, precisamente, no es en este lugar.

domingo, 25 de noviembre de 2012

Cuaderno 17. "España"

Fueron más de dos años que me tuvieron frente a un cuaderno que parecía la historia de nunca acabar. Y no es que se haya convertido para mí en un karma ni mucho menos, sino todo lo contrario: sacar y sacar nuevas historias de todas las experiencias vividas durante esos casi 6 meses que viví en tierras ibéricas ha sido un proceso bastante entretenido y que, como siempre, me deja con ganas de más. Resultaron 38 cuentos en que, obviamente, no queda plasmada toda mi experiencia, pero sí he tomado los diferentes lugares que tuve la suerte de conocer para poder ambientar diferentes sucesos, algunos más cuerdos y otros alejados totalmente de la cordura aunque, después de todo, ¿qué es lo "normal"? No lo sé, la vida misma se me hace cada vez más loca y es algo que me agrada totalmente.

España, Inglaterra, Portugal, Francia, Italia, Marruecos: es difícil poner el punto final a una experiencia que perdura hasta el día de hoy. Son miles de recuerdos que me hacen viajar día a día hasta esas tierras distantes a varios kilómetros de mi lugar actual. Historias cargadas de fantasía con una pizca de realidad que a veces, realmente, ya no existe: mi mente es capaz de ficcionalizar lo más verídico, sacar una historia totalmente nueva. Solo puedo decir que lo disfruté mucho y que estos dos años y 6 meses que tardé en terminar este cuaderno (el que me ha tomado más tiempo hasta el momento) me entretuvieron bastante. Ahora se vienen nuevos proyectos y unos cuantos cuadernos que han esperado años por comenzar a ser escritos: allá vamos por el cuaderno 18.

viernes, 23 de noviembre de 2012

Reflexiones de día viernes

Salir del colegio casi cantando, pese a que el calor pueda producir somnolencia. Sentarse en el asiento de la micro y dormir 30 de los 45 minutos de viaje. Sonreír, estar feliz y sentirse completamente satisfecho al ver que el reloj marca las 12.15 y al fin puedes retirarte, que el fin de semana ya comienza. Sacar cuentas felices: 2 semanas y los alumnos se van de vacaciones mientras nosotros los docentes debemos seguir algún tiempo más. Darse cuenta que este año tan agotador comienza a llegar a su fin, darse cuenta que hasta cuesta escribir.

Sonreír, al ver que se acerca el merecido descanso.

jueves, 22 de noviembre de 2012

Dimensiones

¿Cuánto tardaríamos en saltar de un planeta a otro? Quizás un destello, quizás un momento tan breve como el latido del corazón. Allá, a lo lejos, se pierde el horizonte estelar desde el cual se perciben las luces de algo que parece ser un objeto, no sé si humano, no sé si extraterrestre, no sé si divino. Allá, desde la lejanía, las luces de una dimensión nueva comienzan a abrirse para dejarnos entrar. ¿Cuánto tardaríamos en llegar hasta esos lugares dibujados, quizás, solo en nuestras composiciones oníricas de la primera infancia? Esos recuerdos de los cuales seguramente ya ni nos acordamos, cuánto tiempo tardaremos en redescubrir esa energía que comienza a nacer desde nuestras pieles, desde la vibración de nuestras cuerdas vocales cada vez que articulamos alguna palabra, al azar. 

Una, dos, tres, cuatro... no sé cuántas dimensiones que toco con una mano, luces aparentemente inexistentes sobre las cuales comienzo a correr sin preocuparme de nada más. Somos energía, como aire, somos agua, somos fuerza... ¿qué es lo que somos? Cuestionamientos van y vienen, no sabemos dónde acabaremos después de todo esto. Una, dos, tres... un reloj que avanza y no se detiene, que a veces retrocede para dar inicio a cosas nuevas, que a veces se acelera de manera tan violenta que el suelo baila a nuestros pies. Estira y encoge, de allá para acá, hacia adelante y hacia atrás y en cualquier momento comenzamos a bailar. Cuánto tardaríamos en descubrir que desde la tierra se abren nuevas dimensiones que nos invitan a trascender. ¿Cuándo acabaremos de descubrirnos a nosotros mismos?

