Lo he dicho tantas veces que ya siquiera yo mismo me creo. Qué extraño se siente cuando pierdes la credibilidad incluso de ti mismo, cuando te miras al espejo y ves que ese rostro que es tan tuyo no lo es en absoluto. Lo dije, como cuando me levantaba esa mañana y caminaba descalzo por las frías baldosas de la terraza, mirando el mar y perdiendo mis latidos en ese profundo azul del horizonte que alguna vez me llamó a nadar por las noches cuando sólo los astros me hacían compañía. Esa mañana, esa mañana cuando pensaba en todas las cosas que había prometido y de las cuales ninguna había podido cumplir; es tan efímera la vida y las palabras se convierten en un río que ahoga cuando uno intenta nadar, cuesta tanto nadar contra la corriente y es inevitable encontrarse con consecuencias inesperadas.
Esa mañana todo fue distinto y no sé bien por qué. Seguramente, porque en el horizonte veía a la sirena que me invitaba a unirme a su mundo o, probablemente, porque el fuego ardía en mis ojos con tal ira que mi cuerpo se internaba en un estado febril incontrolable. Sí, creo que la vi, creo que ese era el llamado que tanto tiempo estaba esperando, era el lugar para mí. Las baldosas estaban frías y mis pies tenían miedo de avanzar, mas establecí mi autoridad sobre ellos y los hice avanzar; los miré y les dije "vamos, no hay nada que perder". Como es lógico, no me respondieron. Cuando llegué a la baranda, vi que ésta estaba tan endeble como una anciana que caminaba por la calle el día anterior. Cerré los ojos y me dispuse a actuar, pero una mano en mi hombro me detuvo en el acto. "¿Qué es lo qué estás haciendo?".
La rabia me duró 3 días; hoy es el día número 3. Y, nuevamente lo mismo; las mil amenazas, los mil intentos, las pastillas arrojadas sobre la alfombra, la sangre que no quiere salir. Pero hoy la sirena me llama nuevamente y todo podría parecer un accidente. Pero ya lo he dicho tantas veces que ni yo mismo me creo. Qué extraño se siente cuando pierdes la credibilidad incluso de ti mismo, cuando te miras al espejo y ves que ese rostro que es tan tuyo no lo es en absoluto.
Esa mañana todo fue distinto y no sé bien por qué. Seguramente, porque en el horizonte veía a la sirena que me invitaba a unirme a su mundo o, probablemente, porque el fuego ardía en mis ojos con tal ira que mi cuerpo se internaba en un estado febril incontrolable. Sí, creo que la vi, creo que ese era el llamado que tanto tiempo estaba esperando, era el lugar para mí. Las baldosas estaban frías y mis pies tenían miedo de avanzar, mas establecí mi autoridad sobre ellos y los hice avanzar; los miré y les dije "vamos, no hay nada que perder". Como es lógico, no me respondieron. Cuando llegué a la baranda, vi que ésta estaba tan endeble como una anciana que caminaba por la calle el día anterior. Cerré los ojos y me dispuse a actuar, pero una mano en mi hombro me detuvo en el acto. "¿Qué es lo qué estás haciendo?".
La rabia me duró 3 días; hoy es el día número 3. Y, nuevamente lo mismo; las mil amenazas, los mil intentos, las pastillas arrojadas sobre la alfombra, la sangre que no quiere salir. Pero hoy la sirena me llama nuevamente y todo podría parecer un accidente. Pero ya lo he dicho tantas veces que ni yo mismo me creo. Qué extraño se siente cuando pierdes la credibilidad incluso de ti mismo, cuando te miras al espejo y ves que ese rostro que es tan tuyo no lo es en absoluto.
2 comentarios:
Buen blog, un saludín desde México / Tijuana :D
buenísima historia!
fresca, rápida ojala no haya sido TU historia
:s
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