Quiero una noche de caminatas entre la bruma del amanecer, trasnochados y muertos de frío... tal vez, un poco bebidos. Quiero sentarme en la acera a contemplar el bailoteo extraño de las estrellas que no duermen, que se esconden tras las nubes que de pronto aparentan una tormenta de lluvia ficticia que al día siguiente será el sol de 20º que me hará correr a la sombra. Sï, quedarme abrazado a la sombra misma de lo etéreo, de lo abstracto, de ese ideal que no existe y que llamo a cada noche mientras duermo... o cuando no puedo dormir. Simplemente, sentado entre edificios, perdido entre pensamientos hastiados de soledades que ya no quiero más. Sí, soledades que olvido, pero que vuelven a pasearse desnudas frente a mi puerta tentándome al placer de ese cuerpo volátil que luego desaparecerá tan fácil como se ha entregado para legarme ese sentimiento de vacío que me inunda cada vez que tengo ese deseo.
Quiero una tarde perdida entre las voces inaudibles que no entiendo, que me hablan distintos idiomas; de palabras que no quiero escuchar. Quiero ese cielo, ¡sí, ese cielo majestuoso de tormentas grises que reflejan la inestabilidad emocional del mundo, la violencia de lo efímero y la apariencia misma de una irrealidad constante! Y creer que acaso algo de los sueños puede ser real, creer en esa irrealidad concretizada en un verbo en presente. Quiero un mundo de sorpresas; romper esa ventana y saltar al aire nuevo de mañanas de frío y nieve. Romper cada vidrio y escalar por esos muros, escalar por esas historias. Quiero formar parte de una historia.
Fotografía: Calles de Lisboa, Portugal.
1 comentario:
Quiero, sólo quiero, un día sin frío para irme de botellón... jajajaja... ya en serio si me gustó, siempre es un gusto leerte!
Publicar un comentario