Escribo, sí, escribo. Y no desde una trinchera porque no estoy luchando con nadie, no quiero matar a nadie ni tampoco a sus ideales. No escondido, porque no me escondo de nadie, no tengo nada que ocultar. Escribo de la vida misma o a veces de la no-vida misma, de esos universos paralelos que potencialmente existirían si se activara el botón de la imaginación, creatividad o utilizando los recursos verbales -y no verbales, claro está- que poseemos en nuestra vida cotidiana. Escribo para olvidarme del mundo, para crear otro, porque quiero ser un Dios en un universo paralelo. Sí, escribo porque a veces quiero ser egoísta y dominar el mundo con una sola palabra, en un solo párrafo... quizá en un intento de novela.
La palabra no fue creadora del mundo sino que al revés, se constituye como un recurso de elaboración de la existencia. ¿Por qué no elaborar una existencia ajena, distinta, extraña -muy extraña si es posible, aparentemente inconexa y sin ningún punto de referencia con eso que llaman 'realidad'-, a través de la cual establecer nuevas lógicas multidimensionales y sensoriales? Crear una nueva existencia ajena y, por un instante -o quizá, por toda una vida- perderse.
Fotografía: Avenida Portales, Cerro Barón, Valparaíso.
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