martes, 25 de agosto de 2009

Paracetamol

(A heartache is killing me) Y no sé bien qué es lo que voy a decir, cómo voy a empezar o cómo voy a acabar. Suena Gepe en el playlist con esas palmas de Namás que me recuerdan todas las veces que me he reído al respecto. Venir llegando de clases en una sala que parece un refugio nuclear -en palabras del profesor-, sin ventilación y con más de 60 personas luchando por consumir el oxígeno, puede producir efectos secundarios... efectos secundarios tales como dormirse toda la clase, seguir con sueño, bostezar en extremo, cabecear de manera descarada, rayar el cuaderno y darse cuenta que algo de habilidades existen para el dibujo, pensar en que te han amenazado los rumores con una prueba apoteósica, querer comer demasiado, dormir todo el camino en la micro (1 hora) y llegar a la casa con un dolor de cabeza que te obliga a buscar un paracetamol.

En la medida que recorría el camino a la cocina me acordé del cuento "Encuentro con Enrique Lihn" de Roberto Bolaños, uno de esos locos escritores chilenos que se transforman en algo así como leyenda y que nos demuestran -como siempre-, que la literatura chilena es mucho más que las palabras de un marxista con voz fúnebre. Sucede que en este cuento, el narrador tiene un encuentro con Enrique Lihn en una situación que no puede dejar de ser surrealista o algo parecido, sobre todo bajo el marco de que es un sueño. No hay relojes derretidos -como en "La persistencia de la memoria de Dalí", mi pintura favorita-, pero si hay eventos extraños tales como un piso flotante, gente que va y desaparece, calles extrañas, etc. Pero lejos, uno de los mejores recursos estilísticos -que funciona a manera de efecto visual-, es el relato de cómo una pastilla se disuelve en un vaso, mientras espera para poder beberla. Es increíble ver cómo este suceso tan minúsculo puede ser relata detalladamente en una página, en un párrafo que parece nunca acabar y que cuando concluye, logras sentirse tan tranquilo como si te hubieses bebido también la pastilla, como efecto tranquilizante, como una verdadera catarsis.

Es el único cuento que me he leído de Bolaños hasta este momento y creo que tengo una deuda tremenda con la literatura chilena y con este autor, que fue alabado en Estados Unidos aún con su obra póstuma "2666". No es necesario que mencione que éste es uno de los locos originales chilenos que no vive en Chile, como Jodorowsky, por ejemplo. No debí haber mencionado a este autor, cuyo película "El topo" hasta el día de hoy aumenta mi dolor de cabeza, intentando unir pedazos para generar algo que se asemeje a una interpretación... pero dan ganas de volver a verla y eso es inevitable.

Se disolvió la pastilla hace rato, pero todavía me duele la cabeza. ¿La culpa la tiene la sala o el profesor que me deprime? Increíble cómo puedo terminar hablando de cada cosa, sólo por una inercia-trance del dolor de cabeza.

(A heartache killed me so softly...)