jueves, 31 de marzo de 2011

The end of march

Looking at the sky: the summer's over
and I'm still thinking about you.
We're so far away but we're so near at the same time.

The blue ocean keep on calling your name.
The stars in the sky are still being yours.
The city's still ours.
Everything's better when you're here...
because I miss you.

This is the end of march,
the beginning of the autumn
and I'm still thinking about you.

miércoles, 30 de marzo de 2011

Choque de neuronas

El tiempo se escapa de las manos como el agua entre los dedos, así como decía una antigua canción. Ahora, al ventrilocuo se le cae el mentón y se rompe en mil pedazos su rostro, mientras intenta decir adiós una y otra vez. El tiempo es un instante, una hora es un segundo y un segundo es imperceptible. Quizá, más lento que un latido, quizá más rápido... no lo sé. 

Echarse a volar en un solo instante es tan fácil como cerrar los ojos, mirar la ciudad desde el balcón y ver la vida que hay en los cerros. Tan rápido como decidir algo, el choque de las neuronas y tu agenda ya tiene un nuevo plan para la próxima semana.

martes, 29 de marzo de 2011

Si fuera un dinosaurio

Si yo fuera un dinosaurio, sería verde y tendría alas. Alas muy grandes para elevarme por los cielos y alcanzar la atmósfera más alejada de la tierra; desafiaría la gravedad cada vez que pudiese hasta el grado de escaparme de la tierra. Recorrería los planetas cercanos y me asentaría en la luna para divisar qué es lo que sucede en la tierra: cómo es que el mundo cotidiano se ve tan pequeño desde allá a lo lejos. Un dinosaurio, un minidiós, con alas tan fuertes para recorrer el universo en una vida, sin saber si sería capaz de ver concreto el sueño de ver la extensión del todo y de la nada. 

Un dinosaurio de color azul como el cielo que, en su vuelo de día domingo, se lanzaría a toda velocidad contra las aguas. Nadaría en las profundidades, me perdería en el universo que está allá arriba y que, como reflejo, también está acá abajo.

lunes, 28 de marzo de 2011

Intangible.

Soy como el viento que recorre lugares inhóspitos,
soy como el cielo celeste que cubre la tierra.
Divago entre mareas agobiadas por el miedo
y, luego, nado entre nubes de algodón:
la ciudad desde arriba se ve diferente,
se ve pequeña e indefensa,
las calles anhelan protección.

Soy como el aire, volátil
que un instante ya no sé dónde estoy,
tampoco sé el camino.
No sé nada, pero sé nadar. 
Soy... soy... a veces siquiera sé lo que soy.
Soy mutante y en constante creación
como el arte,
pero no soy artista ni mucho menos poeta.

Simplemente, no sé lo que soy.
Tal vez un espíritu, intangible.


Fotografía: Playa Cavancha, Iquique, Chile.

domingo, 27 de marzo de 2011

4. Una visita inesperada


-         ¿Andrés?
-         ¿Qué pasa?
-         Despierta…
-         ¿Qué?

Andrés abrió los ojos y se dio cuenta de que se había quedado dormido sobre el sillón. Eran las 3 de la mañana y la televisión seguía encendida, dando una película de terror cuyo título desconocía. El control remoto estaba en el suelo, mientras intentaba recordar en qué momento se había estirado a lo largo del sofá para quedarse dormido con la televisión encendida. Lentamente se fue reincorporando para observar a su interlocutor, con cierta vergüenza.

-         Perdón por despertarte, pero pensé que…
-         No, nada que perdonar, Camil. Gracias por avisarme. De hecho, no sé cómo me quedé dormido. ¿Qué andabas haciendo despierto a esta hora? –sonrió Andrés.
-         He estudiado. Parece que demasiado, porque ahora no puedo dormir.
-         Bueno, si quieres, me acompañas un rato acá.
-         ¿No te molesta?
-         Obvio que no, hombre. Siéntate.

Camil se sentó a su lado y estuvieron conversando durante mucho rato, mientras cambiaban de canal una y otra vez en busca de algún programa que pareciese interesante. Lograron dar con una película de suspenso que los dejó atentos durante un instante, para luego continuar conversando. Andrés le preguntó respecto a su vida en Cataluña, lo que gatilló que Camil contara un sinfín de historias de infancia en Barcelona, situación que lo mantuvo muy atento debido al viaje que él mismo había realizado a dicha ciudad, con la finalidad de descansar y descubrir cuál serían sus posibilidades de estudiar en una urbe tan cosmopolita como aquella. De paso, Andrés le comentó cómo había conocido a César casi de improviso un día en la playa, resultando ser que ambos se dirigían hacia el mismo lugar. Dicha coincidencia originó una conversación muy interesante en el Metro, hasta descender en la estación Trinitat Nova, donde se encontrarían con una persona que podría llevarlos al lugar que buscaban.

-         Supongo que también has estado en el Montjuic –comentó Camil, con una sonrisa.
-         Por supuesto. Tengo muchísimas fotos de ese lugar. Me encantó ver Barcelona en su inmensidad.
-         Creo que viajaré nuevamente dentro de algunos meses para visitar a mi familia. Podrías venir conmigo.
-         Me parece una buena idea. Hacía tiempo que pensaba en regresar por tus tierras –rió Andrés.

Cuando se percataron de que ya eran casi las 5 de la mañana, se despidieron y cada quien regresó a su habitación para dormir. Andrés había olvidado que, al día siguiente, tendría clases a partir de las 9 de la mañana y no estaba en la mejor de las posiciones como para volver a faltar: su asistencia había sido bastante irregular durante el último tiempo y eso ya le había significado un llamado de atención por parte de su profesor. Apagó la luz y programó la alarma para las 7, teniendo en cuenta que solo dormiría 2 horas; después de todo, no era la primera vez que lo hacía.

Abrió los ojos y la alarma aún no sonaba, situación que le preocupaba porque sentía que ya había pasado un tiempo considerable. Tomó el teléfono y vio que solo habían pasado 15 minutos desde que se había acostado, por lo cual se alegró de poder seguir durmiendo. Cerró los ojos y sintió pasos que avanzaban por el pasillo. Seguramente, sería Camil que iba a la cocina a buscar algo antes de irse a dormir. Se abrió la puerta de su habitación y entró un halo de luz que le dio por la espalda. Andrés no quiso moverse y continuó con los ojos cerrados, recostado en dirección hacia la pared.

-         Andrés.

Andrés abrió los ojos, perplejo, sintiendo que se le helaba la sangre. Se mantuvo inmóvil hasta volvió a oír su nombre. Se levantó asustado y vio una silueta oscura a través del halo de luz: las puertas de las demás habitaciones estaban cerradas, por lo que comprobó que no se trataba de Camil. ¿Acaso habría ingresado alguien al departamento? No tenía nada con qué defenderse y comenzó a sentir miedo. Aunque esa voz no lograba darle miedo.

