viernes, 22 de octubre de 2010

So weird.

Ruidos subterráneos durante casi toda la mañana en un día de calor abismante, en pleno mes de octubre primaveral-veraniego-extremo. Una prueba tipo-ensayo que me sorprende por su interesante propuesta (y lo digo en serio, sin ironías, lo prometo), que desarrollaría durante algo así como 40 minutos con todas las ideas que se me venían a la mente con la intencionalidad de agradar a mi lector (que me evalúe con un 7).

Alturas de Cerro Bellavista, ruido de sirenas alertando no-sé-qué. Olor a mar que está muy a lo lejos y que, en caso de locura marítima, desborde literario (o literal en la realidad) o cualquier manifestación de la voracidad de la naturaleza, permite estar a salvo. ¿Dije calor? Posibles insolaciones a las cuales ya estoy inmune buscando siempre la sombra. Ciudad Casamiglia -y no Camoglia-, "a Amelie le encantaba lanzar piedras a la gente que transitaba", mientras algunos se devolvían a mirarla con rostros extraños y con uno que otro improperio delicado. Loading constante de como 4 horas... loading interrumpido que de 50% pasaría a 100% en tan solo 3 minutos... ¿o no?. Celular Nokia, compañía Movistar, perdido en plena Avenida Alemania, cerca del hospital Alemán.

Ascensor Artillería cerrado por mantención. ¡Yeta! Carampangue, ataques de aceleración, amenazas de ataques y locura en la altura. Suena el celular perdido. 10 minutos, frío, frío, intenciones subliminales de abrazo. El celular perdido regresa a su dueña que no puede creer que lo haya podido recuperar. ¿A cuánto va el loading? ¿50%...? ¿70%...? Jump! Non je ne regette rien en cualquier momento. Loading: 100%. Más de 3 años esperando por un momento... loading 100%. 

Apariciones esporádicas de presencias universitarias. Otra micro vendrá en camino. Bellavista. Micro. Pelea de conductor de la micro con otra micro con la cual compite. Discusión con una pasajera... miradas de wtf y temores respecto al viaje. Beso de despedida. Au revoir! Mi nick en MSN: weird. Y claramente, that's so weird!

Fotografía: Paseo 21 de mayo, Cerro Artillería, Valparaíso. 

miércoles, 20 de octubre de 2010

Soñé contigo en Alicante

Enredado entre sábanas blancas despertamos una mañana,
tú en la otra cama, cercana a la ventana,
yo en la otra cama, cercana a la puerta,
quizá deseando haber dormido en la misma.
Nos miramos de improviso con un saludo matinal,
como amigos, aún sin besarnos.

Tus manos suaves recorrían mi espalda,
tus manos desordenaban mi pelo,
tus manos me acariciaban la cara.
Quiero besarte en la playa,
quiero besarte en el mar, 
quiero nadar hacia el infinito Mediterráneo y unir dos mundos tan lejanos.

Soñé contigo en Alicante
y transitamos por caminos iluminados por el sol.
Amé cada espacio, cada segundo de tu presencia,
de despertarme casi desnudo a tu lado,
sin besarnos, sin tocarnos, tal vez, simplemente provocándonos.

Fotografía: Playa del Postiguet, Alicante, España

lunes, 18 de octubre de 2010

...

¿Y qué pasa si, de un día para otro, simplemente y sin mayores razones, me aburro de todo? Sí, que todo deje de tener sentido y que hasta el queso más sabroso pierda al sabor. ¿Qué pasará si de pronto ya no quiero más?

