miércoles, 31 de agosto de 2011

Fly this way.

I just need a pen and I'll be out of here just in a second. You won't even realise of where I am, where have I been or where will I be. I just need to write something and I'll fly... it's easy to fly this way. So that's the reason because I love to write...

because I turn into a bird and I can fly everywhere I want. 
You can come with me.


Fotografía: Queen's Walk, London, England.

Días.

Los días se hacen cortos estando a tu lado. 

Se me confunde el verano y el invierno, las olas del mar suelen escaparse del lugar que ocupan normalmente para lanzarse hacia el aire formando colores diversos.
No sé si estoy en el cielo o si mis pies están en la tierra.
Creo que la Luna está mucho más cerca de lo que piensan. 
Las palabras adquieren sentido y vuelven a flotar con el viento.
El viento... el viento... el viento.

Pierdo la noción del tiempo. Los días contigo son, simplemente, increíbles.


martes, 30 de agosto de 2011

A la velocidad de la luz.

A la velocidad de la luz se rompen los silencios,
se construyen esos mundos nuevos
conectando dimensiones paralelas en suspenso.
Y las luces que divagan en una línea sigilosa
se convierten en un punto continuo y eterno,
un camino hacia el infinito perfecto
donde danza el cosmos y despierto,
de una vez, flotando entre nubes de sueños abstractos.
Objetos voladores no identificados,
estrellas caídas estrellándose contra el mundo:
luz que emerge desde la  propia oscuridad.

A la velocidad de la luz y la nostalgia de tiempos extraños,
de caminos hacia civilizaciones planetarias lejanas
con anuncios estelares congelados entre estrellas ya muertas:
astros a punto de explotar, luces a punto de nacer.
Seres intangibles que se desplazan en la atmósfera,
naturaleza según la Ley de Lavoisier
y un viaje a través del tiempo, a través del espacio,
rompiendo las barreras autoimpuestas del límite de lo humano.
La luz emerge desde las propias miradas
y el camino se percibe claro, perfecto y exacto
para poder lanzarse a caminar. 



Fotografía: Dunas de Concón. 

sábado, 27 de agosto de 2011

Animales disfrazados

Ya lo dice la canción del grupo chileno de funk, Los Chancho en Piedra: "...animales disfrazados de la humanidad". Ellos se lo tomaron bien en serio y, al parecer, quisieron retomar su esencia y presentarse ante el mundo como lo que somos. ¿O no?


Fotografía: Santa Isabel, Valdivia.

viernes, 26 de agosto de 2011

Verano e invierno

Una extraña canción me llevaba al recuerdo de junios soleadas, meditarráneos, de arenas amarillas que viajaría luego, pegada a tus pies. Canciones que hablan de metáfora diferentes a las que pueden surgir en mi mundo donde junio es frío, lluvioso, sombrío. El invierno me inspira al igual que el verano. El verano y el invierno, que parecen tan distintos, se unen al mismo tiempo, pero no en el mismo espacio... lo separan líneas imaginarias, ficciones, creadas por el hombre en su afán de ordenar todo lo que sucede. 


jueves, 25 de agosto de 2011

Strange languages.


Would you let me know
all the things you can see,
all the things that I can't?
Can you share all this world inside of yourself?
We can change the old words,
we make a new road
to walk along though the sky.
Sea's in the sky, sky's on the grass.
Our eyes meet themselves everywhere
because we're connected.

Don't need to talk
and I already know.
Don't need to call
and I'll get the message.
Strange languages that no one else can understand.

Would you let me see
all th magic in your hands?
Would you change this energy
to create a new place to live in?
You can show me the right walk I've got to follow
and I'll protect you if you're feeling scared. 
We're not going to walk alone anymore
because we're connected.

Don't call
and I'll be there.
Think of me
and I'll be with you when you're far away from the world. 
Don't say a word
because we don't need to. 

Fotografía: Parque Santa Inés, Isla Teja, Valdivia. 

martes, 23 de agosto de 2011

Moscas de capucha roja.