-         ¿Quién es?
-         ¿No me reconoces?

La puerta se cerró de golpe y todo volvió a quedar en oscuridad. La silueta permanecía en el mismo lugar, inmóvil. Andrés encendió la luz, desde el interruptor que estaba en la pared. Era Jaime, sonriente y feliz como en aquella foto del Lago Llanquihue, que estaba en la pared del salón. Andrés se levantó sorprendido, con una sonrisa que le iluminó la cara, mientras algunas lágrimas comenzaban a caer por las mejillas. Se acercó hasta su hermano y lo abrazó, pero Jaime estaba tan frío como una piedra. Lo observó a los ojos y percibió lo gélido de una mirada que se caracterizaba por ser cálida. Lo tomó de las mejillas con una sonrisa.

-         Jaime, volviste.

Jaime permaneció inmóvil en su lugar, frío y duro como una roca. Pese a que su hermana se comportaba de una manera muy extraña, Andrés ya se daba por satisfecho de verlo a su lado como si nada hubiese pasado. Se acercó nuevamente para abrazarlo con la afectuosidad que caracterizaba su relación, pero las manos de su hermano lo apartaron de manera violenta. Andrés lo miró con tristeza: su mirada no reflejaba ninguna alegría de estar junto a él y, más bien, parecía estar reprochándole las culpas del pasado. Andrés sintió una clavada muy fuerte en el pecho, que lo hizo retroceder un poco ahogado. Se sentó en la silla de su escritorio para observar a esta inesperada, pero grata visita. En un instante, como el flash de una cámara fotográfica, comenzó a recapacitar y darse cuenta de todo lo que había sucedido y que, como consecuencia, marcaba las condiciones de dicha situación.

-         Andrés, no creas que no lo sé.
-         Estás acá. No ha pasado nada, ¿cierto?
-         Sabes que no es así. Yo lo sé todo. Lo he sabido siempre.
-         ¿De qué me estás hablando?
-         Sí, si sabes lo que te estoy diciendo. Pero todavía hay algo que no entiendo, Andrés: ¿por qué?
-         No lo sé, Andrés. Si lo supiera, todo sería diferente y quizá estarías aquí. Tal vez, si ese viernes hubiese sido de otra forma, qué se yo.
-         ¿Por qué, Andrés?

La imagen de su hermano, que de alegre y sonriente se fue transformando en el vestigio de la frialdad producto del paso del tiempo, se transformó en el último recuerdo que guardaba de él: el cadáver ensangrentado y semidesnudo, recostado sobre las baldosas de la gran habitación de una casa antigua del Cerro Concepción de Valparaíso. El cadáver de su hermano comenzó a avanzar hacia él, mostrándole las heridas que tenía. Andrés se alejó asustado, hasta quedar arrinconado en su cama, cada vez más cerca de la pared. Sentía los grumos de la pasta muro que le producía heridas en la espalda, mientras su cuerpo sudaba. Jaime se paró frente a él, llenando de sangre el suelo y los alrededores. Andrés respiraba agitado y lloraba angustiado.

-         Andrés, qué te pasa.
-         ¡Jaime, vete de aquí!
-         Andrés, tranquilo. Soy yo, Camil.
-         ¿Camil? Oh, por Dios, ¡me estoy volviendo loco! –Andrés se sentó en su cama y comenzó a llorar, cubriéndose el rostro con las manos.
-         Calma, hombre. Solo has tenido una pesadilla. ¿Quién es Jaime?

Camil se mantuvo a su lado durante algún instante, a la espera de que Andrés se tranquilizara. Al ver que ya faltaban solo 15 minutos para las 7 de la mañana, decidió ir a ducharse para despertar y olvidar su sueño. Al levantarse, vio una mancha de sangre que se extendía sobre la baldosa: su pie volvía a sangrar de manera inexplicable, pues suponía que la herida ya estaba cerrada desde hacía mucho tiempo, sin embargo, al ver la planta, comprobó con sorpresa que parecía como si recién se la hubiese producido. Asimismo, vio que las sábanas también estaban enrojecidas y vio que la cicatriz del accidente en bicicleta, hacía 2 años atrás, parecía volver a abrirse.

-         ¿Qué coño te ha sucedido, tío? – Camil retrocedió asustado al ver tanta sangre.
-         Desde niño que tengo problemas de cicatrización, pero ya lo había controlado. O al menos eso creí.

Camil asintió y se marchó a la cocina. Cuando Andrés salió de la ducha, aprovechó de vendarse nuevamente las heridas que hacía tiempo daba por superadas. Le dolía un poco la cabeza, pero no sería excusa para ausentarse una vez más a clases. Su compañero de piso lo esperaba en la cocina, con una taza de té caliente y unas tostadas. Se sentó a su lado para hacerle compañía.

-         Gracias, Camil. En serio.
-         Nada que agradecer, hombre.
-         Es que te has portado increíble. Soy un desastre –Andrés se echó a reír, visiblemente más tranquilo.
-         Que ya te he dicho que está bien. Después de todo, ya hasta pareces mi hermano –sonrió Camil.
-         Qué bueno contar con alguien en estos momentos –agradeció Andrés, con una sonrisa.

Mientras caminaba por Avenida de Hellín, rumbo a la universidad, Andrés tenía frescos los recuerdos de lo que había soñado durante la noche anterior. No comprendía la insistencia de ese recuerdo que le traía, una y otra vez, el sentimiento de culpabilidad por la muerte de su hermano. Y la búsqueda de las razones –que tanto le exigía Jaime- era algo que él tampoco entendía y que buscaba, por todos los medios posibles, comprender. Después de todo, al momento de dejar Chile, sentía que no había dejado solucionado todo el tema del crimen de su hermano y esa culpa la seguía cargando consigo hasta su llegada a España. No, no era su culpa. Él no tenía nada que ver en el hecho, salvo haberlo encontrado muerto y quedarse con esa macabra imagen que nunca hubiese querido tener de su hermano ni de nadie de su familia. 


La policía de investigaciones tardó poco tiempo en llegar, pero le había parecido una eternidad. Muchos de los vecinos se manifestaron sorprendidos de aquella situación, sobre todo de aquella casa que, salvo las fiestas de los fines de semana, no solía hacer demasiados escándalos. Lo más impactante –jamás olvidaría la cara de la Señora Margarita- al ver cómo sacaban la camilla cubierta, con el cadáver de Jaime. Recordaba los interrogatorios y la búsqueda por esclarecer la sucedido, situación que lo tuvo casi una semana fuera de su casa. Y en ese entonces, tan solo faltaba 1 mes para su viaje. 

