El tiempo se escapa de las manos como el agua entre los dedos, así como decía una antigua canción. Ahora, al ventrilocuo se le cae el mentón y se rompe en mil pedazos su rostro, mientras intenta decir adiós una y otra vez. El tiempo es un instante, una hora es un segundo y un segundo es imperceptible. Quizá, más lento que un latido, quizá más rápido... no lo sé.
Echarse a volar en un solo instante es tan fácil como cerrar los ojos, mirar la ciudad desde el balcón y ver la vida que hay en los cerros. Tan rápido como decidir algo, el choque de las neuronas y tu agenda ya tiene un nuevo plan para la próxima semana.
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