Fotografía: Vista de Santiago de Chile, desde el Cerro San Cristóbal.

sábado, 16 de octubre de 2010

Moscas (insectos varios)

Que sean como perritos vagos que buscan cariño, a mí no me importa. Sí, son como moscas, como un insecto cualquiera cuya única misión en esta vida es molestar -¿tal vez, formar parte de la cadena alimenticia?- para intentar llamar la atención. Y a cada rato los ves pasar de un lado a otro, zumbar, volar de un lado a otro como chocando entre sí, trazando líneas en el cielo mientras dan tantas vueltas que te aburres de mirarlos. Porque, claramente, no hacen nada nuevo, no hacen nada digno de admiración, no hacen nada más que dar vueltas en la misma mierda que alguien dejó tirada en el suelo casi como un regalo para ellos. Comen mierda, giran en torno a la mierda y ahí mismo mueren, junto a su propia mierda.

Pero lo que más extraña, es esa capacidad de volver a alzarse con ese mismo olor putrefacto para intentar decir que siguen vivos. Creo que nunca entenderé cuál es ese afán de las moscas de revolotear sobre las cabezas de seres supuestamente pensantes en el interior de una sala que no para de temblar, en la Casa Central. Vuelven una y otra vez, creyéndose dioses de un cielo contaminado por su inmundicia. Vuelven como diciendo "mátenme, por favor, mátenme para que mi vida al menos sea una leyenda" o qué se yo, para inspirar lástima por su creciente precariedad neuronal. Y ahí escuchas su zumbido caer al suelo, viene otra mosca -aún más repugnante que la otra, porque llega con aires de grandeza- a indicar que su grupo de insectos está con la primera, pero también cae muerta al instante, pues su presencia es igual al cero absoluto (no sé cuánto en grados Kelvin, ni Farenheit ni Kepler, ni Newton ni menjunjes varios). Viene y se va, como para que le sigan. Una vez seguí su trayecto y solo encontré la misma inmundicia de siempre, de la cual escapan.

Lo que no entiendo es por qué vuelven si supuestamente se hace aseo, se ventila y sanitiza. ¿Habría que comprar más insecticida? Aunque, de todas formas, es fácil darles un palmotazo y verlas caer al suelo, porque de peligrosas no tienen nada. Son un simple bicho que se aparea entre sí en el aire y producen de su misma especie débil e insípida. ¿Servirán para algo? Yo creo que hasta ellos mismos se lo cuestionan y por eso revolotean en el aire para llamar la atención, como para encontrar en la rápida muerte un sentido a su efímera existencia.

(Y, para la próxima, aprende a agradecer, bicho añejo y drogado, porque hice que tu existencia se alargase un poco en un mundo irreal como este, el del lenguaje).

miércoles, 13 de octubre de 2010

Lenguajes extraños

Todos hablábamos en un lenguaje muy extraño. No recuerdo bien cuál era el mío, ni qué intentaba decir. Y lo más probable es que nada tuviese sentido en ese torbellino de locuras, de demencia congénita y expansiva que rápidamente se iba a propaganda por las mentes aledañas que, de pronto, se levantaban y empezaban a gritar como locos. Los vi correr para todos lados y chocar entre sí, maldecirse, golpearse e incluso asesinarse. Los vi cuando se descuartizaban mutuamente a mordiscos, a arañazos, a pellizcos, mientras los pedazos de carne roja -aún viva, aún latenta- caían al suelo mientras algunos transeúntes abatidos por el hambre se acercaban a comerlas. 

No sé bien lo que te estaba diciendo, ni lo que la gente me decía. Solo sé que todos corríamos como dando vueltas en un círculo que nunca nos llevaría a ninguna parte más que al mismo lugar desde el cual comenzamos y que con el paso del tiemp ya, no seríamos capaces de determinar. Corríamos todos vestidos de blanco, con la ilusión de llegar a alguna parte y tal vez creyendo de que todo ese enorme camino era algo distinto, tal vez un cuadrado, un rectángulo, un triángulo o quién sabe qué otra cosa. Soñábamos con alcanzar una meta lejana e inexistente. Creímos que acabaríamos en cualquier momento, sentados, abanicados, como reyes. 