Fotografía: Avenida de Hellín, Albacete, España. 

sábado, 26 de marzo de 2011

Números, otra vez.

Totalmente de acuerdo. A entender la vida y burlarse de los números.




Fotografía: Pasaje Bavestrello, Cerro Alegre, Valparaíso.

viernes, 25 de marzo de 2011

La ciudad por un instante

Sentado mirando el cielo, de improviso,
sentado respirando el aire urbano de Valparaíso
y mirando las calles estrechas de los cerros,
sentí mi alma colgando de un hilo
como esa casa que, misteriosamente, sobrevive a caer al abismo.

Fui un ave luchando contra el viento,
fui una nube que se disipa de a poco
hasta convertirse en lluvia sobre mi cabeza;
cerré los ojos un instante.

Soñé y sentí que estabas conmigo
recorriendo el mar desde lo alto,
soñé que estabas a mi lado
y Valparaíso era todo nuestro, de silencio.

Tambaleaban los cables eléctricos
y detuve la ciudad por un instante.
Así, en silencio, sonriendo,
la Plaza Anibal Pinto fue completamente mía.
Fue nuestra, por un instante.


Fotografía: Vista hacia el cerro desde Plaza Aníbal Pinto, Valparaíso.

jueves, 24 de marzo de 2011

Saliéndose de la agenda

Creo que ayer aprendí algo nuevo que, en realidad, ya debe haber sucedido antes, pero es la primera vez que me doy el tiempo de reflexionar al respecto y que, efectivamente, disfruté mucho. Algo tan simple como las sorpresas del día a día o, como señalarían los antropólogos, hacerse cargo de la clasificación de la cultura chilena como "cultura de evento" y cumplir con el parámetro. Algo que, por alguna vez en mi vida, se escape de la agenda tan calculada de lo que se debe o no se debe hacer. 

Dentro de esas cosas que solo podrían sucederme a mí, lo primero que puedo contar es que en la micro un tipo, así de la nada, me quería regalar una cerveza en lata cerrada. Quedé plop, lógicamente. La rechacé amablemente y le di las gracias. Luego Nicole me dice que por qué le dije que no, que la podría haber llevado o cualquier otra cosa. No sé, en lo personal, no le acepto alcohol ni invitaciones a cualquier persona por muy amable que sea. Si hubiese sido una botella de ron Barceló, entonces lo habría pensado un poco mejor.

Esta semana me he preocupado de seguir al pie de la letra todo lo que dice mi agenda y, por lo tanto, si no dice nada, eso es lo que hago: nada. Y resulta que me aburría bastante, al borde de deprimirme por no saber qué hacer con el tiempo y no tener ánimo de nada. Luego de ver la película Machuca con los gringos, Nicole me dice que todos vayamos al Journal. Al principio dije que no, que estaba cansado, pero luego lo pensé mejor: era la primera cosa en mucho tiempo que no había planificado, un evento en el cual podría pasarlo muy bien. Y así sucedió que acepté, estaban algunas amigas de la universidad y entre conversación, baile y diversión, nos dieron las 02.30 am. Cabe destacar que llegué a mi casa cerca de las 4 am. Y todas esas horas de madrugada no estaban planificadas, tampoco el hecho de que voy me desperté cerca del mediodía. 

Eso de vivir las cosas con un poco mas de relajo es algo que me parece agradable y que hay que aprovecharlo mientras dure.

miércoles, 23 de marzo de 2011

La lengua y la civilización

El mundo es el mundo, en gran medida, debido a la experiencia a través de la cual lo clasificamos. Esto nos hace regresar a la eterna pregunta: ¿el huevo o la gallina?. ¿Qué es lo que hace a uno u otro? Si nos basamos en que todo está constituido por signos y la capacidad de intercambio de significados a través de estos vehículos, entonces podríamos decir que toda la civilización que conocemos es en base a la lengua. Y es evidente que la diferencia de lenguas nos hace constituir el mundo de maneras diferentes, dando una gran importancia a la adquisición de más de una lengua para, de esta forma, poder ampliar la visión del cosmo y generar una sensación de mayor integridad, de omnisciencia, aunque pueda resultar imposible. 

Y, con el paso del tiempo, la experiencia nos dice que el mundo está en un evidente colapso que no solo queda de manifiesto a través de los cataclismos que la naturaleza nos ha mostrado en el último tiempo. Es evidente que toda civilización tiene un periodo de gestación, de auge y de posterior decadencia. La gestación es algo que ya sucedió hace rato, aunque cabe cuestionarse el concepto mismo de civilización, en base a la razón y la inteligencia; ya hemos visto que la inteligencia no siempre nos ha hecho actuar de manera racional. Ante el evidente quiebre de la razón y la búsqueda de nuevas lógicas, parece que cada vez nos entendemos menos. Y en este punto parece contradictorio pensar que tengamos tan buenos medios de comunicación si, en realidad, no nos entendemos. El mundo no se detiene, el deseo de conquistar la inalcanzable perfección nos lleva, sin duda alguna, a la frustración al saber que no lo vamos a lograr. 

El celular de última generación que te has comprado el día de hoy, mañana estará obsoleto. Esa ropa tan genial y costosa, mañana será pasada de moda. Ese pensamiento tan revolucionario que tienes y que crees que puede cambiar el mundo, mañana será, precisamente, lo que mantenga inmóvil al mundo. Lo que la ciencia hoy dice que es preciso, mañana verás era completamente erróneo. Solo nos queda... ¿la razón? que ya, en sí misma, está siempre en crisis. Siempre está en proceso de crítica, de renovación. Todo colapsa, también la razón. Todo colapsa, también el lenguaje al no encontrar espacio para expresar tanto significado. Ya no nos entendemos y, por lo tanto, no podemos comunicarnos lo que sucede, no podemos hablar del mundo. ¿Qué sucede con el mundo? Ya no lo sabemos, porque no nos entendemos.

De un momento a otro, todo deja de existir. Si no hay forma de expresar el mundo... ¿es indicio de que todo está próximo a acabar?

martes, 22 de marzo de 2011

Levántate

Las imágenes de "The shining" deambulaban en los alrededores de ese lugar tan tétrico, tan silencioso. Se sentía una masa inerte que desfilaba junto a los demás, sobre césped cortado en punta. Sentía que la naturaleza le clavaba los pies en su travesía extraña hacia el otro lado. En esos momentos, lo único que anhelaba era lograrlo, soportar todo eso para ver qué era lo que había tras esa línea. Eran tantas las historias al respecto, que sería una buena opción verificarlo por sí mismo. Con la sábana blanca que le cubría el cuerpo y amarrado de manos, caminaba como si arrastrara los pies, de manera un tanto lastimosa. Una sombra se acercó y lo empujó contra el suelo.

