lunes, 28 de julio de 2008

Así de fácil, así de sencillo.

Todo se ha convertido en un revoltijo, haz lo que puedas por salir de este revoltijo. Yo, por mi parte, te lo digo: así de fácil, así de sencillo… toma un revólver y pégate un tiro. Un tiro que haga volar los sesos por los aires hasta alcanzar la distancia que jamás habías pensado, hasta alcanzar ese silencio deseado que por las noches no lograbas encontrar: ese silencio atormentado por las voces de antaño y las luces oscuras enrojecidas que daban vuelta alrededor de tu vista alucinándote, sí, alucinándote en una corriente de la conciencia interminable de la cual sólo buscas un punto final que no llega sino algunos minutos después cuando ya la noche se avecina con sus tormentas y los pensamientos locos del día siguiente ya te pretenden ordenar lo que debes hacer y lo que no debes hacer y el aire que tenías ya no lo puedes controlar cuando intentas continuar y continuar y continuar en esas líneas coherentes y semánticamente ordenadas que pretendes entender pero ya no puedes porque no sabes qué es lo que seguirá. ¡Uf! Un respiro, un silencio, el acorde de una guitarra electrónica y el sonido del sintetizador house que hace bailar el deseo de no saber quién recibirá lo que debe recibir, ¿quién recibirá su merecido?

Y mañana todo será como yo te digo, todo ocurrirá según lo escrito; es una apócrifa Biblia el papel que escribe con señales que orientan un perdido camino que en realidad nadie sabe dónde acabará. Pero todo así sucederá, yo te lo digo, todo sucederá porque yo ya lo he escrito y es inútil saltarte un paso… puedes caer al vacío, sí, yo te lo digo: toma un revólver y pégate un tiro. Mañana sonará el despertador a las 8, mañana te levantarás dormido y caminarás descalzo por el suelo frío. Mañana no te acordarás de lo que has soñado… ¡no me contradigas en lo que te digo! Mañana no tendrás ganas de despertar, mañana querrás seguir durmiendo. Caminarás hacia algún lugar, harás lo que yo te diga: el agua te hará abrir los ojos y verás el mundo nublado. Mañana, sí, mañana hará mucho frío… tanto que creerás ver el pasado blanco que pisabas cuando eras niño, sí, mañana, ese mañana que es igual en el sur y en el norte, un mañana temporal universal que no acaba con los límites del transporte urbano mal hecho ni con las palabras de alguien que a todo pretende darle respuestas incoherentes. Mañana partirás a donde vas siempre y harás lo que haces siempre: pensar. Sí, mañana vas a seguir pensando como piensas todos los días y las ideas van a correr locas de una manera que te cuesta controlar como ahora que no paras y no paras queriendo encontrar alguna solución a las ideas locas que te vienen de repente y no sabes hacia dónde te van a llegar o si acaso vas a lograr todas esas cosas que tenías planeadas cuando todo el torbellino que te persigue desordena tu camino trazado y el aire se hace poco y efímero y no sabes qué es lo que vas a decir y te detienes a mirar tus manos agotadas y tu rostro ojeroso que no ha dormido ni quiere dormir ni quiere hacer nada sólo continuar soñando con que muchos de sus sueños serán oníricamente reales cuando la luz de un cometa caiga sobre su propia cabeza y le muestre que el silencio no acaba ni dice nada más que cosas incoherentes que cuesta entender y descifrar. Sí, respira, uf, respira… da dos pasos al frente y uno hacia atrás.