Tengo un fusil guardado en el bolsillo. Sí, aunque nadie me crea, siempre llevo guardada esta letal arma sin que nadie se percate de su existencia. Es así como me muevo por la ciudad, tranquilamente, atreviéndome a desafiar a cuando delincuente quiere acercarse a robarme algo o, en más de alguna ocasión, amenazando a otro delincuente de capucha roja tratando de asaltar a alguien que trabaja dignamente por obtener lo suyo. Cada día camino por un sendero diferente porque sé que, en cualquier momento, ellos podrían venir por mí. Ellos saben lo que estoy planeando y tienen miedo. No los culpo, ya sabemos cómo puede reaccionar cualquier ser humano producto del miedo.

Avancé hacia ellos que guardaban municiones en el interior de un edificio y la gente no sabía. La gente no tenía idea de que, al interior de ese recinto, proliferaba una gran cantidad de insectos, parásitos. Y lo peor de todo, es que se reproducían: delincuentes con insectos, insectos con insectos, delincuentes con delincuentes. Y todos, siempre, con una capucha roja con la cual se cubrían la cabeza al momento de enfrentarse ante otra persona. Tenían miedo de ser reconocidos y, naturalmente, eliminados, puesto que era tan simple como pisarlos y demostrarles que no iban a llegar a ningún lado. Al verme ingresar, intentaron hablarme de figuras abstractas: el mundo al revés, en la esquina venden la droga mucho más barata que en el centro y del campo de cultivos de marihuana que estaba próximo a germinar. Me apuntaron con la mirada varias veces. 

Me apuntaron con armas que temblaban. Temblaban de ver que mi sombra estaba cubierta debido a la enorme cantidad de gente que avanzaba contra ellos. El lugar apestaba pues, claro, ninguno limpiaba y las moscas estaban por doquier. Moscas de capucha roja revoloteando, destruyendo construcciones que gente tardó años en elaborar. Moscas que se defecan en el esfuerzo de otros y que, con ojos verdes, conquistan a cualquiera con aparente dulzura. Pero seguimos avanzando.

Apuntamos y ellos apuntaron también. Fueron los primeros en disparar, pero sus armas se esfumaban, como la hierba que fumaban algunos holgazanes del segundo piso. Otro vagabundo intentaba sentarse en el techo: la droga le producía alucinaciones. Fue tan simple como tomar una manguera y sanitizar el lugar para que los parásitos desaparecieran y los delincuentes, lentamente, comenzaran a morir. No fue necesario efectuar un disparo para que las moscas de capucha roja se suicidaran por sí mismas: la droga les perturbaba la cabeza a un grado tal que su única utilidad sería la de ser abono para la tierra. Tarde se vinieron a dar cuenta que, de seguir revoloteando entre las heces, lo único que lograrían era ver cómo los edificios aledaños seguían creciendo mientras ellas, se hacían aún más pequeñas en la hierba.

lunes, 22 de agosto de 2011

Carroña

Callará, porque no tiene nada más que hablar.
Será un germen que divulge lo que no han querido contar
y los muros enormes se destruirán con la mirada:
morirán todos los delincuentes,
explotarán sus almas cargadas de sus propias culpas.
Llenarán de rojo el pavimento al instante en que se acabe la carne,
podrida, quemada, putrefacta,
a la espera de ser carroñas.

Carroñas que siempre han sido,
carroñas drogadas de asfalto,
carroñas drogadas de la tinta de un lápiz bic
y quién sabe qué otras hierbas marchitas.
Neuronas acabadas, personalidades esfumadas
de un mundo abstracto en su sistema inexacto.

Se ríen las sombras de su propia ineptitud
de creerse un profeta de testamentos ya pasados,
de decir lo que ya pasó:
de luchar por hacer estúpido todo alrededor. 
Caerá, caerá con su lápiz de tinta roja,
desaparecerá ese falso puño en alto
con su imagen pestilente, del desastre.
Será el humo de la hierba marchita que se quema
y acabará esfumado, como la irrealidad que siempre fue.