- Levántate.

Obedeció. Se levantó y vio la enorme mancha negra que se dibujaba sobre la sábana. Miró hacia atrás por última vez y vio la casa donde había dormido durante tantos días, casi sin comer y sin pensar. Su aspecto era sombrío, como el de un muerto en vida, con la barba de todos esos días. La sombra cerró la puerta y se marchó, dejándolo con las manos atadas para que ya no pudiese huir. Simplemente, cerró los ojos y esperó: lentamente, se le fue acabando el oxígeno hasta que dejó de respirar.

domingo, 20 de marzo de 2011

3. Algo de compañía.


Andrés se había pasado casi toda la mañana en el computador, revisando y respondiendo los diversos correos que había acumulado en varios días sin ánimos de conectarse a Internet. Hacía tanto tiempo que no se comunicaba con su gente del Pacífico que ya se había perdido de muchas noticias. Sin embargo, el hecho de la desconexión de su mundo real era algo que le parecía un tanto interesante y, en gran medida, era el motivo por el cual había tomado la precipitada decisión de viajar a España. Respondió los correos y hasta envío algunas fotos del lugar. Aprovechó el instante para revisar sus finanzas y sonrió al ver que todo iba viento en popa: su dinero continuaba en aumento de manera exponencial y tenía lo suficiente como para estar tranquilo por mucho tiempo. Incluso podría extender su estadía en Europa por mucho más de lo que hubiese pensando en un principio, aunque no sabía si era realmente eso lo que quería.

            Apagó el computador y encendió la radio. Una voz que escuchaba por primera vez en su vida cantaba una canción que decía “cosas que siempre suenan a tristes, cosas que suenan a olvidar”. Era extraño, un poco alentadora, pero a la vez deprimente. De todas formas, era interesante. El interior del departamento estaba en completo desorden, por lo que ya tenía un panorama para ese aburrido día domingo en que comenzaba a salir el sol. Se acercó al balcón y, por un instante, tuvo la intención de arrojar un poco de agua a los transeúntes en la calle, pero luego se contuvo ante su idea tan infantil. Encendió un incienso y lo dejó sobre la mesa del salón, mientras ordenaba todo lo que había dejado por días. Luego comenzó a recoger la ropa que había dejado tendida. Miró hacia el cielo y se encontró con un sol bastante frío: añoraba ver la lluvia, rodar por el césped húmedo y quedar completamente empapado de pies a cabeza. ¿Cuánto tiempo faltaría para eso? Al parecer, había traído un poco de sequía en su maleta.

            Era casi la 1 de la tarde y se sentó a beber un poco de cerveza fría que tenía en el refrigerador. La comida no le tomaría más esfuerzo que la paciencia de esperarla: Telepizza estaba a unos 10 minutos caminando desde su edificio. De pronto sonó el timbre del citófono. No se levantó, pensando que se trataba de un error. Sin embargo, volvieron a tocar y entonces se levantó un tanto sorprendido, pues no esperaba a nadie durante ese día. Levantó el auricular: era César.

-         ¿Cómo estás, hombre? ¿Estabas ocupado?
-         No, de hecho, acababa de ordenar. Tuviste suerte o te habrías enredado con cualquier cosa.
-         Parece que te lo pasas en fiesta, tío.
-         No creas. Paso solo casi todo el día, pero lo paso bien.
-         Ya veo, ya veo.
-         ¿Quieres tomar algo? Cerveza, jugo, coca cola…
-         Jugo, por favor.

Andrés acudió a la cocina para traer el jugo que había pedido su amigo. Se sentó en el sillón y aprovechó la compañía para conversar un rato ya que, después de todo, estaba un tanto aburrido de ver la televisión.

-         ¿Y qué tal te ha ido en el trabajo? Te desapareciste así de la nada
-         Lo siento, Andrés. He sido un ingrato. Por eso aproveché de venir a verte en vez de llamarte, porque te tengo que comentar algo.
-         ¿Algún problema?
-         No, para nada. Es que tengo un amigo que acaba de llegar desde Barcelona y anda en busca de piso. Me acordé de que tú tienes harto espacio acá y pensé en que podrías querer alquilar alguna habitación. No te preocupes que no le he dicho nada aún, así que no te sientas comprometido. Puedo asegurarte que es una persona muy tranquila y no te va a traer ningún problema.
-         ¿Viene a trabajar acá a Albacete?
-         No, es estudiante.
-         ¿Cuándo podrías traerlo acá para conocerlo? Me parece una buena idea de la de alquilar a alguien.
-         Gracias, Andrés. ¿Puede ser esta tarde?
-         Claro.

Fue inevitable recordar todos los años de amistad que tenía con César, desde la primera vez que había visitado Albacete, hacía unos 5 años. Si no fuera por él, quizá Andrés nunca habría optado por una ciudad que, en principio, no conocía en lo más mínimo. Recordaba ese viaje a Barcelona y esa larga conversación que habían tenido en la Barceloneta, mientras nadaban en el Mediterráneo. Hacía poco rato había llamado para pedir la pizza, por lo que invitó a César a quedarse. Mientras Andrés iba a buscar la pizza que llegaba hasta su puerta, indicó a César que le preguntara a su amigo si le parecía bien ir durante ese mismo día. Se pasaron unas horas conversando mientras devoraban la pizza y el helado de postre.

-         ¿En cuánto vuelves?
-         No creo que en más de 1 hora. Albacete no es tan grande –rió César.
-         Muy bien, te espero. De todas formas, es domingo y está todo cerrado, así que no me queda otra –bromeó Andrés.

Andrés aprovechó el tiempo en que estaría solo para revisar el departamento y ver que el resto de las habitaciones también estuviesen en orden: su habitación era la única que estaba ocupada y el resto eran solo habitaciones vacías en que una cama sin hacer era el signo máximo de ausencia humana entre esas paredes. Revisó que todo estuviese en orden y que no hubiese dejado guardado ningún objeto en el interior de esos armarios ya que siempre solía dejar olvidado su calzado en alguna habitación, cuando se quedaba pegado en la ventana y le daba calor en los pies. Regresó al salón y observó el retrato de su hermano que estaba, nuevamente, en la pared. El nuevo marco parecía ser mejor que el anterior y la foto le traía muy buenos recuerdos.

