domingo, 28 de julio de 2013

Tiempo para soñar

Cuando de pronto el cielo se oscurezca
y se te acabe la esperanza de volver a empezar,
cuando sientas que el suelo tambalea en tus pisadas
y todo se convierta en una pesadilla,
acuérdate de las sonrisas de las tardes de verano
y estaremos de regreso a los buenos momentos
que cultivamos a cada instante.
Recordarás las calles de una ciudad iluminada
o nuestras huellas descalzas en la arena,
dormiremos abrazados en lechos de poesía
y, al despertar, escribiremos juntos una canción.

Queda mucho por caminar,
queda mucho por encontrar,
queda mucho, aún, por recorrer.
El mundo no se acaba:
todavía queda tiempo para soñar.

Los sueños del pasado ya se ven lejanos
de este presente ficticio,
¿en qué momento decidimos inventarnos estas vidas
de las cuales creímos quizás qué cosas?
Elecciones de niños confundidos,
¿qué es la vida para un adolescente?
Esos sueños que nos despertaron en la infancia
y que ahora parecen solo una película
todavía están en nuestra puerta,
esperándonos:
aún hay tiempo de volver a encontrarlos.

No es momento de rendirse,
es momento de seguir.
Es momento de hacerse más fuerte,
es momento de crecer,
es momento de plantar más semillas
que germinarán en un futuro sonriente.
Es momento de darle más sonrisas al presente.
Porque vamos a llegar muy lejos,
vamos a llegar muy alto,
porque la vida no se acaba tras una decisión que ahora no entendemos:
todavía queda tiempo para soñar. 

jueves, 25 de julio de 2013

04. L.T.

La noche anterior había soñado con fantasmas. Eran extraños y diversos: algunos provenían de la época medieval con sus atuendos de ropa antigua y ligera, mientras otros provenían incluso del futuro, cosa que no dejaba de resultar extraña. Pese a estar acostumbrado a ver todo tipo de personajes durante su vida cotidiana, todavía no perdía la capacidad de asombro ante la infinita cantidad de seres exóticos que podía divisar a la vuelta de la esquina. Había despertado con una sensación muy fuerte, como si todo lo soñado hubiese sido tan real: incluso estaba tiritando y se sentía húmedo por haber corrido tanto tiempo sobre la nieve que caía copiosamente sobre los alrededores de Lambeth. ¿Por qué solía soñar con fantasmas? Se restregó los ojos mientras veía algunos claros de sol que ingresaban a través de las cortinas medio abiertas: los edificios antiguos estaban cubiertos de nieve y las nubes que quedaban en el cielo eran el indicio de que la tormenta aún no había acabado. Londres se convertía, nuevamente, en un sendero completamente cubierto de blanco y quizás tendría más de algún problema para pillar algún bus. 

Junto a su taza de café hirviendo estaba el libro que había comprado en una librería de Victoria Station. No sabía por qué lo había comprado, simplemente lo había sacado de la repisa para luego cancelar y despedirse con un escueto "thanks". Siquiera recordaba el precio: daba igual si hubiese salido 1 libra o si hubiese tenido que pagar 1000. Los últimos los días lo mantenían tan confundido que todo se transformaba en un torbellino de imágenes y dudas: hacía varios días que no tomaba ningún apunte en sus clases y todo le hacía pensar que la reprobación era algo inminente. ¿Y qué vendría después? Tener que abandonar Inglaterra con rumbo a la Península Ibérica para ver cómo podría regularizar la situación y quizás conseguir una nueva oportunidad en el Reino Unido o asentarse, definitivamente, en Barcelona. Opciones, al menos, tenía suficientes como para no deprimirse. Golpeaba con el pie la pata de la mesa mientras observaba las ondas que se iba formando en la taza de la cual, lentamente, el vapor dejaba de emanar. ¿Qué era ese libro? ¿Por qué lo tenía? ¿Para qué lo había comprado? Había pasado más de una semana y el envoltorio seguía intacto: solo se había preocupado de sacar el precio, ya ni se acordaba por qué.

Se asomó al balcón y encontró la calle cubierta de blanco: quizás serían unos 15 centímetros de nieve que aún no eran violentados por el paso de algún objeto en movimiento. Las baldosas de la terraza estaban congeladas y algunas gotas del hielo que se derretía comenzaban a caer sobre su cabeza: el frío exterior contrastaba con el calor del interior de su departamento, por lo que permanecer en pijama, definitivamente, no era una buena idea. Cuando se devolvía para salvarse del frío, divisó una sombra negra que se asomaba cerca del balcón como si se tratara de un pájaro volador que se posaba en la baranda. Fijó su atención, pero una fuerza extraña le impidió mantener la vista fija, obligándolo a mirar hacia abajo. Por más que lo intentaba, algo lo mantenía inmóvil. 

- ¿Sabes de lo que puede ser capaz, verdad?
- No, no lo sé. 
- Deberías estar al tanto antes de continuar -la voz era desafiante.
- No tengo miedo.
- ¿Te crees valiente? Veamos qué tanto.

El pájaro se abalanzó contra él, empujándolo contra el suelo mientras aleteaba violentamente. El muchacho lo espantó con las manos, descubriendo luego las marcas de los picotazos en sus brazos. La piel le ardía producto del ataque: vio al pájaro que volaba con las garras ensangrentadas. Sintió deseos de lanzarle la  taza de café caliente, pero su puntería solía ser tan nefasta que muy probablemente algún transeúnte podría llevarse un regalito inesperado. Se percató de una cadena que el ave habia dejado caer antes de desaparecer en el aire. La buscó entre la nieve: el brillo del metal era enceguecedor. ¿Acaso los fantasmas tendrían algo que ver con las iniciales L.T. que había grabadas en la cadena?

martes, 23 de julio de 2013

Re-start

Me acuerdo del año 1999 y el primer computador que tuve: uno de eso modernos para la época que tenía la majestuosa cantidad de 6 gb de disco duro (ni me acuerdo cuánta RAM, con suerte sabía qué era eso) y, además, era windows 98. Definitivamente, era lo máximo: una interfaz actualizada y pensada para la conexión a internet y todo el blah, blah de Bill Gates (persona que tampoco conocía demasiado). Recuerdo que cuando recién instalaron el moderno aparato, nos dijeron que tuviéramos cuidado de apretar el reset, porque el computador tenía cierta cantidad de reseteos y luego pasaba a mejor vida, parece que eran 10 reseteos. Creo que un día, en una tarde, resetié como 5 veces y en total, debe haber sido más de 100 veces: pero el computador murió de causas naturales, nada que ver con el reseteo.

¿Qué tiene que ver el reseteo con todo esto? Sucede que hemos regresado al mundo laboral luego de dos semanas de merecidas vacaciones y todavía me encuentro procesando ese reinicio del sistema: neuronas en proceso de calentamiento, de ordenamiento y de recarga de fuerzas para sobrevivir la lucha hasta el final de año. Y no se trata de que la sala sea un campo de batallas en que los soldados van cayendo de a uno, sino que el deseo de que se desarrolle el aprendizaje -cuando algunos aún no se dan cuenta de lo importante que es para sus vidas- es algo que agota en demasía. Proceso de re-start all over, pensar que queda poco para fin de año y animarse a hacer las cosas de la mejor forma posible: los colegas ya me decían que no nos vamos a dar ni cuenta cuando ya sea fin de año. ¡Qué alivio!

Y el re-start al mundo laboral me pegó de una: volver a correr de un lado para otro, volver a desarrollar las clases, etc. Aunque debo reconocer que me siento más tranquilo respecto al manejo, creo que de a poco estoy tomando confianza y cada vez me demoro menos en planificar: ahora mi meta es tomarme las clases con relajo, intentado disfrutar al máximo el hecho de revisar contenido. A veces me siento como la descripción del profesor Lidenbrock (Viaje al Centro de la Tierra, Julio Verne), quien es descrito por su sobrino Axel como un tipo medio loco, sabio egoísta que en realidad dicta clases para sí mismo: siento que me gusta de lo que hablo y a veces, cuando el público no te pone atención, la idea de ser el receptor de tu propia clase no resulta sino esquizofrénicamente inteligente. 

Re-start, reset, go back to reality.

jueves, 18 de julio de 2013

Vacaciones de invierno

Y las vacaciones de invierno comienzan a pasar: veíamos tan lejano ese momento que ahora vivimos y luego nos damos cuenta que una vez más el tiempo nos ha dejado con las ganas de hacer muchas más cosas. Dijimos que arreglaríamos esto, que iríamos a tal lugar y un montón de cosas que al final, quedaron en el tintero. Recuerdo la ilusión con la cual comencé un día a elaborar los controles de lectura para el segundo semestre y mi convicción inicial de que dejaría todo listo en estas dos semanas. Resultado: solo 4 conteroles de los casi 20 que debo hacer en total, pero a fin de cuentas, esto se trata de descansar de todo el agotamiento y no de dedicar todo el tiempo a trabajar. Creo que me he dado tiempo para todo y eso es lo más rescatable.