Callará, porque ya no tiene nada más que inventar.
La mentira de su mundo ya se está por destapar. 
Desaparecerá, comido por los perros callejeros:
de rojo se nubla la mente como una enfermedad sin curación. 

domingo, 21 de agosto de 2011

Melodía de jazz

Destacaba su figura como efecto contraluz, entre las sombras que se difuminaban en torno a la barra. Más allá, la pista de modelaje por la cual circulaban las fotografías por montones y, al fondo del pasillo, la mirada angelical de aquella cabello castaño que le caía por los hombros, ondeándose en las puntas con una gracia propia de su carácter natural y único. Ninguna otra mujer en el bar podría levantar la misma bandera que ella, colgarse el mismo slogan en el cuerpo y acercarse, a paso lento, hacia el micrófono encendido que esperaba una voz para cantar. El muchacho la observó desde su asiento, casi al final del salón: el ruido de esos tacones le producían cierto estremecimiento. Una extraña sensación placentera que ya parecía haber vivido antes.

El golpe contra la pared y la tormenta de labios que se enredaban una y otra vez, las pulsaciones aceleradas y el vaso de vino que se daba vuelta sobre la alfombra importada desde la India, la China o quién sabe de dónde, quizá comprada en la feria artesanal del centro de la ciudad. Las cortinas amarillas que se alzan hasta las alturas, pero nada importa: la luz de la luna es suficiente. Un verano enloquecido con brisa cálida ingresando por el balcón: el resto de la ciudad continúa en su paseo por la calle, como siempre, como si nada, sin percatarse de la vida y el movimiento al interior de los edificios que llenan la ciudad de altura. Los tacones avanzando hacia la cama, la ropa que cae al suelo, la tormenta de labios. El mismo olor a tabaco y la voz sensual que canta melodías de jazz. La locura se transforma en demencia, instinto, descontrol. Pieles confundidas que no saben si están en la India, la China o la luna.

Las luces iluminan a la cantante que aparece en el escenario haciendo gala de sus zapatos rojos y su vestido de gala que brilla ante los aplausos de gente que siquiera la conoce. Ella sonríe, casi con los ojos cerrados, dejándose llevar por el momento. Sintiendo la brisa cálida de una noche de verano y las cortinas que se alzan hasta el cielo inalcanzable de una edificación antigua. Comienza la canción: tormenta de pieles, melodías de antaño. Melodías de medianoche, media tarde, día medio. Y la sonrisa del muchacho que está sentado en el último asiento del salón, esperando su turno para poder convertir el estrueno de pieles en una melodía de jazz.

Invasión.

Correr por campos verdes pintados de sol, bañados de ríos aledaños a la pequeña ciudad en la cual he dormido, en la cual he soñado. Encontrarme con la oscuridad de edificios apagados y volver cada vez que quiero, una y otra vez a revivir las historias de esos pasajes ocultos en donde tejimos tantas historias. Una y otra vez, esas voces del pasado que nos reencontraron, esas voces del presente que nos traen el recuerdo en donde bailábamos: en el frío, en el calor, perdidos en lugares desconocidos. 

Querer invadir otra vez ese valle llano, carente de curvas, de cerros, de verde, de agua e incluso, de vida. Pero repleto de historias. Invasión de recuerdos de esos lugares en los cuales quedaron pequeñas historias fragmentadas: algunas piezas se reunieron y otras quedaron dispersas a la espera de encontrar otra parte con la cual continuar. Pedazos compactos dispersos en las baldosas ardientes del verano pasado que, prontamente, se convertían en hielo. Invasión psicodélica, astral, de esa tierra lejana que aún sigue viviendo. En la cual aún queda poco de la existencia de esa mirada sorprendida de haberle visto.

sábado, 20 de agosto de 2011

No fumar

Hay gente que se da muchos rodeos para decir las cosas, pero dentro de esos rodeos, pueden surgir propuestas tan interesantes y lúdicas como aquella que hemos encontrado en el litoral central. Confieso que a veces me dan ganas de decirle eso a algunas personas.