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Sueño de una noche de miércoles

Quizás sea tú quien sepa el final, que seas capaz de decir qué es lo que va a suceder. Quizás sea cierto eso de que somos pequeños dioses dentro de nuestro universo diegético, dentro del mundo que, en definitiva, es nuestra propia creación. Te tomo de la mano y corremos, huimos de algo que se acerca, buscamos protección: sabemos que la protección está de nuestro lado si permanecemos juntos y abrazados. Corremos por Almirante Montt -creo- y llegamos a casa: los colores de Cerro Alegre se convierten en la morada donde nuestros sueños echan raíces. Llegamos corriendo los tres: tú y nuestro pequeño entran primero mientras yo me quedo cerca de la puerta que no logro cerrar: tiene dos llaves que es difícil hacer calzar. Y te llamo, porque sé que tú serás capaz de cerrarla, sé que serás capaz de darme protección.

Miramos por la ventana: ya han llegado, la profecía parece ser cierta. Vemos una enorme nave que flota sobre los cerros en dirección hacia La Campana, en un día soleado que parece ser agradable. Es como un barco, enorme, que sobrevuela nuestro horizonte de relieves. En un parpadeo estoy en el lugar y una enorme sombra de container nos cubre, mientras intentamos comunicarnos con los seres al interior de esta nave: saludos en varios idiomas, solo entiendo en inglés. Varios saludos y los seres aparecen como un holograma hablando varios idiomas, hasta que logramos entendernos cuandoempiezan a hablar en español. No recuerdo lo que dicen, solo sé que en el momento les pude entender.

Eran las 03.45 de la madrugada cuando desperté.

lunes, 19 de noviembre de 2012

(Hours)

No sé si duermo aquí cerca o me pierdo flotando como un náufrago en la imensidad de ese oceáno violento. Somos como el aire, como el viento, como el agua, como la vida, como el pulso, como el ritmo, como la música, como los colores de las nubes, como el algodón, como las palabras. No sé si de pronto everythings becomes confusing and my words are stuck on my mind. Sometimes I can't speak, pero luego todo parece volver a la normalidad. Sí, always I'm dreaming in the silence when the world's working out without me, when the city's faster than I thought, cuando creo que mis sueños son tan locos que se concretan en los colores de una plaza que va a dar al mar. Blue, yellow, red, dark blue, sky, heaven or whatever we think. Las horas pasan y las olas no se acaban cuando mi mirada gets lost in deepest oceans of the peaceful world that I've created on the railway, en la oscuridad de un túnel iluminado por los focos de una escena donde los actores comienzan a volar. 

No sé si duermo, no sé si esto es real o si es parte de un invento, no sé si mis palabras son mías o son de alguien que las escribe por mí. No sé si soy yo el que las lee u otra voz que se entremezcla con la mía, I don't know if I'm going to stay here or somewhere else. Music takes me out, the hours are going on, reality is different than I thougt, but dreams are still there to get them. Hours that I spend looking at the sky, hours that I keep jumping on the clouds, hours that I my body flies around the city, hours en que mis pies corren libres por la arena que se esconde en el mar. Sí, into the see. Blue, blue, blue, merci, make my behavior turn better, make my road to be faster, make my rythm to calm down. No sé si estoy flotando, si mis pies son motores, se mis piernas son remos. No sé si mi piel son versos, si mi sangre es combustible y mi mirada, focos. 

Las horas que se pasan, las horas que se van, las horas continúan, las horas, las horas, las horas...

Fotografía: Belloto sur, Quilpué.

