miércoles, 21 de marzo de 2012

Rockstar

Cuando abrí los ojos, todo alrededor era desorden. Me levanté silenciosamente al ver que mucha gente estaba durmiendo alrededor: debí contener un grito de dolor al clavarme un pedazo de vidrio que había tirado sobre la alfombra. Perdí la cuenta de cuántos vasos rotos había sobre la mesa y de todas las botellas de alcohol dispersas sobre los sillones. ¿En qué momento se me había ocurrido semejante fiesta?

Soy un rockstar, nada más. Las noches no acaban, las estrellas caen sobre mis paredes y la música perturba a los vecinos cada vez que quieren dormir, cuando inútilmente intentan ponerme una multa que saben que puedo pagar sin ningún problema. Y sé que, en el fondo, me tienen envidia, que quieren ser como yo: tener la riqueza de una casa grande y disfrutar de lo que hago a cada instante. 

Soy un rockstar. Abro los ojos por la mañana y el sol me golpea en los ojos: es hora de salir a trabajar como cualquier otra persona. Pillar la micro, luchar por una asiento, rogar que el chofer no reclame cuando le pagas escolar, correr para no llegar tarde, romperte la espalda cargando tus insumos académicos, sonreír, escribir y jamás perder la motivación de que todo acabará en algún momento y podrás descansar. Soy un rockstar, corriendo por la calle rumbo al mar, sonriendo de los detalles pequeños de la vida, disfrutando de la bella mujer que está a mi lado, amándola, escribiéndole, besándola, disfrutándola y soñando con un mundo fantástico. No me sobra el dinero, pero abundan los motivos para sonreír y ser feliz. No hay casa grande, ni auto: hay calzado adecuado para caminar por kilómetros y un espacio suficiente para poder divagar.

Soy un rockstar, nada más.

Fotografía: Jardín Botánico Universidad Austral, Isla Teja, Valdivia, Chile.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ya te dije que era conveniente ser rockstar :p