Fotografía: Algún negocio de Las Cruces, El Tabo.

jueves, 18 de agosto de 2011

De(mente)

Beth Gibbons cantando con locura en mi mente medio dormida, medio despierta, medio enloquecida. La mente está demente, quebrando neuronas que de por sí ya parecían estar bastante inertes. Inconciente. Entre ausente y presente, combinando acordes difusos y voces distorsionadas por un sintetizador. Te pareces caminando entre mis recuerdos una y otra vez, Londres, con el frío glacial congelado del invierno que viví junto a ti. Me quedé, pero me vine. Me traje una historia, pero la dejé allá. Pero no se me olvida. Las sirenas del Thames y la nieve que cae sobre el Big Ben, se congela, se congela, se detiene el tiempo.

martes, 16 de agosto de 2011

Insomnia

Palabras del silencio de madrugada
cuando duermes en insomnia,
como luces de colores de una pista de baile
y secretos guardados tras las paredes.
Lo que no se sabe de la noche, 
lo que duerme en el día
y lo que pronto puede estallar...
como el mar.
Estallidos en las nubes
y una tormenta por venir.

lunes, 15 de agosto de 2011

Tierras de familia (fragmento)


El vehículo aceleró mientras las luces de los postes se convertían en un solo camino amarillo, continuo. Andrés creía saber lo que estaba sucediendo y quería poder evitarlo: era tal y como había sido su sueño. Sintió mucho miedo, se sintió indefenso y vulnerable. Y era que se le había olvidado que, después de todas las cosas que había hecho, el más vulnerable de todos era él. ¿Acaso siempre creyó que iba a tener el poder de hacer lo que quería? Vio como se internaba en la ciudad, en dirección a las montañas. Cerró los ojos.

domingo, 14 de agosto de 2011

Recuerdos de tiempos inexistentes.

Son casi las 11 de la noche y vuelvo a volver. Vuelvo a dar vueltas entre esos pasajes oscuros y silenciosos de corriente subterránea en las cuales me ocultaba tantas veces para observar la ciudad hacia las alturas y recordar, una vez más, la pequeñez del ser humano. Las baldosas escarchadas en invierno, ardientes en verano: silenciosas todo el año. Siempre, absolutamente siempre, soledad. Ni la sombra se hacía presente en esas avenidas que quizá nadie más haya descubierto, donde quizá nadie haya percibido mis caminatas cuando ya eran las 3 de la mañana y las pequeñas lagunas se congelaban en la superficie cuando se me ocurría meter el pie para comprobar su consistencia. Un día la vi bailar en el hielo: era solo un espejismo, pero pude ver que se alegraba de verme. Era la rotonda obligada para cualquiera que venía por la Carretera de Valencia, desde donde observaba cada noche a las almas que deambulaban alrededor del Albacenter.

Me perdí tantas veces bajo el cemento que, mágicamente, levantaba pasadizos para que yo pudiese entrar. Allí encontré, en el tunel, varias almas aún escondidas del mundo: ¿a qué le tenían tanto miedo que no podían ver el sol? Algunos me dijeron que me temían a mí. Varias veces caminé por ese lugar intentando hacer poco ruido, procurando que mi calzado fuese lo suficientemente ligero como para que nadie se percatara de mi existencia. ¡Tantas veces quise ser como el viento que deambula a tanta velocidad que es solo perceptible como energía! Sí, ser energía de esa que es capaz de dar vuelta el mundo. Poder esconderme detrás de las figuras de la plaza iluminada por faroles antiquísimos y caminar toda la noche a la espera de poder ver el sol, recostado en medio de la calzada.

Y esa vez la vi caminando en medio de la calle. Quise pasar de largo, pero ella me detuvo y no supe bien qué hacer. Se acercó con tanta sutileza que me produjo escalofrío y una extraña sensación de placer al momento de abrazarme por el cuello. La miré a los ojos y desapareció en el acto. ¿Como saber si es que acaso la vería bailando sobre el hielo? ¿Cómo sabía si aparecería en la punta del Parque como de costumbre? ¿Cómo sabría si aceptaría acompañarme a comer queso frito al Atocha? Solo era una sombra, quizá un recuerdo de noches frías, del mar enloquecido que reventaba en las rocas y que luego salpicaba las avenidas repletas de turistas en el verano. Tanta la distancia, tantas las ilusiones que se confundían de realidad y de ficción: un hilo tan confuso como el propio pensamiento. Su imagen intermitente se desaparecía de un edificio que pese a estar iluminado, parecía no tener a nadie. 