Vi a unos que se golpearon ahí mismo, en el interior del círculo que luego comprendí que se trataba de una esfera dentro de la cual permanecíamos encerrados. Encontré un orificio pequeño por el cual huí sin pensarlo dos veces, haciendo mil esfuerzos por hacerme pequeño y caber dentro de tal agujero. Fue así como desaparecí de aquella esfera que, suspendida en un espacio inerte y sin vida, rotaba en torno a sí misma, buscando una estrella en torno a la cual trasladarse. Salté al vacío y mis pies dieron en suelo firme, pero inexistente. Caminé dubitativo; cualquier cosa podría suceder. Fue cuando vi el rayo de luz que ingresaba a la esfera, haciéndola girar aún más rápido provocándoles la caída a casi todos. Los oí estrellarse contra el vidrio mientras este se trizaba y algunos gritaban, alucinando, mientras los cables eléctricos se les enredaban al cuerpo para dejar caer las incontenibles descargas que hicieron explotar sus cuerpos. 

Cuando la explosión acabó, vi un hilo de sangre que fue cayendo desde la esfera... rellenando el espacio inerte, dándole color. Desperté, los cadáveres, todo descompuesto, hedía, maloliente, putrefacto, destruído, explosión.

martes, 12 de octubre de 2010

Para mí.

¿Y yo? Yo soñaba con un mundo iluminado, con cerros repletos de gente, con sonrisas, con música, con arte, con besos, abrazos. Yo soñaba con un mar de sensaciones completas, de pies a cabeza. Yo soñaba contigo. Soñaba con esas veces en que nos escapábamos, a escondidas, a beber un café y perdernos toda la tarde junto a la playa; cuando me empujabas al mar mientras el atardecer despedía el sol que se escondía entre las olas... aunque, a veces, también podría aparecer de entre las olas con algún pez escurridizo que saltaba desde las aguas. Soñaba con esos caminos que se descubrían en la ciudad de improviso, cuando elegías aleatoriamente cuál era la via que íbamos a seguir y yo te hacía caso, sabiendo que en esa selección encontraríamos una nueva aventura.Soñaba con esas veces en que te observaba llegar, sentado en mi banca de siempre, mientras tú te acercabas cruzando por el puente con esa sonrisa inocente que pedía perdón por el retraso, sonrisa a la que, evidentemente, sabías que ya iba a caer rendido.

¿Y tú? Más de alguna vez me debes haber visto sentado en el paradero, esperando la micro. Más de alguna vez me debes haber visto en la cafetería con mi vaso de café hirviendo. Más de alguna vez me debes haber visto observándote entre las columnas de libros que temía se me cayesen encima por algún movimiento errado. Más de alguna vez quise que esa mirada tan bella con la que le sonreías al verlo, fuese para mí.

Fotografía: Instituto de Arte de la PUCV, Miraflores, Viña del Mar.

lunes, 11 de octubre de 2010

Crónicas de un carrete de día sábado.

Los carretes en Valparaíso tienen una mística especial, que los convierte en uno de esos eventos que -pese a ser frecuentes casi todas las semanas-, nunca dejan de perder esa sensación de aventura que te significa recorrer alguna de sus calles iluminadas y silenciosas, esquivando algún perro vago que duerme (sin alcohol, pues aún no se ha logrado que se les permita el acceso a los bares) o alguna borracho que acabó su festejo aún antes de las 10 de la noche. Pues cada fiesta tiene su propia mística, su propio aire y su esencia. Y este carácter de aventura no solo corresponde a la odisea que tengo que hacer personalmente para llegar a Valparaíso (poco más de una hora en micro y a veces en metro, cuando sé que ni por milagro llegaré a la hora), sino por el hecho de que cada vez que veo las luces de los cerros, se me ocurren una y mil historias de lo que podría estar sucediendo bajo el sendero que se ilumina.