Mañana no sabrás nada de lo que has dicho así como tampoco lo has sabido en el pasado: no sabrás cuál es la historia que estabas contando ni la vas a pretender entender. Mañana seguirás pensando en las cosas que estás pensando en este momento. Y yo te digo, todo es un torbellino que no tiene coherencia; sólo contenido, sí, contenido. Respiro, sentido, vino, rocío… toma un revólver y pégate un tiro.

sábado, 26 de julio de 2008

En las profundidades del mar

Miro el silencio que avanza a mi lado contándome secretos escritos en un código binario distinto al informático: morfema más morfema, derivado más derivado, flexión más flexión, estupidez más estupidez y excusa más excusa de las verdes palabras de un ser que no sabe qué más decir. Miro ese silencio que se mueve a mi lado como mi sombra y me asusta como si fuese un fantasma encadenado que arrastra ese metal que hace rugir al suelo con ese dolor; deja sus huellas de sangre marcadas en el suelo mientras se ríe de los rostros estresados de los transeúntes que caminan por las calles con apuro, sin percatarse de que esa sombra está a su lado gritando estupideces que se convierten en una nube de mala suerte que los persigue, pero nadie se da cuenta de su presencia: parece que es ese fantasma el que se quiere vengar de mis errores en la vida pasada, parece que yo no me acuerdo de lo que hice y él se quiere acercar para recordármelo. Si doy un paso, él también da un paso; si me alejo, él se acercará para continuar asustándome con sus chillidos: aún no puedo descifrar bien qué es lo que es.

Caminaré por la ciudad durante algunos instantes para ver qué es lo que pasa, para ver si esa sombra se cansa de perseguirme hacia donde voy. Sí, eso haré: me burlaré en su cara, le gritaré maldiciones y luego le lanzaré un crucifijo que algún día un cura bendijo, le diré que se aleje de mi camino y que se vaya al infierno desde donde proviene. Si, eso es lo que haré: me alejaré corriendo si es que acaso esas cadenas se acercan demasiado y con ganchos se pretenden clavar a mis tobillos adoloridos por todo lo que ya he caminado en esta huida de las tumbas que cuelgan de los árboles. Si se vuelve a acercar, intentaré darle un golpe. No, mejor no, puede que mi golpe no sea eficiente y sólo se convierta en el gancho de mi propia captura.

Me he alejado demasiado de la ciudad: sobre mi cabeza se ven las nubes que anuncian un interminable temporal de electricidad y nieve que amenaza con destruir todo lo que encuentre a su paso, el agua del mar me cubre hasta más arriba de los tobillos: hace frío, tiemblo, no sé qué voy a hacer, no sé hacia dónde puedo correr. Se acerca la sombra que he denominado fantasma, chillando y gritando en un idioma extraño: se ha quitado el velo y me muestra su identidad. Sí, tal y como lo pensaba, es la dama del silencio, encadenada al fuego de sus propios misterios, al fuego del tiempo que ha pasado en soledad en la búsqueda de lo que yo también he estado buscando. Es ella mi destinador y mi destinatario; es ella mi ayudante y también mi oponente: yo soy lo mismo para ella. Se acerca, se acerca más y más con su mirada hermosa, con su mirada onírica de belleza perfecta en un cuadro surrealista. Sonríe.

No he alcanzado a escapar. Corro, pero el agua me llega hasta las rodillas y las rocas del camino me hacen resbalar. El frío se apodera de todo mi cuerpo cuando mi cuerpo por completo se sumerge: apoyo las manos y los pies en las rocas, el agua me cubre hasta el pecho, las rodillas quedan al aire. Veo el fuego de su mirada que me quema desde antemano. Cierro los ojos a su mirada candente: cierro los ojos cuando sus cadenas se clavan como ganchos a mis tobillos y me arrastran hasta lo profundo del mar que se incendia. Pero ya nadie oye mis gritos de auxilio: me sumerjo en las profundidades del mar mientras ella muerde mis venas para embriagarse con mi sangre.