Continué mi camino de siempre, como un fiel viajero que no se detiene, que no logra establecer un lugar en el cual quedarse. Como un fiel viajero que solo tiene un lugar de origen, pero nunca un destino definitivo. Continué caminando por las baldosas congeladas de nieve ardiente del verano y la electricidad subterránea, sentado en el asiento de un paseo cuyo nombre no conozco y rememorando recuerdos de tiempos inexistentes.

sábado, 13 de agosto de 2011

Catdog

La moda de la comida extraña y exótica ha alcanzado niveles extraordinarios, al grado de crear mutaciones genéticas tales que llevan a la gente a declarara, abiertamente, este tipo de "exquisitez". La nueva variedad del completo (hot dog), pero ahora en su versión 2.0. 


Fotografía: Abtao (escalera para llegar a Pasaje Gálvez), Cerro Concepción, Valparaíso.

viernes, 12 de agosto de 2011

Olas gigantes

Caminábamos por la playa, cerca de la Avenida Perú, mientras la ciudad precía bajo la oscuridad de un día nublado. La calle estaba cubierta de agua como en una foto de tempestad inentendible, pero ya suceden tantas cosas extrañas en el mundo que nada me sorprende. En realidad sí me sorprende, pero ese no es el punto. Estaba todo en silencio y las olas gigantes no explotaban en ninguna parte, solo crecían y crecían, difuminando el rocío que se iba formando en sus crestas. No había música de fondo, no había nada: no había gente, ni almas, ni colores ni olores. 

Era como si todo el mundo hubiese huido de pronto, pero no sentía miedo, no tenía miedo de nada. Tampoco del tren que se escondía en la avenida España. Es extraño que, de la nada, uno deje de sentir miedo. ¿Acaso es la pérdida del instinto de supervivencia, la pérdida de la reacción ante una situación desconocida? O acaso todas esas cosas extrañas ya han sucedido y todo se vuelve a repetir. Todo se vuelve a repetir porque la naturaleza es cíclica, el hombre es cíclico, la energía es cíclica: nada se pierde, todo se transforma.

Creo que era necesario salir corriendo hacia algún lado, pero solo me limito a quedarme esperando esa ola que no llega, pero que veo. No tengo miedo de lo que vaya a suceder, es más, lo espero. No tengo miedo, por primera vez en mucho tiempo.

lunes, 8 de agosto de 2011

Allá donde comienza el valle

Las calles ensoñadas estaban cubiertas de una espesa bruma que ocultaba aún más sus misterios. La noche parecía estrellada sobre esa niebla siniestra que todo lo nublaba, cuando sus pasos inciertos deambulaban en busca de la dirección precisa hacia la cual huir. Porque ya estaba al tanto de que sabían quién era, lo que poseía y lo que era capaz de hacer: corría un riesgo sin precedentes, algo que nunca antes pensó que podría suceder. Se acomodó la bufanda en el cuello, oyendo el eco de sus pisadas que parecían rebotar en las paredes de las luces de las casas, de las cuales salía el humo de la chimenea.

Era inevitable repetir, una y otra vez, que esto ya había sucedido antes, como en un sueño o quizá en una pesadilla. Prefería, de todas formas, el optimismo. Veía que, de a poco, los trozos de hielo que colgaban de los techos se convertían en ríos que avanzaban por los pasajes: la ciudad reclamaba por el cemento y quería volver a ser lo que era antes, recuperar su naturaleza cubierto de muros de concreto y miseria. Sus pisadas quedaban marcadas en la nieve que nunca antes había llegado hasta ese lugar, las almas jugaban en la otra esquina y, a veces, observaban su sombra que avanzaba hacia ellas. Avanzó por los callejones, en silencio, con su aspecto sombrío y su mirada de apariencia indolente. Su sombra era el único ruido de la noche.

Las luces que se reflejaban en las nubes eran más allá, incluso, de lo sobrenatural. Desde hacía varios días que las hipérboles exacerbaban sus exageraciones y ya todo podía darse vuelta en cualquier momento. No era difícil percibir la fuerte energía que modificaba todo, que entraba y salía desde la tierra. Pero los cerros eran algo que nunca antes había visto. Cerró los ojos y vio el mar, vio el cielo, vio la nieve que ascendía por sus tobillos y le cubría el cabello, que le nublaba la vista. No le temía al frío, solo quería ver la luz que se asomaba desde ya sobre los techos allá en la lejanía. Allá donde comienza el valle a los pies de las montañas.

domingo, 7 de agosto de 2011

Tarde o temprano.

