jueves, 17 de febrero de 2011

Bona Nit (1era parte)


Entre tormentas eléctricas y viento, intentaba escapar del extraño revoltijo que se formaba en las esquinas de las calles, así como del enredo lingüístico de no saber bien qué le decían. Lo que sí era seguro, era que se trataba de una lengua romance, al igual que su materna lengua castellana. ¿Acaso la noche anterior había sido la mejor fiesta de su vida? ¿Acaso estaba confundido producto de los extraños colores que había visto en el cielo? Quizá, todo producto del exceso de trabajo y la falta de sueño. Esa ilusión de haber estado en Ibiza y de haber rosado por la arena hasta el amanecer. Abrió los ojos y se encontró en medio de edificios: una enorme pileta atraía a turistas a tomarse fotos. Y ya sabía que Barcelona atraía a todo el mundo, tanto así que ya no le llamaba la atención el hecho de que hubiese escuchado al menos 5 idiomas diferentes en menos de 20 minutos. Todo era una nebulosa y no lograba entender cómo había llegado desde el Camp Nou hasta la Plaça de Catalunya: definitivamente, ya era el momento de dejar los excesos.
- Bona nit.
Seguro ya sería el momento de decir buenas noches, aunque en su mente estaba aúnde día. Bebida energética, baguette vegetariano, cerveza La Alhambra y las luces de la gran ciudad catalana de ensueño. Miró al suelo y vio sus zapatillas negras sobre las baldosas en las cuales se pintaban las estrellas del cielo y, de vez en cuando, a través de las nubes se podía divisar algún planeta lejano siendo impactado por un asteroide. Sus jeans oscuros permanecían tan cuidados como en la publicidad, mientras se percataba de que su camisa azul con rayas estaba abierta por completa dejando su dorso al descubierto, motivo por el cual sentía un poco de frío mientras se llevaba la mano a la cadena que llevaba colgada en el cuello. Los turistas aparecían de vez en cuando como flashes y luego se esfumaban sin dejar nada más que una visión obnubilada del mundo.
- Bona nit – respondía al aire mientras alzaba los brazos hacia el cielo, para luego respirar profundamente y sin encender luces imaginarias en los edificios cercanos.
A ratos se llenaba de gente que lo observaba sentado en medio de la Plaça de Catalunya y, en otros instantes, más de alguno caminó por encima de él como si no lo hubiesen visto. Se puso de pie para abotonarse la camisa y, en el momento en que acababa el último botón, se percató de que estaba descalzo de un pie. Miró al cielo en el instante en que se apagaban las luces de toda la ciudad, quedando la urbe a oscuras y en silencio mientras sentía la planta del pie que se sumergía en una posa de agua fría: no había ninguna nube en el cielo. Volvió la luz y no había nadie alrededor, excepto su sombra que avanzaba hacia la pileta mientras él permanecía en su lugar. Los edificios cambiaron de lugar en un segundo y el salto lo hizo temblar: ahora estaba descalzo de los dos pies. Y tampoco encontraba algún posible culpable para aquel silencioso hurto.
- ¿Hola?
Había una enorme mancha verde que salía desde la pileta y una luz violeta que provenía desde el cielo. Acaso se trataría de la llegada de alienígenas a Barcelona, pensó, pero sin grandes intenciones de huir corriendo. Se acercó al agua y notó que el líquido verde se iba haciendo cada vez más pegajoso, incluso produciéndole heridas. Se sumergió en la piscina y, de un golpe, fue lanzado hacia fuera, cayendo sobre la mancha verde que comenzaba a alzarse.


- ¿Hay alguien ahí?

Fotografía: Plaça de Catalunya, Barcelona, España. 

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