jueves, 24 de julio de 2008

A veces

A veces quiero saberlo todo, a veces quiero caminar por sobre las aguas y tener tanta fuerza como un torbellino de ideas que arrasa todo lo que ve a su paso -aún esas cosas con una raíz firme y decidida a permanecer en su lugar-, a veces quiero perder la mirada en el horizonte sin saber por qué, a veces no quiero saber por qué, a veces quiero seguir caminando sin saber hacia dónde voy a llegar. ¿Para que saberlo si al final sólo me haría regresar al mismo punto desde el cual había comenzado?
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A veces quiero saber qué es lo que pasa tu cabeza: a veces quiero ser ese narrador heterodiegético que lo sabe todo y hasta es capaz de hablar por sus personajes, a veces quisiera sentir lo que tú sientes, a veces quisiera ponerme en tu lugar y saber todas las cosas por las que estás pasando. A veces quisiera salirme de mi cuerpo y dejar que mi alma vagara libre por la iluminada soledad del puerto en donde veo las naves que viene y se van, dejando sus sueños y su esencia. A veces quisiera llegar a tu lado y mirar tu belleza, acariciarte con ternura, que me veas y sonrías, que me veas y tu corazón comenzara a latir de la misma manera como late el mío cuando te ve.
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Sí, a veces también quisiera ser un Dios para saber cada una de las cosas que van a ocurrir: para tener el poder de hacer un flash back al pasado para reparar cada uno de mis erorres o adelantarme hacia el futuro para saber cuáles serían las consecuencias de mi estado actual. A veces he pensando tantas cosas que sería inútil intentar enumerar: la vida, la muerte, el universo, el mundo, mi vida, tu vida, nuestras vidas, el silencio y la eternidad... ¿hasta dónde todo llegará? A veces he pensado en esos minutos en que la ciudad me habla desde ultratumba y me cuenta sus historias: yo sólo quiero saber cuál es la tuya. A veces quisiera tener el poder de hacerte sentir lo que me haces sentir tú: a veces quisiera que tú también fueses feliz con la idea de estar junto a mí.

sábado, 19 de julio de 2008

Aterrizaje


De pronto me dio rabia y es como bastante estúpida la razón. No sé si es la culpa de Beth Gibbons que con su voz tan sexy en la canción “Mourning Air” me hace rememorar esos recuerdos de pensamientos que vienen desde el pasado, de aquellas preguntas que continúan dándome vueltas en la cabeza pese a que ha pasado el tiempo. Sí, sigo siendo una persona estúpidamente inmadura que no aprende de sus errores, que todavía cree en su mundo de Bilz y Pap, que cree que todo el mundo piensa de la misma manera que yo. ¡Me da tanta rabia cuando me doy cuenta de que detalles tan pequeños son vistos de una manera radicalmente distinta por otra persona que parece ser tan similar a uno! Y no es que sea una persona cerrada de mente, pero me doy cuenta de que me es dificultoso darme cuenta de eso: al respecto he tenido muchas situaciones que no vale la pena mencionar o recordaría cosas que más que animarme me harían hacer más agobiante la tarea de transcribir los ppt para una prueba del día martes.

No sé por qué me volví a acordar de ese personaje que alguien carente de sentido y agobiada por una decepción autoinventada pronunció al aire llamó “fantasmal”, inexistente, irreal. En cierta medida lo es –aunque me haya dado tanta rabia notarlo-, pero sé que esa idea puede ser personificada: hasta he sentido que se ha personificado y pude tener un pequeño flash forward que me rememoró un futuro. Pero, si fuese así, ¿por qué suceden las cosas de una manera distinta? ¿Es posible que 4 puntos negros que debiesen fijar una trayectoria igual divaguen en horizontes aparentemente distintos? En fin, sigo pensando en todo el tiempo que ha pasado y que he estado pensando en eso. No sé por qué, en vez de motivarme, termina deprimiéndome de una manera desastrosa que sólo se acaba cuando puedo olvidarme del tema; cuando vuelvo a caer en el “opio del pueblo” de pensar que en el futuro las cosas van a ser mejores, el que guarda siempre tiene, el que trabaja siempre cosecha. Pero, pensando en una película que vi hace poco, ¿qué pasa si no existe ese bello y utópico futuro que me han prometido tantas veces? ¿Qué pasa si estoy soñando con algo que jamás vendrá? Y fue en ese momento en que miraba desde mi asiento la ventana que daba al aire: estaba en un quinto piso. Me dio risa la idea, porque sé que nunca sería capaz de hacerlo. Pero es que a veces siento el deseo de saborear el veneno de una vez y ver cómo lentamente se acaba todo.