Hace ya varios días que me he puesto a observar que algo es distinto, algo no es 'normal'. Como que las cosas están tomando rumbos que pueden parecernos extraños: quizá el clima de efervescencia social que ha reinado durante este año pueda ser unas de las causas de que el ambiente esté un poco tenso. Me parece, incluso, poder percibir y ver las acumulaciones de energía en algunos lugares, sintiendo que el viento las condensa y se las lleva hasta las nubes que han cubiertos nuestros cielos desde hace ya varios días. Como que quiere asomar el sol y luego se vuelve a cubrir. ¿Qué es lo que estamos haciendo mal como sociedad? 

¿Qué es lo que realmente tiene a la humanidad en vela, demostrándole una y otra vez su propia vulnerabilidad y debilidad? Siento que todo está tan débil, que las estructuras sólidas han resistido muchos movimientos, pero parece que llegará el momento en que todo colapse. Y es un proceso bastante avanzado: ver el colapso que se ha demostrado recientemente y que pese a que anuncian que "esto no va a volver a suceder" porque ahora han ocupado la Gotita -que pega-pega y después no se despega- para solucionar el problema. Pero siempre vuelve a quedar un nicho, vuelve a suceder lo mismo: vuelve la vorágine. ¿Hasta qué punto es nuestro propio racionalismo el que nos tiene limitados a ver solo algunas cosas? Se nos olvida que nuestros sentidos son limitados e imperfectos y, por lo tanto, también lo somos nosotros como especie.

Hay muchas energía, hay mucha luz en el aire, en el cielo durante la noche, en mis sueños. Energía suspendida que a más de alguno puede estar quitándole el sueño. ¿Acaso estamos próximos a recuperar la luz? El sistema está colapsando de a poco para dar paso a otra concepción de mundo. ¿Cuál será esa? Espero nos encontremos con nosotros mismos y sepamos, de una vez, cuál es el camino, porque el mundo nos va a pasar la cuenta tarde o temprano. Pese a lo fatalista que puedo parecer, aun creo que va a seguir brillando el sol.

sábado, 6 de agosto de 2011

Empuje-tire

No entiendo. Demasiadas indicaciones contrapuestas que me enredo. ¡Pónganse de acuerdo, po!


Fotografía: Calle Cochrane, Valparaíso.

viernes, 5 de agosto de 2011

El mundo al revés

Me parece increíble que ya hayan pasado 2 meses desde que comenzara de manera más activa el movimiento estudiantil en la PUCV y que, habiendo pasado tanto tiempo, no se haya logrado un acuerdo. A mi juicio, no es solo problema del gobierno, sino que de ambos actores que se niegan a ceder en sus propias posturas para lograr ese famoso acuerdo: hablan de diálogo y de negociaciones que a la larga no son tal, ya que ninguna promueve un efectivo cambio. Y tampoco es culpa del gobierno este descontento social ya que, si bien recordamos, hubo 20 años de un gobierno de Concertación en que los problemas de la educación fueron pateados una y otra vez, echándole a la culpa a Pinochet -como siempre-, y sin tener reales intenciones de modificarlo. Al final, todos los políticos hacen lo mismo y se critican unos a otros por las acciones que ellos mismos ya han hecho o que también harán en el futuro.

Llevo 2 meses en mi casa sin hacer nada y aburriéndome de ver las noticias que, muchas veces, tapan con cualquier otra cosa inútil. Realmente, no me interesa saber que Francoise bailó de Marilyn Monroe, que Raquel Argandoña se peleó con Dios sabe quién, que todos los pokemones de Yingo son drogadictos y que incluso los participantes de los realities también lo son. ¿De cuándo fue que toda la información de la televisión se convirtió en basura? Basura que fomenta la estupidez de esa gente que cree en el mundo de hadas y que gritar, de manera muy exagerada, "¡Qué haces besando a la lisiada!". Creo que todos nos hemos convertido en esos lisiados de pensamiento y, aunque exista ese personaje que grite a la estupidez y le reclame por qué nos está besando, parece que no hay mucho avance en nada.

