domingo, 21 de agosto de 2011

Invasión.

Correr por campos verdes pintados de sol, bañados de ríos aledaños a la pequeña ciudad en la cual he dormido, en la cual he soñado. Encontrarme con la oscuridad de edificios apagados y volver cada vez que quiero, una y otra vez a revivir las historias de esos pasajes ocultos en donde tejimos tantas historias. Una y otra vez, esas voces del pasado que nos reencontraron, esas voces del presente que nos traen el recuerdo en donde bailábamos: en el frío, en el calor, perdidos en lugares desconocidos. 

Querer invadir otra vez ese valle llano, carente de curvas, de cerros, de verde, de agua e incluso, de vida. Pero repleto de historias. Invasión de recuerdos de esos lugares en los cuales quedaron pequeñas historias fragmentadas: algunas piezas se reunieron y otras quedaron dispersas a la espera de encontrar otra parte con la cual continuar. Pedazos compactos dispersos en las baldosas ardientes del verano pasado que, prontamente, se convertían en hielo. Invasión psicodélica, astral, de esa tierra lejana que aún sigue viviendo. En la cual aún queda poco de la existencia de esa mirada sorprendida de haberle visto.

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