domingo, 6 de noviembre de 2011

Pantalla, QEPD.

De un día para otro pueden ocurrir muchas cosas que nos dejen con la boca abierta, estupefactos ante la incertidumbre propia de nuestras existencias. Claro está, si nuestra existencia es finita por sí misma, todas las cosas físicas que creemos, también. El ser humano fabrica herramientas materiales que nos salvan la vida, haciéndola mucho más cómoda, pero todas esas cosas, desgraciadamente, tienen vida útil. He ahí el negocio de seguir produciendo y vendiendo: pregúntenle a Bill Gates y su empresa Microsoft. 

Sucede que me encontraba trabajando de lo más normal en mi computador. Era día de Todos los Santos, santificada casualidad, cuando la pantalla de mi computador se apagó. No hubo excusas, respuestas, argumentos, historias que contar, ni nada. Solo silencio... y oscuridad. Chuuu... fue lo primero que pensé: acaso a mi computador le vino la locura como de costumbre, por lo tanto, lo apagué por casi 1 hora, algo así como para darle espacio a un interludio comercial. Lo encendí nuevamente y funcionó como si nada, por lo que me alegré. Sin embargo, la alegría fue tan efímera y huidiza: me dejó a la espera. La oscuridad volvió a nublar mi pantalla en un momento incierto, colapso magnético o qué se yo. En vista y considerando de la necesidad ineludible de rescatar información, un LCD de 21 pulgadas fue mi salvación durante aquel día de Todos los santos en que, incluso los más diablos, también estaban descansando. 

La odisea continuaba al día siguiente cuando acudo a Pc Factory en busca de alguna solución: $120.000 por el cambio de la pantalla y $16.000 por una diagnóstico en que me dirían, nuevamente, que había que cambiar la pantalla. Definitivamente, el amor por Pc Factory se me quedó solo en la venta de equipos e insumos a buen precio y confiables, pero no en servicio técnico. Me resignaba a tener que juntar dinero para un nuevo computador que, esperaba, llegase antes que la alegría de que mi computador funcionase. Logré llegar al conocido de un conocido de un conocido -sí, esa fue la cadena de relación, los 6 grados de separación no son una artimaña de facebook, después de todo- con quien, luego de comunicarme, me anunciaba que tenía la solución a mi problema, por un precio considerablemente menor: el 50%. 

Día viernes y me ven subiendo a Recreo Alto para encontrar el servicio técnico en donde encontraría la solución. Cambio de pantalla: no, no era el problema. Cambio de cable: tampoco. Abrir el computador entero, limpiarlo, invocar a todos los dioses egipcios, romanos, rusos, escandinavos, latinoamericanos... tampoco. Luego de casi una hora de revisión de mi computador, llegamos a la triste conclusión de que la pantalla no era el problema, sino una parte de la tarjeta de video que, a estas alturas, ya no convenía cambiar. La mejor opción: juntar dinero y pensar en ese autoregalo navideño que uno siempre quiere hacerse porque, en estos tiempos, creo que no alcanzo a enviar mi carta al Viejito Pascuero. Después de todo, la conclusión no me resultó tan terrible.

Así es como una 'semana normal' pudo ser tan intensa. De una pantalla de 14.1 pulgadas hasta acabar con tu notebook solo como pc de escritorio, conectado a un monitor de 17, es, definitivamente, una experiencia digna de contar. Al menos sigue funcionando de cpu y no perderé mis datos, lo que es un enorme avance. Acepto sugerencias de computadores a precios razonables.

1 comentario:

machuk dijo...

mi duda es...¿aun puedes usar tu equipo?