Al poco rato, el citófono volvió a sonar: César había regresado con su amigo. Abrió la puerta para entrar al edificio y los esperó en el interior del departamento, dejando la puerta entreabierta. Era de costumbre que los días domingos fueran bastante silenciosos, por lo que no le llamó demasiado la atención percibir el ruido del ascensor desde el momento que había bajado –al ser llamado por los pasajeros- y el momento en que subía, deteniéndose en las plantas inferiores antes de llegar a la suya. Oyó las pisadas que se acercaban hasta la puerta y se levantó para recibir a los recién llegados.
-         Hola, soy Camil.
-         Hola, pasen – indicó cordialmente Andrés.

Los recién llegados se sentaron en el sillón mientras Andrés les ofrecía algo para beber.

-         ¿Hace cuánto que llegaste, Camil?
-         He llegado hace 2 días. Ya te habrá dicho César que ando en busca de piso y, bueno, quería saber qué posibilidades tengo.
-         ¿Qué tan bullicioso eres?
-         No suelo hacer mucho ruido, en realidad.
-         Vas a tener que acostumbrarte a que este departamento… perdón, este piso es muy bullicioso los fines de semana –todos empezaron a sonreír.

Conversaron durante largo rato, mientras se ponían de acuerdo en detalles simples respecto al departamento. Camil se veía muy simpático, lo que agradó bastante a Andrés. Finalmente quedaron de acuerdo en que se instalaría al día siguiente.

-         Supongo, César, que ahora me vas a venir a ver más seguido –rió Andrés.
-         Eso espero, hombre. Hasta luego.
-         Hasta luego. Nos vemos mañana, Camil.
-         Gracias, Andrés. Hasta luego.

Desde que había llegado, nunca se le había pasado por la cabeza la idea de arrendar el departamento para alguien más, pues se sentía a gusto teniéndolo para sí mismo, pese a que su tía –quien le había facilitado el departamento- nunca se lo había impedido. De hecho, le había dicho que sería una buena idea para no estar solo y para que no le costase tanto costear las cuentas, situación que no le preocupaba demasiado en esos momentos. Camil parecía ser una buena persona, por lo que no le costaba imaginarse que se llevarían bastante bien: desde que lo había visto entrar, le pareció haber visto a Jaime. Nunca era malo tener algo de compañía.

Esa sería la última noche que tendría el departamento para sí mismo, por lo cual sería bueno aprovecharlo. Encendió velas y un incienso en medio de la mesa de vidrio del salón, para luego apagar las luces. Era el momento de pensar en algunas cosas que quería y debía hacer en un futuro próximo para ver si, de esta forma, lograba convencerse a sí mismo de que ya había superado todas las culpas del pasado.

sábado, 19 de marzo de 2011

Consejos de utilidad.

Excelente. Deberían enseñarlo en los colegios y regalarle uno de estos carteles a cada uno de los delincuentes que andan sueltos por la calle.


Fotografía: Un local comercial (cuyo nombre no recuerdo) en Las Cruces, El Tabo, Chile. 

viernes, 18 de marzo de 2011

Historias de un temporal de viento.

Hace poco decía que Valparaíso tiene la magia de que las historias nacen y cambian a cada instante: hoy comprobé mi teoría y de una manera muy práctica, gráfica y tangible. Dicha situación se puso de manifiesto no solo con el sonido del viento en la calle Melgarejo ni con el ruido de un choque contra el cemento, sino más bien, con el hecho de que mi imaginación se echó a volar y en un segundo ya estaba volando con el viento que alcanzaba el piso más alto de la intendencia. Cabe destacar mi pensamiento -que no escatimé en decir en voz alta- al ver el cartel de "Servicio público" (como la mierda). 

Hoy fue uno de esos días extraños en que me desperté a las 08.15 con un sismo magnitud 5.1 que estremeció un poco mi casa, quitándome los pocos minutos de sueño que me quedaban por delante. Mucho calor, calor casi de ese verano que se quedó en el tintero y que debería dar paso a un invierno un tanto extraño con sequía incluida, problemas energéticos y más de alguna locura climática. Y esta seguidilla de temblores me ha mantenido atento a las noticias, a la espera de que digan algo nuevo, pero no. Solo aparece calor...

Calor y viento. Lo que es bueno, porque hace que no se sienta tanto la temperatura, pero el calor atmosférico produce una sensación de aletargamiento que te hace caminar como un ser inerte y quedarte dormido en todas partes. Así fue como llegué a un Valparaíso atacado por una tormenta de viento que no veía desde hacía mucho tiempo. Todo se movía como si terremotease en grado 7, pero solo de viento. Y no se nos ocurrió otra mejor idea que sentarnos en pleno pasaje Melgarejo, en plena zona Edi (o cómo se escriba, más información, preguntar a Sebastián Arancibia). Pasamos un rato, sentados mirando a la gente que volaba... perdón, caminaba por la calle y otros que intentaban alzarse en el vuelo de manera infructuosa. Fue un caos, la lucha de las fuerzas por avanzar, por superponerse, como la lucha entre Caín y Abel o qué se yo. Me recordó Punta Arenas y los cordeles que ponían en la esquina de la ENAP para que la gente no cayese a la calle. 

Y sucedió lo increíble, nació una historia. Me pongo de pie y, en el acto, mis lentes de sol vuelan con el viento. En un acto desesperado e inconciente - un grito de "noooooo" hollywoodense y mi actitud, claramente, de antihéroe que intenta ser héroe- corro tras ellos, pero el viento es más fuerte. No entiendo cómo volaron, but they did. Los vi estremecerse contra el suelo y cuando lograba tenerlos en mis manos, el último crugido al ver que volaba el vidrio y mi resignación evidente. Regresé con unos lentes un tanto psicodélicos en 3D. Si fuera famoso, seguramente habría instalado una nueva moda... y un auge en las ganancias de los oftalmólogos por gente con problemas de visión.

Lo extraño -a diferencia de otros sucesos como este, ocurridos con antelación- es que acabé riéndome demasiado. Cosas que pasan en Valparaíso, ¿ve, usted? Así nacen historias... y esa fue la historia de mis lentes de sol, que ahora son una historia más.

jueves, 17 de marzo de 2011

Miramos lo mismo.

Desde las alturas, tú miras el Sena.
Desde las alturas, yo miro el Pacífico.

Pero sé que en el fondo, miramos lo mismo.

Fotografía: Valparaíso desde la Plaza Bismarck, Cerro Cárcel

miércoles, 16 de marzo de 2011

Valparaíso.

Cada vez que camino por Valparaíso siento que estoy en una nueva senda, porque esas pisadas que he dado no van a quedar ahí. Muy por el contrario, son capaces de tomar forma y de continuar trazando senderos que crucen las nubes hasta alcanzar oceános diversos. Cada mirada te hará descubrir que ese lugar por el que has caminado muchas veces, no es el mismo: cada día nace nuevamente y al anochecer, se renueva en silencio. Valparaíso nunca es el mismo, Valparaíso cambia todo el tiempo cuando una casa cuelga sobre otra y mira al mar, soñando llegar más alto.

