martes, 3 de enero de 2012

Locura ajena

Dibujamos figuras en el viento,
las luces de la ciudad se reflejan en nuestras manos.
Allá a lo lejos, vemos venir los barcos
y el mar se mueve lento, lento.
Las locuras se enredan en las rendijas escondidas
allá donde los fantasmas cuentan las historias:
miradas escondidas,
el tesoro y sus invaluables joyas.

Y, después de todo, 
las palabras ya no son necesarias.
Mírame a los ojos y ya está,
sonríe en silencio y lo sabré.
Acércate de pronto y en tu regazo me dormiré. 
Qué les importa si las letras son al revés,
si los colores cambian,
si los fantasmas nos hablan.

Qué les importa si bailamos de improviso
o si, de pronto, nos lanzamos a volar. 

Esos que no entienden y que miran desde fuera,
¿quiénes son ellos para criticar la locura ajena?