Ayer fue el turno de la celebración del cumpleaños de mi mejor amigo de toda la vida, cumpliendo sus 22 años mientras todos le recordábamos lo anciano que se ha puesto... y, ufff, pensando en que lo conozco, precisamente, de toda la vida, es inevitable ponerse a pensar en todo el tiempo que ha pasado. De acuerdo a su selección, acudimos al Pub Máscara ubicado frente a la Plaza Anibal Pinto: un ambiente alternativo, con música bastante agradable para oír (principalmente música indie, 80's, 90's, rock alternativo, etc) mientras conversas y bebes algo. Fue uno de esos carretes perjudicados por el adelanto de hora y el cambio al horario de verano que nos hace tener más luz en la tarde y menos claridad al levantarnos... y uno que espera que el local cierre una hora más tarde, pero no, se cierra a la hora oficial. Si bien, la fiesta misma es un evento espectacular en el que ha sido convocada gente de todos los credos religiosos habidos y por haber, una de las cosas que más me motiva y me inspira a crear historias es la odisea de regreso a casa.

Como siempre, caminando por la Plaza Cívica hacia el Líder de Bellavista. El silencio de una de las avenidas más transitadas de la ciudad es algo que parece extraño, pero agrada. Toda la gente que ya viene saliendo de sus carretes -algunos bastante alegres y pasados de copas, de cerveza, de vodka, de ron o de todo lo que se les pueda pasar por la cabeza- en dirección hacia los stands que venden comida. Es increíble, yo creo que ese es uno de los negocios del siglo: instalarse con un carrito de comida para los que más de alguna vez nos hemos visto afectados por nuestro mal-amigo 'bajón'. Incluso, he comido barros luco en uno de esos carritos sin haber carreteado y creo que no están nada de mal. La gente se amontona en Bellavista, haciendo sonreír a quienes venden sopaipillas, dulces, chocolates, galletas, empanadas de queso, pizzas, completos, sandwiches miles.

Lograr llegar a la avenida Errázuriz puede ser otra odisea ya que mucha gente viene en contra (no entiendo por qué, siendo que ya está todo cerrando y lo normal sería acudir a Errázuriz a tomar micros a Viña o el interior, pero bueno...). Las micros se amontonan: "a quina pa' Villa Alemana", "a 3 gambitas pa' Viña" o "dónde viajan, shiquillos" se constituye en una de las promociones típicas para hacerte subir a los buses que volarán a tu destino casi a la velocidad de la luz. Cuando logras pillar una micro que te llevo "por 500 hasta Quilpué", te acomodas en el asiento y ruegas que no se suba algún borracho odioso a tu lado. Que se sienten donde quieran, pero no a tu lado. Y entonces, esperarás unos 20 minutos sentado hasta que la micro se vaya llenando, momentos en que empiezas a notar que los pasajeros practican algún tipo de baile exótico (zapateo constante en el suelo), generalmente acompañado de un "oe, ya po, apura" o de algún otro tipo de improperio contra la ambición del señor chofer, que pretende llenar su micro a como dé lugar. 

Cuando la micro parte -y piensas "al fin"-, la ciudad pasa a ser una línea continua de luces que, en cualquier momento, temes ver a tus pies. Yo ya me he cuestionado varias veces por qué estos microbuses no tienen alas. Y de un momento a otro, la gente comienza a quedarse dormida: algunos con la cara pegada a la ventana, otros casi cayéndose al pasillo, otros en un estado deplorable que no recordarán siquiera que han tomado la micro... Pero, lejos, lo más notable del día de ayer (día que me motivó a escribir mi historia), fue el majestuoso despertar que deben haber tenido muchos de los durmientes. Fue como un disparo, tal vez la explosión de una rueda, el suicidio de algún borracho delirante o qué se yo. Se suben unos pasajeros casi corriendo -argumentando que pagarán luego, pero que parta "por favor"- y entonces me entero de que esa explosión ha sido un piedrazo contra el vidrio, lanzado cuando la micro venía a la altura de 'Paso Hondo'. Un increíble 'fail' mezclado con un 'WTF'.

