Le dijo que no y lo repitió varias veces por si acaso alguien no hubiese querido escucharlo. Pese a que todos lo miraban con un rostro severo y atento, simulando haber captado la totalidad de este mensaje, volvió a repetirlo. ¡No! Lo gritó con toda la furia posible, haciendo temblar el ventanal endeble que había en una de las paredes. Su gorra de general quedó sobre una de las mesas mientras los otros jóvenes permanecían sentados a la fuerza; otros guardias daban vueltas alrededor para asegurarse de que las amarras en los tobillos permaneciesen firmes, al borde de hacerles sangrar la piel. Eran 4 los muchachos que permanecían con los pies descalzos manchados de sangre, firmes en el suelo.
-Por dónde podemos comenzar la faena. ¿Te parece si comenzamos aquí? -tomaron a uno de los jóvenes del pelo y le empujaron la cabeza hacia atrás, dejando el cuello hacia adelante. Un cuchillo carnicero mostraba su brillo cuando se acercaba a la piel.
-No lo hagas. Te daré lo que quieres -habló un muchacho con la ropa destruida y el pecho manchado de la sangre de sus propias heridas.
-No me lo creo.
-Sólo ven y tómalo por ti mismo. ¿Nos dejarás en paz luego de esto?
El guardia se acercó al muchacho y le apretó el cuello con una mano: ahí estaba el collar de finos metales que tanto gustaba. El muchacho lo miraba con desprecio, a la espera de ser liberado; golpeaba el suelo con los talones imitando el tic tac de un reloj.
El procedimiento fue muy rápido y la mancha de sangre a los pies de la silla fue el único alboroto. El muchacho, ya libre de amarras, cayó al suelo, con el pecho abierto. El guardia llevaba en su mano el corazón que goteaba. Y por si a alguien le quedaba alguna duda, volvió a repetir el severo '¡No!' de un principio, mientras abría el cajón y lo guardaba junto a la colección de asesinatos que allí escondía.
-Lo que entra aquí ya no sale más... y ya será el turno de cada uno de ustedes.
-Por dónde podemos comenzar la faena. ¿Te parece si comenzamos aquí? -tomaron a uno de los jóvenes del pelo y le empujaron la cabeza hacia atrás, dejando el cuello hacia adelante. Un cuchillo carnicero mostraba su brillo cuando se acercaba a la piel.
-No lo hagas. Te daré lo que quieres -habló un muchacho con la ropa destruida y el pecho manchado de la sangre de sus propias heridas.
-No me lo creo.
-Sólo ven y tómalo por ti mismo. ¿Nos dejarás en paz luego de esto?
El guardia se acercó al muchacho y le apretó el cuello con una mano: ahí estaba el collar de finos metales que tanto gustaba. El muchacho lo miraba con desprecio, a la espera de ser liberado; golpeaba el suelo con los talones imitando el tic tac de un reloj.
El procedimiento fue muy rápido y la mancha de sangre a los pies de la silla fue el único alboroto. El muchacho, ya libre de amarras, cayó al suelo, con el pecho abierto. El guardia llevaba en su mano el corazón que goteaba. Y por si a alguien le quedaba alguna duda, volvió a repetir el severo '¡No!' de un principio, mientras abría el cajón y lo guardaba junto a la colección de asesinatos que allí escondía.
-Lo que entra aquí ya no sale más... y ya será el turno de cada uno de ustedes.
2 comentarios:
que fuerte :S
me causo como mucha impresión
esta bkn
saludos kinkan!!!!!!!!!
:O
que estas chacaaaal!!
me gustó :)
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