Pienso en el futuro y en lo que se vendrá; a ratos me deprimo demasiado por culpa de esta incertidumbre de no saber cuándo volverá todo a la normalidad. Si bien, muchas de las propuestas que piden -el movimiento estudiantil- parecen razonables, me parece inconcebible que al menos en mi carrera de Castellano PUCV, muchos de los dirigentes sean alumnos que reprueban todas las asignaturas, que llevan mas de 7 años en la carrera (y eso que dura 5) y que, definitivamente, no se constituyen en ningún ejemplo a seguir. Mantienen una ideología marxista tan cerrada que los hace denominarte "fascistas", "ignorantes" por el solo hecho de que no piensas como ellos. ¿Y me hablan de democracia, de libertad de pensamiento? Y lo único que hacen es criticar al sistema con argumentos baladíes e idealistas que realmente no llegan a ningún lado. Me aburre que digan que "no hay avances en las negociaciones" por los últimos anuncios del gobierno, como si acaso el presidente fuese a hablar en cadena nacional y dijera "mañana todos estudian gratis". ¿Los cambios son de un día para otro? Es claro que el sistema educacional necesita un cambio, pero no va a ser de un día para otro.

Me sorprende de ver que haya tanta gente que le crea a Jaime Gajardo, Presidente del Colegio de Profesores, siendo que es una persona que cada vez que habla, demuestra su arrogancia e ignorancia. ¿Es ese el modelo de profesor para educar a nuestra sociedad? Siendo estudiante de pedagogía, me parece una burla que ese personaje esté en ese lugar, además de ser Secretario de la CUT, asociación que reclama por todo. Por lo tanto, es la esencia de este caballero encontrar que todo está malo y, por ende, hacer nada, paralizar en busca del anhelado bono de fin de conflicto. Así, cualquiera: no trabajarle un día a nadie, paralizar -seguir recibiendo el sueldo- y recibir bono de fin de conflicto. Y así siguen las movilizaciones y la destrucción de fuerzas vandálicas infiltradas que, claro, no se pueden reprimir porque se trata de abuso de poder. Dejemos que destruyan nuestras ciudades, claro, que viva la anarquía pésimamente entendida por los vándalos y evitemos que las fuerzas públicas hagan su trabajo de mantener el orden público: no, es que es abuso de poder y, desde hace mucho tiempo, la izquierda se ha encargado de crear leyes que favorezcan solo a los delincuentes. La gente esforzada se encierra mientras ellos andan libres por las calles: el mundo al revés. 

Evito el pesimismo porque el instinto de supervivencia me lleva a buscar lo positivo, pero es inevitable pensar que hay algo apocalíptico metido en todo esto. No lo digo en el sentido de la destrucción del mundo, sino en un real cambio de mentalidad por parte de la gente: cuidar el medio ambiente, luchar por lo que se cree justo, valorar el mérito y el esfuerzo de la gente que sí sabe surgir en circunstancias adversas... Y, en gran medida, el final de algo, es el inicio de otra cosa. Porque en la naturaleza nada se pierde, todo se transforma y, esperamos que sea siempre para bien.


jueves, 4 de agosto de 2011

Cuentagotas

Una, dos, tres, quizá cuatro y ya no sé qué más. He estado mirando el cielo desde el amanecer y he visto tantos colores como personas existan en este mundo. Más bien, como almas rodeando el universo. El mundo se detuvo en el instante en que me senté y presioné el botón que estaba escondido tras la armadura de esa estatua; todas las estructuras volátiles del universo comenzaron a girar en torno a este mundo y, por un instante, el geocentrismo tuvo razón. 

Había estado sentado demasiado tiempo como para darme cuenta de que el mundo había comenzado a girar en otra dirección. La lluvia que caía eran gotas congeladas como los aros colgantes de aquella mujer que me obnubiló con su mirada tan profunda, con su sonrisa congelada en las fotografías que se extendían por el resto de la ciudad. La vi tantas veces al caminar por las grandes avenidas y la busqué hasta poder encontrarla. Me recosté sobre el pasto cuando la vi pasar sobre una camioneta, con esa misma sonrisa e imagen angelical de siempre y no tuve más remedio que salir corriendo tras ella.

