sábado, 2 de octubre de 2010

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Cualquier día de estos, podría aparecer muerto. Sin huellas de asesinato, sin huellas de violencia, al más puro estilo de una muerte silenciosa y espontánea que, en medio de la nada, se lleva poco a poco mi alma hacia parajes más lejanos. Arrojado sobre la arena, sobre el suelo, con marcas de silencio sobre mi piel. La angustia, el deseo de saber qué es eso que va más allá del límite de lo terrenal y lo físico como tal, el sueño de alcanzar esferas etéreas aparentemente inalcanzables en este estado. Ese deseo de semi-onmipotencia, de esconderse en espacios sin ser visto, de ver todo, de saber todo sin correr riesgo en ello.

A veces pienso que el silencio podría llegar de pronto, bailando, cantando, sonriendo. Cuando llegue ese momento, no sé si quisiera realmente saberlo. Saber que pasaré a ser un pedazo de piel y de huesos que lentamente se hacen polvo a algunos metros bajo tierra, saber que de mi boca ya no podría nacer ni una nueva historia. Saber que, realmente, no sabría cómo podrían continuar todas las historias que he intentado tejer, a veces, sin éxito.


Fotografía: Mirando el mar desde el Castillo Wulff, Viña del Mar.

1 comentario:

Ada (sin h) dijo...

ahhh esa sería una bonita muerte

:)