jueves, 25 de abril de 2013

Buenos Aires parisense

Era de atardecer cuando corría por las calles de Recoleta, con esos edificios tan altos que, seguramente, se confundirían con el cielo durante esos días de invierno en que la niebla cubriría toda la urbe. Pero hacía calor y la luz encendía cada rincón oculto por donde la gente transitaba a toda velocidad, aunque con espacio suficiente para caminar sin chocarse. En ese espacio, oí la voz de alguien que hablaba en algo parecido a una feria artesanal que ofrecía productos miles: eran aros, cosas de cuero quizás. Era el sonido de ese atardecer tibio de Buenos Aires que se niega a dormir y que, por la noche, se convertiría en una estrella iluminada de punto a punto. Corrientes, ¿dónde estaba Corrientes? ¿Por qué me parecía que había pasado tanto tiempo si había sido tan solo hacía unos tres días? ¿Por qué me parecía como un recuerdo tan vago, casi como la foto de una postal de galería artística? Recordaba las inmediaciones de el Luna Park y el camino hacia Puerto Madero como una imagen difusa, pero precisa. ¿Cuánto tiempo hacía que no regresaba a ese lugar? Quizás, si es que me sobraba el tiempo, tomaría el metro para volver a encantarme de ese famoso cartel de Corrientes 348.

Pero, para a esas alturas, el tiempo volaba y mi estadía en París comenzaba a agotarse. Las calles de Recoleta se confundían con las del centro de París y mi reloj avanzaba: ¿cómo acabaría de conocer la Ciudad Luz si el día no se extendería a mi gusto? Sí, era seguro: tomar el metro hasta el Pére Lachaise y visitar el cementerio que me había quedado pendiente la vez anterior. Ah, no, pero hoy es sábado y los sábados no estaría abierto, si incluso me imagino el cartel escrito en francés -idioma que puedo leer a un nivel mínimo y que aún no logro aprender a hablar- diciendo que no se permitiría el ingreso, tal y como había sucedido la vez anterior. Me parecía una pérdida de tiempo pagar... ¿cuánto saldría el viaje en ese metro-subte de Buenos Aires-París? No lo sé, quizás la mejor opción sería regresar a la ribera del Sena a contemplar la Torre Eiffel como en el video de Adele. 

Cuando comienzo a pensar en esa locura, me doy cuenta de que las panderetas de la feria artesanal se caen, mientras alguien habla por micrófono. No sé si acercarme a ayudar o continuar caminado por esa calle que ya no sé si es la continuación de Corrientes o si es que acaso me llevará al Pont des Arts a revisar los candados que cuelgan con las iniciales de todos esos amantes cuyas historias desconocemos: quizás se habrán lanzado al río, quizás habrán sido felices por el resto de su vida, quizás solo fueron una invención más de algún escritor enloquecido producto de la existencia alocada de una urbe en expansión. Nada entiendo, nada entiendo, nada entiendo. Je ne parle pas français. Y ese camino indeciso por el cual camino me confunde aún más, una persona me habla, quizás es un autor. Me habla de Joe Vasconcellos, me habla de música. ¿Dónde estoy? Solo sé que, de una u otra forma, puedo hablar mi idioma en este lugar.

Y en ese Buenos Aires-París camino en busca de una estación de Subte-Metro que me lleve a alguna parte.

martes, 23 de abril de 2013

The fantastic flying books of Mr. Morris Lessmore

Hoy 23 de abril se celebra un nuevo Día del Libro en el cual se recuerda la importancia de la lectura en nuestras vidas y, gracias al recuerdo de una profesora de universidad, cabe considerar que no solo se trata de la literatura sino que de todo tipo de textos. Claro está: existen libros de cocina, de química, de historia... y todos ellos tienen el mismo valor para la sociedad en cuanto al legado cultural que transmiten. Creo que es la primera vez en mi vida que esta fecha no pasa desapercibida ya que he estado vinculado, desde el ámbito académico, a las actividades que se han estado desarrollando en el establecimiento donde trabajo. Y, por otra parte, contextualizar la actividad me ha llevado a descubrir nuevos aspectos relacionados.

