miércoles, 9 de noviembre de 2011

Ahogarse en un vaso de agua

Suele suceder que a veces la gente se ahoga al intentar nadar, cuando están las condiciones adecuadas para poder tocar el fondo y mantenerse a flote sin mayores problemas. Hoy nadaba hasta la parte más profunda de la piscina Numancia Sports, donde la profundidad máxima es de 1.60 mt, por lo cual, puedo tocar tranquilamente sin mayores problemas durante todo el trayecto que debe ser de unos 40 metros de largo. Mientras nadaba, pensando en esa situación extraña que, claramente, puede transformarse en una excelente metáfora de la realidad que vivimos a diario: ¿cuántas veces nos ahogamos en un mar que creemos turbulento e infinito y luego nos damos cuenta que tan solo se trataba de una laguna? Incluso, a veces solo se trata de un tranque o, más bien, de una posa. Es extraño analizar como un mismo terreno puede parecer tener diferentes dimensiones desde la visión de un espectador. 

Ahogarse en un vaso de agua, a propósito de ver una piscina llena de agua que, definitivamente, cuenta con mucha más agua que un vaso. Pero incluso, la textura del agua es diferente. Esta semana ha resultado extraña, al igual que todas las que hemos tenido desde el extraño inicio de semestre post desalojo de la PUCV. Confieso que me esperaba un ambiente más denso, pero solo me ha tocado encontrarme con gente desagradable y nada más que, por lo demás, no han sido capaz de emitir un solo comentario: ahí uno se da cuenta que la 'valentía' que promueven es bastante dudosa. En fin. Encontrarme con una amiga que me comenta las miles de opciones con las que se cuenta me produjo un inevitable quiebre entre la tranquilidad con la cual estaba desarrollando, mentalmente, mi futuro académico. Antigüamente, la gente podría quejarse de las pocas opciones que tenía y, en la actualidad, creo que el problema es lo contrario. De 100.000 buenas opciones solo puedes escoger una. Todas son buenas, todas tienen beneficios que te atraen, pero solo se puede optar a una.

Confusión, evidentemente. Confusión de no saber cuál es la mejor. Porque pensar en el futuro a veces se transforma en un lío, pues, de alguna forma, todo lo que estás haciendo en el presente influye el futuro y el futuro también influye en el presente. Es una extraña relación que, pese a ser contraria en tiempo, sucede de manera efectiva. Cada paso, cada pensamiento y cada acción. Pensar en que no sé si las acciones que estoy tomando sean las correntes en pos de la decisión que pueda tener que tomar: si mi estudio es el correcto, si mis investigaciones son las adecuadas, si invierto mi tiempo de la forma que corresponde para desarrollar mis proyectos.

El problema es cuando todo se transforma en proyección y el presente se transforma en agobio de ese futuro que, en términos estrictos, no se sabe si llegará. Me agradaría mucho saber cómo será el futuro, pero aún no he desarrollado esa habilidad de vate. Puedo querer que sea de una forma, visualizarlo y hacer todo lo posible para que así suceda, pero nada me puede asegurar que así será. Finalmente, lo único que queda es tomarse las cosas con calma. Es tan simple como conversarlo un poco y ver que lo que, por un momento pensaste incompatible, resulta ser completamente viable. Nada es tan terrible como parece porque, después de todo, lo que importa es vivir el presente. No se sabe qué sucederá en el futuro y, si bien hay que tenerlo en cuenta, es importante no dejar que se transforme en un fantasma que no nos deje en paz.

Nadar hasta el 1.60 metros de profundidad y, a veces, cuando entra agua por la nariz, darse cuenta que se puede pisar en cualquier momento. No por llegar antes se es mejor y muchas veces es necesario detenerse un poco a tomar aire en vez de ahogarse donde puedes tocar, en un vaso de agua.

1 comentario:

E dijo...

Me gustó el último párrafo :)

A menudo cometo el mismo error, pero hoy he estado pensando que ni si quiera serviría saber el futuro, creo que de alguna forma es modificable.

Por el momento es mejor pensar que el mundo se acabará el 2012 y solo vivir la vida.