Hacía tiempo que no escribía nada de la vida misma, sin que ellos signifique que la vida misma no sea un objeto de observación interesante. Cabe destacar al gran Larra que con el solo hecho de hablar de la vida misma escribió grandes artículos de costumbres en que la ironía y la crítica se dejan entrever a través de sus palabras. Y como a partir de lo cotidiano surgen demasiadas cuestiones, hoy me he visto envuelto en una de ellas, lo que claramente podría dar para otro artículo de costumbres. No aspiro ello, pero si resulta, bien.
La vida acá en Albacete parece ser muy apacible y tranquila, con un clima inentendible: un día hay un sol de casi 20º y en la tarde se pone a llover sin motivo aparente. ¿La inestabilidad primaveral? Claro, estamos en una llano y no hay reguladores... siempre todo se va a los extremos. Un día muy tranquilo como hoy me levanto y voy a nadar como casi siempre, para ver si funciona eso de estar bien para el verano y creer en esa ilusión de que siendo atractivo, todas caerán a tus pies. No sé si creo en esas leseras, pero me pareció divertido el eslogan. Sucede que llego a mi departamento -'piso' como se dice acá en España- para dejar las cosas y luego me doy cuenta de que no me quedan cosas para preparar lo que quiero: tortilla de acelga. Así que me dirigo al Albacenter que queda a una cuadra y media de acá. La aventura comienza en ese momento en que, ilusamente, salgo de mi casa sin saber lo que me iba a suceder en ese centro donde se esconde el monstruo comercial llamado Eroski... que intenta convencerte con tus buenos precios, sus promesas nunca cumplidas (se supone que si tienes que hacer cola, te dan descuentos... pero siempre que voy hay colas... claro, la crisis).
Llego al Eroski y las tiendas me sonrién con su habitual anhelo de consumo para el cliente. Doy vueltas alrededor como si se me ocurriese comprar algo nuevo, que muchas veces sucede. Pero no, esta vez fui bastante certero en mis compras, referidas a la lista que he confeccionado para tal cometido. Congelados: acelga, marca Acme (no, marca Eroski), la más barata. Luego voy por los huevos, que nunca he entendido por qué está en el sector de los vinos. Todo bien, paso por la caja y me sonrién al decirme cuánto es: 3,12 €. Me preguntan por los 12 céntimos... nop. Los 2 céntimos... nop... y entonces me recuerdo de que tengo tantas malditas monedas chicas en el banano y que nunca las llevo conmigo en el momento preciso. Salgo del supermercado con la ilusión de poder comer mi tortilla de acelga.
Pero algo sucede en el camino que me detiene, como si una luz divina -más bien, diabólica- me condujera hacia una máquina de recarga de teléfonos móviles. Ilusamente me acerco e introduzco el número de mi móvil con la fe de que la tecnología me iba a entregar una recarga fácilmente en cuestión de segundos. Todo bien, me llega un mensaje anunciándome la recarga... hasta que de pronto la máquina colapsa. Me llega un nuevo mensaje diciéndome que mi saldo es 0 €. ¡Qué mierda te pasa, máquina (en este momento se procede a la censura de la serie de improperios -pronunciados en chileno-, para no producir molestia en los lectores)! Y estuve como 10 minutos esperando que sucediese algo... pero nada. ¡¡Máquina del demonio, me has conducido al pecado, has seducido mis sentimientos consumistas prometiéndome una compra rápida y sin rodeos!!
Me di vuelta por todos lados, pregunté a todo el mundo. Llegué a hablar con uno de los guardias, quien me atendió amablemente. Me pidió mis datos y me preguntó lo sucedido... intentaron comunicarse con el tipo que está a cargo de las máquinas, pero el muy inepto tenía su celular apagado. ¡Así que la ineptitud es un mal internacional! Me fui, al menos, tranquilo de que me hayan escuchado el problema... pero no con muchas ilusiones de recibir la recarga. Es como si me hubiese confesado y el cura me hubiese dicho que mi penitencia es pagar 10 €... ¡por pecar de consumista! Y ahora me siguen llegando mensajes de promociones por la carga... ¡pero si no me han dado la carga! O sea que ni se ponen de acuerdo... en fin.
¡Qué es del pecado del consumismo que lleva a tantos seres humanos, infieles del buen camino, por la seducción del pecado... camino a los infiernos! ¡Maldito consumismo que nos corroe por completo y nos lleva a las tinieblas, al fuego del infierno y amenaza con convertirnos en salchichas que luego venderán en la calle con hot dogs! ¡Sálvanos, Dios mío, de tantas provocaciones demoníacas! Y ahora, como recomendación, váyanse a confesar, ¡corriendo! miren que el fin del mundo parece estar cerca.
Mmm y de penitencia... ¡10 € por todos sus pecados!