En ese sentido, mientras planificábamos cómo contextualizar la actividad, recordé un cortometraje que había visto alguna vez: The fantastic flying books of Mr Morris Lessmore. Esta espectacular historia sin grandes diálogos nos habla de un hombre que descubre en los libros una vida llena de color, de inspiración y, por sobre todo, de alegría. Me parece bastante emotivo e interesante, recordando el valor de la lectura en nuestra vida cotidiana. A veces es bueno apagar el computador y darse un instante para leer algo, aunque sea una línea: un nuevo mundo puede aparecer desde nuestra imaginación.


viernes, 19 de abril de 2013

Lluvia sobre París

No nos dimos ni cuenta cuando ya estábamos corriendo por los Campos de Marte ante la mirada de muchos transeúntes que, al parecer, perdían la atención en las maravillas de la ciudad para observarnos en nuestra extraña performance. Es que eso de andar felices por todos lados parece llamar la atención de muchos que viven mecanizados a ir de un lugar a otro casi sin respirar. ¿Te acuerdas de ese silencio tan suave que decoraba los rincones de la Ciudad de la Luz? Estoy seguro que cada noche te despiertas cuando yo estoy durmiendo y me miras, sonriendo, recordando la luz sobre esos tejados que iluminaban nuestros cuerpos durante la medianoche. Tantas veces salimos corriendo por los pasillos congelados en el invierno y más de alguna vez tuvimos alguna queja de los vecinos que querían dormir. No los culpo, pues tenían sus razones y, por otra parte, nosotros también teníamos la razón al estar locos.

En esos ataques de locura y carcajadas, salíamos corriendo a ver la lluvia que caí sobre el pavimento: el encuentro de las luces con la lluvia formaba una estela que nos mantenía abrazados por horas bajo el temporal que no acababa. Y nunca nos resfriamos ni nos enfermamos: la locura ya era parte de nosotros y no tenía más avance ni retroceso. Vimos tantas siluetas recorriendo las calles de ese París helado, vimos tantas veces los colores que afloraban desde la Torre Eiffel y perdí la cuenta de cuantos croissant comimos en algún café. Cuanto más oculto fuese el pasadizo, mejor. 

Hoy, el silencio de la noche me recuerda ese primer abrazo que nos dimos frente al Sena, mirando sus aguas inquietas. Te acaricio nuevamente al ver que tu mirada sonríe: la lluvia cae sobre París.

jueves, 18 de abril de 2013

El tiempo vuela

Hace poco conversaba con los otros colegas, en la sala de profesores, respecto a las dificultades que estaba teniendo por el mal manejo de mi voz: tonos altos excesivos, necesidad de gritar constante y la falta de descanso. Quizás sea el hecho de estar trabajando en varios lugares, aunque no lo creo tal. Por otra parte, puede que sea el hecho de que estoy intentando hablar demasiado... y si bien suelo culpar a mis alumnos que no se quedan callados de ninguna forma, también hay un factor importante que es el hecho de que nunca en toda mi carrera universitaria nos enseñaron técnicas de impostación de la voz y he ahí el motivo de mi sufrimiento diario. En fin, sucede que esta conversación la mantuve el día lunes cuando reclamaba por el fin de semana que se había hecho la nada misma.

No me di ni cuenta y ya estoy a día jueves, en que mi jornada laboral está casi terminada, puesto que solo me queda una clase de español como lengua extranjera. El tiempo se fue volando y, al parecer, eso es una buena señal de que estoy disfrutando la vida, ¿o no? Siento que no fue hace mucho que me entregaron el primer sueldo y ya voy por el segundo: raro, ¿no? ¿O acaso será el hecho de que tengo casi todo el semestre planificado y eso me hace ver cómo las cosas han ido avanzando? Eso del tema de las metas cumplidas puede ser una buena terapia anímica. 

Los días de la semana se me van volando, aunque sí, se hacen más extensos que el fin de semana. ¿Qué estará sucediendo con mi vida? Posiblemente sea cierto que la vida de adulto pasa mucho más rápido.

01. El espíritu de Lith Trethmore

No entiendo el sube y baja de esta extraña ciudad cubierta por el adoquín, por el paso del tiempo, por esa niebla extraña que proviene desde el mar. Desde acá arriba me cuesta divisar los barcos de ese mar, pero sé que en algún momento comenzarán a moverse en dirección a la costa: estamos en un puerto, me repito una y otra vez, intentando darle un poco de sentido a la situación. ¿Qué sentido? Ni siquiera sé si es que seré capaz de encontrar una dirección.

