Es tan difícil describir exactamente todo lo que uno siente cuando ha realizado un viaje. En pocas palabras, solo se puede decir que las emociones son muchas y multisensoriales. Efectivamente, como dice McLuhan, al cuerpo no se le puede pedir que deje de sentir, es algo involuntario. Eso es lo que pasa cuando uno realiza un viaje y cumple un sueño, creando la eterna duda respecto a si todo lo que ha sucedido es parte de una fantasía onírica o de una realidad concreta. Es extraño pensar que Madrid ahora está tan distante y que tan solo hace 2 meses estaba recorriendo los alrededores de la Plaza de Toros, con una lágrima en los ojos, soñando con el pasado que se acababa en ese momento, rumbo al Aeropuerto de Madrid-Barajas, de regreso a Chile.
Hace 2 meses que llegué de regreso a mi tierra, a mi gente. Relatar mi viaje de regreso no está exento de situaciones dignas de contar. Desde la partida definitiva de Albacete, el 10 de julio a las 3 de la mañana, las maletas miles que no sabíamos cómo ibamos a llevar -con un chofer que quería que pagásemos un pasaje extra-, la despedida de la gente con quien compartiste todo ese tiempo, la última mirada a las luces de la ciudad que ahora parecía tan triste y nostálgica. Albacete, con sus silenciosos misterios, nos daba la despedida con un abrazo cálido, sincero. Recuerdo la última vez que miré el edificio donde viví y me parecía mentira que 6 meses se hubiesen pasado tan rápido, que todo llegase a su fin... claro, aún estaba a tiempo de arrepentirme, de perder el avión, de quién sabe qué otra cosa. Pero no, 'no hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague'... era el momento de regresar.
Sentados en la Estación de Autobuses de Albacete, aún no comprendía de que me estaba yendo. No quería mirar atrás, no quería ver que a mis espaldas se quedaban muchas de las historias más divertidas de mi vida. Solo cuando me subí al bus, comprendí de que me estaba yendo de Albacete, para siempre, pues, aunque vuelva, Albacete ya no volverá a ser lo que yo tuve. El bus se alejaba de la ciudad mientras yo miraba las luces, mientras el monitor indicaba que aún había 21º C. Dormí, resignado a partir, mentalizándome en el regreso a la realidad que estaba próximo. Desperté en Madrid, en la Estación Méndez Álvaro, lugar que me vio tantas veces llegar de los distintos viajes. Nunca olvidaré la primera vez que vi esa estación, con frío invernal y copos de nieve dándome la bienvenida al invierno europeo, el 27 de enero. Llegamos al Aeropuerto y la lucha con las maletas acabó cuando encontramos los carros para poder transportarlas, fue una gran solución.
El aeropuerto fue otra de las escenas que no entendía; el silencio, el sueño de una noche casi sin dormir en el bus, ver a Mariana por última vez. Me costaba creer de que, efectivamente, estaba sucediendo: todo acababa en ese momento, el viaje, el sueño. Era casi mediodía cuando ocurrió una de las situaciones que temí: despedirme de ella, con un enorme abrazo y un interminable llanto, queriendo que ese momento no estuviese sucediendo, que al día siguiente abriría los ojos y me daría cuenta de que todo era un sueño, que todos estaríamos nuevamente de tapas en el Atocha o en 'Tu caña y tu tapa', o en las Tascas.
