viernes, 12 de agosto de 2011

Olas gigantes

Caminábamos por la playa, cerca de la Avenida Perú, mientras la ciudad precía bajo la oscuridad de un día nublado. La calle estaba cubierta de agua como en una foto de tempestad inentendible, pero ya suceden tantas cosas extrañas en el mundo que nada me sorprende. En realidad sí me sorprende, pero ese no es el punto. Estaba todo en silencio y las olas gigantes no explotaban en ninguna parte, solo crecían y crecían, difuminando el rocío que se iba formando en sus crestas. No había música de fondo, no había nada: no había gente, ni almas, ni colores ni olores. 

Era como si todo el mundo hubiese huido de pronto, pero no sentía miedo, no tenía miedo de nada. Tampoco del tren que se escondía en la avenida España. Es extraño que, de la nada, uno deje de sentir miedo. ¿Acaso es la pérdida del instinto de supervivencia, la pérdida de la reacción ante una situación desconocida? O acaso todas esas cosas extrañas ya han sucedido y todo se vuelve a repetir. Todo se vuelve a repetir porque la naturaleza es cíclica, el hombre es cíclico, la energía es cíclica: nada se pierde, todo se transforma.

Creo que era necesario salir corriendo hacia algún lado, pero solo me limito a quedarme esperando esa ola que no llega, pero que veo. No tengo miedo de lo que vaya a suceder, es más, lo espero. No tengo miedo, por primera vez en mucho tiempo.

2 comentarios:

Ada (sin h) dijo...

Oye, eso es a raiz de las marejadas que vi en la tele? xD

Ahhhh..... regálame un poco de no tener miedo porfa?

:)

Cristian Briceño González dijo...

Algo así xD