Solo sé que corro a la deriva y no sé por qué. ¿Acaso estoy huyendo de algo? Is this the way to get the spirit of Lith Trethmore? Y el transeúnte me responde con un escueto "sí" que parece desganado, como si no le importara mi pregunta. Lo veo alejarse con sus amigos mientras bajo por esas escaleras que, en el fondo, forman un pequeño valle que luego se alza nuevamente hacia la cima. En la cima encontraré ese espíritu que no sé ni de quién es. ¿Por qué lo estoy buscando? ¿Qué es lo que encontraré en ese lugar que, supongo, será un cementerio o algo así? El microbús me deja en un lugar extraño, al parecer, me alejo más que acercarme. Todo es tan confuso. 

Y aún no sé quién es Lith Trethmore. No sé dónde estoy. La ciudad tiene demasiadas características extrañas que me cuesta entender bien lo que es. ¿Quién es Lith Trethmore?

miércoles, 17 de abril de 2013

Las nubes cubren el Puerto.

Todo el día bajo el sol que no existe. Todo el día arrojado sobre el pasto verde que comienza a germinar sobre las praderas inhóspitas de ese mundo oculto. Todo, todo, todo. Todos los pensamientos que cruzan a la velocidad del silencio que se congela cuando las aguas del tiempo se detienen. Y las nubes se posan sobre los cerros donde duermen los sueños, la niebla esconde ese mundo secreto y mágico que aparece un poco más allá. Ascensores, avenidas con grandes pendientes, voces que cantan desde el más allá. 

Las nubes cubren el Puerto.

lunes, 15 de abril de 2013

Gritar

Gritar con la voz entumecida por la nieve que cae sobre los techos de una ciudad olvidada. Gritar con la convicción de que los sonidos serán audibles más allá de la línea del horizonte, gritar para que las olas cambien su rumbo. Gritar junto con el ave que se alza al vuelo, que es capaz de cruzar las barrera del sentido hasta superar los límites. Gritar en el silencio de muros que se alzan al cielo, gritar cuando la ciudad se detiene en un instante preciso, en un segundo que no acaba.

Gritar con la fuerza de las cuerdas vocales de acero, con la fortaleza para hacer que el sonido llegue lejos. Gritar, expresar todo ese mundo que nace al despertar.

domingo, 14 de abril de 2013

Luces en el mar

La niebla comienza a cubrir el horizonte humedecido por el avance de ese otoño caluroso que no acaba. Las luces sobre la ciudad iluminada que se alza sobre las alturas de un mar inquieto y las calles olvidadas por el paso del tiempo: la tormenta, el carnaval, la gente, los terremotos, el mundo. La civilización ha dejado estragos sobre esa piel tan limpia, sobre esa mirada tan pura, sobre esas palabras que emergen desde los rincones pintados de colores.

Los fantasmas bailan abrazados sobre las olas que revientan en la costa. Los espíritus cantan canciones de cuna.

sábado, 13 de abril de 2013

La rayuela

Fotografía: Cruce entre Av. Roque Sáenz Peña, Av. Rivadavia y Bolivar, Buenos Aires, C.A.B.A, Argentina.

viernes, 12 de abril de 2013

Me acuerdo

El café de la medianoche cuando las luces de los cerros caen como un río que desemboca en el mar. Me acuerdo de Jorge Manrique, de las canciones de The Cure y de una que otra frase loca de Bécquer. Me acuerdo, también, de ese paseo por las calles del ancestral Toledo y las inmediaciones de aquel río, de los castillos y los adoquines, de la estructura medieval por la cual tantas historias habrán quedado congeladas bajo la nieve que cubre la península en invierno. Me acuerdo de Albacete, me acuerdo de la sonrisa que encontré por doquier acá en la vuelta de la esquina. Es viernes y amo el mundo, es viernes y sonrío al ver el cielo que comienza a llenarse de estrellas; es la vida que comienza a cumplir los sueños, es la vida que empieza a avanzar tan rápido que apenas te da tiempo a respirar, es la vida que a ratos te quita la voz de tanto hablar y hablar y gritar ese mundo que tienes dentro.

Si se me enredan las palabras es porque se me acaba el tiempo y son tantas las cosas que tengo por decir. Cuento las horas y segundos, me doy cuenta de que todo desaparece en un parpadeo y una tarde es un respiro, el sol amanece y ya luego vuelve a dormir. Despertamos a un nuevo día y, en un instante, ya volvemos a dormir. En un instante, ya volvemos a soñar para luego despertar otra vez y ver que la vida nos traerá otra sonrisa.

jueves, 11 de abril de 2013

Dear Darkness.