Al fin y al cabo, me estoy acostumbrando a vivir en una perspectiva a veces pesimista y otras, optimista. Embrace it, como decía Bárbara el año pasado y que nunca entendí muy bien. Ese personaje fantasmal que se encarna diegéticamente en mis palabras cada noche ya me tiene bastante loco, bastante fuera de la razón. Pero, ¿quién quiere ser racional? Sobre todo ahora que la actualidad sólo nos muestre una desastrosa inflación que no se sabe en qué quedará. ¿Para qué quiero ser racional ahora, cuando me doy cuenta de que lo que más quiero me es negado cuando creo haberlo encontrado? Respóndemelo, Beth Gibbons, con tu voz tan espectacular que me hace alucinar; respóndemelo, Madonna, que te apareces en mis sueños y te quedas en mi casa para conversar. Respóndemelo, Nelly Furtado con tu Say it right. Respóndemelo, tú, cuyo nombre cuido de pronunciar por las implicancias que ello tiene. En este mundo real de pacotilla, prefiero seguir soñando en mi irracionalidad para creer que la tierra prometida existe en realidad, de lo contrario, no tendré ganas de aterrizar.

jueves, 17 de julio de 2008

Recuerdos

Casi sin saber por qué, mientras dormía con el rostro pegado a la almohada intentando concentrarme en el silencio de las frazadas que me cubrían, vino a mí el recuerdo de momentos que han pasado. Momentos que en su momento disfruté, pero creo que podría haberlos aprovechado aún más. Y eso es algo que me sucede a menudo cuando me doy cuenta de que han pasado años desde los sucesos que en algún momento esperé con anhelo: ahora los recuerdo con cierto anhelo de volver a sentir esa emoción de vivirlos. Todo a raíz del tema de una clase, en que, recurriendo a las distintas formas de presentar un relato, llegamos al tema del regreso al pasado. En mi “semi-paranoia” me puse a pensar en ese cuento escrito ad ovo que es nuestra propia vida y en lo bueno que sería tener esa capacidad de regresar al pasado a arreglar ciertos asuntos o a revivir las situaciones que nos causaron agrado, ¿acaso tendríamos la misma situación que en ese entonces? ¿Acaso el aire sería el mismo? ¿Acaso seríamos los mismos?

Fue un minúsculo regreso al pasado en que recordé mi primer año universitario: mi época de “mechón” ilusionado con las nuevas posibilidades que te daba la condición de mayor de edad y la supuesta libertad que eso implica (ahora que ya cumplo mi 2do año de mayoría de edad me doy cuenta de que sigo siendo un ser dependiente y que la situación no ha cambiado mucho). Recuerdo la alegría y lo bien que lo pasé en cada una de esas salidas, recuerdo el frío de las mañanas cuando caminaba a tomar la micro y el pasto estaba escarchado –recordándome parte de mi infancia, austral, en Punta Arenas- y las horas que pasaba frente a mi escritorio estudiando como nunca antes lo había hecho. Recuerdo esas salidas a “El Huevo” que en su tiempo me veía bastante seguido y en el cual viví algunas historias que marcaron gran parte de ese año. Y es que, ahora que lo recuerdo bien, todo el sector Bellavista de Valparaíso se convertiría en el escenario de mis andanzas nocturnas que tantas anécdotas me permitirán contar hacia el futuro: tantas que no caben en una página y escribirlas sería una tortura de escritor-lector.