Dentro de las cosas que he podido notar, es que el frío produce ansiedad y la ansiedad, a su vez, produce un deseo inaguantable de comer a todas horas. Comer cualquier cosa, buscar en el refrigerador, abrir una y otra vez la puerta y ver qué queda para acabarlo. Seguramente sea ese el motivo de que comience a sentirme un poco más 'repuesto', pese a que todos dicen que estoy igual o incluso más flaco. ¿Será el cambio de clima de interior a esta maravillosa humedad de la costa? Aunque, también, tengo la teoría de que todo comienza por el hecho de que ya llevamos casi 4 meses en este departamento que no deja de ser genial, pero que todavía sigue con muchos de los problemas que de la corredora de propiedades se comprometieron a solucionar. Estoy hablando de algo tan básico como la presión del agua, la cual es tan baja que ni siquiera permite que el calefon se encienda. ¿Qué implica eso? Que todos los días debemos de ingeniarlas para que el agua se mantenga tibia por más de 20 segundos. Hoy fue el segundo día que voy a insistir en que queremos una solución y lo mismo de siempre: que es imposible contactar al gasfiter y blah blah. A veces me cuestiono si realmente le toman el peso a la situación o si simplemente les interesa que le paguemos a fin de mes.

En fin, salvo por esa situación, siento que mis vacaciones han sido geniales y merecidas. Se me han hecho nada y el tiempo para disfrutar el descanso en casa se pasó volando, quizás eso sea un buen indicio. Ahora solo queda retomar esta parte final del año, puesto que estamos en el momento de los descuentos finales. Simplemente, cuático.  

Medianoche en Valparaíso

Escucho canciones en el silencio de un edificio antiguo y las calles se comienzan a congelar: 7º C de madrugada y las luces iluminan los caminos que ascienden hasta las alturas. No hay fantasmas, no hay objetos extraterrestres, el ruido del mar se percibe a pocas cuadras de distancia. Quiero flotar sobre las suavidad de las olas, quiero dormir sobre el techo a la espera del amanecer, quiero escarvar en las sombras proyectadas por las alturas para encontrar los secretos escondidos en las paredes. Olor a tierra, olor a invierno, olor a silencio, olor a historias, olor a pasado. 

l.as estrellas comienzan a divisarse cuando la niebla se va. El centro de la ciudad no duerme. Las calles se agitan, continúa la acción. Es invierno y hace frío. El sereno comienza a humedecer las pisadas de un sonámbulo en los adoquines: 01.22 a.m. y Valparaíso no quiere dormir.

jueves, 11 de julio de 2013

03. Visiones

Las campanadas del Big Ben me sacaron del ensueño: había leído varias páginas de aquel extraño libro de tapas oscuras que llevaba guardado dentro de su mochila. Todo dormía alrededor, todo estaba a punto de alcanzar el punto de congelación y quizás ese sería el momento exacto en que vería aparecer las primeras siluetas de ese temido más allá. ¿Cuál sería la línea que cruzaba de un mundo a otro? ¿Cómo podría ser capaz de diferenciar un lugar de otro, cuando todo se confundiría, inevitablemente, bajo la niebla que luego convertiría todo en témpanos de hielo olvidados por el paso del tiempo? Sintió unas pisadas que merodeaban el banco en el cual permanecía: levantó la cabeza y observó las hojas de un árbol que estaban a punto de caer al suelo. A ratos no comprendía si estaba en otoño o invierno, si era mediodía o medianoche: todo era tan confuso después de las visiones de la noche anterior.

