Se me acaban las palabras
y desde ese silencio impertinente
se consume el mundo entre piras de fuego.
Allí han de venir a danzar los códigos celestiales
y aquellos infernales,
esa mezcla del Hades y del jugo de soya
que avivan el seso en busca de despertar.
Abrir los ojos por la mañana,
correr a apagar el despertador
y, de pronto, ver que ya se ha pasado la noche y todo vuelve a comenzar.
Sueño, sueño... ¿soñar?
Sueño, sueño... (bostezo).
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