Sí, era el silencio y la atmósfera colosal de la voz de Pj Harvey la que me acompañaba mientras cruzaba Salvador Donoso en dirección a Condell como cada mañana, a las 07.30, cuando la brisa fría del mar se posaba sobre los vestigios de esa luz de una ciudad en crecimiento. Mis pisadas se confundían con el sereno que se escondía tras las paredes que, en algunos casos, parecían a punto de colapsar. Pero amaba una y otra vez mi vida, soñaba con volver a despertar para reencontrarme con esas luces que trepaban por los cerros en dirección hasta las nubes que cubrían la altura. El Altísimo parecía poner sus pies sobre las viviendas que se asentaban allá en la cima, mientras yo juntaba las fuerzas, una vez más, para lograr lanzarme corriendo hacia las alturas mientras alcanzo la velocidad de la luz.

Y esa querida oscuridad que, de manera inexplicable, me traía los recuerdos de mis pies sumergidos en una laguna glacia a más de mil kilómetros de distancia hacia la zona austral. En un parpadeo, mi cuerpo volaba sobre las nubes que humedecían los techos corroídos por el paso del tiempo. En un parpadeo, la querida oscuridad de aquella voz me sumergía en la nieve que se posaba, imaginariamente, en las ropas de los porteños que bajaban de los cerros. En un parpadeo, contaba los más de 600 pasos hasta la puerta: 07.45 hrs.

miércoles, 10 de abril de 2013

A tu lado.

Los colores de un atardecer se mezclaban con el calor de una tarde iluminada, de una noche que se asomaba con esas nubes amenazantes que se posaban sobre los edificios de Corrientes. Por esos lugares, caminamos tomados de la mano cantando las canciones noventeras de Soda Stereo, mientras buscábamos algún lugar en el cual comer unas pizzas de muzarella para matar el hambre que, a esas horas, ya se asentaba en nuestro organismo. Y comer y comer: esa era la actividad máxima por esos días. Y claro, tomar miles de fotografías como todo turista, recorrer cada rincón oculto, soñar con ser parte de aquel gentilicio y desear con todo el alma volver a correr. Soñar con correr descalzo sobre las extensas áreas verdes de Palermo, quizás lanzarse a nadar en el lago para ser parte de una imagen capturada por los turistas japoneses que sonríen al ver la locura de los occidentales.

Y todo, absolutamente todo, a tu lado. Junto a tu abrazo, junto a ese beso de buenos días al despertar.

Fotografía: Parque Tres de Febrero, Palermo, Buenos Aires.

jueves, 4 de abril de 2013

Sueños que nacen para ser cumplidos

Ya perdí la cuenta de cuántos días han pasado desde la última entrada en el blog. Creo que no alcanza a ser un mes, aunque la lejanía del mundo cibernético es una de las peores abstinencias a las cuales puede ser sometido el ser humano y puede ser ese el motivo de que me haya parecido tanto tiempo; lo que sí, este poco tiempo ha dado pie a que sucedan muchas cosas. En fin, tomamos una determinación que no dejó de sorprender a muchos y que incluso a mí mismo todavía me parece extraña: como que todavía no me doy cuenta de que, efectivamente, estoy viviendo en Valparaíso, en el centro mismo de la realidad que siempre había querido. Es increíble, insisto, todavía.

Creo que todo sucedió como en una semana en que comenzamos a comprar cosas para ese eventual futuro cambio que no sabíamos cuando sería, pero que suponía ser a principios de abril o mediados, en realidad, más próximo a finales de dicho mes. Pero las cosas se dan de una manera extraña y fue en una semana en que reapareció una oferta que desapareció por unos días para luego volver, incluso, recibiendo un correo para avisarnos que podíamos ir a verlos: suena raro, pero parecía ser que el mismo departamento nos llamó. Al conocerlo, su forma extraña nos llamó la atención y, en definitiva, una de las motivaciones para su elección fue el hecho de tratarse de una viviendo muy al estilo porteño. Lo pensamos dos días y en un abrir y cerrar de ojos estábamos firmando el contrato y moviendo nuestras cosas.

Así, ya estamos a punto de cumplir dos semanas. Increíble: todo cambia en un segundo. Más sueños que nacen para ser cumplidos.