Locos

Cuando las olas del mar revientan, el rocío del agua humedecen nuestras pieles jóvenes que se abrazan por debajo de las ropas. Somos hijos de ese silencio ensordecedor que está a punto de explotar al interior de nuestros corazones, somos las palabras de ese torrente sanguíneo que se acelera cada vez que una sonrisa nos convoca en una mirada, quizás, un tanto estúpida. ¿Y qué importa la estupidez si es sinónimo de felicidad? Cuando las gaviotas vuelan a lo alto y las calles se llenan de color a nuestro paso, cuando llenamos de música los rincones más sombríos, cuando inundamos de baile los rincones más silenciosos, cuando la ciudad se convierte en eso que queremos que sea.

Somos la silueta de un tiempo que perdura, de una historia que se cuenta una y otra vez. Porque estar locos solo es sinónimo de ser feliz.

domingo, 18 de noviembre de 2012

¿Cuántos segundos?

Observar tu mirada cada vez que estamos cerca es el inicio de una nueva historia que, sabemos, será una nueva e increíble aventura. Y entre miradas, sonrisas, silencios y besos, nos damos cuenta de que el tiempo pasa y los sentimientos se afianzan, como las manos entrelazadas que se buscan y saben cómo encontrarse. Como un rompecabezas que sabe cómo hacer calzas sus piezas de manera perfecta para conformar ese paisaje increíble con el que sueñas. Observarte es descubrir que siempre hay algo nuevo por encontrar y que las historias no son solo constituidas por palabras, sino por experiencias: que el mundo es a través de las palabras y que cada signo lingüístico, por breve que sea, está cargado de un poco de ese mundo que comenzamos a construir cada segundo. 

¿Cuántos segundos? Es que ya perdí la cuenta... no lo se... sé que son muchos y no me quiero detener a contarlos. Tampoco me quiero detener a contar cuántos kilómetros ya hemos caminado juntos, cuántas tardes hemos pasado abrazados, cuántos besos nos hemos dados, cuántas veces hemos acariciado nuestras pieles, cuántas miradas de reojo, cuántas sueños, cuántas historias... tampoco me quiero detener a cuantificar esos pequeños momentos que la vida nos ha dado para disfrutar. El tiempo y la vida han sabido hacer que las cosas hayan ido sucediendo en el momento preciso y que el barco siempre acabe llegando a buen puerto.

Y eso lo que me ha tenido con una sonrisa aunque el cielo se oscurezca de pronto y amenace con el fin del mundo, que no me importe lo que suceda si en todo momento estamos juntos. Es lo que me ha hecho sonreír durante instantes en que todo se pone cuesta arribas y se soluciona con un abrazo, una caricia o un simple instante de silencio. De ver que los caminos se unen y que se proyectan hacia el horizonte, que los miedos son normales y que, al final, siempre acaban dándonos más fortaleza. Que han pasado ya 2 años desde aquel momento en el muelle -y los tsunamis mentales- en que decidimos que esto sería real. Que eso con lo cual soñé tanto tiempo acababa siendo verdad y correspondido, que las historias fantásticas tienen una base mucho más real de lo que me imaginé. 

Y miro hacia atrás y veo todo lo que hemos pasado en esos dos años juntos. Miro hacia adelante y veo que la vida tiene muchas cosas: dame la mano y continuemos en esto, sigamos adelante, sigamos volando. Miro hacia adelante sabiendo que la vida me ha dado un gran regalo al saber que estoy en tu corazón, al darme la oportunidad de amarte y de amarnos. La alegría que me produce poder decir que te amo y de que la locura solo vaya en aumento cada vez más. Que todo eso que soñaba se ha cumplido a tu lado.

Felices 2 años, Evelyn Celis. Te amo. 

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Chispas y colores

Chispas y colores sobre un mar pacífico, sobre un mar violento, sobre un mar inquieto que siempre tiene mucho que decir. Miradas perdidas que deambulan sobre las olas oscurecidas por las nubes que cubren el sol cuando próximo está a comenzar el eclipse, la luna, el sol, el baile, el universo. El mar. Siempre volvemos al mar. Siempre queremos sumergirnos en la inmensidad de un océano confuso que te lleva lejos, que vuela, que se alza, que a veces canta. Siempre queremos ser aves que crucen los aires volando para acabar navegando de manera calma sobre un colchón de tranquilidad: siempre quiero acabar durmiendo abrazado a tu espalda y besar con suavidad la blancura de tu piel dormida que sonríe cada vez que me acerco, que late al mismo ritmo. 