Valparaíso tiene una magia extraña que encanta, que atrapa y que no te suelta nunca más.

Fotografía: Avenida Alemania, Cerro Bellavista, Valparaíso.

martes, 15 de marzo de 2011

Cuando abras los ojos.

Cuando abras la ojos, ya habrá comenzado la transformación.
Los números, las letras, los astros:
todo, todo en distorsión,
todo en destrucción.
Todo en transformación. (tranquilidad, no soy ni quiero ser Nostradamus)

Cuando abras los ojos verás los mares levantarse
y abrirse un paso hacia esferas celestes. 
Conexiones interdimensionales,
conexiones neuronales y sinapsis.
Electrones de colores,                                                                              electrones azules
viajando de un lado a otro mientras cantan en el aire (electron blue)

Cambiando de colores varios (un instante de cada color):
un momento en la playa,
una tarde en el jardín,
una mañana navegando sobre las nubes,
una tarde deslizandose por las montañas (over the rainbow, so high).

Cambiando, rotando, trasladando.

¿Cuántos grados más se inclinará el eje de la tierra el día de hoy?

lunes, 14 de marzo de 2011

Fly

There are some things in life that you have to do by yourself,
and for yourself. 

So, fly. Reach great heights and fly once again.
Fly everytime you want.
Fly to your dreams... so high!

There are some things you have to do by yourself:
open up the book and read it:
fly as high as you want. 


Fly, so you could see the whole world in your trip.

Fotografía: Rue Lepic, París, France. 

domingo, 13 de marzo de 2011

2. Estornudo.


El ruido de la sirena de una ambulancia lo hizo despertar sobresaltado: miró a través de la ventana que daba directamente a la calle y se percató de la oscuridad que se dibujaba en el cielo. Aún era invierno en Albacete y el cielo nublado no lograba darle el suficiente ánimo como para levantarse aún. Serían las 9 de la mañana y todo parecía indicar que, en cualquier momento, podría comenzar a llover como lo habían anunciado en el pronóstico de la noche anterior. Esa se convertiría en su mejor excusa para permanecer en cama, aunque, de todas formas, nadie vendría a sacarlo. Se acomodó nuevamente en su cama y quedó frente a frente a la pared de pasta muro, pintada de color azul: le recordaba el mar que tanto echaba de menos. No faltaba demasiado tiempo para que llegara el verano a Europa, por lo que no tendría que esperar demasiado para ir a bañarse a las playas de Alicante. En la pared colgaba una foto que le habían regalado sus amigos antes de partir y en su escritorio estaban las carpetas repletas de impresiones que debía leer.

No pudiendo conciliar el sueño, decidió levantarse a ver si se le ocurría algo: probablemente, al ver la poca gente que caminaba por la Carretera de Valencia, quisiese salir a correr antes de que comenzara la lluvia. Apoyó los pies en las frías baldosas de su habitación. Andrés observó la foto, que estaba sobre su escritorio, enmarcada nuevamente luego de aquel incidente que lo dejara con el pie vendado por casi 1 semana: lo único que había olvidado, era haberla colgado nuevamente en el lugar del salón que le correspondía. Asimismo, sería necesario volver a conseguir las pastillas, de lo contrario, acabaría incendiando el edificio por completo. Observó con cuidado la planta de su pie y observó que aún quedaban huellas de aquel incidente, aunque eran muy leves y ya no le producían ninguna molestia al caminar, salvo el recuerdo de uno de tantos arrebatos que ya había empezado a controlar.

El departamento parecía ser demasiado amplio para vivir solo y era algo que no le molestaba en absoluto: tenía la libertad de dejar la puerta del baño abierta así como de caminar desnudo desde y hacia la ducha. En más de alguna ocasión había caminado en ropa interior hasta el balcón, despertando el comentario molesto de una vecina anciana que tenía en los pisos de más abajo y cuya costumbre era la de observar todo lo que hacían los demás, buscando motivos para tener algo por qué discutir. Caminó hasta el salón y se arrojó sobre el sillón, con una taza de café hirviendo para empezar el día. Seguía esperando que la lluvia hiciera estallar las nubes en cualquier momento: el anuncio lo había mantenido en vela desde hacía una semana, en que vio el pronóstico a través de una página web. La tormenta era algo esperado y que, seguramente, no pasaría en vano.

-         Sí, espero la tormenta. ¿Y tú?
-         No, aún no. Creo que saldré a caminar un rato. ¿A qué hora crees tú que llegará?
-         Yo creo que pasado el mediodía. Pero no quiero salir de casa. ¡Si me llega un rayo, madre mía!
-         No pasará eso. Te lo aseguro. Si quieres, me podrías acompañar.
-         No, gracias.
-         Vamos, Beatriz. Solo un rato.
-         Está bien, tío. Solo un rato. Espero que sea un buen panorama. El riesgo de morir electrocutada, al menos debe valer la pena.
-         Sí, que lo valdrá. Ya verás lo electrificante que será para ti.

Andrés dejó el teléfono sobre el sillón con una sonrisa satisfecha: Beatriz había aceptado su propuesta y ese ya era el primer paso para lo que se venía. Se asomó a la ventana para ver qué sucedía: Albacete parecía un pueblo fantasma en que, de vez en cuando, la sombra de una u otra persona deambulaba cerca del Albacenter. Era tanto el silencio que hasta creía oír el paso de los trenes que llegaban y luego se iban, disminuyendo cada vez más la población de la ciudad.  

Beatriz le producía una extraña atracción desde el momento en que coincidieron en la temática que iban a exponer en la cátedra, situación que pasó desapercibida por los demás estudiantes pero que para Andrés resultó una buena excusa para acercarse a conversar. Fue ese el día en que afuera hacía tanto frío que ya pensaba que se pondría a nevar, dándole la bienvenida a la fría Europa, sin embargo, solo se quedó en unas cuantas plantas escarchadas y la coincidencia de ser el segundo día de clases en Albacete. De vez en cuando, observaba las últimas fotografías que había tomado antes de partir de Chile y pensaba que, cuando hubiese pasado el tiempo, invitaría a Beatriz a conocer Valparaíso para ver cómo se reflejaba la magia de la Joya del Pacífico en los ojos verdes de esta mujer tan misteriosa que un día le habló tan suave y le dio los dos besos en las mejillas que fueron suficientes para dejarlo encantado.