Mi primer año universitario se pasó tan rápido; la vida parecía ser tan relajada y creí que todo podía ser relativamente fácil como en ese momento. Era indescriptible la alegría que sentí cuando me di cuenta de que me eximía de todo el primer semestre (1 codiciado mes de vacaciones de invierno se presentaba frente a mis ojos) y cuando me pude repetir el plato en diciembre, teniendo las vacaciones más extensas de las cuales tenga recuerdo. De Agosto en adelante en que todo parecía ponerse un poco más complicado y tuvo un agradable final. Esa primavera extraña e improvisada que me pilló desprevenido un día cualquiera y luego tejió una fábula un tanto compleja, en que sólo yo sabía cuál sería el final (sí, lo sabía, porque tengo la desventaja de calcular hasta cómo acabará todo y cuando eso ocurre, ya sé cómo afrontarlo). Esos meses de finalización de año en que la luz del renacimiento de la naturaleza parecía animarme más y más cada día por la mañana, cuando al fin podía levantarme a las 10 de la mañana para ir a clases a mediodía, cuando obtuve notas excelentes en literatura y cuando vi a una muchacha en la micro que me hizo latir el corazón como nunca antes, pero que nunca más la he vuelto a ver: un amor a primera vista momentáneo. Una época en que todavía podía escribir (tenía el tiempo) y una época en que obtuve ciertas respuestas en el momento preciso. Una época en que lo pasé demasiado bien y a veces quiere recuperar, pero sé que las cosas ahora son distintas y tendría que entretejer una nueva historia para reconstruir otro edificio.

Sí, mis recuerdos viajan por esos momentos en que camino por Bellavista. Mis recuerdos avanzan por esas noches de música y vasos de ron o cerveza, bailando hasta las 5 de la mañana cuando el cuerpo llegaba a doler. Mis recuerdos caminan por esos momentos que quisiera volver a tener ahora, pero sé que las cosas, aunque parecidas, serían distintas esta vez…

domingo, 13 de julio de 2008

Siga participando

Miraba a todos lados alrededor de mi pieza buscando algún punto luminoso que me sacara de esa oscuridad inminente cuando quise apagar la luz a eso de las 01.30 de la madrugada. Pero no había nada: sólo silencio, penumbra y sombras que con suerte lograba divisar entre las siluetas de mi pequeña sombra que debía estar ahí, pero no lo estaba. ¡No veo nada, no veo nada, no vea nada! Pero era inútil intentar buscar alguna escapatoria a ese silencio nocturno post-lectura de miles de letras que recuerdo como un trazado inconexo de ideas derramadas en un momento de embriaguez –o volatilidad- que me cuesta entender. ¿Qué hago ahora? Sigo sin ver nada de lo que está pasando alrededor y aunque busque una solución sólo me van a responder de que espere otro poco: aún no es su turno, saque un número y espero a que lo llamen. O bien, cuando llegue mi turno luego de esa lista de espera interminable con gente histérica que atropella a cuánto transeúnte se le cruza por delante, me atenderá una bella secretaria de dulce sonrisa e inteligencia deficiente: “Siga participando”.

Y sigo sin ver nada de lo que está pasando. Muevo las manos delante de la oscuridad para ver si logro dar con alguna pared por la cual cuelga la sangre de algún insecto entrometido que quiso atacarme al dormir, pero yo fui más astuto y ahora veo su cadáver para reírme cada noche de su estúpida inferioridad. Salgo de mi cama y camino por el suelo tan frío de la noche, parece que estuviera pisando hielo: me doy cuenta de que camino descalzo y tal vez mis huellas queden pegadas en el suelo. No, no deben darse cuenta de que estoy aquí: puede que después me identifiquen cuando haya cometido un nuevo asesinato a kilómetros de aquí, con la lluvia humedeciendo mi ropa y mi piel sucia por el barro. Tal vez me encuentren algún día sepultado bajo metros de pasto, tal vez me encuentren oculto en el jardín de cemento en que las rosas son de metal.

