miércoles, 21 de diciembre de 2011

La casona del Cerro Polanco.

Las doce han dado y sereno. Las rejillas de la ventana que dan al secreto callejón olvidado, ocultan los cristales a punto de empañarse por el contraste entre el frío nocturno y la calidez de una casona antigua, probablemente sobreviviente del terremoto de 1906 cuando los cerros bailaron al ritmo de la tierra. Las estrellas en el cielo se dibujan sobre sus ojos pegados al vidrio frío que le recuerda el temor de antaño al ver los rayos y relámpagos de una tormenta, deseando con todas sus fuerzas que sus padres no fuesen a trabajar ese día y se quedaran con él. Ellos debían de estar durmiendo en su habitación, más allá del salón y las cortinas cinematográficas que dividían el pasillo en dos ambientes.

Más de alguna vez, lo visitó algún espíritu nocturno, quizá vespertino. De no haber sido tan pequeño, le hubiese invitado a tomar té, mientras conversaban de aquellas historias alrededor de la torre del ascensor. Sabía que se escondía un enigma alrededor, en las paredes, debajo de las tablas que misteriosamente se levantaban y crugían cuando no había nadie más. Alguna vez sintió las pisadas que avanzaban desde la cocina hasta su cama: alguna vez cerró la puerta y observó a través del vidrio, queriendo escuchar las conversaciones de los fantasmas que se quedaban en la cocina para acariciar al gato. Alguna vez se levantó al baño y abrió la puerta hacia el patio y caminó descalzo por el cemento en dirección al lugar donde, alguna vez, hubo un parrón. Caminaba bajo la noche y se acercaba al muro que lo protegía de la calle: las almas en vela deambulaban por el pasaje Bilbao.

Recostado, miró el reloj que estaba en la puerta clausurada, que daba al pasaje desconocido cuyo nombre nunca supo. Sintió las pisadas de un hombre extraño que deambulaba por las afueras gritando: "Motemei, calientito el motemei" y se preguntó qué era eso que vendía, quién era él, qué hacía ahí a esas horas. Era la 1 de la mañana y la vieja casona del cerro Polanco estaba próxima a tomar vida mientras todos dormían.

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