¿Acaso le gustaría el chocolate o acaso solo sería necesario invitarla a tomar un café en la Avenida de España? ¿Quizás llevarla a tomarse algunas cañas mientras se les desenredaba la lengua y conversaban por mucho tiempo? Eran tantas las ideas que se le ocurrían en el momento, pero lo único que pensaba era en cómo agradarle como algo más que compañero de clase, sin ser demasiado cargante como para aburrirla en el acto. Ese sería el primer paso que ya estaba próximo a lograr. Si era capaz de conseguir un beso, la invitaría directamente a su departamento para continuar con sus planes. A veces pensaba que estaba un poco demente y eso le producía un poco de gracia, aunque no dejaba de darle cierto temor.

Cuando sus zapatillas negras cruzaron frente al Eroski, no pudo evitar observar ese supermercado en el cual pasaba casi todas las semanas comprando alguna cosa. ¿Acaso sería un buen paseo para Beatriz o sería demasiado monótono y cotidiano? Definitivamente, lo mejor sería llevarla fuera de Albacete cuando el tiempo permitiese hacer más cosas. Seguramente, ella conocería Madrid, por lo cual podría pedirle que lo guiara a conocer sus lugares más turísticos. Llevaba una enorme bufanda sujeta al cuello y empuñó la mano en el bolsillo para revisar si llevaba lo que más le importaba: estaba bien envuelto, pero estaba en el lugar preciso. Eran las 10 de la mañana y habían quedado de reunirse a eso de las 11 de la mañana en la Plaza del Altozano, por lo que aprovecharía el tiempo para caminar tranquilamente por una ciudad que parecía un fantasma que huía de la tormenta atmosférica. Cerró los ojos por un instante y sintió la voz suave y gélida de Beatriz que, por un instante, se apoderaba de él y lo seducía. Abrió los ojos nuevamente, asustado, percatándose de que, afortunadamente, nadie había sido testigo de su extraña y demente ensoñación.

Al pasar por la Avenida de España, se percató de los diarios que estaban publicadas y observó, con cierta desilusión, que la tormenta parecía postergarse por al menos 30 horas, hasta el día siguiente. Sin embargo, ya parecía sentirse una extraña sensación en el aire que le daba la energía para volver a las pistas. Era extraño volver a sentirse así, pues parecía que, en un vago recuerdo, esa energía ya lo había llenado en algún momento. Continuó caminando, sonriente, sabiendo que iba a ser capaz de hacer, una vez más, lo que ya había sido capaz de hacer. Y no tenía nada que perder: no estaba haciendo nada malo, simplemente se estaba dejando llevar. Pronto Beatriz estaría con él en su departamento, donde todas las fantasías podrían convertirse en realidad.

-¡Beatriz!
-¡Andrés! Me he enterado de que se ha retrasado la tormenta así que estás a salvo. Podremos estar aquí toda la tarde, si quieres.
- Por mí no hay ningún problema.
- Por mí tampoco, a no ser que me llame mi novio para que lo vaya a buscar. ¿No te molestas, verdad?
- ¿Tu novio? No, no te preocupes.
- Gracias. Qué comprensivo eres. ¿Dónde vamos?
- Tú deberías recomendarme algo, porque eres de aquí, ¿no? – río Andrés-. Creo que me gustaría ir a caminar por el Parque Lineal.
- Muy bien. Después de todo, acá en Albacete no es mucho lo que se puede encontrar –rieron en conjunto.

Mientras caminaban por el Paseo de la Libertad, Andrés observó la oscuridad que reinaba en el cielo y en el ambiente de toda la ciudad: el color del invierno parecía apoderarse hasta de las sombrías edificaciones que esperaban el paso del tiempo y que, seguramente, al mejorar el clima, también mejoraría su color. Era el otoño más frío desde hacía mucho tiempo y el primero que pasaba fuera de Chile. Conversaban de la vida o de cualquier cosa que se las pasara por la cabeza y Andrés empezó a darse cuenta de que, efectivamente, podría pasar días enteros conversando con esta muchacha tan bella. Pudo observar que Beatriz también se sentía cómoda conversando con él y que, incluso, lo presentó a las diferentes personas conocidas con las cuales se fue encontrando en el camino. 


Caminaron durante horas y observaron que el cielo comenzaba a despejarse de pronto, pese a que el frío parecía no querer retirarse en ningún momento. Andrés pensaba en invitarla a almorzar a su casa y prepararle alguna comida diferente, inventar algo, con tal de causarle agrado. Sin embargo, pensó que sería demasiado pronto y que, lógicamente, le diría que no por no conocerlo lo suficiente. Prefirió aguardar sus pensamientos y continuar en la conversación mientras regresaban a la Calle de la Estación.

-                          Acabo de recordar que debo comprarle un pasaje a mi hermano. ¿Me acompañas a la estación?
-                          Vamos

Recorrer esa calle, en dirección a la estación, le traía extraños recuerdos del momento en que había llegado a Albacete, hacía ya casi 1 mes y medio cuando el frío en el ambiente le recordaba la nieve que había visto caer en Madrid. Lo invadió un ataque de nostalgia mientras recordaba los copos de nieve que le caían sobre la cara en ese momento en que lágrimas tibias se encargaban de derretir el hielo. Tuve una sensación de mareo que lo hizo tambalear.

-                          Hombre, ¿te sientes bien?
-                          Estoy un poco mareado. ¿Podemos sentarnos un momento? No será mucho tiempo, en serio.
-                          No te preocupes.

Andrés tenía la mirada fija en el pavimento que mantenía formas regulares desde el Parque Lineal hasta la Estación en construcción. Sus zapatillas negras en el suelo se difuminaban de pronto y todo alrededor parecía transformarse en un gran torbellino. El cielo se despejó por completo y, levemente, comenzaba a subir la temperatura. La tormenta se alejaba y, extrañamente se sentía tranquilo. No entendía por qué en un principio quería ver la tormenta y ahora se sentía tan relajado de que esto no sucedería. Era como si estuviese dividido en dos partes que a ratos se peleaban entre sí y no lograban conciliarse. De sus zapatillas comenzó a emanar un líquido negro que avanzaba por el pavimento en dirección hasta Beatriz, que permanecía sentada a su lado, observándolo con preocupación. El líquido negro se acercó hasta Beatriz y estando a pocos centímetros de ella, se sumergió bajo el cemento sin dejar más huellas. Andrés estornudó.

-                          Hacía tiempo que no me pasaba esto.
-                          ¿Qué cosa?
-                          Tanto escándalo por un estornudo –río.
-                          ¿Te sientes mejor?
-                          Sí, gracias. Sigamos caminando.

