Suena el despertador a las 09.30 am. Mi subconciente me dice: ¿Realmente quieres ir a nadar el día de hoy? La alarma vuelve a sonar, a las 11.30. Y me dio toda la locura por ordenar y ordenar toda la casa, desde lavar hasta el último tenedor sucio perdido en algún rincón hasta trapear el suelo... todo para que mis visitas no dijeran que me departamento es un despelote... que, si somos certeros, la mayor parte del tiempo sí lo es. Y se me pasa volando el tiempo hasta que ya son las 13... corro a la ducha y luego Eroski. Son casi las 13.45 y yo voy corriendo por sus amplios pasillos muy bien cuidados y limpios que invitan al consumo... gaste todo el dinero que le queda en su tarjeta, gástelo todo, ¡gástalo, tío! Pase por el lado de la maquinita del demonio, pero solo le hice un desprecio y continúe mi camino hacia el supermercado.
Busqué por los pasillos los ingredientes: apareció el harina, el aceite... ¡el queso! Paso por la caja y pago, me anuncian que las bolsas no serán gratis a partir del 26 de abril: digamos que se están comprometiendo con el medio ambiente o que quieren ahorrarse el gasto en bolsas. Opto por la segunda. Y entonces llego de regreso, son las 14.05 y no han llegado. Leo un mensaje de Mariana que me dice que van a llegar un poco más tarde. Ok... ese 'poco' más tarde se tradujo en que llegaran a las 15.15, teniendo en cuenta que habíamos quedado a las 14.00. En fin, comenzamos la maniobra de construcción culinaria, de un almuerzo que acabaría siendo casi como una once, o casi como una cena.
Cuando yo pensaba hacer la masa, Mariana ya tenía todo dispuesto para comenzar a hacerla ella. No me queda otra que acatar, pensé. Entonces llama Omar para que lo vayan a buscar. Salgo corriendo hasta encontrarlo. Regresamos y continuamos, es el momento de picar el queso. Lo picamos, lo picamos... comienza el relleno de la masa y veo con emoción cómo se amontanan las empanaditas. Hasta que llega el momento de freir... la famosa freidora que estaba perdida en el medio del universo de los cajones, aparece como una solución. Aunque sucede que esa solución nos costó algo así como 3 litros de aceite. Al fin y al cabo, ese aceite podría ser reutilizado, supuestamente. Y comenzamos a freir... freir... cuando probé la primera de ellas, fue como volver a rememorar los viejos tiempos. ¡Empanadas de queso... y en España! Cosa que pensé que nunca sucedería y que tendría que soportar, tortuosamente, hasta volver a Chile.
Nos sentamos a comer nuestras empanaditas que en poco rato ya habían desaparecido. ¡Magia! Al fin cumplí mi capricho...
... y fui feliz.
4 comentarios:
Que delicia :p
toda una odisea por tus empanadas
oye, estabas ahí todo cuadrado con el horario de las chicas jajaj ya imagino tu desesperación.
Se ven apetitosas (.baba)
:)
Es siempre una alegría estar lejos de casa y recordarla con esos detalles tan cotidianos, como la comida. Cuando estuve en Paris comí pastel de papas, la mejor comida que tuve en todo el viaje, y la que me hizo más feliz.
Saludos desde los recuerdos de Londres (dado mis tropezones en Chile, hubiese preferido quedarme ahí),
Matilde
Que bueno que fuiste feliz, de verdad lo hice (hicimos) con mucho gusto!! pero me tienes que estar recordando que llegué tarde???!!!!! te quiero!
para el mambo wn.
cocina tu po wn
si yo fuera tu profe "amo de casa" en la universidad de los andes te pondria un 1, por mal anfitrion.
0 aporte el chileno.
xD
xau
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