Al dejar el vaso de vodka sobre la mesa, se arrojó en la alfombra: estaba descalzo, con la ropa humedecida por el frío del mar. ¿Habría sido capaz de lanzarse a navegar por el Thames, como si fuese un barco? Todo parecía una imagen surrealista: las voces, las luces, los colores, la temperatura... todo era un gran y profundo caos que no lograba entender y que, claramente, tampoco pretendía comprenderlo en ese mismo momento. Quizás mantener la duda para sí mismo podría ser un buen punto de motivación para continuar adelante, para mantener viva la intención de seguir indagando lo que podría ser. En medio de las gélidas aguas, la ciudad se reflejaba difusa con las sombras de los transeúntes que iban en varias direcciones: notó la silueta de alguien que llevaba un vaso de café en la mano. Era una mujer, de cabello castaño y estatura mediana, llevaba un abrigo de color azul y su rostro era imposible de definir bajo la oscuridad. Permaneció en ese lugar, flotando en el río, observándola cruzar el puente. Era obvio que ella no había captado su presencia, era evidente que nadie pensaría que los humanos navegaban como peces dentro de un río a punto de congelarse. Se cuestionó una y otra vez respecto a ella.

- ¿Sabes quién es?

La voz provenía desde las profundidades, más abajo de sus pies que aleteaban suavemente por mantenerse a flote.

- ¿Sabes lo que ella podría llegar a hacer?

El sonido era extraño, difuso por efecto del agua y el evidente bullicio de una ciudad en movimiento. Sin prestar mayor atención a lo que le decían, navegó suavemente hacia la orilla para acercarse a la mujer que observaba el río con semblante enigmático. La estela de espuma quedó atrás mientras se acercaba para poder divisar su rostro: era un semblante enigmático, quizás un poco triste, como si hubiese visto algo extraño o estuviese escapando de algo. ¿Cuál sería el problema de aquella muchacha? Por un instante, le agradó el juego de ser un fantasma a la deriva en medio de las aguas, de pasar desapercibido mientras las historias de la ciudad sucedían ante su ojo de narrador casi omnisciente.

Al abrir los ojos sobre la alfombra, la textura del agua fría continuaba en las gotas que caían de su cabeza. Su piel tiritaba, al momento en que encendía la calefacción para secarse rápidamente. La ventana que daba a la terraza estaba cerrada, pero la cortina permanecía corrida y esta situación le permitía observar el movimiento de la ciudad. El Queen's Walk se veía tan solitario y silencioso como para poder continuar la lectura del libro.

Sentado en el banco, la suave voz del viento se colaba en sus oídos con la sensación de que sería quien le contara la historia. Solo recordaba, con imágenes entrecortadas, un sombra que se hundía en el agua junto a su cuerpo sumergiéndose como por efecto de gravedad.

lunes, 1 de julio de 2013

Julio

Me pareció extraño cuando tuve que escribir la fecha en la pizarra e incluir un número 07 (y eso que aún no llegamos al momento en que existe ese tedioso cambio de folio mensual) antes de comenzar la clase. No le había tomado el peso a ver que la planificación de la agenda iba quedando atrás y que esas cosas que se veían lejanas ya están sucediendo en un presente cada vez más cercano. ¿Será acaso que cuando tienes planificado -o crees tenerlo en un porcentaje amplio- todo se viene más rápido? Qué complicado es pensar en que podríamos planificar la vida y que 20 años se nos pasaran como si nada: se va la juventud, se va el tiempo y luego te das cuenta que has aprendido tantas cosas. Cierre de promedios y trámites administrativos miles, toma de decisiones sorpresivas que en gran medida cambian tu proyección de futuro y que sin lugar a dudas te causan mucha más motivación.

Llegó este mes número 7, el de la numeración perfecta, que trae consigo un merecido descanso de dos semanas para poder reponerse de todo el cansancio acumulado del semestre. Y aunque no lo parezca, cuatro meses de tratamiento con gente en crecimiento, te produce un agotamiento increíble. Si bien es cierto que la energía de ellos también puede cargarte, pero en el último tiempo mis paneles solares internos ya no están captando la luz como antes. Quiero tener tiempo para dormir, para trabajar tranquilo (porque es claro que de todas formas me dedicaré a avanzar algo de pega para que el segundo semestre sea más relajado que el primero), para ver a la gente que no he visto en mucho tiempo y para poder retomar mi creación literaria. Para volver a recorrer la ciudad y reencantarme con sus paisajes.

Llega julio y ves que el proceso interminable tiene su fin. Que las cosas avanzan, que hay consecuencias de acciones. Quedo con el cuestionamiento, con la ansiedad de saber qué pasará con todos aquellos que han tardado más tiempo en darse cuenta de los efectos de los actos y que, quizás, llegará un momento en que no hay vuelta atrás. Julio, mitad del año, comienzo de los descuentos hacia una nueva etapa. Todavía hay mucho de camino por recorrer y, seguramente, habrá muchas más sorpresas.