Sabía que tarde o temprano esto volvería a suceder y en estos momentos todo se convierte en un torbellino de pensamientos varios. Sí, un nuevo comienzo o la extensión del presente antaño que se convierte en futuro. ¿Qué es el tiempo, qué es el espacio y qué son esas flores violetas de la vida? Tal vez una especie de tumba que se rompe y resucita hacia la nueva vida o tal vez algo diferente. Una constante divagación, nada se entiende. Y tarde o temprano, por más que lo evitara, volvería a sentir esa sensación de frío de edificios antiguos en un pasado cercano, en un sueño cumplido que nunca parece ser suficiente aunque ya hayas visto que tu tiempo pasó: es el momento de que otros vivan su sueño, es parte del ciclo. Y, claramente, estoy feliz de que alguien más esté cumpliendo su sueño, sobre todo porque se trata de una persona que es fundamental en mi vida.
Era inevitable que cosas muy simples tales como ver una fotografía pudieran despertar en mí los mismos sentimientos de antaño hacia esas calles de Albacete frío, extraño y sombrío en el cual viví por casi 6 meses que pasaron como un soplo de viento con todas aquellas nuevas experiencias que dejaron una huella en mi memoria. Pero ya es tiempo de dejarlo atrás, ¿o no? Quiero vivir con ese recuerdo casi infantil, como un niño que corría por las calles, sonriendo ante esa situación que le parecía un juego divertido: todo era una sorpresa, todo era algo que se podía descubrir. Volví a caminar cerca de esos edificios, volví a recorrer el Parque Abelardo Ahumada como tantas veces lo he hecho entre oníricas visiones. Volví a recorrer el camino a la universidad y a sentir esa extraña emoción de ver por primera vez el Eroski o de encontrarme en la calle del Ángel. Volví a sentir la nostalgia de aquellos días dorados de lluvia y de escarcha... de esa ausencia que buscaba convertir en presencia y que encontré tantas veces en sueños. Volví a habitar mi habitación del departamento en la Calle Piedra y ver la luna llena una noche, a las 2 de la mañana, recorriendo el silencio de la ciudad de la cual a veces era un hijo y otras, simplemente un caminante.
Y sé que la persona que lo hizo es inocente de toda esta situación y que, seguramente, ha tenido una buena intención al enviarme dicho correo. Sé, también, que suelo crear historias en mi mente en base a cualquier cosa y que soy el único responsable -aunque no sé qué tanto- de todas las emociones que me hacen vibrar día a día y, por tanto, reconocerme como un ser vivo. He de aclarar que todo esto ha sucedido luego de recibir una invitación de una profesora que tuve en España, quien conserva mi mail en sus contactos y ha enviado a todos un correo para asistir a una evento el jueves 3 de marzo, día del Jueves Lardero. Vino a mi mente el recuerdo del frío que había ese día y de lo bien que lo pasé: de la 'mona' de chocolate. Y, muy probablemente, asistiría a dicho evento si ocurriese un milagro, con la sola excusa de volver a Albacete a observar, como un caminante más, que las historias han pasado como el agua que sigue su curso. Porque no podemos detener el tiempo, porque la vida sigue y es lo correcto. Y así debe ser, porque el pasado ha sido la causa del presente que mira a un futuro cada vez mejor.
Sabía que iba a volver esa nostalgia de los días nublados, de comer tapas, de llegar a la universidad y ver las baldosas húmedas por la llovizna. Del ruido de un avión que despegaba en algún lugar, de tomar fotos a cualquier lugar, del cableado subterráneo. Nostalgia de Albacete, cuando ya ha pasado un año desde que conocí tierras manchegas donde dejé mi huella y un poco de mi esencia.
1 comentario:
Sobre la pregunta... no creo que debas dejarlo atrás, es más, debes conservar esos recuerdos por siempre. Ahora ando = q tú, fotografiando todo y sorprendida con todo lo nuevo xD.
Creo que lo bueno es mantener la capacidad de asombro y llevarla a la vida real, a la que tarde o temprano hay que volver.
Publicar un comentario