martes, 12 de abril de 2011

En la luna.

Hace 50 años que el hombre comenzó la conquista del espacio. No sé si será cierto: los norteamericanos son especialistas en armar montajes en su favor. Tampoco le creo a los rusos. Creo que tampoco le creo a El Vaticano. Lo que sí sé, es que hace tan solo 5 años pisé la luna por primera vez y siento la necesidad de volver a ver el mundo desde la altura, de soñar en ese ensueño de la no gravedad y poder dar vueltas en el aire. Volver a respirar el no-aire y volver a sentir la libertad, pese a estar envuelto entre capas de materiales resistentes a ese clima adverso. Porque, como seres humanos, somos lo suficientemente subdesarrollados como para no poder sobrevivir fuera de nuestra atmósfera, teniendo en cuenta que los alienígenas sí son capaces de adaptarse a otros ambientes. 

Nunca pude hacerme amigo de un ET y tampoco logré llegar al lado oscuro de la luna, aunque estábamos tan cerca: algo así como 40 kilómetros a pie, por un camino pedregoso y difícil que nos tomaría unas 5 horas. Imposible llegar en vehículo porque las carreteras no estaban pavimentadas: no era muy rentable para nadie llegar hasta un lugar que no se sabe qué es lo que tiene a ciencia cierta. Aunque creo haber visto algo tras esa oscuridad que, sabiamente, oculto su tesoro. 

Estando medio dormido durante la noche -muerto de frío-, sentí pasos que se acercaban a mí. Aunque creo que se trató de un sueño. Me levantaron cuidadosamente y me cubrieron con la frazada más cálida que he conocido en la vida y que, por supuesto, adoré. Entonces vi la gran ciudad, silenciosa, majestuosa, perfecta. Enormes edificios iluminados con satélites que sobrevolaban la luna, orientados hacia el sol. Nunca vi sus caras, porque estaban cubiertas, pero sí vi las luces de muchos de sus vehículos voladores. Tampoco pude hablarles. Solo sé que me sentí muy a gusto, allá fuera del mundo, allá en fuga de la realidad. 

Cuando abrí los ojos, la tormenta de arena me había cubierto de hielo por lo que fue un poco difícil levantarme. Regresé a la nave, en silencio y me dormí. Miré la luna desde la altura mientras regresaba a la tierra. Sigo creyendo que fue un sueño, aunque cada noche, sigo sintiendo esos pasos que se acercan a mí mientras duermo.

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