Finalmente, luego de esperar casi 40 minutos en el terminal de los colectivos, logré llegar a mi casa a eso de las 06.40 de la mañana, con hambre y sed, buscando algo en el refrigerador para poder ir a dormir con el estómago contento. Y así son las crónicas de un carrete de día sábado por la noche que también podría sucederle a usted un jueves o un viernes, preferentemente más que otros días de la semana. Es así como uno logra sobrevivir a un carrete porteño, con regreso a casa incluido, una experiencia que no deja de ser lúdica y sorpresiva ya que nunca sabes cuál será la sorpresa que cada nuevo carrete te va a dar. 

(Ahora intentaré dormir con la cumbia melodiosa -Antonio Ríos- que escuchan los vecinos... seguro sus invitados tendrán alguna otra odisea para regresar a sus casas...)

sábado, 9 de octubre de 2010

Vasos de agua, de jugo, de anís.

Vaso de agua, de jugo, de anís.
Silencio perpetuo escondido en un cristal
y la mirada asesina que dibuja el camino hacia su víctima.
La esperanza de un objetivo impreciso,
de hechos consumados,
de la perfección milimétrica de una navaja entreabriendo la piel.

Donde bailan los nocturnos caminantes,
donde cantan los artistas bohemios de la calle,
donde duermen los vagabundos y errantes,
donde aparecen los niños perdidos que nacen a la clandestinidad de la ciudad.

La calle del silencio, de la ilegalidad,
la calle sin ley, ni orden, ni Dios, ni nada.
Donde una estrella -dicen- cayó hace tiempo
y quedó oculta bajo el pavimento.
La calle donde se sientan a divagar los que se dicen filósofos,
delirantes en sus vasos de agua, de jugo o de anís.

jueves, 7 de octubre de 2010

Perderse.

Escribo, sí, escribo. Y no desde una trinchera porque no estoy luchando con nadie, no quiero matar a nadie ni tampoco a sus ideales. No escondido, porque no me escondo de nadie, no tengo nada que ocultar. Escribo de la vida misma o a veces de la no-vida misma, de esos universos paralelos que potencialmente existirían si se activara el botón de la imaginación, creatividad o utilizando los recursos verbales -y no verbales, claro está- que poseemos en nuestra vida cotidiana. Escribo para olvidarme del mundo, para crear otro, porque quiero ser un Dios en un universo paralelo. Sí, escribo porque a veces quiero ser egoísta y dominar el mundo con una sola palabra, en un solo párrafo... quizá en un intento de novela.

La palabra no fue creadora del mundo sino que al revés, se constituye como un recurso de elaboración de la existencia. ¿Por qué no elaborar una existencia ajena, distinta, extraña -muy extraña si es posible, aparentemente inconexa y sin ningún punto de referencia con eso que llaman 'realidad'-, a través de la cual establecer nuevas lógicas multidimensionales y sensoriales? Crear una nueva existencia ajena y, por un instante -o quizá, por toda una vida- perderse. 

Fotografía: Avenida Portales, Cerro Barón, Valparaíso. 

miércoles, 6 de octubre de 2010

Enredado

Estoy enredado entre conjugaciones diversas de verbos en pretéritos varios, de verbos en indicativos abstractos y acciones perfectivas de antaño que dan vueltas y no concluyen. Se pisotean los conceptos entre sí, discutiéndose el uno al otro, ¿cuál es pasiva, cuál refleja? O no sé qué pasa con el otro morfema. Un bailoteo inconexo de palabras, de formas, de nexos... de todo lo que da vueltas en universo paralelo. Tal vez algún autor saldrá a bailar de noche en alguna canción con sus planteamientos, tal vez alguna se emborrachará en el silencio de un escritorio mientras se congela. 

