viernes, 21 de agosto de 2009

Él y ella.

Ella sonrió de una manera sorprendente al encontrarse de frente con él. Él sonrió de una manera asustada al verla acercarse tanto hasta casi rozar su piel. Lo saludó con un "hola" bastante seguro, y él le respondió lo mismo, pero con cierta inseguridad. Ella lo había llamado luego de verlo un día por la calle, él no sabía bien cuáles eran los motivos de esa llamada y cómo habían obtenido información respecto a él. Ella sí sabía el motivo de la elección. Él se preguntaba cada dos segundos respecto a cuáles eran las reales intenciones de esa mujer tan extraña.

Le pidió que se sentara mientras ella iba en busca de café, eso haría un poco más grata la entrevista. Él hizo caso, mirando a través de los enormes ventanales del piso 56, desde donde podía ver la enorme ciudad, que continuaba aún más allá de lo que los cerros permitían ver: Quilpué del siglo XXII había alcanzado horizontes impensados. Las oficinas de los edificios aledaños mostraban a la gente pegada a las paredes, como si estuviesen clavadas. De hecho, corrían hilos de sangre que teñían de color rojo el suelo, dando la ilusión de una imagen abstracta. En ese mismo momento, le disparaban a un muchacho que iniciaba la fila -aparentemente, de espera-, lo que provocó que el resto se marchara de inmediato.

La mujer regresó a su lado con los cafés. Bebió un poco antes de que ella se sentara del otro lado de la mesa. Ella lo miró con la misma sonrisa, como esperando que él dijese algo. Como no cruzaban palabras, se decidió a hablar. Movió los labios, pero la voz no le salía; se dio cuenta de que le estaba costando respirar y la desesperación se apoderó de él. La mujer llamó a los guardias para que lo amarraran a la silla: él yacía casi inconciente mientras lo ataban. Cuando estuvo firmemente atado, le apretó el pecho y entonces él pudo volver a respirar. Ella se largó a reír mientras le rasgaba la ropa. Corrió un hilo de sangre de su pecho.

Una mujer desde el edificio aledaño observaba cómo arrastraban un cadáver en el suelo: la demanda por ropa había sido mucha durante ese año y no podían darse el lujo de perder la piel joven, que llegaba como un regalo.

2 comentarios:

Jaime Antonio dijo...

mmm el regalo siempre trae consigo algo. Sigue así kinkan, me encanta leerte.

Espero que tengas una semana cool
y si sabes de algún congreso o algo avísame pronto, que quiero ir a todos los que pueda XD


saludos

La Maga dijo...

Quilpué del siglo XXII, NOTABLE!!!