La vida acá en Albacete parece ser muy apacible y tranquila, con un clima inentendible: un día hay un sol de casi 20º y en la tarde se pone a llover sin motivo aparente. ¿La inestabilidad primaveral? Claro, estamos en una llano y no hay reguladores... siempre todo se va a los extremos. Un día muy tranquilo como hoy me levanto y voy a nadar como casi siempre, para ver si funciona eso de estar bien para el verano y creer en esa ilusión de que siendo atractivo, todas caerán a tus pies. No sé si creo en esas leseras, pero me pareció divertido el eslogan. Sucede que llego a mi departamento -'piso' como se dice acá en España- para dejar las cosas y luego me doy cuenta de que no me quedan cosas para preparar lo que quiero: tortilla de acelga. Así que me dirigo al Albacenter que queda a una cuadra y media de acá. La aventura comienza en ese momento en que, ilusamente, salgo de mi casa sin saber lo que me iba a suceder en ese centro donde se esconde el monstruo comercial llamado Eroski... que intenta convencerte con tus buenos precios, sus promesas nunca cumplidas (se supone que si tienes que hacer cola, te dan descuentos... pero siempre que voy hay colas... claro, la crisis).
Llego al Eroski y las tiendas me sonrién con su habitual anhelo de consumo para el cliente. Doy vueltas alrededor como si se me ocurriese comprar algo nuevo, que muchas veces sucede. Pero no, esta vez fui bastante certero en mis compras, referidas a la lista que he confeccionado para tal cometido. Congelados: acelga, marca Acme (no, marca Eroski), la más barata. Luego voy por los huevos, que nunca he entendido por qué está en el sector de los vinos. Todo bien, paso por la caja y me sonrién al decirme cuánto es: 3,12 €. Me preguntan por los 12 céntimos... nop. Los 2 céntimos... nop... y entonces me recuerdo de que tengo tantas malditas monedas chicas en el banano y que nunca las llevo conmigo en el momento preciso. Salgo del supermercado con la ilusión de poder comer mi tortilla de acelga.
Pero algo sucede en el camino que me detiene, como si una luz divina -más bien, diabólica- me condujera hacia una máquina de recarga de teléfonos móviles. Ilusamente me acerco e introduzco el número de mi móvil con la fe de que la tecnología me iba a entregar una recarga fácilmente en cuestión de segundos. Todo bien, me llega un mensaje anunciándome la recarga... hasta que de pronto la máquina colapsa. Me llega un nuevo mensaje diciéndome que mi saldo es 0 €. ¡Qué mierda te pasa, máquina (en este momento se procede a la censura de la serie de improperios -pronunciados en chileno-, para no producir molestia en los lectores)! Y estuve como 10 minutos esperando que sucediese algo... pero nada. ¡¡Máquina del demonio, me has conducido al pecado, has seducido mis sentimientos consumistas prometiéndome una compra rápida y sin rodeos!!
Me di vuelta por todos lados, pregunté a todo el mundo. Llegué a hablar con uno de los guardias, quien me atendió amablemente. Me pidió mis datos y me preguntó lo sucedido... intentaron comunicarse con el tipo que está a cargo de las máquinas, pero el muy inepto tenía su celular apagado. ¡Así que la ineptitud es un mal internacional! Me fui, al menos, tranquilo de que me hayan escuchado el problema... pero no con muchas ilusiones de recibir la recarga. Es como si me hubiese confesado y el cura me hubiese dicho que mi penitencia es pagar 10 €... ¡por pecar de consumista! Y ahora me siguen llegando mensajes de promociones por la carga... ¡pero si no me han dado la carga! O sea que ni se ponen de acuerdo... en fin.
¡Qué es del pecado del consumismo que lleva a tantos seres humanos, infieles del buen camino, por la seducción del pecado... camino a los infiernos! ¡Maldito consumismo que nos corroe por completo y nos lleva a las tinieblas, al fuego del infierno y amenaza con convertirnos en salchichas que luego venderán en la calle con hot dogs! ¡Sálvanos, Dios mío, de tantas provocaciones demoníacas! Y ahora, como recomendación, váyanse a confesar, ¡corriendo! miren que el fin del mundo parece estar cerca.
Mmm y de penitencia... ¡10 € por todos sus pecados!
3 comentarios:
debería seguir leyendo, debería haber pasado antes por aquí ^^
reflexiones necesarias las que ha apuntado hoy
un gusto y adiós
era una camara escondida wn
xD
en fin
saludos desde el submundo en donde hay q defender ideas wenas
xau
Desde el confín del mundo!!! al ver las fotos sólo atino a decir.... Déjame una!!!!! ya sabes quién soy....obvio, tu tía predilecta...y al leer tus palabras, no puedo evitar dejarme llevar por tus palabras y me embriago de ellas....cariños tía Dina
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