Con pinceles danzan las figuras en el cielo
cuando se nubla del silencio fanstamal de antaño
y acarrea el viento de historias futuras.
Una mezcla del cronos perpetuo
azules los verdes paisajes
de aquel inicial cuento,
esas historias que te contaba antes de dormir
cuando la luna se posaba cerca del balcón;
esa luna en la cual dormíamos abrazados
a la espera de un caluroso nuevo amanecer.
Telas traídas de oriente y un canto bajo el sol,
una manta dorada se eleva en la arena
mientras brindan las guitarras en su son,
beben del buen vino de la vendimia
y sonríen a la naturaleza, melodías en do.
¿Hasta dónde llegará la fiesta,
hasta dónde llegarán las historias estivales del invierno?
Con una mano en la cintura y la otra en el cielo,
sonriéndole a la doncella que se quita el velo,
que camina hacia el mar y se sumerge, lentamente,
hasta ser parte de ese horizonte desconocido.
¿Hasta dónde oirán las voces de los cantos de ultramar?
Donde las guitarras tocan melodías en do
y el buen vino nos inunda de felicidad.
A lo lejos se escuchan, renace la ciudad,
las palabras reestructuran su inmensidad.
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