Chispas y colores que se chocan, energía volátil que se proyecta, halos de luz que se proyectan hacia el mar, las entradas hacia mundos desconocidos en medio del universo. Dimensiones, palabras, historias, tiempos, ucronías, qué sé yo. La esperanza de ese futuro que comienza después de la medianoche cuando las aves nocturnas revolotean sobre los techos, cuando el viento hace chocar los cables y comienza la incertidumbre que se transforma en pequeñas explosiones. Todo es silencio, todo es ruido. Todo es una constante vibración y el rugido de la tierra que, en cualquier momento, dirá lo que tenga que decir. 

martes, 13 de noviembre de 2012

Memories


No sé por qué, pero me acordé de esta foto que tomé el 31 de enero de 2010, saliendo de la estación de autobuses Méndez Álvaro en Madrid. Quizás fue ese constante divagar de recuerdos y emociones que produce el haber estado en lugares tan lejanos al actual y esa añoranza de volver a esos momentos de tranquilidad y "juventud". Las cosas en la actualidad son diferentes y es obvio que causa temor la vida adulta: el trabajo, las responsabilidades y empezar a ver la vida desde un punto de vista un poco más serio, porque claramente el intercambio fue genial en el sentido de que no había grandes preocupaciones, era una instancia para pasarlo bien, conocer gente y aprovechar de viajar. No lo niego: lo pasé increíble y todavía hecho de menos algunos momentos.

Esta foto en particular me trae una increíble nostalgia del enigma que significó Madrid para mí en todo momento: la ciudad "base" de todos los viajes, un punto de inicio y cierre de muchas aventuras, un paso se regreso a Albacete, que por casi 6 meses consideré como estar en casa. Sí, de hecho cuando volví de Londres y volví a pagar en euro me sentí de regreso a mi lugar; ahora me produce una increíble nostalgia ver el billete de 5 euros que me quedó de aquella travesía y que forma parte de mi colección de monedas extranjeras. Me recuerda ese encuentro con la capital española, mi encuentro con Europa y ver que mis sueños se cumplían en aquel 2010, que ha sido uno de los mejores años de mi vida. Sé que volver ahora no sería lo mismo, pero siento la necesidad de reencontrarme con la Península Ibérica, de recorrer nuevamente esos pasajes secretos de una ciudad que sé que tiene mucho por entregar. 

Y es por ello que en varias ocasiones me he teletransportado hasta ese lugar, he vuelto a observar su gente, he vuelto a ser un transeúnte que toma fotografías del más mínimo detalle que se presenta ante su vista. He vuelto a recorrer Madrid tantas veces y sé que querré volver allí, porque siento la deuda pendiente de abrazarme al misterio de sus calles iluminadas. Porque Madrid era como una locura, fue el encuentro con el sueño. Un encuentro que exige un reencuentro.

Fotografía: Salida de la Estación de Autobuses Méndez Álvaro, Madrid, España.

lunes, 12 de noviembre de 2012

Personajes, emociones, pensamientos, sensaciones y una mezcla eterna de neuronas retorcidas por el cansancio.

Son las 19.39 y la tarde se prolonga a la eternidad: me recuerda la infancia perdida en parajes australes tan lejanos cuando la misma iluminación perduraba hasta las 22.30. Me recuerda un amanecer en París con los rayos de luz que ingresaban a través del balcón, a las 6 am. El silencio de la ciudad se oye desde el horizonte donde se alzan los cerros que, en algún momento, yacían cubiertos de nieve y que, ahora, brillan de energía y movimiento escondiendo un secreto que, según dicen, podría manifestar con gran estruendo: y es que la historia misma se encarga de guardar tantos enigmas que poco a poco se revelan en un momento inesperado. Nadie sabe lo que va a suceder, nadie tiene la facultad humana de poder interferir y cambiar el curso de las cosas, nadie puede determinar si el mundo se acaba o si vuelve a comenzar.

Son las 19.42 y la música me hace viajar a través de una casona antigua de Valparaíso, mis pies caminan sobre la madera antigua y brillante por la cual han caminado tantas experiencias diferentes a la mía, tanto llanto, tanta alegría, tanta emoción y pasión. Personajes literarios, personajes de carne y hueso, personajes que aún no nacen pero que esperan su momento para ver la luz. Personajes que, a ratos, me recuerdan algunas etapas de mi propia vida con los sentimientos propios de un adolescente eterno que se empapa de la realidad y sus colores, que vuelve a la vida cuando a veces creyó estar muerto.

Son las 19.44 y la música me transporta a una atmósfera que cambia de colores, líneas continuas, formas que cambian, mi cuerpo que se desarma en medio de una divagación que no acaba cuando comienzan a latir nuevos segundos en medio de un mundo ensordecedor que avanza hacia la corriente misma de un curso inexistente que a ratos se detiene por las manifestaciones de conciencia de un lenguaje que lucha por volver a renacer. Y hay espera, hay espera, hay temores, hay emoción, hay amor, hay alegría. Hay deseos de cumplir esos sueños que parecían olvidados y que, un día al despertar, me golpearon en la cara para decirme que no los debo olvidar. No los olvido: siempre los tuve presentes mientras caminaba bajo las campanadas del Big Ben a eso de las 7 de la tarde. Siempre los tuve presentes al sumergir mis pies descalzos en la nieve. Siempre lo tuve presente cuando el tren se detuvo en Barajas T1T2T3 para llevarme hacia un nuevo viaje. Siempre lo tuve presente al cruzar las olas.

Personajes, emociones, pensamientos, sensaciones y una mezcla eterna de neuronas retorcidas por el cansancio.

Fotografía: Carretera rumbo a Albacete, Castilla La Mancha, España.

domingo, 11 de noviembre de 2012

En mi planeta

Camino entre la niebla de una playa mediterránea y la arena se me pega a los pies, el agua que se acerca parece cristalina y tibia. Todo es un paraíso lejano, un sueño, casi onírico. Casi como si la brisa de tus palabras lejanas me susurraran historias al oído, como cuando la musa se apodera de mis manos y utiliza mi cuerpo para escribir esas memorias que quiere dejar al mundo. Camino entre la penumbra, entre la bruma de una ciudad que se ilumina desde un cerro, camino entre las historias que van a dar al mar hacia el cual se sumergen hasta conocer otros planetas. 

Y en mi planeta, los perros tienen alas y las personas caminan por las nubes. En mi planeta, estás tú a mi lado abrazándome con tus palabras, susurrándome canciones al oído. En mi planeta me duermo abrazado a los latidos de tu corazón que se aceleran cuando me abrazo a tu espalda y no te quiero dejar ir. En mi mundo estás tú y la vida no deja de tener color. En mis playas, pacíficas o mediterráneas, tu silueta es la sirena con la cual hablo antes de dormir. En mis sueños estás tú, en mi vida estás tú: quiero que me abraces otra vez.

jueves, 8 de noviembre de 2012

La espera se torna manzana

El sueño me corrompe, el agotamiento me altera. No sé quién soy o a dónde voy. No sé qué hago aquí, no sé por qué llegué hasta este lugar. ¿El destino, una coincidencia, un error, la tapa 'premiada' de un yoghurt light? Quizás un premio sin concursos ni sorteos en que mi nombre apareció como selección inmediata. No lo sé. No sé cuál es el destino de todo esto: cuentos los minutos que faltan y la espera se hace eterna. Cuando uno espera, el tiempo se torna manzana. 


Espejismos concretos.