Y aparecen sueños obnubilados, redondes, mezclados en un remix de sonoridades perturbadoras. Aparecen palabras que se mueven, me confunden, me desordenan, me enredan. Buscando los tiempos perfectos, los tiempos compuestos, los tiempos incompletos o lo que sea. Mi cabeza explotará en cualquier momento.

lunes, 4 de octubre de 2010

Puentes, bridges

Cruzar el Puente Lusitania es, definitivamente, muy diferente a cruzar el Tower Bridge de Londres. Acaso serían los mismos sueños los que cruzan por uno u otro puente, pero nada parece ser igual. El aire es distinto, las luces son distintas, la ciudad es distinta, la gente es distinta... todo es distinto, pero a la vez, es igual. ¿Por qué? ¿Acaso no se esconde un vagabundo a dormir bajo la historia de dicho puente tan histórico? ¿Acaso no bebería su té inglés la reina junto al estero apolillado y hediondo? Acaso... ¿no podría también verse el ocaso del día y las luces de colores recorriendo el cielo?

¿Acaso no podría un transeúnte, enloquecido por un pensamiento momentáneo que lo sedujo por completo, lanzarse desde el puente creyendo que, con los ojos cerrados, podría volar?  

Fotografía: Tower Bridge, Londres, Inglaterra. 

domingo, 3 de octubre de 2010

Medio muerto

Me siento como medio muerto. Sí, de pronto y de la nada, me he empezado a sentir como si hubiese dejado de existir de manera física, al menos. Mi cuerpo parece que ya no siente nada, el oxígeno que respiro no tiene ese sabor de antaño que me daba alucinaciones extrañas, rememorar momentos o recordar tiempos tan lejanos como los de aquellas vidas pasadas en otros lugares, distintos al mismo puerto que me vio nacer. Mi mente no vuela tan alto, parezco atascado en una jaula, con una cadena en el tobillo que no me deja salir. A veces este sentimiento de muerte se traduce en una sensación extraña de vacío absoluto, de insatisfacción crónica, de buscar y buscar lo que ya no buscas, lo que ya ni te importa.

Como que los sueños se agotan, como que la energía -que debiese abundar- hace falta. Como que el sol no entrega esa energía que antaño me animaba en primavera... esperar, esperar... ¿esperar qué? Añoro esos tiempos en que esperaba que pasase algo, ahora no espero nada. A veces siento que vivo como por inercia, como por obligación de la cual algunos quisieran huir. Miro una y otra vez hacia atrás, hacia la vida que pasó, a veces siendo peor que un anciano que dice que todo tiempo pasado fue mejor. ¿Acaso me convertí en un anciano y no me di cuenta? O, ¿acaso, efectivamente, pasé el límite de la vida y recién ahora comienzo a darme cuenta de que eso, que alguna vez temí, ya sucedió?

Fotografía: Ciudad Abierta, Ritoque, Maitencillo.

sábado, 2 de octubre de 2010

...

Cualquier día de estos, podría aparecer muerto. Sin huellas de asesinato, sin huellas de violencia, al más puro estilo de una muerte silenciosa y espontánea que, en medio de la nada, se lleva poco a poco mi alma hacia parajes más lejanos. Arrojado sobre la arena, sobre el suelo, con marcas de silencio sobre mi piel. La angustia, el deseo de saber qué es eso que va más allá del límite de lo terrenal y lo físico como tal, el sueño de alcanzar esferas etéreas aparentemente inalcanzables en este estado. Ese deseo de semi-onmipotencia, de esconderse en espacios sin ser visto, de ver todo, de saber todo sin correr riesgo en ello.

A veces pienso que el silencio podría llegar de pronto, bailando, cantando, sonriendo. Cuando llegue ese momento, no sé si quisiera realmente saberlo. Saber que pasaré a ser un pedazo de piel y de huesos que lentamente se hacen polvo a algunos metros bajo tierra, saber que de mi boca ya no podría nacer ni una nueva historia. Saber que, realmente, no sabría cómo podrían continuar todas las historias que he intentado tejer, a veces, sin éxito.


Fotografía: Mirando el mar desde el Castillo Wulff, Viña del Mar.