No veo nada, pero con mis manos llego a un lugar que me parece conocido: sus cerámicos congelados y el frío que entra por alguna rendija. Encontré un vaso, sirvo agua, bebo, bebo otro vaso y bebo otro. Sigo sin ver nada, pero regreso por el mismo camino. El camino me parece conocido. Huelo a incienso “Kiwi-fruit” que compré en un viaje de vacaciones. Se hace más intenso. Se hace más cercano. Estoy a su lado. Abro los ojos: todo sigue oscuro como antes. Son las 01.30 de la mañana y vuelvo al punto de partida. Y la patética voz de la secretaria se ríe de mi aspecto: “Siga participando” y de pronto me empuja al suelo.

Cuando desperté, estaba adolorido y nauseabundo: apenas podía respirar producto de la congestión. Tenía la espalda arañada y en la oscuridad podía percibir el olor al incienso que aún estaba encendido.

viernes, 11 de julio de 2008

Ideas come to my mind...

Ideas come to my mind when I’m trying to sleep, when I’m thinking about her... it’s all I can say right now. Can you tell me why? Is that right? Maybe it’s just that customer’s always right. Hacía poco estaba leyendo “La Muerte de Artemio Cruz” y me llamó mucho la atención la particular frase del cliente siempre tiene la razón… sólo lo decía porque quería hallarle algún sentido a mis enunciados inconexos que se congelan a cada instante por el frío imperante y por las horas de sueño prolongas que en un día viernes normal no serían tantas. Es tan agradable romper ciertas reglas de vez en cuando, es tan entretenido soñar con lo que quieres, es tan entretenido sonreír sin motivo y sólo dejar fluir las ideas que llegan locas: nadie quiere resumirlas a un parámetro, nadie quiere torturarlas a una forma, nadie quiere descubrir cuántos kb van a pesar en un documento de word.

Hacía mucho tiempo que no lloraba y mi alma empezaba a pasarme la cuenta. Lo que por mucho tiempo oí de la sociedad de que “los hombres no lloran” es una completa mentira y bien me lo recalcó mi madre cuando yo era pequeño; agradezco demasiado ese real consejo. Llorar es a veces una necesidad, pese a que lo reprimo tantas veces dependiendo de las circunstancias, cuando no quiero que me vean… sí, soy demasiado orgulloso como para que me vean en un momento de flaqueza y a veces soy demasiado ególatra. Mi primera lágrima fue al leer un pasaje del, que ya he mencionado anteriormente, Werther, cuando su amada la relata la muerte de su progenitora y todo lo que ella debió pasar por ello: me quebré luego de mucho tiempo. La segunda vez fue caminando por el Muelle Barón, mirando las olas y observando el amor que había en el aire, perdiendo mi mirada en las luces de Valparaíso que me hacían pensar que alguien nos estaba observando desde allá afuera, en el universo magnánimo. Somos tan pequeños y a veces nos sentimos inmensos; todo a su momento, me dirán las voces del pasado que me formaron por 4 años. Y una tercera vez fue en la noche, pero no recuerdo si logró salir esa lágrima que parecía atrapada entre mis ojos; sólo recuerdo que lo hice pensando en eso que he estado pensando desde hace tanto tiempo y esta semana parecía incrementarse. Todavía tengo rabia por algo, pero, ¿contra quién? Nadie es el culpable de que la suerte sea de ese modo. “Nada podría estar mejor en este mundo” me mentiría el buen Pangloss que, pese a todo, nunca deja de mantener su optimismo ante la vida, ese que a veces empiezo a perder.

Y son esas lágrimas, ese ascenso al mundo de las ideas de Platón, esa hipersensibilidad en su máximo esplendor la que me hace recostarme con la luz apagada y abrigado con frazadas que por poco me cubren hasta la cabeza para soportar el frío de estas noches de invierno que se hacen cada vez más desiertas, mientras quiero que pase el tiempo para poder volver a comenzar; son esos momentos en que mis ojos quieren cerrarse y dejar d hablar, pero es el momento en que llegan a mi mente las ideas más extravagantes y locas que me pueda imaginar. Y me reclaman si no las considero, me reclaman si no las escribo, porque saben que yo no les voy a reclamar por estarme quitando el sueño que a veces comenzaba a conciliar. No tengo ni un contrato con ellas, por lo que the customer’s always right no tendría validez en este momento, pero siento como si estuviera comiendo de la mano de mi musa. ¿Es eso algo malo? No sé, me gusta, pero me da miedo por las posibles consecuencias que ello pueda traer. A veces las personas más bellas pueden transformarse en demonios sin saberlo, todo con tal de hacer valer su punto de vista como el superior. Las ideas aparecen en el momento más inesperado y no me queda otra que escucharlas: sé que en algún momento se lo voy a agradecer.

Aroma Romance

¿Qué es lo que me pasa? Ya no soy la misma persona que solía ser a principio de año; antes iba a todas las clases, incluidas las de la 8 de la mañana (aunque a veces carecieran de importancia), llegan momentos en que prefiero perder el tiempo en el vicio de facebook antes de que estudiar, he comenzado a hacer mandas estúpidas para ver si logro alguna de todas las cosas que quiero y hasta he dejado de lado mi pasión por crear nueva literatura. ¿Qué es lo que me está pasando? Un proceso de metamorfosis en que estoy mecanizando mi vida a un ritmo acelerado que me deja poco espacio para respirar; al parecer. Sólo tengo espacio para pensar en los libros y en ella: al menos agradezco que aún tengo un espacio de tiempo para soñar que te tengo entre mis brazos y te puedo besar sin miedos, al menos puedo engañarme por cinco minutos con una apasionada historia de amor como la que habría deseado Werther… ¡Qué lindo es soñar, pero a veces cuesta tanto encontrarse de vuelta con la realidad! Y con preguntas un tanto incómodas que luego buscas las maneras de sacarlas del paso, pero he aprendido a controlar esa extraña sensación y a tomarle el gusto, como ya me lo decía una amiga –que era una de las principales adeptas a mi idea de no ocultar los sentimientos-, de que es una experiencia genial. Claro está, si las líneas confluyen hacia el mismo punto inicial, de lo contrario, las líneas paralelas no acaban siquiera en el infinito.

00.16 de este día viernes 11 de julio: ya llevo 16 minutos de este nuevo día pensando en todas las cosas del día 10. Pruebas, estudio, libros, Cándido, Werther, Pushkin, Gogol, propuestas de lectura, Shakespeare llorando en su tumba, sangre, sangre, odio, enemigos, puñaladas en el corazón y lágrimas reprimidas que en algún momento se dejaron caer por las mejillas frías de un transeúnte conocido del Muelle Barón. Todo da vueltas como un espiral que no tiene terminación, todo es un torbellino, todo es un caos y a veces no lo entiendo. Me siento a mirar el cielo buscando esa respuesta que mil veces he dicho que me la dará el tiempo, ¡pero soy tan estúpidamente impaciente que me daban ganas de lanzarme al mar y ahogarme a pocos metros de alcanzar la orilla! No, darme un disparo en la cabeza es muy doloroso: además, puede que continúe vivo y soy cobarde del sufrimiento (lo siento, Werther, si querías reencarnar tu existencia diegética en mi cuerpo de carne y hueso, este no es el momento). Pensamientos, rosas que no encontré (pese a estar a pocas cuadras de mí), palabras entrecruzadas, personajes enemigos, miradas perdidas, triángulos imperfectos y una danza magistral que me hace suspirar, el silencio, llovizna, frío, mi bufanda azul tejida por mi madre, tú que caminabas distraída por tu mundo, tú que me tienes loco, tú que me tienes todo el día pensando en ti, tú que llevas esa amada naturaleza en tu cuerpo, tú que pareces gustarme cada día más. Tú, tú, tú, musa literaria de carne y hueso que busco cuando pierdo mi mirada en el horizonte del mar.

