sábado, 10 de febrero de 2007

Mi ocaso

Era de madrugada, pero aún no lograba conciliar el sueño. El día había sido el peor de toda mi vida, en que nada fue como lo hubiese querido, ni nadie era quien yo quería. No lograba entender qué había hecho, ¿por qué todo había salido mal?

El día anterior mi vida dio un vuelco inesperado. Todo lo que siempre creí cierto y bueno, es ahora lo más malvado en este mundo. Mi fiel amiga, mi compañera de todo momento, con quien reí y lloré mis penas, era la que me decía que no, ante mi promesa de regalarle mi mundo. Sentí como la fría brisa del mar azotaba mi cuerpo, y vi sus ojos intentando fijarse en los míos, convertidos en un río de lágrimas. No, ella no podía ver eso. ¿Qué pensaría ante mi actitud de flaqueza? No podía darse cuenta del terremoto que ocasionó en mi interior, lo que creía de mi pertenencia, ahora ya no era mío, pues nunca lo había sido.

Me alejé caminando de su mano suave y maternal, ocultando mis lágrimas y llevándome conmigo ese tormento. Me propuse olvidarla y odiarla el resto de mi vida, nunca más volver a verla. Me fui directo a mi casa sin darme vuelta a mirarla, por temor a que viera mis lágrimas de debilidad, disipando la imagen alegre que por siempre tuve frente a ella. Fue un error, de que me arrepiento. Llegué y me encerré en mi cuarto. Era tarde y los acontecimientos no habían hecho más que agotarme, pero no pude conciliar el sueño.

Y así transcurrió esa noche, la peor de toda mi existencia, entre lágrimas y versos. Hasta mi corazón se sentía distinto, no palpitaba, creí que moría. Y así sucedió mi lenta agonía durante toda esa noche, mis lágrimas eran ya un torrente, y mi alma se iba con ellas, lentamente, por toda la eternidad.
Kinkan ®

1 comentario:

Anónimo dijo...

wen texto
ncerio
go on D: