domingo, 15 de agosto de 2010

Las alas

Y el pájaro no abre las alas esta vez, pues nunca las ha guardado. Se detiene en el silencio de un camino pavimentado, oscuro y sombrío, tal vez congelado. Si tiene suerte, puede que la temperatura sea aceptable, pero lo más probable es que el suelo arda con furia. Se levanta hacia el cielo, mirando el deseo de ese horizonte perdido y lejano, ese horizonte que cruzará tantas veces casi sin darse cuenta. Verá amaneceres eternos, verá anocheceres interminables, verá días intermitentes y noches de muchas horas. Será un viajero y conocerá el mundo. Aún no sabe a ciencia cierta todos los lugares que sus alas podrán recorrer.

Saboreará el viento de las noches antiguas y también podrá despertarse cada mañana con un verano renovado, con un verano milenario y nuevo. Llevará en su mirada un destino, un sueño, un deseo de ser más alto que las más altas cumbres, de sobrevolar esas infinidades que por mucho tiempo fueron inexpugnables. Sabe que es capaz de llegar alto. Mirará el mundo desde la altura y sabrá lo grande que es, el punto que ha alcanzado y todo lo que puede seguir alcanzando. Y si tambalea, sabrá reponerse rápidamente hasta continuar su vuelo. Cada nueva meta es una nueva ilusión por cumplir.

Llegará muy lejos, tanto como él mismo quiera llegar. Su voz hará ecos entre las nubes, entre las tierras y entre el mar. Dormirá tranquilo, aunque tal vez nunca sepa si todo lo que ha sucedido fue una realidad... ¿quizá un sueño?


Fotografía: Cruzando la Cordillera de los Andes, 27 de febrero de 2010.

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