Mientras iba en el metro en dirección a estación Miramar, lo único que pensaba era en que tenía muchas ganas de escribir cualquier cosa. Pero con una mochila y un bolso cargados de instrumentos de medición, era una tarea un tanto complicado que debió aguardar varias horas. Mi primer día de trabajo esporádico de dos días, de esos que te sorprenden gratamente por una llamada por teléfono en Mall Marina Arauco de Viña del Mar, cuando te intentan explicar algo que no entiendes y que, finalmente, sabes que será mejor consultar en la reunión destinada para ello.
Las instrucciones eran bastante claras para mí: llegar con 20 minutos de anticipación a la sala donde debía tomar el test. ¿Qué sucedió? Me falló el dios Cronos gracias a la mala frecuencia del MERVAL, por lo que llegué excasos 10 minutos antes de la hora. Y, para peor, estaba invadido de los alumnos de intercambio a quienes les estaban presentando la facultad: esos son los momentos en que uno piensa que ser precavido tiene sus ventajas y que debí haber salido de Valpo a las 10.45 y no a las 10.55. Suena mi teléfono y me preguntan si todo va bien... obviamente, no. Cuando logré llegar a la secretaría y me llevan a la sala donde tomaría el test, sentí un poco de alivio. Vi entrar a la gente y fue como "ok, estoy aquí, comencemos".
Y resulta que cada día compruebo que la gente no sabe seguir instrucciones, grupo en el que me incluyo en varias ocasiones pese a mi manera fría de calcular cada movimiento. Hoy no me resultó y creí en un desastre. Se me olvidó lo que tenía que decir, pero al menos respondieron. La gente no entiende que cuando se les dice que deben hacer un test primero y después otro, es por algo y que debe seguirse ese orden. Se adelantaron, no tomaron en cuenta mis instrucciones y en más de algún momento me dio ganas de quitarles a todos el test y mandarlos de regreso a casa (qué eufemismo más correcto, me sorprendo a mí mismo). Finalmente, se me adelantaron (a Dios gracias) y terminaron antes de lo que tenía pensado. Cuando entregué el material de regreso, vi que nada había sido tan terrible. El único pequeño gran problema fue que me entregaron, nuevamente, lápices grafito a los cuales debo sacarle punta. ¿Acaso no les bastó que me llenara los dedos con ampollas, por hacer lo mismo el día de ayer?
Y, finalmente, he regresado a casa feliz para poder escribir, escuchar algo de música y disfrutar lo que me queda de vacaciones. Es increíble que un plato de fideos con albahaca, queso rayado y tomate me pueda hacer tan feliz.
1 comentario:
Usa guantes para sacar punta a los lápices ;)
Ahora, respecto al día... ya veo el motivo de los "fallos"... Detalles, nada más. Con práctica, esos errores serán cosa del olvido.
Saludos!
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