viernes, 3 de junio de 2011

Callejones de Venecia

Sophie Ellis-Bextor corriendo en los callejones ocultos de Venecia y, casi sin saber, me lanzo a nadar a los canales por donde navegan góndolas asesinas, con sirenas en su proa y piratas secuestrando doncellas. Cadáveres arrojados sobre las aguas, momificados, amortajados, silenciados. Nado entre el silencio de mares lejanos perdiendo la conciencia cada vez que bebo, por error, un poco de esa agua contaminado de historias que no existen. Todo es mentira, todo es un invento, nada existe. Pensé y luego existí, ¿qué tal si solo existí y nunca pensé? ¿El verbo o la acción? ¿El lenguaje o el pensamiento? ¿Beth Gibbons, Sophie Ellis-Bextor, Janis Joplin, Cat Power, Annie Lennox, Enya, Björk, Emiliana Torrini o Dolores O'Riordan? Veo una silueta cantando desde la Plaza de San Marcos, turistas tomando fotografías, mi sombra escondida en algún lugar.

No pueden verme, no deben verme. Soy solo un espíritu, solo una sombra que no existe, porque nunca ha podido pensar en su propia existencia. ¿Qué es la vida, qué es el qué? El tendido eléctrico subterráneo, enmohecido por las aguas, la roca rockera que cantan los alumnos en una clase. ¿Seguirá el vendedor de máscaras vendiendo ese rostro modelar que seguirá siendo un enigma? Quisiera recuperar la figura de vidrio murano que destruyeron en Aeroparque de Buenos Aires. Nunca vi esas callecitas de las que tanta hablaba Cortázar. Nunca supe cómo era la Mona Lisa. Nunca supe qué era Chinchilla de Montearagón, pese a que estaba tan cerca. Nunca fui a Cádiz. Nunca fui a Lyon. Nunca fui a Liverpool, Manchester ni Stonehenge. Tampoco conocí Alemania. Pero sí estuve en Venecia.

Conocí sus puentes milenarios, vi unos cuantos fantasmas y morí de calor. Sí, existí en Venecia, fui una mirada colgada en el ventanal, desde el cual miraba los astros en una atardecer de verano, a las 10 de la noche. Fui un espectador del vaporetto que chocaba de manera violenta en la Stazione Palanca. Vi el misterio de perderme en una isla donde más de algún espíritu observó mis pasos: casi conocí el inframundo. Conocí la nostalgia de mirar hacia mares lejanos a mi mundo, mares con los que aún sueño. 

Y si alguien me vio, escondido entre los callejones de Venecia, quizá me vuelve a ver alguna vez.

 Fotografía: Venecia, Italia.

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