¿Qué es lo que me pasa? Creo que en el pasado no era así, ¿o acaso había reprimido tanto mi forma de ser que hasta lo había olvidado? Ahora que lo pienso, puede ser… o bien, algún espíritu romántico se aprovechó de mi debilidad corporal para tomar las riendas de mi vida por este tiempo y hacerme volver a sentir como me sentía algunos años atrás. Y es agradable volver a sentir eso, volver a tener una motivación cercana y soñar con que ocurrirá algún día eso que tanto he soñado. Let it be, because it’s fine, because it’s one of the best things than can happen to you. Estoy aprendiendo a convivir con este aroma romance que inunda mis líneas y me entrega tantas nuevas ideas que gustosamente, si Dios me da el tiempo suficiente, podré compartir.

miércoles, 9 de julio de 2008

Just smile

Han sido varias las veces en que me he puesto a revisar mi agenda para ver qué cosa tengo que hacer cada día y no puedo evitar recordar lo que sucedía el año pasado por esta misma fecha: empezaban las vacaciones de invierno más largas que haya tenido en toda mi vida. Es evidente que recuerdo el mes y tanto que perdí al estar en paro y lo único que se me viene a la cabeza es un “gracias, compañeros” (imagínense alguna carita de MSN relacionada con el enojo). Pero no sólo es el hecho de que no habrá semanas de vacaciones –sólo el período de exámenes-, sino porque es probable de que me vaya a examen, lo que significa que no terminaría hasta diciembre. A la misma fecha del año pasado, era capaz de levantarme a las 6 de la mañana y durar hasta casi las 7 de la mañana del día siguiente: ahora mi punto de defunción sucede casi a las 3.30 de la madrugada, inevitablemente.

No sé si guarde mucha relación el contexto que he señalado, pero proseguiré. Y como a estas alturas las neuronas que quedan son pocas y están bastante cansadas como para intentar pensar en algo un poco más coherente, me bajó la tontera de pensar en la importancia que tiene la risa para mejorar nuestras vidas. Sí, es algo demasiado simple y que muchas veces es susceptible de ser pasado por alto, pero cada día me doy cuenta de que es importante y hasta necesario. Claro está que se libera no sé qué cosa (¿puede ser endorfina?), que se ejercitan no sé cuántos músculos, se liberan tensiones y se pasa un agradable rato. Todo producto de la junta con unos amigos anoche en que, como siempre, lo que más hicimos fue hablar de estupideces y de reírnos hasta no poder más… creo que me hizo bien, aunque me duele un poco el estómago producto de ello.

A veces me doy cuenta de que me he puesto tan serio –y grave- en casi todo ámbito y me cuesta reírme de cada cosa extraña que sucede en esta vida. Lo mejor es reírse de los propios defectos y vivir con buen ánimo porque creo que las cosas van mejor si te planteas ante ellas con una sonrisa. Sí, reírse de cualquier cosa y plantearse la vida como una instancia en que debes pasarlo bien, sin importar las situaciones adversas a las que puedas estar sometido. Ríe cuando todos estén tristes dice la canción y es lo que estoy intentando. Tal vez sea la manera de llegar hasta mis sueños. A veces las cosas de la vida nos hacen ver nuestros días como algo interminable, pero al parecer no es así… en el último tiempo me he cuestionado tantos aspectos de la mía y me han dado ganas enormes de reclamar porque las cosas no son de otra manera. Y tampoco es por sumarme al pensamiento del maestro de “Cándido” (Voltaire), sino que es porque comienzo a darme cuenta que las experiencias vividas son algo invaluable… just smile.