Me detuve más de una vez para ver si todo era cierto: a veces, producto del calor, el ojo nos engaña y comenzamos a divisar espejismos. Imágenes del más allá, siluetas extrañas que avanzan hacia nosotros como si quisieran decirnos algo, como si quisieran acercarse a hablar: como si ellos supieran algo que nosotros no. La inquieta ciudad no dormía aunque el sol comenzaba a descender en algún lugar del horizonte: el continente no estaba tan lejos de la isla conectada por un enorme puente que acortaba las distancias. Era inevitable pensar que todo era de ensueño y que flotar a la deriva sobre las olas hubiese sido la mejor solución para sortear el calor de más de 30º C. 

Y allí nos encontramos como una sombra que se entrecruza con otra: una palabra lanzada al aire en silencio que provocaba, desde ya, una vibración extraña a varios kilómetros de distancia, cruzaba océanos, cruzaba cerros, cruzaba caminos de tierra hasta hacer resonar los cristales de tu habitación donde estabas pensando en mí. Porque desde ya sabías que nos estábamos encontrando, como en todas las vidas pasadas, en Venecia, corriendo por la Piazza di San Marco, cruzando el mar hasta abrazarnos en algún lugar lejano.

Fotografía: Piazza di San Marco, Venecia, Italia.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

X: Mitad de la semana.

Recuerdo alguna vez en que me explicaron que el día miércoles se escribe con un X cuando solo anotas las iniciales de cada día, esto para diferenciarlo de la M del Martes. Dato curioso, considerando que es el punto medio de la semana laboral, algo así como el promedio. Pero a su vez, la X se asocia a esas situaciones misteriosas y enigmáticas que pueden ocurrir, quizás una sustancia explosiva (como la que da origen a Las Chicas Superpoderosas). Ahora, si agregamos XXX estamos frente a algo absolutamente subido de tono erótico y prohibido para menores de edad. En fin, toda esa gran divagación respecto a la X que en realidad representa que, finalmente, estamos a mitad de semana y que, de acuerdo a mi perspectiva laboral actual, es como que ya hubiese sobrevivido la semana, aunque cada día me convenzo que no sé qué tanto. 

Y es cierto, porque cada nuevo día es una aventura, casi soy Ulises luchando por regresar a casa de manera emocionalmente íntegra, aunque a estas alturas ya importa poco: lo importante es darse ánimo de que queda poco y pronto llegarán esas vacaciones que me merezco. Es raro pensar que han sido dos años eternos que no acaban, conectados en una misma línea infinita: quizás sea ese el motivo de mi no-ánimo y "odio" contra todo lo que ha estado sucediendo en un año de decepciones laborales. Tampoco se trata de ser tan pesimista, porque económicamente no ha sido terrible (y eso se agradece, evidentemente), pero los planes eran otros y no se dio como quería. Me animo al pensar de que las cosas se valoran cuando son difíciles y que siempre hay una recompensa después de todo: actualmente, la recompensa se transforma en la ansiedad que me produce ganas de comer chocolate, manjar y empanadas de queso, por separado claramente porque si no sería una bomba para el estómago que ya está a medio morir saltando producto de algún virus estacional que amenaza con dejarme en cama.

Mitad de la semana y me siento agotado, sin energía, con ganas de quedarme durmiendo todos los días y olvidarme de mi lugar de trabajo. Con ganas de vacaciones en una playa paradisiaca con un atardecer como los de las postales de Ibiza. Hoy me agotaba al ver que había preparado una clase y que los alumnos no pusieron atención, que no les importa nada, que no valoran que quieras enseñarles, que realmente estén perdidos en la vida. Lamentable ver que es muy poco lo que puedas hacer y que por más que te aburras, continúas teniendo la esperanza de que alguno de los retos hará que entren en razón: que pueden surgir, que pueden salir de la realidad en la cual están, que pueden ser mejores. Pero soy persona y también me agoto, a veces dan ganas de decirles "ok, hagan lo que quieran con sus vidas", pero tampoco se trata de eso. Y, obviamente, cae la necesaria reflexión de cuál es el rol que cumples dentro de eso: un rol que los directivos nunca valoran y que siempre hará que tengas la culpa. 

