viernes, 4 de marzo de 2011

Marzo congelado de antaño.

El recuerdo de una noche fría de Albacete se mezcla con las vías del tren, ese camino directo hasta Madrid, viendo las luces en el horizonte y olvidando, por varios segundos, lo que sucede en la realidad. No es un escape, no es una huida: es una búsqueda. Allá en Atocha que se esconden secretos varios, allá en Chamartín que nunca logré conocer. Allá cae nieve y puedo observarlo desde mi ventana, desde el balcón de mi departamento que va a dar a la Carretera de Valencia, desde donde alcanzo a divisar algo del camino a Chinchilla de Montearagón y la nostalgia de estar situado en un pueblo que queda en mitad del camino. Albacete mira hacia el norte y hacia el sur, mirando a los transeúntes que vienen y van.

Y el cielo de pronto, enrojece. Hace frío mientras se oyen las ruedas de mi maleta al avanzar por el pavimento. Me abrigo, tengo frío y siento todo mi cuerpo erizado. Quisiera salir corriendo, pisar el cesped frío, dormir sobre la escarcha y ser uno más con el frío. Cuando cierro los ojos y de pronto, veo la nieve que empieza a caer sobre mí. Sonrío y no importa el frío: es hora de correr entre la nieve, empaparse de blanco, lanzarlo al aire. Son las 6 de la mañana y sigo despierto. Soñé con perpetuar ese invierno tantas veces durante ese marzo congelado de antaño.


Fotografía: Parque Lineal a las 5 am, Albacete, España (Febrero 2010)

1 comentario:

E dijo...

Este escrito me recordó Eternal sunshine of the spotless mind, la escena cuando aparece la cama en la playa y hay nieve.