A veces me despierto esperando que alguien llegue y me dé un tiro. Como cuando me desperté revuelto entre las sábanas, revuelto sin motivo y sin movimiento, a la espera de que sucediera quién sabe qué. Pero yo estaba ya tan lejos del mundo real que cualquier movimiento extremo era capaz de sentirse como la ondulación suave producida por el viento que hace vibrar las estructuras. Simplemente, un susurro como el viento que silba entre las rendijas que no han sido bien cerradas.
El vaso de agua en su mismo lugar, pero no sé quiénes eran esas personas. No puedo definirlas, no puedo describir su corporeidad, probablemente solo fueran energía, esencia: entes ficticios convertidos en realidad. Debíamos huir hacia algún lado, pero no sabíamos dónde: la torre estaba más allá del enorme puente de fierro de unos 30 metros de longitud, situado a casi 15 metros de altura, que tambaleaba si corrías o caminabas muy fuerte. Podría ser la torre del Ascensor Polanco, pero no lo era: Valparaíso no se extendía a sus pies como en mis recuerdos de infancia. Corrimos, teníamos miedo sin saber por qué. Alguien me decía que ya era el momento... pero, ¿por qué esa extraña penumbra, esa sombra difuminada, esa niebla en mi visión? Abrimos la puerta y nos encontramos con un balcón por el cual había que caminar.
Solo nubes cubriendo el cielo. Ni lluvia, ni nieve, ni granizos, ni sol: solo nubes blancas alzándose hacia la infinidad y el silencio de los pasos de alguien que se acerca con una pistola, con una sola bala, confiado en que logrará el objetivo. Siento que su sombra avanza, la veo dibujada en las paredes y tengo miedo. ¿Alguien puede ver eso mismo que yo estoy viendo? Pero no puedo moverme, estoy amarrado a las sábanas, revuelto entre mis propios temores de una habitación sombría y un pasillo desierto que quizá alguna vez ya haya visto. Quiero huir, pero tengo miedo de que alguien entre y me vea así, con esa puerta cubierta solo por un paño que cualquiera podría quitar. No puedo moverme y siento el arma que se carga y apunta.
Y cuando estoy de pie, se mueve el suelo, tambalea el mundo otra vez. ¿Qué sucede? No entiendo. Apoyo las manos en la pared y veo la torre que no es amarilla, sino café. Me da miedo cruzar el puente que sé que se moverá aún más. El movimiento ha sido suave y breve. Pero no ha sido así en todas partes, mis sentidos limitados no me permiten ver la totalidad del mundo. El temblor... el temblor... el temblor ha sido de 8.4 grados richter, ha sido en el Maule, o tal vez en Pichilemu. El temblor se ha sentido hasta acá, que estamos tan lejos. ¡El teléfono funciona! Hay señal y hablo con mi madre: todo está bien, tranquilo, respira. Solo ha sido un susto, mientras yo pienso en esa réplica que tanto tiempo han estado esperando. ¿Será esa? ¿Seguirá temblando, entonces?
Otra vez me despierto asustado, enredado a las sábanas, gente rodeándome con rostros alegres impidiéndome el movimiento. A veces me despierto sabiendo que, en cualquier momento, alguien llegará para pegarme un tiro.
1 comentario:
Ahora que sé de qué se trata, puedo darle muchas interpretaciones.
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