¿Y qué sucede con la vida misma? Suceden los días uno tras otro, se pasan las horas como si fueran segundos y los días como si fueran minutos... todo vuela y, de un instante a otro, el sol -que se acababa de ocultar- vuelve a aparecer. Las horas se hacen pocas, ¿te has detenido a contar la cantidad de horas que dedicas a dormir? ¿Acaso forma parte de tu horario? Creo que muchas veces no. Un día duermo 8 hora y al día siguiente dormiré 6 o tal vez 5, qué se yo. El clima cambia: un día 30º y al otro día hay lluvia, luego una semana de frío y amenazas de volver al calor. Ya nadie entiende nada, ya nada entiende. ¿Y nada, entiende?
Lo único que puedo decir es que al fin es viernes y pude regresar temprano a casa para pensar en salir, disfrutar de la vida misma, pensar en cualquier cosa por algunos segundos, ya que luego tendré que volver a encerrarme entre cláusulas (Lingüística Sistémico Funcional, salve Señor Halliday) y gramática normativa (ave, Samuel Gili Gaya). Al fin es viernes, al fin puedo decir que al día siguiente no tengo clases y eso indica que puedo acostarme y, por consiguiente, despertarme más tarde.
Al fin pude hablar con mi amiga gringa, Ellen, luego de como 1 mes intentando coincidir. Hablamos tantas cosas y, definitivamente, la echaba mucho de menos. Pasan demasiadas cosas en poco tiempo y es importante no dejar de lado a los amigos, da lo mismo a cuántos kilómetros de distancia estén, porque el apoyo y la confianza continúa. Y eso de que queden dos semanas de clases no sé si sea algo para contar con alegría o tristeza, porque son varias las actividades que hay que hacer coincidir en ese lapso de tiempo. Ufff... solo puedo decir: Dios.
Y eso sucede con la vida misma. De Valparaíso a Quilpué en 1 hora, de las 2 de la mañana a las 8 en un minuto, de una asignatura a otra en un paso. Party will have to wait, I guess.
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