jueves, 27 de enero de 2011

Echarse a volar, 2da parte.

Abrí los ojos luego de un sueño que me costó un poco conciliar; no había nada de ruido y apenas había algo de movimiento. Fue inevitable pensar de que nos habíamos detenido y miré a todos lados: la señora que venía a mi lado, conversándome, no estaba. Me asusté, porque durante el vuelo se había sentido un poco enferma y pensé que habíamos aterrizado. Pero nada. Hasta que al fin apareció y me saludó, muy amablemente, mientras yo podía mirar a través de la ventana para ver que aún nos movíamos: el Atlántico estaba dibujado bajo las nubes de algodón que flotaban a gran altura. Aún no había tierra, pero el monitor indicaba que estábamos próximos ingresar a la península Ibérica: ¡esto es Europa! pensé. Sirvieron el desayuno y entonces anuncian que el aterrizaje en Madrid sería dentro de unos 40 minutos. Esperé: miré por la ventana, vi las nubes y como se iban abriendo en la medida que la ciudad aparecía ante mi mirada. Igual que como lo había soñado. Sentí emoción.

Monitor del avión, indicando que ya ingresábamos a la Península Ibérica por Portugal. 
 
Aterrizamos al fin y me costó creer que, efectivamente, eso estuviera sucediendo. Llegué a la policía internacional y vi la enorme fila para cruzar: esperé mi turno. Saludo y el tipo me revisa el pasaporte y me pregunta: "Motivo de la visita". "Estudios" respondí con cierto nerviosismo. "¿No tiene visado?". "Sí, página 4...". Como será el nerviosismo que hasta me preocupé de ver en qué página estaba el bendito visado que me permitía el ingreso a España por 6 meses, como estudiante. "Vale" me dice y me pone el timbre. ¡Mierda, estoy en España! Crucé sonriente y fui a buscar mi maleta. Luego busqué el Metro, que tiene estación en el aeropuerto y es una verdadera maravilla para poder movilizarte. Primero salí del aeropuerto, por error, pero un error que me encantó: encontrarme con el aire frío de 4º en pleno invierno, la bienvenida a Europa. 

 Estación Aeropuerto T1T2T3.

Corrí por las estaciones, cambiándome de línea, lanzándome por las escaleras ante la mirada atónita de todos (solo 4 meses después descubrí que había ascensores... pero daba igual pasar como provinciano, total, no me conoce nadie). Llegué a la Estación Méndez Álvaro y compré mi pasaje que salía a las 16.59... cuando era algo así como las 16.58. Corrí al bus (nuevamente lanzándome por las escaleras) y llegué a los andenes cuando mi bus estaba partiendo. El tipo fue demasiado buena onda, debo admitirlo, de manera que me esperó, aunque con la característica 'simpatía' española, claro está. Mientras corría, sucedió una escena digna de película: yo corriendo con mis maletas -todo el mundo mirándome con cara de qué le pasa a este tipo- mientras comienzan a caer copos de nieve sobre los andenes, dándome la bievenida. La fría Europa me daba la bienvenida. 
 
Estación Méndez Álvaro.

Tomé el bus, leí la carta que me entregó una de mis hermanas antes de partir. Lloré, tomé fotografías del camino, escuché música (destaca "Conquest of the paradise" de Vangelis, que me recordó que la conquista ahora era a la inversa), no dormí nada por temor a pasarme de largo ya que no conocía el camino. La primera detención en los 'Abades de la Gineta' y entonces llamo a Verónica para avisarle que ya estoy llegando. Llegué a Albacete y fue extraño ver, por primera vez, la ciudad que se va a transformar en tu hogar por mucho tiempo. Esa extraña frialdad de sus estructuras, ese silencio de sus calles, el invierno, la oscuridad... no sé, pero Albacete tenía algo que lo hacía interesante y atractivo. Y, de hecho, lo tiene, aunque no sé qué es. Será, seguramente, que conocí a gente increíble y que tengo gratos recuerdos de sus espacios. Me bajé del bus y me encontré con Verónica en los andenes, un abrazo, y salimos. Llegar a la residencial, saludar a gente con acentos diferentes fue algo muy divertido. Miré por la ventana y, recién entonces, en plena noche invernal de enero, saludé a mis sueños con una sonrisa y como un amigo me dijo una vez: "que tus sueños te lleven tan lejos como tú quieras llegar". Y, realmente, ese fue un sueño grandioso. Me dormí con una extraña sensación: lo logré.

 Vista de Albacete desde la Residencial Campus, donde me quedé los dos primeros días.

Y ya pasó un año desde ese logro que no podré olvidar, por lo épico que resultó para mí, con cada uno de sus inconvenientes y cada una de sus aventuras inolvidables. Quisiera volver, sí, pero no sé si sería lo mismo. Sería diferente, pero de todas formas valdría la pone volver a intentarlo. Gracias a toda la gente que me ha apoyado siempre y también a los que conocí allá.

1 comentario:

E dijo...

Leer esto aumenta mi nerviosismo :S
En una semana y pocos días estaré pasando por lo mismo y ya me duele la guatita >.<


Lo mejor de todo es que para ti fue una experiencia bkn.

:)