lunes, 4 de mayo de 2009

Suenan las alarmas.

Suenan las alarmas alrededor. El delincuente huye despavorido, tiene miedo. Está cansado, está agobiado por lo que no ha hecho, pero lo persiguen dispuestos a acabar con su vida tras unos cuantos disparos enredados de sangre y maleza podrida que expandirán sobre su cadáver de joven sonriente con "tanto potencial". Lo que él no sabe, es que luego ocuparán su cuerpo para resucitarlo y asesinarlo una y otra vez, casi como Prometeo. El delincuente huye, no está vestido de negro; está vestido como una persona común y corriente.

Suenan las alarmas y él está oculto tras los basureros en donde se esconden los restos humanos que no han podido procesar. Está escondido, tiene frío; está descalzo, sólo alcanzó a ponerse el pantalón del pijama antes de huir, siente el frío en la espalda y se le congela el pecho al ver sus pies sobre la calle que yace escarchada. Escárchame el silencio, escárchame la vida, escárchame los pensamientos para ser tan rápido como el viento. Allá vienen tras él, ¿dónde más me puedo esconder? Ve las luces que van y vienen, pasan a su lado, pero aún no se han dado cuenta de su posición. Esperaré el momento correcto para salir corriendo. No des un paso, tus pies resbalarán en el hielo.

Ahora lo recuerda con cierta nostalgia, ahora lo recuerda con tristeza. Ahora ve su cuerpo amarrado a la mesa de disección; sus muñecas amarrados con correas de cuero -esa piel que le extirparon a otra víctima anterior-, sus tobillos atravesados por gruesas cadenas por las cuales aún gotea su sangre. Se ríen de él, se ríen de su "tanto potencial" que está derrochado sobre la mesa, con el pecho al aire cuando el guante quirúrgico se acerca malicioso; las agujas le perforan la piel, los cuchillos las espaldas lo cruzan hasta la espalda. Aunque, después de todo, no es la primera vez.

1 comentario:

Nina Avellaneda dijo...

Me dan pena las películas de él .