viernes, 17 de agosto de 2012

Orden y estructura

Dualidades de la vida cotidiana, que a veces se transforman en 'trilogías' o demases. Múltiplos de mil, multiplicidades que no acaban. Y es que es extraño que hayan pasado ya dos semanas desde que comienza mi inclusión al sistema laboral educativo bajo el carácter de "profesor", aunque sin el dichoso certificado que aún no sale producto de nuestra querido 'burrocracia' que hace que todo se demore indefinidamente, aletargando todo y quitándonos la posibilidad de recibir el dinero que corresponde. Mierda. Pero aunque todo parezca estar a la mierda, creo que no ha sido tan de mierda como pude haber pensado, aunque en varios momentos tuve los deseos constantes de tomar el libro de clases y arrojarlo sobre las cabezas de mis expectadores. Quizás hubiese sido un acto bastante vanguardista y postmoderno, pero mejor no intentar. 

Y claro, soy "profe" y todavía me cuesta asumir ese nuevo rol. Me cuesta entender que lo que los alumnos odian es al personaje que hace clase, que debe retarlo y decirle que se siente bien, que ponga atención. Pero los estudiantes no tienen ningún problema personal con uno, puesto que te saludan al salir del colegio y, al parecer, lo hacen con bastante sinceridad. Quiero creer que estoy jugando a ser profesor -como el típico juego de infancia que algunos adoraban y que a mí nunca se me pasó por la cabeza jugar- y soy uno más de los competidores: no se sabe quién gana, aunque esperemos que sean ambas partes, porque "lo importante es participar". Hasta hace poco, me estresaba bastante por el hecho de que no me tomaran atención, pero al fin de cuentas, el que quiere aprender va a escuchar la clase y el que no, tendrá los resultados nefastos que solito se buscó. Es lamentable que sean ellos mismos los que no sean capaces de ver la oportunidad que tienen en la educación, pero ya no hay mucho que hacer al respecto. No quiero convertirme en el enemigo, sino, en quién debe cumplir con su rol y, si resulta, convertirse en amigo, pero esa no es la prioridad. 

Una semana en un colegio que no se caracteriza por tener buen rendimiento ni disposición de los alumnos, pero que, en general, es bastante relajado. Una hora de viaje diario de ida y otra hora de vuelta en una micro que se da vuelta hasta en círculos y avanza a la espectacular velocidad de 5 km por hora, al grado de querer golpear al chofer. Al fin de cuentas, me sirve para dormir. Estoy iniciando el que será mi primer trabajo de profesor y estoy ansioso de ver cómo resulta. Si en un principio estuve desordenado por no saber la planificación, ahora ya soy feliz al ver que las tengo en mis manos y puedo trazar el camino que queda hasta fin de año. Termino la semana satisfecho y no tan agotado como pensé: bendito festivo. Ahora, veremos qué dice la semana siguiente.

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