“¿Por qué vienen esos sentimientos de angustia cada cierto tiempo, justo cuando creo estar alcanzando los momentos más sublimes de mi vida, cuando la vida comienza a sonreírme luego de todo el tiempo. Está claro que no puedo tener todo lo que quiero y debo de sentirme bendecido con todas las gracias que he recibido, muchos envidiarían mi vida. Lo que no saben es que yo, a veces, envidiaré ser otra persona. Pero, ¿otra vida sería la solución? Es que nadie en este mundo puede estar conforme con lo que es, ¿por qué, si lo tienes todo para ser feliz?”. La angustia le corroía la vista, miraba a través de los cristales sin saber a quién preguntárselo. Se sentía solo en un mundo inmenso, sabiendo que había mucha gente dispuesta a ayudarlo.
Caminaba por la ciudad, mirando las estrellas, las nubes, los astros que quisieran darle una respuesta. Seguía caminos que se abrían por doquier y por azar, sin rumbo fijo, sin saber dónde iba a llegar. Quería sentarse en algún lugar donde no hubiese nada de civilización, solo naturaleza. Quería sentir el frío de la noche, la soledad misma de sus propios latidos. ¿Por qué esa extraña sensación de querer llorar, sin saber cuál era el motivo de tu pena? Y le cantaba una y otra vez a esa extraña compañía: soledad. Sentía la necesidad de encontrarse con algo o con alguien, que le cambiaría la vida para siempre. De pronto, las lágrimas le caían por la cara sin motivo. Todo era silencio, todo era silencio. ¿Acaso algo tenía sentido?
Fotografía: Parques de Lisboa.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario