A la velocidad de la luz se rompen los silencios,
se construyen esos mundos nuevos
conectando dimensiones paralelas en suspenso.
Y las luces que divagan en una línea sigilosa
se convierten en un punto continuo y eterno,
un camino hacia el infinito perfecto
donde danza el cosmos y despierto,
de una vez, flotando entre nubes de sueños abstractos.
Objetos voladores no identificados,
estrellas caídas estrellándose contra el mundo:
luz que emerge desde la propia oscuridad.
A la velocidad de la luz y la nostalgia de tiempos extraños,
de caminos hacia civilizaciones planetarias lejanas
con anuncios estelares congelados entre estrellas ya muertas:
astros a punto de explotar, luces a punto de nacer.
Seres intangibles que se desplazan en la atmósfera,
naturaleza según la Ley de Lavoisier
y un viaje a través del tiempo, a través del espacio,
rompiendo las barreras autoimpuestas del límite de lo humano.
La luz emerge desde las propias miradas
y el camino se percibe claro, perfecto y exacto
para poder lanzarse a caminar.
Fotografía: Dunas de Concón.
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