Al llegar a la Estación, Andrés se dio cuenta de que Beatriz le producía algo extraño: le gustaba y era algo mucho más fuerte de lo que hubiese sentido antes. Tenía una tarea difícil por delante si quería conquistarla. Pero estaba dispuesto a hacer todo lo que fuese necesario para estar con ella. Sonrió ante la idea que ya consideraba un hecho.

Fotografía: Paseo de la Libertad, Albacete, España. 

sábado, 12 de marzo de 2011

El arte de los números.

Hay gente que ve la necesidad de realizar cálculos en todo momento y eso es entendible. Claro, a algunos también se les acabó el papel y debieron recurrir a otros medios ante la inminente necesidad de realizar la operación artimética de su vida... el arte de los números.

Fotografía: Calle Abtao, Cerro Concepción, Valparaíso.

viernes, 11 de marzo de 2011

Pensamientos tsunamiados.

Había quedado de reunirme con Karina para caminar por los cerros de Valparaíso, pero al llegar al lugar acordado, nos encontramos con los rumores de que cerraban la Avenida España a las 5 de la tarde (después a las 6 y, finalmente, me vine a eso de las 6.20 y todavía todo funcionaba con normalidad), por lo cual nuestro paseo se vio truncado de manera sorpresiva. Claramente, no había otra opción que autoexiliarse o autoevacuar y de manera voluntaria, porque hasta esa hora aún no había información respecto a la evacuación masiva que se ha decretado para todo la zona costera de nuestro país. Aproveché de conectarme a internet en el celular mientras venía en el metro y miraba a la gente que se subía: "no hay ambiente de tsunami", pensé, pese a que es bastante estúpido mi comentario. ¿Qué es el ambiente de tsunami y cómo voy a saberlo si nunca he estado en uno? Acá en la zona no hubo el año pasado y yo tampoco estaba, así que mi opinión al respecto equivale a cero.

La gente se subía al metro y comenzaba a llenarse en las estaciones subterráneas de Viña. Y yo seguía twitteando desde el celu, entretenido, escribiendo estupideces. La tecnología que nos crea adicción. Pero había que twittear porque ese no era un viaje cualquiera: era mi autoevacuación improvisada y voluntaria. Había gente un tanto asustada y lo que más me sorprendió, fue escuchar algunas llamadas telefónicas. ¡Sí, soy un copuchento y qué! Una señora que hablaba con alguien -su comprometido, patas negras, amante o qué se yo- que le decía que se había decretado la evacuación de todas las zonas costeras. Lo dijo con tal cara de pánico que me empecé a asustar yo un poco, incluso tuve la intención de ponerlo en twitter, pero me dio la impresión de que iba a generar pánico colectivo: efecto ondas polares miles, tsunamis cibernéticos y lo mejor fue quedarme en silencio. De todas formas, entre la Estación El Salto y la Estación Quilpué (a la altura de Paso Hondo), el paso es tan hondo que se va hasta la señal... y ni ahí con la tecnología. 

Me sentí a salvo al bajarme del tren en la Estación de Quilpué y ver que era mucha la gente que descendía. Ahora me informan -por interno, como dirían los programas- que las micros vienen llenas desde Valparaíso y que todo el mundo está próximo a ser presa del cólera. Incluso están apareciendo mapas de la posible inundación que, en el caso de Valparaíso, sería muy poca. Qué bueno, porque después de todo, no quiero quedarme sin casa de estudios. La idea resulta tentadora, lógicamente, pero se debe de controlar los instintos. Es extraño esta de la sicosis colectivas y el vacío completo de las ciudades: había demasiado poca gente y eso me parecía surrealista. ¿Qué irá a suceder?

Me imagino que todo va a quedar a oscuras y en silencio. Mañana habrá que ver si es que, efectivamente, las ciudades amanecieron "tsunamiadas" (como dijo una amiga) o no. Claramente, la palabra suena a otra cosa que queda a la imaginación del lector. En fin. No seré como el gobierno que da anuncios a cada rato, pero probablemente me quede hasta tarde para saber qué es lo que sucede. Ya estoy en casa a varios kilómetros lejos del mar así que acá, nada flota.

Alerta de tsunami y en busca de práctica.

Suena la alarma de mi celular a las 08.50 y, como se ha hecho cada vez más común en mi persona, acabó sonando nuevamente a las 09.10. Me levanté a encender el hervidor y encendí la televisión. Hacía un año yo estaba en Londres, regresando a Madrid y en Chile se daba una de las réplicas más recordadas del terremoto del 27 de febrero de 2010, teniendo en cuenta la alerta de tsunami que se había decretado. Anoche recordaba eso antes de dormir, pensando en qué sería lo que iba a suceder hoy. Las primeras imágenes que vi en la televisión fueron de una ciudad inundada por el mar que se había salido de su lugar y entonces me entero de que en Japón hubo un terremoto de 8.9 grados en la escala de Richter que produjo un desastre de magnitudes. Más significativo aún fue el hecho de que se había decretado alerta de tsunami para varios países, incluido Chile.

Tomé desayuno y luego bajé al centro de Quilpué: ando en busca de colegio para realizar la práctica intermedia y, por el momento, no he hecho nada al respecto. Así que decidí acudir a dos establecimientos, en los cuales obtuve una respuesta bastante favorable o, tal vez, yo esperaba que me negaran inmediatamente o qué se yo: sucede que hay colegios que te dicen que no desde un principio y cierran todas las puertas, pero este no fue el caso. En el primero de ellos me dijeron que enviara la carta, por lo cual obtuve los datos de la persona encargada, así que tendré que ir a dejarla y esperar qué sucede. En el siguiente colegio, me indicaron que ya tenían practicantes, pero verían si lograban otro cupo. En defintiva, me pareció bastante productivo, por lo que valió la pena estar vestido 'semi formalmente' y morir de calor.

Me pareció ver muy poca gente en la calle y me niego a asociarlo a la alerta de tsunami: Quilpué es una ciudad de interior, por lo cual tendría que ser un enorme cataclismo como para que llegara el mar. Así que esa opción está descartada. ¿Acaso será que es lo que hay, simplemente? Toda esa gente que agolpaba en las calles de Quilpué durante las horas de descanso, ahora debe estar trabajando y produciendo en otra ciudad de mayor interés. No sé, es extraño ver una ciudad como muerta, un poco fantasma y con calor veraniego. 

Ahora me queda esperar el tsunami, las respuestas a la práctica, tener alguna idea para escribir durante el fin de semana y, por sobre todo, dormir todo lo que no he podido dormir en este intento de reacostumbrarme a despertar temprano. Sin contar la ansiosa espera de mi dinero-que permanece siendo 'deuda flotante'-, que teniendo en cuenta las circunstancias naturales, pueda llegar en un botecito salvavidas, flotando hasta mi casa.