Alrededor, todo se movía de una forma extraña como si se tratase de un interminable enjambre de ondas que chocan entre sí, causando un choque inacabable, pero, misteriosamente, armonioso. Fue abriendo los ojos de a poco, permitiendo a los rayos de luna ingresar hacia su mirada oculta que seguramente seguía soñando con lo que iba a suceder después o con lo que había sucedido hacía poco. Quién sabe, simplemente, quién sabe. Se acomodó en torno al barco que navegaban sobre aguas armónicas y silenciosas que, a ratos se tornaban turbulentas: la infinitud indiscreta del mar le causaba fascinación.
Tanta fascinación que tuvo el deseo de bajarse del barco para sumergirse en el mar. Todo coincidió en el momento preciso: había una larga fila de niños esperando su turno para subirse al barco.
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