El recuerdo de una noche fría de Albacete se mezcla con las vías del tren, ese camino directo hasta Madrid, viendo las luces en el horizonte y olvidando, por varios segundos, lo que sucede en la realidad. No es un escape, no es una huida: es una búsqueda. Allá en Atocha que se esconden secretos varios, allá en Chamartín que nunca logré conocer. Allá cae nieve y puedo observarlo desde mi ventana, desde el balcón de mi departamento que va a dar a la Carretera de Valencia, desde donde alcanzo a divisar algo del camino a Chinchilla de Montearagón y la nostalgia de estar situado en un pueblo que queda en mitad del camino. Albacete mira hacia el norte y hacia el sur, mirando a los transeúntes que vienen y van.
Y el cielo de pronto, enrojece. Hace frío mientras se oyen las ruedas de mi maleta al avanzar por el pavimento. Me abrigo, tengo frío y siento todo mi cuerpo erizado. Quisiera salir corriendo, pisar el cesped frío, dormir sobre la escarcha y ser uno más con el frío. Cuando cierro los ojos y de pronto, veo la nieve que empieza a caer sobre mí. Sonrío y no importa el frío: es hora de correr entre la nieve, empaparse de blanco, lanzarlo al aire. Son las 6 de la mañana y sigo despierto. Soñé con perpetuar ese invierno tantas veces durante ese marzo congelado de antaño.
Fotografía: Parque Lineal a las 5 am, Albacete, España (Febrero 2010)
1 comentario:
Este escrito me recordó Eternal sunshine of the spotless mind, la escena cuando aparece la cama en la playa y hay nieve.
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