Me quedé solo, triste, con lentes oscuros escondido en las tuberías subterráneas del Metro de Madrid, línea 8. Llorando, audífonos y música, queriendo no ser visto... 37º C en Madrid centro. Buscando un libro y comiendo comida chilena en 'El Regreso del Winnipeg Chile", me pasé toda la tarde. Fue extraño encontrarse con comida y ambiente chileno en pleno Madrid, regresando lentamente a mi mundo. Regresé al aeropuerto, me encontré con el festejo de los españoles que viajaban a ver la final del mundial a Johanesburgo, Sudáfrica. Yo regresaba a casa. Me subí al avión a eso de las 9 de la noche, sin mirar atrás; creo que ya sentía que todo lo que debía suceder, ya había sucedido y ahora quedaba sonreír. Escribí unas cuantas líneas y luego subí. Disfruté al máximo mis últimos instantes en suelo español, hasta que el avión despegó y, definitivamente, supe que ya regresaba a casa. Me encantó ver Lisboa iluminada de noche, mientras escuchaba 'Forever Young'. Sí, Europa seguirá siendo siempre joven, siempre con esos recuerdos que querré volver a resucitar.
Un viaje de 12 horas a Buenos Aires, cambio de aeropuerto (de Ministro Ezeiza a Aeroparque), mi maleta rota, mi nombre por los parlantes, un pequeño retraso... 2 horas más de viaje a Santiago de Chile. Una que otra turbulencia al cruzar la Cordillera, frío, mucho frío. Aterrizó el avión en el aeropuerto de Santiago de Chile y entonces comprendí que 6 meses atrás, había comenzado un sueño del cual ahora tenía que despertar. Un sueño que me dejó con un sabor tan agradable en la boca, un sueño que viví y sentí con todo el cuerpo (recordando a McLuhan). Un sueño con recuerdos increíbles, tan sorprendentes y maravillosos que me cuesta creerlos. Pero me queda la alegría de saber que estuve ahí, que Venecia tiene un poco de mí, que París me vio caminar por sus calles, que Londres me abrazó al verme con los ojos emocionados de haber cumplido ese sueño, que Lisboa supo quererme como si fuese mi puerto querido. Soy feliz sabiendo que creé mi propia ciudad, mi propio Albacete, un escenario solo mío en el que quisiera volver a interpretar una obra dramática de la vida misma.
Se inició un nuevo presente, renovado, con mucha energía de continuar y vivir. Porque, ¿para qué es la vida? ¡Para sentir con todo el cuerpo!
Hace 2 meses que llegué de regreso a mi tierra, a mi gente. Relatar mi viaje de regreso no está exento de situaciones dignas de contar. Desde la partida definitiva de Albacete, el 10 de julio a las 3 de la mañana, las maletas miles que no sabíamos cómo ibamos a llevar -con un chofer que quería que pagásemos un pasaje extra-, la despedida de la gente con quien compartiste todo ese tiempo, la última mirada a las luces de la ciudad que ahora parecía tan triste y nostálgica. Albacete, con sus silenciosos misterios, nos daba la despedida con un abrazo cálido, sincero. Recuerdo la última vez que miré el edificio donde viví y me parecía mentira que 6 meses se hubiesen pasado tan rápido, que todo llegase a su fin... claro, aún estaba a tiempo de arrepentirme, de perder el avión, de quién sabe qué otra cosa. Pero no, 'no hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague'... era el momento de regresar.
Sentados en la Estación de Autobuses de Albacete, aún no comprendía de que me estaba yendo. No quería mirar atrás, no quería ver que a mis espaldas se quedaban muchas de las historias más divertidas de mi vida. Solo cuando me subí al bus, comprendí de que me estaba yendo de Albacete, para siempre, pues, aunque vuelva, Albacete ya no volverá a ser lo que yo tuve. El bus se alejaba de la ciudad mientras yo miraba las luces, mientras el monitor indicaba que aún había 21º C. Dormí, resignado a partir, mentalizándome en el regreso a la realidad que estaba próximo. Desperté en Madrid, en la Estación Méndez Álvaro, lugar que me vio tantas veces llegar de los distintos viajes. Nunca olvidaré la primera vez que vi esa estación, con frío invernal y copos de nieve dándome la bienvenida al invierno europeo, el 27 de enero. Llegamos al Aeropuerto y la lucha con las maletas acabó cuando encontramos los carros para poder transportarlas, fue una gran solución.
El aeropuerto fue otra de las escenas que no entendía; el silencio, el sueño de una noche casi sin dormir en el bus, ver a Mariana por última vez. Me costaba creer de que, efectivamente, estaba sucediendo: todo acababa en ese momento, el viaje, el sueño. Era casi mediodía cuando ocurrió una de las situaciones que temí: despedirme de ella, con un enorme abrazo y un interminable llanto, queriendo que ese momento no estuviese sucediendo, que al día siguiente abriría los ojos y me daría cuenta de que todo era un sueño, que todos estaríamos nuevamente de tapas en el Atocha o en 'Tu caña y tu tapa', o en las Tascas.
Me quedé solo, triste, con lentes oscuros escondido en las tuberías subterráneas del Metro de Madrid, línea 8. Llorando, audífonos y música, queriendo no ser visto... 37º C en Madrid centro. Buscando un libro y comiendo comida chilena en 'El Regreso del Winnipeg Chile", me pasé toda la tarde. Fue extraño encontrarse con comida y ambiente chileno en pleno Madrid, regresando lentamente a mi mundo. Regresé al aeropuerto, me encontré con el festejo de los españoles que viajaban a ver la final del mundial a Johanesburgo, Sudáfrica. Yo regresaba a casa. Me subí al avión a eso de las 9 de la noche, sin mirar atrás; creo que ya sentía que todo lo que debía suceder, ya había sucedido y ahora quedaba sonreír. Escribí unas cuantas líneas y luego subí. Disfruté al máximo mis últimos instantes en suelo español, hasta que el avión despegó y, definitivamente, supe que ya regresaba a casa. Me encantó ver Lisboa iluminada de noche, mientras escuchaba 'Forever Young'. Sí, Europa seguirá siendo siempre joven, siempre con esos recuerdos que querré volver a resucitar.
Un viaje de 12 horas a Buenos Aires, cambio de aeropuerto (de Ministro Ezeiza a Aeroparque), mi maleta rota, mi nombre por los parlantes, un pequeño retraso... 2 horas más de viaje a Santiago de Chile. Una que otra turbulencia al cruzar la Cordillera, frío, mucho frío. Aterrizó el avión en el aeropuerto de Santiago de Chile y entonces comprendí que 6 meses atrás, había comenzado un sueño del cual ahora tenía que despertar. Un sueño que me dejó con un sabor tan agradable en la boca, un sueño que viví y sentí con todo el cuerpo (recordando a McLuhan). Un sueño con recuerdos increíbles, tan sorprendentes y maravillosos que me cuesta creerlos. Pero me queda la alegría de saber que estuve ahí, que Venecia tiene un poco de mí, que París me vio caminar por sus calles, que Londres me abrazó al verme con los ojos emocionados de haber cumplido ese sueño, que Lisboa supo quererme como si fuese mi puerto querido. Soy feliz sabiendo que creé mi propia ciudad, mi propio Albacete, un escenario solo mío en el que quisiera volver a interpretar una obra dramática de la vida misma.
Se inició un nuevo presente, renovado, con mucha energía de continuar y vivir. Porque, ¿para qué es la vida? ¡Para sentir con todo el cuerpo!
2 comentarios:
La frase "Vi por última vez a Mariana" no me gustó... sabemos que no será la última!!!
Despertar juntos de este sueño fue la mejor manera de terminarlo... juntos, como vivimos tantos momentos, juntos como amanecimos tantas veces. Siempre agradeceré a la vida ponernos en el mismo camino y le agradeceré más el día que nos volvamos a ver... No puedo odiar un país que me dio tanto... Un millón de besos...
Increíble experiencia la tuya :)
Me hiciste llorar (pero es sábado y llueve en el sur, es fácil emocionarse)
Un abrazo
PD: Me encantó la frase de Narnia: "Despertar juntos de este sueño fue la mejor manera de terminarlo"
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