Hoy salí muy agotado -sumado a que anoche dormí pésimo, lo que creo que tiene relación con fin de año y la ansiedad- y creo que mañana seré un zombie. El viernes quizás seré un alma en pena y no quiero ni pensar en el sábado, que tengo que recuperar. Son estos momentos en que solo quiero vacaciones. Lo positivo, después de todo, es que ya sobreviví a la mitad de la semana y el resto avanza casi por inercia.

lunes, 5 de noviembre de 2012

El verdor de Marruecos

El verdor de un silencio,
el silencio de un horizonte,
el horizonte más allá de un mar,
un mar incierto y nuestro,
nuestro como los sueños,
los sueños de un futuro que llega,
que llega con el viento,
el viento que silba palabras inexactas,
inexactas como la existencia.

El verdor de un Marruecos que duerme en el horizonte
con las luces de Tánger inquieto
y la velocidad con que cruzamos sus calles:
el enigma, el misterio, la historia que se esconde,
esas palabras que no entendemos.

El misterio de un continente descubierto
por un tiempo tardío,
por una idea quizás equívoca.
El misterio de una mirada diferente
cuya historia, en el fondo, no puede ser tan distante.

Ruido de trenes que avanzan en el infinito,
voces que cantan una historia milenario,
milenios de colores y sabores,
sabores aferrados a un presente de magia,
magia que sobrevuela los techos,
los techos del desierto de Marrakech. 

El verdor de una carretera en el desierto
y de una historia incierta,
de sonrisas, de sueños,
de temores, de cantos,
de sabores a seda,
de un encuentro que excluye el lenguaje.

Fotografía: Carretera de Marruecos, rumbo a Tetuán.

domingo, 4 de noviembre de 2012

Dream in an Open Place

Corramos una y otra vez a través de las praderas del ensueño, más allá de la penumbra de una noche que comienza. Corramos y seamos tan veloces como las aves que cruzan el cielo en un segundo, con la mirada puesta en esa meta que, pese a la distancia, les es completamente cercana. Corramos, alcemos el vuelo, que nuestros pies sean alas que se superponen al espacio y al tiempo: que seamos capaces de ver mucho más allá del presente para poder sonreír de ese futuro próspero y prodigioso hacia el cual avanzamos. 

Cortar el tiempo, el espacio, mirar al cielo y sentir la brisa que se cuela entre las nubes hasta llegar a nuestras sonrisas satisfechas de saber que algo bueno está próximo a comenzar. No sé cuándo, ni cómo, pero que nos hará sonreír y descubrir que el camino no puede ser más certero y que la vida misma se encarga de conducirnos al lugar ideal. Corramos a través de la naturaleza, del verdor de los pensamientos, de la infinitud de los sueños. Seamos aves que vuelen tan alto como nuestros sueños: seamos las aves que sueñan el sueño y nunca dejemos de soñar.

Fotografía: Provincia de Tetuán, Marruecos

Hacia allá

Avanzas a la velocidad de la energía cinética y del movimiento uniforme, persistente y continuo de una rueda de la vida que se mueve a su ritmo, con su música que corta el viento mientras cruza el pavimento incandescente de la noche anterior. Las luces son un punto inacabable mientras los tejados me observan avanzar a medida que pedaleo una y otra vez: cortas el viento, cortas el tiempo y el espacio que se detiene en el instante en que comienza el movimiento del mundo. Eje de rotación y de traslación: la luz del verano me conmueve y me refugia en ese baño primaveral de una laguna que existe más allá de la penumbra, más allá de la oscuridad que se proyecta desde los cerros aún vírgenes. Hacia allá donde la civilización crece, hacia allá donde los misterios pretenden esconderse. Hacia allá donde la música que nace tras el ocaso se confunde con el parpadeo de una visión minúscula.