La abracé, la besé y ella también me besó. Me quitó la ropa y yo le quité la suya, nos amamos en la vía pública sin preocuparnos de quien pudiese vernos, después de todo, las intervenciones urbanas de estos tiempos ya dan para todo. El ruido era la música de fondo y las gotas de lluvia, el despertador. Ya se habían pasado 3 buses y yo seguía en el paradero.

miércoles, 3 de agosto de 2011

8.4

A veces me despierto esperando que alguien llegue y me dé un tiro. Como cuando me desperté revuelto entre las sábanas, revuelto sin motivo y sin movimiento, a la espera de que sucediera quién sabe qué. Pero yo estaba ya tan lejos del mundo real que cualquier movimiento extremo era capaz de sentirse como la ondulación suave producida por el viento que hace vibrar las estructuras. Simplemente, un susurro como el viento que silba entre las rendijas que no han sido bien cerradas.

El vaso de agua en su mismo lugar, pero no sé quiénes eran esas personas. No puedo definirlas, no puedo describir su corporeidad, probablemente solo fueran energía, esencia: entes ficticios convertidos en realidad. Debíamos huir hacia algún lado, pero no sabíamos dónde: la torre estaba más allá del enorme puente de fierro de unos 30 metros de longitud, situado a casi 15 metros de altura, que tambaleaba si corrías o caminabas muy fuerte. Podría ser la torre del Ascensor Polanco, pero no lo era: Valparaíso no se extendía a sus pies como en mis recuerdos de infancia. Corrimos, teníamos miedo sin saber por qué. Alguien me decía que ya era el momento... pero, ¿por qué esa extraña penumbra, esa sombra difuminada, esa niebla en mi visión? Abrimos la puerta y nos encontramos con un balcón por el cual había que caminar.

Solo nubes cubriendo el cielo. Ni lluvia, ni nieve, ni granizos, ni sol: solo nubes blancas alzándose hacia la infinidad y el silencio de los pasos de alguien que se acerca con una pistola, con una sola bala, confiado en que logrará el objetivo. Siento que su sombra avanza, la veo dibujada en las paredes y tengo miedo. ¿Alguien puede ver eso mismo que yo estoy viendo? Pero no puedo moverme, estoy amarrado a las sábanas, revuelto entre mis propios temores de una habitación sombría y un pasillo desierto que quizá alguna vez ya haya visto. Quiero huir, pero tengo miedo de que alguien entre y me vea así, con esa puerta cubierta solo por un paño que cualquiera podría quitar. No puedo moverme y siento el arma que se carga y apunta.

Y cuando estoy de pie, se mueve el suelo, tambalea el mundo otra vez. ¿Qué sucede? No entiendo. Apoyo las manos en la pared y veo la torre que no es amarilla, sino café. Me da miedo cruzar el puente que sé que se moverá aún más. El movimiento ha sido suave y breve. Pero no ha sido así en todas partes, mis sentidos limitados no me permiten ver la totalidad del mundo. El temblor... el temblor... el temblor ha sido de 8.4 grados richter, ha sido en el Maule, o tal vez en Pichilemu. El temblor se ha sentido hasta acá, que estamos tan lejos. ¡El teléfono funciona! Hay señal y hablo con mi madre: todo está bien, tranquilo, respira. Solo ha sido un susto, mientras yo pienso en esa réplica que tanto tiempo han estado esperando. ¿Será esa? ¿Seguirá temblando, entonces?

Otra vez me despierto asustado, enredado a las sábanas, gente rodeándome con rostros alegres impidiéndome el movimiento. A veces me despierto sabiendo que, en cualquier momento, alguien llegará para pegarme un tiro.

martes, 2 de agosto de 2011

De colores.

De colores viarios que pintan el cielo
y las miradas dibujadas en el mural,
danzas, danzas con tu vestido azul a rayas,
tus zapatos negros y la flor en tu pelo.
Esa sonrisa angelical y tu risa de primavera,
verano en invierno y sol bajo la escarcha:
el reflejo del mundo a tus pies,
el reflejo de mi mundo en tus ojos.

De colores varios dibujamos palabras inexistentes
que se elevan en las nubes al unísono,
con la música de tu respiración.
Con el canto de los latidos de tu pecho
y ese abrazo tan fuerte en el que me encanta volver a tenerte.

Contigo, sí, contigo.
Porque contigo la vida vuelve a ser de color.