Hace poco decía que Valparaíso tiene la magia de que las historias nacen y cambian a cada instante: hoy comprobé mi teoría y de una manera muy práctica, gráfica y tangible. Dicha situación se puso de manifiesto no solo con el sonido del viento en la calle Melgarejo ni con el ruido de un choque contra el cemento, sino más bien, con el hecho de que mi imaginación se echó a volar y en un segundo ya estaba volando con el viento que alcanzaba el piso más alto de la intendencia. Cabe destacar mi pensamiento -que no escatimé en decir en voz alta- al ver el cartel de "Servicio público" (como la mierda).
Hoy fue uno de esos días extraños en que me desperté a las 08.15 con un sismo magnitud 5.1 que estremeció un poco mi casa, quitándome los pocos minutos de sueño que me quedaban por delante. Mucho calor, calor casi de ese verano que se quedó en el tintero y que debería dar paso a un invierno un tanto extraño con sequía incluida, problemas energéticos y más de alguna locura climática. Y esta seguidilla de temblores me ha mantenido atento a las noticias, a la espera de que digan algo nuevo, pero no. Solo aparece calor...
Calor y viento. Lo que es bueno, porque hace que no se sienta tanto la temperatura, pero el calor atmosférico produce una sensación de aletargamiento que te hace caminar como un ser inerte y quedarte dormido en todas partes. Así fue como llegué a un Valparaíso atacado por una tormenta de viento que no veía desde hacía mucho tiempo. Todo se movía como si terremotease en grado 7, pero solo de viento. Y no se nos ocurrió otra mejor idea que sentarnos en pleno pasaje Melgarejo, en plena zona Edi (o cómo se escriba, más información, preguntar a Sebastián Arancibia). Pasamos un rato, sentados mirando a la gente que volaba... perdón, caminaba por la calle y otros que intentaban alzarse en el vuelo de manera infructuosa. Fue un caos, la lucha de las fuerzas por avanzar, por superponerse, como la lucha entre Caín y Abel o qué se yo. Me recordó Punta Arenas y los cordeles que ponían en la esquina de la ENAP para que la gente no cayese a la calle.
Y sucedió lo increíble, nació una historia. Me pongo de pie y, en el acto, mis lentes de sol vuelan con el viento. En un acto desesperado e inconciente - un grito de "noooooo" hollywoodense y mi actitud, claramente, de antihéroe que intenta ser héroe- corro tras ellos, pero el viento es más fuerte. No entiendo cómo volaron, but they did. Los vi estremecerse contra el suelo y cuando lograba tenerlos en mis manos, el último crugido al ver que volaba el vidrio y mi resignación evidente. Regresé con unos lentes un tanto psicodélicos en 3D. Si fuera famoso, seguramente habría instalado una nueva moda... y un auge en las ganancias de los oftalmólogos por gente con problemas de visión.
Lo extraño -a diferencia de otros sucesos como este, ocurridos con antelación- es que acabé riéndome demasiado. Cosas que pasan en Valparaíso, ¿ve, usted? Así nacen historias... y esa fue la historia de mis lentes de sol, que ahora son una historia más.
1 comentario:
Me alegro de que tu reacción no fuera como el día del bolso y los lentes :P
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